José Ángel Cuevas: el correlato subjetivo
Emilio Jurado, Nicolás Vilela
http://www.plantarevista.com.ar/
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José Ángel Cuevas, poeta clave en la poesía chilena contemporánea. Dictadura, resistencia, la decepción de la Concertación, extremismo y el fantasma rondante del ex-gobierno de la Unidad Popular.
1. Una gran oración adversativa
Querer que todos sus amigos vuelvan
Que se arme una tremenda fiesta
y salir del presente en forma abrupta.
Porque desde el fondo de la sala se oye a Janis Joplin
Mariluz baila y Kiko Rojas / L. A. Vásquez abraza con su enorme
sonrisa a Elsa Escribar.
Pido que todo esté lleno de botellas / que entren en escena Cayo Evans
Jaime Silva / Erik Martínez / y cantemos cosas del Desierto
Bernardo Araya va a leer el poema de la noche a la mañana estaremos
navegando sin rumbo fijo
en un preciso momento de infinito con sus parkas
chaquetas de gamuza
y seguir / seguir
Que cruce un gran planeta / vengan
a burlarse del pequeño Mac que toca el piano
como si fuera el hermano de J. Lennon.
Nada está en su sitio y todos se besan
bailan enloquecidos / Valenzuela levanta las manos para pedir
la palabra / Cayo lee “El poema de las condiciones objetivas”.
Es un momento extraordinario
parece que vamos de nuevo camino al socialismo.
Afuera la burguesía ha sido acorralada / aislada.
Y llueve / llueve van llegando S. del Solar / Gloria Favi,
las hermanas Salinas / se cruzan voces conocidas.
Es como estar luchando en la calle
unidos de los brazos contra las fuerzas policiales
es el día siguiente / el primero. Como si fuera una boîte
de la noche lejana se oye a los Rolling Stones. La fuerza
de la música lleva las almas.
Va a comenzar 1970
no sabemos lo que nos espera.
Este poema se llama “El restablecimiento de una mente” y su autor es José Ángel Cuevas. Los versos aluden a la experiencia de la Unidad Popular en Chile hasta 1970. Llama la atención el hecho de que la primera palabra del primer verso sea un infinitivo: “querer”. La expresión no puede adjudicarse a un sujeto preciso o a un hablante cívicamente individualizado sino que más bien presupone una “función épica” (Pasolini), es decir, un tono coral que opera como reconocimiento de la experiencia popular. El infinitivo señala un deseo que se vuelve significativo en tanto es compartido por una clase social. A partir de la segunda estrofa, en cambio, se produce un pasaje a la primera personal del singular, que asume el acto desiderativo. Las siguientes estrofas implican una vuelta al sujeto plural, lo cual coincide con la actualización efectiva de la expresión de deseo; a nivel verbal, esto quiere decir que el modo subjuntivo cambia por el indicativo. El sujeto del poema va participando de la fiesta popular que empezó en su mente. Pero ese momento extraordinario, espontáneo, cuando todo parece posible, queda cancelado por la referencia en plural a un futuro, el golpe de Estado de 1973, que los personajes desconocen (pero el autor y el lector no). Lo que sucede donde termina ese poema se nombra, por ejemplo, en el “Poema 33” del libro 1973:
Desde el Galpón 102 Ejercito de Chile
llueve/ hay humedad en el espacio
negro/
pasan los clase por el patio / cantan/
se oyen los quejidos/ un baño de sangre
corre
por mi boca
Oh, ¿cómo está el mundo allá afuera/ las
cosas
de la gente libre?
Desde el Galpón Ejército de Chile
un fuerte olor a fierro y moho sale de las
oficinas gastadas
un trato horroroso
sacan cadáveres, se los llevan
la muerte lo cubre todo
en el viejo galpón 102
Ejército de Chile.
