José Ángel   Cuevas presenta su antología "Canciones oficiales"
        
              El poeta   que ha pasado décadas poniendo el dedo en la llaga 
        
          Por Alfonso   Cortínez
          Las Ultimas Noticias, martes, 25 de Agosto de 2009 
        
           La realidad chilena de las últimas dos décadas ha sido un continuo de cambios   que a más de alguien ha dejado perplejo y encandilado. El poeta JoséÁngel Cuevas   se ha dedicado en estos años a poner el dedo en la llaga,  atestiguando con   crudeza y decepción el lado de abajo de ese carrusel, el reverso de ese Chile   que se aplaude a sí mismo por sus cifras, por sus carreteras, por su comercio,   por sus tenistas y por lo que venga.
atestiguando con   crudeza y decepción el lado de abajo de ese carrusel, el reverso de ese Chile   que se aplaude a sí mismo por sus cifras, por sus carreteras, por su comercio,   por sus tenistas y por lo que venga. 
        Como panorámica de ese período específico de su abundante producción poética,   Cuevas lanza ahora Canciones oficiales, una imponente antología recién   publicada por Ediciones Universidad Diego Portales.
        El volumen, de unas doscientas páginas, recoge poemas seleccionados de cuatro   obras claves suyas –Treinta poemas del ex poeta JoséÁngel Cuevas (1992), Proyecto de país (1994), Poesía de la Comisión Liquidadora   (1997) y Maxim. Carta a los viejos rockeros (2000)– y el libro hasta   ahora inédito Estación delirio, al que pertenece el texto del recuadro   que acompaña esta crónica. 
        Desde su conocido poema “A los alcohólicos de Chile” hasta sus recientes   indagaciones en el corazón del lumpen y la disgregación social, la poesía de   Cuevas se muestra en esta antología como un espejo de las zonas menos   reconocidas de la vida nacional, donde circula una galería de peatones   desorientados, burócratas, ciudadanos apolíticos, viejos comunistas   neoliberalizados, adictos al crédito, humillados, derrotados, flaites sin rumbo,   pobres tipos, tipos pobres y todo lo que el autor ha podido hallar bajo el   rótulo de “lo que botó la ola”.
        Aunque sus temas son esencialmente urbanos, con Santiago como protagonista y   escenario, a veces en sus poemas Cuevas echa mano de imágenes rurales,   agrícolas, que se proyectan como un difuso telón de fondo o fantasma contra el   que hace estridencia la nueva nacionalidad. La imagen del ferrocarril aparece   también en ese sentido, al mostrarse completamente arruinado entre Santiago y   Puerto Montt, sin posibilidad alguna de cumplir su rol unificador de un país   disperso.
        La lengua de Cuevas es la lengua de la calle, el habla peatonal, las palabras   del chileno “de a pie”. Por lo mismo, con los años ha ido reparando en su   progresiva corrupción como ejemplo de la lumpenización que ha ido imperando en   los espacios civiles, especialmente los del mundo popular, pero también en todo   lo demás.
        Los edificios también son personajes de estos poemas, hablando desde sus   paredes acerca de la realidad transformada. Así, se produce un fiero contraste   en que los viejos edificios urbanos, los caserones de Santiago centro, las   fábricas abandonadas y simbólicas de los cordones industriales, las casas con   parrón y tantas otras edificaciones que en algún momento fueron características   esenciales de la ciudad, se defienden ahora con dientes y uñas del avance   irreversible de la renovación urbana y la voracidad inmobiliaria.
         
        
          
            Poema 66
            Unos grandes platos de tallarines blancos / como el alba
              más 1 o 2 chuletas jugosas/ ensalada de tomate
              de primera/ cortados a lo ancho/ y cilantrito picado para redondear
              con 2 huevos bien fritos/ una botella de cerveza tamaño familiar
              bajo las luces de la ciudad/
            Pareciera ser una película de Francis Ford Coppola
              sólo estaría faltando alguna carroza vieja que pasara
              iluminándolo todo.