30 años 
            de poesía
          Por José 
            Angel Cuevas
           
          
            Entre balazos, sirenas, allanamientos masivos y camiones cargados 
            de muertos caminé, caminé febrilmente por Santiago vencido 
            (ésa ha sido de algún modo de mi vida, recorrer calles 
            y más calles, barrios, poblados.) A tres días de ocupación 
            Militar-neofascista-empresarial vi en una muralla de la calle Exposición 
            con grandes letras de brocha gorda "Abajo la Junta Asesina." De un día para otro se 
            terminó la producción de libros, diarios, revistas, 
            programas de televisión, grupos literarios, talleres poblacionales, 
            teatro, danza. Mataron a Víctor Jara, Neruda murió de 
            dolor, Ángel Parra y otros presos en los campos de concentración, 
            "Intí-Illimani", "Quilapayún", Payo 
            Grandona, Manns, huyeron, se exiliaron largas listas de artistas, 
            los grupos Trilce, Tebaida, Escuela de Santiago; los escritores Barquero, 
            Gonzalo Rojas, Armando Uribe, Droguett, Atias, José M. Varas, 
            Germán Marín, Skármeta, Dorfman, Schopf, Ruiz, 
            Soledad Bianchi, Délano, Grinor Rojo, Gonzalo Millán, 
            Tito Valenzuela, Hernán Miranda, etc..., de todas las generaciones 
            y grupos. Son listas y más listas que conformarían el 
            poema de Chile. Se terminó. Es como si de un día para 
            otro nos demolieran la casa, echaran abajo el cerro San Cristóbal 
            con la Virgen Iluminada. Uno está acostumbrado, no es muy conciente, 
            pero cuando desaparece, allí siente lo que perdió. Todos 
            mis amigos se fueron, los del Pedagógico, los poetas underground 
            y, en especial, esa vida libre, poderosa. ¡Destrozada¡ 
            Es más, mucho más que la UP. ¿Por qué 
            no me fui? Debí haberme ido, tenía más derechos 
            que otros, pienso a veces arrepentido.
 
            "Abajo la Junta Asesina." De un día para otro se 
            terminó la producción de libros, diarios, revistas, 
            programas de televisión, grupos literarios, talleres poblacionales, 
            teatro, danza. Mataron a Víctor Jara, Neruda murió de 
            dolor, Ángel Parra y otros presos en los campos de concentración, 
            "Intí-Illimani", "Quilapayún", Payo 
            Grandona, Manns, huyeron, se exiliaron largas listas de artistas, 
            los grupos Trilce, Tebaida, Escuela de Santiago; los escritores Barquero, 
            Gonzalo Rojas, Armando Uribe, Droguett, Atias, José M. Varas, 
            Germán Marín, Skármeta, Dorfman, Schopf, Ruiz, 
            Soledad Bianchi, Délano, Grinor Rojo, Gonzalo Millán, 
            Tito Valenzuela, Hernán Miranda, etc..., de todas las generaciones 
            y grupos. Son listas y más listas que conformarían el 
            poema de Chile. Se terminó. Es como si de un día para 
            otro nos demolieran la casa, echaran abajo el cerro San Cristóbal 
            con la Virgen Iluminada. Uno está acostumbrado, no es muy conciente, 
            pero cuando desaparece, allí siente lo que perdió. Todos 
            mis amigos se fueron, los del Pedagógico, los poetas underground 
            y, en especial, esa vida libre, poderosa. ¡Destrozada¡ 
            Es más, mucho más que la UP. ¿Por qué 
            no me fui? Debí haberme ido, tenía más derechos 
            que otros, pienso a veces arrepentido.
          
          Hay un acontecimiento increíble de un poeta, no sé 
            si de fines del 73 o 74. Apareció un texto en La Segunda alabando 
            a los militares y el "pronunciamiento". Pero leído 
            como acróstico, decía
            "Milicos asesinos". Rindo un homenaje a ese poeta desconocido.
          Los agentes de la Dina me quitaron la casa de Ñuñoa. 
            En ese tiempo era imposible arrendar, me fui a vivir a un costado 
            de la población San Gregorio. Allí viví entre 
            gente que comía perro asado cerca de un canal lleno de guarenes. 
            El año 1975, sentado en ese canal, tomé la determinación 
            definitiva de empezar de nuevo, la dictadura ya no sería corta. 
