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           JOSÉ ANGEL CUEVAS : LA MELANCOLÍA 
            DE LA HISTORIA
            
            Por Alvaro Monge 
              Arístegui
              Publicado en el diario “La Nación” de Santiago, 
              Martes 12 de Diciembre del año 2000.
          
           
          
            Filtrándose por las grietas de los grandes discursos con los que las 
            Ciencias Sociales Chilenas han analizado, obsesivamente, la efectividad 
            o insuficiencia de la llamada "transición" ( desde Moulian a Tironi, 
            pasando por Salazar, Jocelyn-Holt o Gonzalo Vial ) podemos ubicar, 
            arbitrariamente, la obra  poética 
            de José Ángel Cuevas. Gran parte de sus textos se constituyen en una 
            doble operación : por un lado, en una radical autoconciencia sobre 
            lo precario de los destinos individuales frente a la "Historia", por 
            otra parte, en la imposibilidad de elaborar la pérdida y el duelo. 
            Este último concepto -el duelo y su elaboración- ha sido profusamente 
            citado las millares de veces que diferentes dirigentes políticos han 
            pretendido poner fin a "la cuestión de los derechos humanos". Es en 
            un brevísimo ensayo de 1915 donde Freud formula por primera vez el 
            concepto de duelo, en el realiza una distinción entre "duelo patológico" 
            y "duelo normal". El primero revelaría una incapacidad para superar 
            el círculo, completamente natural durante un primer período, de la 
            melancolía por la pérdida. El duelo "normal", en cambio, sería aquel 
            que termina por acatar la realidad que señala, irrefutablemente, la 
            continuidad de la vida. Aclaremos que la pérdida que desata la melancolía 
            ( depresión se le llama actualmente ) no se circunscribe, necesariamente, 
            a un objeto o persona sino que también puede referirse a una idea 
            o abstracción.
poética 
            de José Ángel Cuevas. Gran parte de sus textos se constituyen en una 
            doble operación : por un lado, en una radical autoconciencia sobre 
            lo precario de los destinos individuales frente a la "Historia", por 
            otra parte, en la imposibilidad de elaborar la pérdida y el duelo. 
            Este último concepto -el duelo y su elaboración- ha sido profusamente 
            citado las millares de veces que diferentes dirigentes políticos han 
            pretendido poner fin a "la cuestión de los derechos humanos". Es en 
            un brevísimo ensayo de 1915 donde Freud formula por primera vez el 
            concepto de duelo, en el realiza una distinción entre "duelo patológico" 
            y "duelo normal". El primero revelaría una incapacidad para superar 
            el círculo, completamente natural durante un primer período, de la 
            melancolía por la pérdida. El duelo "normal", en cambio, sería aquel 
            que termina por acatar la realidad que señala, irrefutablemente, la 
            continuidad de la vida. Aclaremos que la pérdida que desata la melancolía 
            ( depresión se le llama actualmente ) no se circunscribe, necesariamente, 
            a un objeto o persona sino que también puede referirse a una idea 
            o abstracción. 
          Hago esta disgresión a propósito de la 
            poesía de Cuevas. Clínicamente leída su obra refleja un "Duelo patológico", 
            la imposibilidad de los ex militantes U.P. ( uso ex profeso 
            un término anticuado ) por superar la derrota total. La derrota total 
            no es producto de la dictadura militar sino de la transición, es decir, 
            del olvido consumado en ritual consensual. Después de la Museificación 
            -Informe Rettig- de la memoria podemos olvidar y progresar económicamente. 
            Cuevas no es tan optimista como sus ex camaradas : "lo peor que le 
            puede pasar a una patria/ es una forma de morirse/ y si llegara a 
            terminar alguna vez/ el hombre se saca/ del cuerpo esa tenaza/ pero 
            queda perplejo/ los países quedan heridos /pasan largo tiempo sin 
            recuperar el habla/ deben aplicarse electroshock/ someterse al olvido/ 
            beber/ beber/hablar de otra cosa/ los países tratan de reordenarse 
            reciclarse/ las víctimas no pueden hacerlo por ellas mismas/ se les 
            aparecen noches/ autos que sacan a sus padres / se los llevan". Un 
            seguidor ingenuo de Freud, o cándido lector de poesía, podría pensar 
            que los versos citados son producto de una "patología personal". Sin 
            embargo, en un texto posterior llamado Sobre la guerra, y que 
            fue escrito bajo el asombro de la 1° Guerra mundial, Freud matiza 
            su concepto de duelo. En el plantea que lo verdaderamente patológico 
            es elaborar un duelo frente a semejante destrucción y pérdida. El 
            cambio fundamental consiste en que durante la guerra se inflinge un 
            daño absolutamente voluntario y calculado. Una lectura apresurada 
            y superficial podría inscribir la producción de Cuevas en el campo 
            -mercantilmente rentable- de la pura y simple nostalgia, pero ya sabemos 
            que una de las características centrales de la nostalgia es la sospechosa 
            tendencia a la deshistórización y supresión de los conflictos pasados. 
            Cuevas, en cambio, ofrece una mirada descarnada sobre las pequeñas 
            tragedias que rodean a la "Gran Historia". 
          En Maxim, su último libro, Cuevas 
            logra la proeza de hacer comparecer, desjerarquizadamente, locales 
            nocturnos de Santiago, barrios, tribus urbanas, amigos personales, 
            casas de putas, circunscritas todos ellos por la derrota del "Sonido 
            industrial de la revolución", o sea de la gran fiesta de cuya resaca 
            nadie se puede recuperar, aún sin saberlo : "Todos se fueron a sus 
            casas después que cayó El Régimen/una mujer imbécil dijo /que no escucharía 
            nunca más Radio Cooperativa/ que el tambor Police la volvía loca/Estaba 
            loca/creía que ELLA había hecho caer El Régimen/NUNCA MÁS ME VOY A 
            PREOCUPAR DE ESTE PAÍS/me dijo". Parece que Dios no se acordó más 
            de Avenida Matta ni, menos, del Maxim.