Este poema es la contracara exacta del anterior. El espacio interno, que antes era de celebración y fiesta, ahora es un centro de torturas; el externo, donde antes la burguesía estaba acorralada, ahora es el lugar que el sujeto-objeto de la tortura imagina como libre. El plural ya no designa la unidad popular sino sus cadáveres. Los nombres propios no aluden a poetas y estrellas de rock sino al ejército chileno. El que toma la palabra es un personaje derrotado. Sin ir más lejos, el poema “La Gran Marcha” (de Treinta poemas del ex-poeta José Ángel Cuevas) incluye los dos momentos en la misma estrofa: “Fieles manifestantes ayer, pero / pasó la dureza por aquí y / borró a estos servidores”.
Prácticamente no hay otros contenidos en esta poesía. Es que la literatura de José Ángel Cuevas se puede leer como una gran oración adversativa: creímos en la revolución PERO perdimos. O más específicamente: éramos jóvenes y felices, había unidad obrero-estudiantil, teníamos el rock, existía un pueblo, “crear / crear/ poder popular”, creíamos en el gobierno que había nacionalizado la Gran Minería de Cobre y estatizado la economía, “Allende / Allende / el pueblo te defiende”, la poesía se escribía en el cuerpo, los bares eran asambleas revolucionarias, PERO el 11 de septiembre de 1973, a partir de las 8.42 de la mañana, “todo quedó cubierto de cadáveres” y se produjo la “ocupación militar-neofascista-empresarial” (Autobiografía de un ex-tremista).
La lucha histórica de los obreros del salitre tiene su repetición farsesca en la huelga de la “aristocracia obrera” del cobre aliada con los democristianos. En Temuco, la población “Lenin” pasa a llamarse “Lanin” en alusión al volcán situado en la frontera argentina que limita con la región. La única experiencia en el mundo de transición institucional al socialismo termina con el suicidio de su presidente y con el siguiente comunicado militar: “Misión cumplida. Moneda tomada, presidente muerto”. Pablo Neruda muere, Victor Jara es asesinado y gran parte de los escritores chilenos se reparte entre el exilio y los campos de concentración. Estas y otras tantas son las nuevas coordenadas con que tiene que contar todo aquel que, como Cuevas, decide permanecer en Chile a partir de 1973, especialmente si se reclama “hijo de don Reca” (Introducción a Santiago), tal como leemos en Proyecto de país en alusión al fundador del PCC Emilio Recabarren.
2. El correlato subjetivo
A partir del golpe de Estado, la poesía vuelve del cuerpo al papel. Es una secuencia prototípica del repliegue en la cultura como efecto de la derrota política. “El año 1975 (…) tomé la determinación definitiva de empezar de nuevo, la dictadura ya no sería corta. Me resolví a escribir como una salida ética a mi vida” (“30 años de poesía”, http://www.letras.s5.com/jac240204.htm ). Para entender en qué consiste esta salida ética conviene recordar “Hamlet y sus problemas”, el artículo en que T.S. Eliot desarrollaba la noción de “correlato objetivo” con los siguientes términos: la única manera de expresar una emoción en forma de arte es encontrando un “correlato objetivo”, es decir, un grupo de objetos, una situación, una cadena de acontecimientos que funcionen como fórmula de esa emoción concreta. La técnica de Cuevas, su enorme aporte a la literatura política, es el revés simétrico de la noción de Eliot: se trata de encontrar un correlato subjetivo, o sea un lugar de enunciación, un personaje, una serie de dispositivos mentales y discursivos, para expresar la catástrofe objetiva. Cuevas resuelve el problema del punto de vista mediante una construcción subjetiva cuya voz, nombre o máscara varía según el libro: Efrén L. Sepúlveda Fica en Proyecto de país, Mario Manguncia en Poesía de la Comisión Liquidadora y, sobre todo, la figura del “ex-poeta”, que constituye su principal dramatis personae.