            Me resolví a "escribir" como una salida ética 
            a mi vida. Me cito: "no ha existido ninguna forma más 
            gloriosa del vivir nacional/que/Los Extremistas 73/89/ clandestinidad/la 
            admiro/la sueño/dar la vida total/el éxtasis extremista 
            de
            la muerte/ un punto/ chequeo/ contrachequeo/ Un país ocupado/ 
            Un París Ocupado/".
            
            De vez en cuando iba a ver a algún sobreviviente del Pedagógico, 
            iba donde Carlos Olivárez, que vivía en Lord Cochrane 
            en la borrachera absoluta, unas piezas oscuras detrás de una 
            oficina. El quería pedirle un pasaje a Skármeta para 
            irse a Alemania, pero Skármeta nunca se lo mandó... 
            Yo trabajaba en un liceo en la Avenida La Feria, cerca de la Victoria 
            y José María Caro. Salía de allí y vagaba, 
            vagaba por Estación Central, San Pablo, Conchalí, el 
            Matadero, con mi rollo interior, hasta que comenzaba el toque de queda. 
            La publicación de mi primer libro, el año 79, Efectos 
            personales... y dominios públicos se lo debo a la Dina. 
            En Mayo del 79 fui detenido en la calle, me llevaron a un lugar, y 
            fui conminado a hacerles un contacto con gente del MIR. Se me dio 
            una cita donde debería arreglar dicho contacto. Yo me imaginaba 
            transformado en un delator, "salir a porotear". En realidad 
            no tenía contacto alguno con el MIR, sólo antiguos amigos, 
            mi relación era con el PC, 
            en fin, estaba solo y en mi desesperación junté poemas, 
            los llevé a una imprenta frente a mi trabajo, y me hicieron 
            un libro amarrado con alambre y me fui a la Sech, para tener algún 
            respaldo, como si eso hubiera sido una salvación. No volví 
            a ver a los agentes. Después entendí las rivalidades 
            entre el Comando Conjunto, Dina, Sifa. Empecé a ir a la Sech. 
            Ese tiempo es el más noble de esa casa, donde hoy penan las 
            ánimas. Era un tiempo cálido, estaba lleno de organizaciones, 
            de familiares de desaparecidos, detenidos, mujeres por la vida, artistas 
            por la democracia. Cada año es distinto. Del 75 al 80 hay apenas 
            respuesta al aplastamiento. Conversando con el poeta Omar López, 
            me cuenta que él y su grupo Andamio salían a rayar calles 
            contra la dictadura, hacían recitales relámpagos en 
            poblaciones. Allí nació la Unión de Escritores 
            Jóvenes (UEJ), no sé si el 79 o el 80. Una mezcolanza 
            donde veía a Antonio Gil, Natasha Valdés, Wilson junto 
            a Díaz Eterovic, Pía Barros, Diego Muñoz, Esteban 
            Navarro, Eduardo Llanos, Aristóteles España y, en especial, 
            a Jorge Montealegre, Teresa Calderón, Carmen Berenguer, Bruno 
            Serrano, Heddy Navarro, Elvira Hernández, hicieron revistas, 
            publicaciones, autoediciones. Asimismo la Agrupación Cultural 
            Universitaria (ACU), Gregory Cohen y otros.
          Pasó algo curiosos con la interpretación y ruptura 
            del sistema cultural de ese presente: hay una refundición (refundación). 
            Entre los pocos que se quedan aquí, Floridor Pérez, 
            Camerón, Silva Acevedo, emergen nuevos grupos en el sur por 
            el trabajo del profesor Iván Carrasco de Valdivia, Grupo Indice, 
            a fines de los 70 hay ya encuentros muy llenos de afectividad, (como 
            son los de la lucha común, actos, peñas).
          De la Agrupación Cultural Universitaria, recuerdo especies 
            de recitales clandestinos en un sótano del Paradero 22 de Santa 
            Rosa, yo me llamaba Ricardo, pero también estaba Bruno y otros, 
            las catacumbas de Santiago, en la precariedad de la vida. Por allí 
            nace la denominación NN creo que de Jorge Montealegre. Me duele 
            no haber conocido a Rodrigo Lira, pero sí a Armando Rubio y 
            su mujer. Todavía no existía el barrio Bellavista, sólo 
            el Café Ulm donde ahora hay una casa de
            masajes en Alameda 121, el Normandie, el restaurante el Castillo. 
