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          Presentación de "Poesía del American Bar", de José Ángel Cuevas
          Hebra Ediciones, 2012          
        Por Christian Aedo J.
         
         
         
         
         
        
 
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        “Subió a la  construcción como si fuese máquina
          Alzó en el balcón  cuatro paredes sólidas
          Ladrillo con ladrillo  en un diseño mágico”
          Chico  Buarque
         Cuando John me  pidió hacer la presentación de American Bar, pensé  en  la  complicada tarea que tendría por delante, presentar al ex-poeta  José Ángel Cuevas, pero también me pregunté,  por qué esto resultaría tan difícil, que es lo que podría hacer complicada la  misión.  Mi primera respuesta fue, que  quizás son muy pocas las luces que se puedan echar, sobre una obra que refleja  un oficio desarrollado durante largos años, donde hay algo más que solo una voz  consolidada. Y frente a esto, también encontré que en el libro American Bar el  problema, para mí tarea, es justamente que a la obra no le faltan luces.  Entonces el problema soy yo. 
         Una de las cosas  que más me interesa de la obra de Cuevas, y también una de las que más se ha  mencionado, es esa reconocida capacidad de apropiación del espacio,  y aquí hablo de un espacio público,  construido textualmente y como un habitar, en un gesto que arranca a la  ciudad-concepto de la vanguardia del imaginario, y ubica en su lugar una ciudad  experiencial, de oficio, tránsito y afectos,   una urbanidad textual  y orgánica,  mucho más cerca de la barroca y errática realidad, y lejísimos de la mentada e  inexistente objetividad. Entonces aquí ya no hablamos de propiedad, en el  sentido de los bienes raíces o el sistema educacional, sino que hablamos de una  apropiación por compenetración, un merecer arraigado en el oficio, que desplaza  a la abstracta figura del hablante por la del habitante Cuevas, algo más  relacionado con lo civil que con el usuario. Lo que  quizás genera una pertenecía en un doble  sentido, creo, el mismo que el pueblo mapuche le da a su relación con la tierra.
         En este  mapa-recorrido que nos plantea American Bar es donde Cuevas, dibuja una  señalética que pone énfasis en aquellos lugares   públicos; aquellos que lo fueron y los que aún resisten a la  expropiación del mercado, utilizando el poema como un blindaje para proteger  los restos de una civilidad, o pueblo si se quiere,  fragmentos de una anterior vida popular, que  en el trabajo de Cuevas no son expuestos como los trofeos de un safari de la  emotividad o la ternura sensiblera del efectismo populista, sino que son  justamente el andamiaje de una construcción mayor. Es en este punto en donde  Cuevas logra arrebatarle a la maquinaria capital, invirtiendo el polo, el lugar  de la privacidad, la que el poeta devuelve a su sitio saliéndose del Bien en el  sentido económico, y haciéndola regresar como lo íntimo, lo experiencial.  Esta operación de doble recuperación en la  relación publico privado, es aquella construcción mayor, que se ve totalmente  reflejada en los poemas de American Bar.
         Devolver lo  público a lo colectivo y lo privado a lo íntimo, es aquel trabajo de largo  oficio y gesto paciente, transversal a la   obra de Pepe Cuevas. Un trabajo del oír o del ver por sobre un  pretencioso y servicial, decir. Ya que en este gesto de doble recuperación, se  construye como mencioné aquel blindaje poético, que guarda en sí los fragmentos  de una vida popular y colectiva, tal y cual lo hace el lenguaje callejero,  aquella sabiduría popular que erronea e intencionalmente se confunde con el  llanto, aquí es un lamento con todo el significado político y musical del  concepto. Y es justamente frente a lo post, la postavanguardia, o lo que unos  llamaron hiperdictadura, y otros postdemocracia, donde este blindaje libera a  modo de resistencia esta experiencia otra, devolviéndole un lugar activo y  político a un afecto de carácter constituyente, que representa un proyecto  político; un proyecto de país fundado en la experiencia de lo popular, en el  oficio, en lo íntimo y lo colectivo,   lejos de una nostalgia barata que solo busca despolitizar al sujeto con  las herramientas del olvido y el monumentalismo, o la hipoteca estética, de la  mal llamada vanguardia enraizada en la inerte motricidad, como es la costumbre  de la patética clase política chilena. Esto transforma a Pepe Cuevas en un  poeta subversivo, de barricada, ya que al parecer este  ejercicio de re dignificación al interior   de este sistema, pareciera ser un acto vandálico.
         
        foto de Mauricio Valenzuela