Todas estas voces comparten un punto de anclaje y un estado de ánimo. El duelo por la oportunidad revolucionaria perdida asume la forma de una espiral cuyo centro, 1973, genera una línea curva que se va alejando cronológicamente del eje a la vez que gira sin parar a su alrededor. No hay poema de Cuevas, sea cual sea el tono, que no haga referencia a esta cuestión. Sus libros son esa línea espiralada donde el duelo tiene que afirmarse contra la melancolía que quiere retener el punto perdido y contra la manía que lucha por liberarse de esa identificación, según los términos del famoso artículo de Freud. La apuesta de este correlato subjetivo es difícil de sostener porque los personajes pronuncian un discurso que contemporáneamente no se puede escuchar; se puede pronunciar clandestinamente, pero no se puede escuchar. Forma parte del “basurero de la historia”, idea que el crítico Greil Marcus desarrolla con respecto al “espíritu revolucionario”:
Existen miles de personas que hace apenas un momento vivían esa vida pero que, porque se trata de una historia afuera de la historia, como un borracho viejo y gritón al que sacan a los empujones de un bar, apenas pueden darle crédito a sus propios recuerdos; personas aisladas unas de otras y separados incluso de su propio yo por historias vergonzosas que son incapaces de narrar y que, si pudieran hacerlo, nadie tomaría en serio. Y aun así, leyendo desde cierta perspectiva, la desaparición de esas historias tiene un extraño poder perturbador. De pronto, dejan de ser efímeras y extrañas respecto de la historia real para volverse con claridad y sin discusión la verdadera historia hacia la que se dirigían los acontecimientos del pasado. Y existe una especie de institución apropiada para este espíritu: grabaciones, en forma de libros, películas, canciones y hasta historietas que tratan esta historia como un drama central, de tal manera que la vergüenza de la exposición pública de aquellos que dejaron o dejarán de tener miedo de hablar públicamente se descorre para caer, aunque sea por un instante, sobre los que mandan.
Cuevas puede escribir “EL PUEBLO UNIDO JAMÁS SERÁ VENCIDO” en 1982, “¿Por qué destruyen los ferrocarriles del Estado?” en 1992 o “Ahora sí que venceremos” en 2009. Lo importante es la apelación a la experiencia subjetiva de esas voces como discurso de la verdad. El que habla se presenta como sobreviviente y vocero partisano de “los exonerados / los débiles / los feos / lo que botó la ola / los enferos los ciegos / los sin dientes / los pasados de moda”. Puede decir, como en “Aullido” de Ginsberg, “I saw the best minds of my generation destroyed by madness” y basta recorrer una biografía como la de Rodrigo Lira para darle la razón. Puede reconocerse en los mesiánicos poemas de Raúl Zurita, pero sabe que lo que en Zurita es panorámico y alegórico, en sus versos es realista y a ras del suelo.
La figura del “ex poeta” significa precisamente esa expulsión de la corriente principal de la historia. El prefijo da curso a una serie de elementos pasados que le pertenecen en cuanto yo evocativo, y su adhesión a otros términos (“ex-Chile”, “ex pueblos unidos”, “ex-tremista”) delimita un área sobre la cual el yo poético se constituye como portavoz eminente. También implica etimológicamente la distancia desde la cual se mira y se escribe esa serie de elementos. Si el poeta de la Unidad Popular proyectaba una revolución, el poeta del presente lo mira retrospectivamente, piensa “el pobre se metió a hacer profecías / que nunca se cumplieron” y al mismo tiempo lo reivindica desde su actualidad de marginado y cesante laboral. En síntesis, lo que esta figura subjetiva arrastra en su prefijo es, dialécticamente, la expulsión del poeta (ex=afuera) y su continuidad en la voz actual (ex=desde).
3. Sucio y desprolijo
La dialéctica que suprime al pasado y lo conserva en otro nivel afecta no solamente a la posición subjetiva del locutor sino también a la estructura interna del poema. En “Manifiesto personal para este presente” (http://letras.s5.com/jac040210.html) Cuevas escribe: “Yo esperaba que la Concertación iba a restituir al pueblo. Pero no se les pasó por la mente. El proyecto popular fue derrotado en 1973”. Esa expectativa de restitución popular es una marca de toda la poesía de Cuevas y se produce de diferentes maneras. En algunos poemas, influidos especialmente por Epopeyas de las comidas y bebidas de Chile de Pablo de Rohka, predomina el tono nostálgico y la función expresiva del lenguaje: el personaje monologa, se confiesa, evoca, se queja. En otros poemas predomina un tono denuncialista, a veces irónico en sentido parriano, y la función apelativa del lenguaje: el personaje grita consignas al enemigo y estimula o critica a sus compañeros. En realidad, se trata del anverso y el reverso del mismo gesto: la ironía denuncialista no es lo contrario de la nostalgia sino la misma nostalgia mirada desde un punto de vista distinto, que omite la mención del ideal y la camufla en su crítica al presente. Del ubi sunt al agit-prop, el foco obsesivo de Cuevas siempre es la recomposición de la conciencia personal y colectiva y de la vida social previa a 1973.