            Comienzan las protestas, un cambio de ánimo generalizado, cierro 
            lo ojos y escucho el golpeteo increíble a lo lejos, después 
            del toque de queda. Tampoco conocí a nadie de la Escena de 
            Avanzada, a Nelly Richards, Eltit, Zurita, Dávila, Rosenfeld, 
            era otro pelaje, mucho acceso a Europa, no sé. Pero sí 
            fui alumno y algo amigo de Patricio Marchant. Desgraciadamente nunca 
            me acerqué a Lihn, tuve prejuicios con él, lo encontraba 
            aristocratizante. Craso error. Recuerdo a Polhammer, un gran tipo. 
            Me junté mucho con Rolando Cárdenas y menos con Teillier. 
            Iba de vez en cuando a la Unión Chica, pero mis amigos eran 
            gente corriente de donde viví, las parcelas de La Pintana, 
            un amigo de apellido Rojas del Pedagógico, T. Valenzuela. El 
            alcohol ayudó a sobrevivir, me acostumbré a vivir en 
            dictadura, a sortearla, a tomar escondido, al fin y al cabo yo vivía 
            en San Gregorio. El año 1982 publiqué Introducción 
            a Santiago desde el fondo total de la negación y en busca 
            de un lugar poético desde donde hablar.
          En cuanto a crítica sólo existia la de El Mercurio 
            con Alone e Ignacio Valente. En las revistas pro-regimen Ercilla, 
            Qué pasa, escribían Miguel Arteche, Jaime Quezada, Carlos 
            Olivárez, después en Hoy. Ya a principios de los 80 
            comienzan a aparecer revistas opositoras: Cauce, Análisis, 
            Apsi. Pero Valente era quien daba el espaldarazo a un poeta, aunque 
            sólo fuera con una línea. En las revistas nuevas escribían 
            Lihn, Calderón. Los libros eran autoeditados. Ya después 
            de 1982 todo empezó a cambiar, un 30% de cesantía, las 
            quiebras masivas "Muevan las industrias", el ruido maravilloso 
            de miles de ollas golpeando en la noche, en medio del silencio del 
            país, después de diez años. Parecía que 
            la dictadura iba a ser infinita. Me alegré mucho, mucho cuando 
            apareció el FPMR y sus acciones. Cambio en la realidad. Sergio 
            Parra escribe: "cuando el Frente Patriótico Manuel 
            Rodríguez atentó contra el Capitán General (...) 
            fornicaba con una chica new age en un cuarto de San Diego". 
            Se fue conformando otro Chile en lucha dentro del Chile feo. Un Chile 
            de ollas comunes, huelgas de hambre, Agech, Comando de Trabajadores, 
            Asamblea de Civilidad, protestas, gente que se inmola entre las llamas. 
            La Alianza DC-Socialistas Renovados santificada desde Estados Unidos, 
            ayudada económicamente desde el mundo entero, privilegió 
            también a sus artistas, aunque los políticos son muy 
            ignorantes y les importa poco la cultura, siempre llegaban pasajes, 
            viajes. Recuerdo "Chile Vive", en España. A Lihn 
            le dieron pasaje a última hora.
            
            Aparecen decenas de revistas, La Castaña, el Cient o Pies, 
            La Bicicleta, etc.
            Para qué voy a repetir la grandeza de Zurita o J.L. Martínez, 
            consolidados en la época que comento,
            pero pienso en la vida feroz de Rodrigo Lira, en la irrupción 
            de la poesía de mujer, que se distinguió
            durante el régimen, luchando por sus presos, sus desaparecidos, 
            los NN, los pedazos del sueño popular de quienes nos quedamos 
            aquí, el Exilio Interior, la poesía que Iván 
            Carrasco llama etnocultural, los discursos de Rosabetty, Riedemann, 
            Elicura. En realidad existen líneas paralelas de fuerza poética. 
            Pero, ¿y estas hilachas de un país aniquilado, la lengua 
            ebria del ex-Chile? El año 1987 publiqué Canciones 
            rock para chilenos un sujeto poético mínimo, fragmentado 
            pero efectivo para "presentar" un mundo. También 
            me alegré cuando apareció un discurso poético 
            "duro" de lengua chilena y joven dentro de esa despiadada 
            y doble vida en curso. Sergio Parra, Guillermo Valenzuela, Jesús 
            Sepúveda, Malú Urriola. Y los libros: Zonas de peligro, 
            de Tomás Harris; Vírgenes in cabaret, de Alexis 
            Figueroa; La Bandera de Chile, de Elvira Hernández; 
            Helicóptero, de Polhammer; Karra'mawen, de Clemente 
            Riedemann; Perro de Circo, de Juan Cameron; A media asta 
            de Carmen Berenguer; Adiós Muchedumbres, del suscrito.
          No me interesa tanto canon, tanta deconstrucción, otredad, 
            clausura, en el correlato vida-poesía. Desde mi marginalidad 
            no conceptual, me acerqué a la escena desde los años 
            80, al calor de la antidictadura, las ilusiones y las iluminaciones, 
            el conocimiento del manejo del poder desde la dictadura homicida, 
            pero también desde los ex-revolucionarios renovados y desde 
            sectores feos del PC, pero esto es aparte. Los 80 son inolvidables. 
            Botar una dictadura no es cualquier cosa, es hora "de empezar 
            a comentar esa catástrofe de Chile" decía Patricio 
            Marchant el año 89. Pasar desde el sueño de la Gran 
            amistad Social de los 70 a lo que vivimos durante esos 17 años, 
            "yo entré puro a los setenta y soy un ánima no 
            me conozco ni a mi mismo". Rindo homenaje a los que entregaron 
            su vida, ¡Nos estarán viendo desde algún lugar!          
          Un gran encuentro de todos los poetas de Chile, el año 90, 
            organizado el Pred,una institución de gobierno u ONG. Estaban 
            todos, desde Gonzalo Rojas hasta Rosabety Muñoz, la menor, 
            durante tres días con ponencias, mesas, trago, en el mejor 
            hotel de Viña, tres días. Quizás por qué, 
            quién lo pagó, no se sabe. Recuerdo el último 
            recital en El Cinzano, en los platos unos perniles grandes, rojos, 
            que casi nadie quiso, Stella Díaz Varín los echó 
            en una bolsa gigante, Juvencio Valle dormía, de pronto se paró 
            a leer Redóles y gritó: "Viejo Culiaooo". 
            Juvencio dio un salto... Juan Luis Martínez estaba atrás. 
            Le di un abrazo al terminar mi lectura.. Nunca más hubo un 
            encuentro así. Ya empezaba la transición, las grandes 
            esperanzas en la Concertación. "Cualquiera cosa es mejor 
            que una dictadura", decíamos. La noche del triunfo del 
            No, y los miles y miles de héroes que dieron el pellejo. Como 
            dice mi amigo Alvaro Monje, la aniquilación moral que el fascismo 
            militar y capitalismo salvaje impusieron en las generaciones. Grandes 
            esperanzas. Pronto se vio que importaban más los consensos 
            con la derecha y cúpulas políticas para la "gobernabilidad". 
            Lentamente se fue configurando la escena de la transición, 
            una escena muy vacía, light, la Concertación 
            se dedicó a administrar el sistema. La gente se fue para la 
            casa. La gente de las
            protestas. No fue considerada. En cultura, no fue un Ministerio ni 
            Instituto, sino un Fondo
            Concursable, pero también la pelea por ganar puestos, ir posicionándose, 
            ello hizo que determinados personajes adquirieran gran poder. La izquierda 
            desapareció. Recuerdo fotos de la vida de los Renovados, entrevistas 
            en sus casas, mansiones en Lo Curro, La Dehesa, Cachagua, fuera los 
            Palestro, Lazo, González... Las editoriales privilegiaron lo 
            comercial, lo que vendiera. La poesía no vende. Empezaron a 
            desaparecer las Revistas Apsi, Cauce, Análisis, y Fortín 
            Mapocho, después La Época, y toda la prensa en manos 
            de dos consorcios. La literatura de mercado. No sobrevivió 
            la poesía de los 80. A principios de la transición en 
            las invitaciones a Ferias Internacionales, encuentros poéticos, 
            éramos representados siempre por Jaime Quezada, Jaime Hales, 
            Floridor Pérez.., Recuerdo un duro artículo de la revista 
            de poesía joven Piel de Leopardo, le daban duro a Quezada y 
            Pérez, allí escribían Ernesto Cárcamo, 
            Jesús Sepúlveda, Sergio Parra, Jaime Lizama,Vasallo, 
            Vicuña, Guillermo Valenzuela... Mucho Bataille, Barthes, la 
            literatura posmoderna que venía de la línea Nelly Richard, 
            Diamela Eltit, etc... En los años 90 se llenó todo de 
            ruido, a diferencia de los años anteriores, miles de equipos 
            radios, televisores, autos y más autos en la vida cotidiana 
            chilena. En los restaurantes, un televisor en cada lado.
            
            Pero el asunto, a esta altura, en todos los planos es El Poder. Conseguirse 
            un contacto, un pituto, invitaciones, editoriales, hacer su marketing, 
            su empresa de poesía con dos o tres amigos, buenos contactos 
            afuera, conseguir recursos, traer poetas extranjeros. Tomar el poder 
            dentro. Es decir, las mismas trampas del sistema van enseñando 
            a ponerse pillo, malo. Es la lucha, la competencia.