Lo curioso del caso es que, si bien ese propósito de restitución opera en el nivel de los contenidos, el estilo le hace fuerza contraria. La poesía de Cuevas es reacia, salvo esporádicamente, a las subordinadas, comas, puntos y todos aquellos signos ortográficos que apunten a la organicidad. Sus versos u oraciones, en todo caso, son proposiciones con alto nivel de desprolijidad y desagregación, como se lee en el siguiente fragmento de “Desgraciados países” (30 poemas del ex-poeta José Ángel Cuevas):
lo peor que le puede pasar a una patria / es una forma de morirse
y si llega a terminar alguna vez / el hombre se saca
del cuerpo esa tenaza/ pero queda perplejo/
los países quedan heridos
pasan largo tiempo sin recuperar el habla
deben aplicarse electroshock/ someterse al olvido/ beber
beber/ hablar de otra cosa/ los países tratan de reordenarse
reciclarse
Los únicos signos son las barras inclinadas que sirven de pausa interna o directamente los blancos del corte de verso; en la prosa, ese papel lo cumplen las comas, que se amontonan espontanéamente como si fueran puntos, lo cual genera el mismo efecto desjerarquizador en el tratamiento de las imágenes, consignas, ideas o acciones que aparecen. De manera que el estilo, al revés que los contenidos, asume formalmente la fragmentación social, desregulación, urgencia, falta de unidad propositiva, en una palabra: derrota, que caracterizan las sucesivas épocas posteriores a 1973.
Esta tensión manifiesta al interior del poema se resuelve, finalmente, como totalidad antagónica si antendemos al discurso del contexto. En 1973, a días de iniciado el gobierno de facto, la municipalidad de Las Barrancas promulga este decreto: “Ordénarse la limpieza y aseo exterior de las edificaciones, muros, murallas, panderetas y cierros de todos los particulares de la Comuna de Las Barrancas. Deben eliminarse, por consiguiente, todas las consignas, afichas, rayados y cualquier propaganda política o partidista, de modo que la población adquiera un aspecto de orden y aseo, en general”. Queda claro, por contrapartida, que el gobierno de la UP era signo no solamente de desorden subversivo sino también de suciedad. El realismo “sucio y desprolijo” de Cuevas, su sintaxis desordenada y su apelación en mayúsculas a las consignas revolucionarias deben entenderse precisamente como una contracruzada, como una resistencia a esa propaganda desinfectante con que el gobierno militar se autorepresentaba.
4. Camila Vallejo y el poema 90
La tercera parte del libro 1973 se llama “Una pluralidad de hablantes”. Sus composiciones, sin embargo, y como va siendo obvio, están muy lejos de corear el estribillo liberal, hoy abundantemente escuchado, que define a la democracia como la coexistencia pacífica de “todas las voces”. A la inversa, el contrapunto de los poemas de Cuevas está destinado a sustraer de esa multiplicidad “la tensión antagonista subyacente” (Zizek); es decir que no interesa por sí misma la pluralidad de hablantes sociales, sino en todo caso la parte que, incluida formalmente en ese todo social, no tiene entidad ni lugar en él. Para un discurso que asumió desde el principio el correlato subjetivo de la derrota y el “basurero de la historia”, poco importa que la nostalgia y los binarismos no sean del gusto contemporáneo.