            
            Es curioso, al retirarse Ignacio Valente, el monocrítico como 
            le llamaban, se pensaba que en democracia iba a florecer mucha crítica 
            y variada por la llegada de los exiliados que estudiaron en las universidades 
            europeas: Soledad Bianchi, Schopf, Naín Nómez, Grinor 
            Rojo, pero terminó el diario la Época y con él 
            su súplemento literario donde ellos escribían aveces, 
            además de Carlos Olivares y Mariano Aguirre, Camilo Marks, 
            Ramiro Rivas, Ernesto Cárcamo. Hoy hay mucha publicación, 
            pero muy poca crítica, reseñas, algo en la Revista de 
            Libros, Rocinante. Se pensaba que lo mejor era que los propios escritores 
            se juzgaran entre sí, sus pares, y empezó bien el Fondec, 
            hoy Fondart. Después el Fondo del Libro empezó a repartir 
            100 millones asignados por el Estado, 50 becas a escritores, pero 
            los "pares" no son tales, son organismo obsoletos y no representativos 
            de
            los escritores, por ejemplo, la Sech tiene dos miembros en dicho Consejo 
            , y se reparten las becas de modo sospechoso, amigos, favores, busca 
            de pago... Porque con el vacío de la sociedad de mercado, mucha, 
            pero mucha gente se vuelca a escribir,... Lo que quiero decir es que 
            las cosas se han echado a perder, donde hay plata y poder se forma 
            una pugna sucia; puedo dar una cantidad de casos, todos quieren agarrrar 
            algo, nadie se cree mal poeta o mal escritor y tampoco le importa, 
            no hay
            que ser tonto. Estudíense los premios, becas, compras de libros, 
            los jurados de estos Fondos, de allí se colegirá lo 
            que afirmo. Con todo, editoriales como Lom han hecho un trabajo de 
            gran valor recuperativo, y Sudamericana trabajos como la prosa de 
            Jorge Teillier, la novela de Mellado, el libro de Germán Marín. 
            Me pregunto a esta altura: Y ¿no será mejor corromperse? 
            Trasgrede; Ex
            guevaristas presidiendo laCTC, ex stalinistas convertidos en escritores 
            adorados por el Mercurio, ¿por que no? Hay que aprender a tomar 
            el Poder. Autenticidad, justicia, respeto, lealtad, son tonteras antiguas. 
            Todos somos ahora liberales, sin cortapisas. Nos pusimos malos. Lo 
            aprendimos en los 17 años de Inteligencia militar "señores, 
            los degollados son ajusticiamientos entre
            marxistas, eso es frecuente..." decían los comunicados.
          ¿Qué puede hacer la poesía con este mundo?: 
            Todo. La realidad cabe en el lenguaje.
            Yo creo en los poetas, en algunos, mis amigos del sur; en el honor, 
            la vieja caballerosidad, me apena que se hayan muerto Jorge Torres, 
            Juan Luis Martínez, Jorge Teillier. Que haya vuelto Barquero, 
            y quizás se vuelva a ir. Y Cameron, Bertoni, Elvira Hernández, 
            Miranda.Tito Valenzuela, Carmen Berenguer, Agens, Damaris, Renato 
            Serrano. Creo que el mejor poeta de este tiempo es Bruno Vidal en 
            algún sentido. Me alegro que Quezada y Quilodrán hayan 
            salido del Fondo del Libro; que Zurita
            se haya ganado el Premio Nacional y Rosabety el premio Neruda. Y Harris 
            el Casa de las Américas... hace poco fui jurado del Concurso 
            Rolando Cárdenas, de la U de Santiago : No hay nada de poesía 
            tipo Cardenal, ni Parra, ni lárica, ni de tortura y muerte... 
            Sólo cosas de jóvenes
            enamorados, carreteros, en busca de padre, contra el sistema de mierda. 
            Se dio vuelta la página. Me alegro. Treinta años de 
            poesía a la rápida.,.; la vida continúa. Para 
            no ser desagradecido afirmo que en realidad hay una cantidad de publicaciones 
            que examinan el pasado en forma acuciosa, en Gabriel Salazar, Soubercaseaux, 
            Jocelyn Holt y especialmente Tomás Moulian.
            
            Mi amigo Tom Valenzuela me decía: "Chile ya se chacreó". 
            Quizás esté equivocado. En cuanto a escritura.
            Chao.