Tal vez esto es lo que significa sostener una posición “ex-tremista” en literatura: encontrar, en todos los niveles, la tensión antagónica subyacente. La palabra viene del latín “extra”, síncopa de “éxtera”, entre cuyas declinaciones está el adjetivo “extremis”, que significa tanto extremo como extranjero. El plural neutro “externa” lo usaban los romanos para desginar los ejemplos tomados del extranjero. “En Latinoamérica”, anota Cuevas en la Autobiografía..., “no hay filosofía, o hay una filosofía en ciernes, por eso vivimos de lo de afuera, de los grandes filósofos. Entonces el pensar nuestro es la poesía (…) Para nosotros, los latinoamericanos, nuestro ser lo tenemos que buscar en la poesía, en la gran literatura”.
En efecto, ese pensar latinoamericano que significa la literatura es la materia prima de la autobiografía de Cuevas. Autobiografía de un ex-tremista no responde a los parámetros del libro de memorias burgués en que se expone una vida como ejemplo de urbanidad. Hay, de hecho, muy poco de vida íntima en estas páginas, que en verdad se presentan como crónicas del campo literario de Chile a lo largo de cuarenta años. La mejor manera de hablar sobre la sociedad chilena del 67 a la actualidad, el modo más auténtico de reconstruir los hechos, es mediante citas de artículos, documentos institucionales, conversaciones de bar, poemas, libros. Los nombres propios de calles y personas, los números de leyes, los nombres de las oficinas del Estado, todos esos elementos, que aparecen tanto en los poemas como en la autobiografía, afirman el carácter público, histórico y civil de su literatura.
Pero a su vez el discurso de la derrota tiene una orientación fuerte hacia la expectativa generacional, como si las voces quisieran transformar aquella gran oración adversativa en una oración concesiva: “a pesar de todo, no nos han vencido”. En el “Poema 90” de Estación Delirio, publicado en 2009, leemos: “¿Cuál será la próxima Voz que retome la lucha interrumpida? // ¿La de los neopreneros? ¿o de los endeudados? // ¿Quizás la voz de los cesantes / o de los ex-poetas? // Todos esperan esa Voz. Que los llame. // Ya pasó el tiempo de los viejos obreros. Y más aún // la de los peones del agro /siderurgia y manufacturera // Yo también espero que salga a la pelea la Tercera Edad // Ahora sí que venceremos”.
Los versos no están exentos de ironía. Una revolución comandada por individuos enfundados en neoprene no suena, al menos, muy prometedora. Pese a esto, “Poema 90” es un poema en donde Cuevas arroja el guante hacia el futuro. Y bien, dos años después, mayo de 2011, se produce en Chile una de las movilizaciones más importantes desde el retorno de la democracia. Como ocurría en “Introducción a Santiago”, las calles de la capital chilena se pueblan de jóvenes, las paredes se pueblan de pintadas, y de esta organización emerge el reclamo por educación pública, gratuita y de calidad. Al margen de las consecuencias del “estudiantazo”, que todavía están por verse, lo cierto es que la juventud del PCC, los “nietos de don Reca”, hoy tienen una visibilidad pública inédita, sustentada en el liderazgo de la ex presidenta del FECH, Camila Vallejo, quien hace poco escribió en su blog: “Lo que hoy busca nuestro Partido y propone al conjunto de la sociedad chilena es la conformación de un gobierno de nuevo tipo, que represente fielmente los intereses del mundo social, donde los ejes estarán en temas como la educación pública gratuita y de calidad, el fin al lucro, nueva Constitución, una nueva ley electoral y reforma al binominal, plebiscito, reforma tributaria y nacionalización del cobre y el agua...” (www.camilavallejodowling.blo...). Una articulación de demandas que recuerda, punto por punto, al ex-gobierno de la Unidad Popular.
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Libros de referencia disponibles en Argentina. Por la editorial chilena La calabaza del diablo, se consiguen Autobiografía de un ex-tremista y Maxim. Cartas a los viejos rockeros; por Ediciones Universidad Diego Portales, también chilena, se consigue Canciones oficiales, que antologa poemas de Cuevas entre 1992 y 2009; Lírica del edificio 201, publicada por Black y Vermelho; y, por Eloísa Cartonera, 30 poemas del ex-poeta José Ángel Cuevas, 2010.