CANCIONES OFICIALES
            Poesía. 
José Ángel Cuevas. 
UDP, 2009. 
197   páginas
          
          Lo que botó la ola
        Por Artemio Echegoyen
        La   Nación. Sábado 29 de agosto de 2009
        
        Los comentadores buscan el "sentido" de un libro de poemas, sin explicar su   calidad mejor o peor. Valente, el denostado, sí lo hacía. ¿Hace falta? Por   ahora, "Canciones oficiales", de José Ángel Cuevas (1944) merece del prologuista una observación de efecto: "Al leer los   poemas de José Ángel Cuevas, queda la sensación de asistir a un  soliloquio   abierto y peatonal". El autor ha señalado: "Mi poesía no es ni la voz colectiva   nerudiana, ni una voz personal. Es una voz inventada. Puedo hablar como un   lumpen, como un endeudado, como mujer mala". En este volumen antológico se oye   el alegato murmurado contra la descomposición del país posdictadura, la   descripción de esa sorda muerte, nuestra única vida posible.
soliloquio   abierto y peatonal". El autor ha señalado: "Mi poesía no es ni la voz colectiva   nerudiana, ni una voz personal. Es una voz inventada. Puedo hablar como un   lumpen, como un endeudado, como mujer mala". En este volumen antológico se oye   el alegato murmurado contra la descomposición del país posdictadura, la   descripción de esa sorda muerte, nuestra única vida posible.
        En "Uno no es ninguno" se dice (tras alusión a un "santo padre"): "(...) / 2   ó 4 mujeres/ flacas huesudas se acercan a mí / las beso a todas / pero ellas son   duras muy duras / ya no se trata de corazones románticos después de tantos /   golpes de la vida de la muerte/ ya nadie es guevón / ni guevona [sic] / todos   queremos algo/ sobrevivir/ agarrarnos / a un árbol pedir/ pedir // (...)". Los   versos se pegan unos a otros, a veces con el irritante "slash" (/) dentro del   verso mismo, unido a la palabra anterior, recurso no útil y sí confuso (en esta   reseña, el slash que indica cambio de verso va separado). Se da por sentado que   "guevón" va por "güevón". La voz del hablante va filtrándose a los recovecos de   una cotidianidad frustrada pero casi alegre en su tristeza, filosofante. Muy pronto uno se halla "topográficamente" distante de las primeras   imágenes, como si los poemas no terminaran de formarse con nitidez.
        En el capítulo "Posibles escenarios", leemos que "así como van las cosas   nadie levantará cabeza. / vidrios rotos / desechos / iluminaciones / del maldito   parque automotriz". El hablante, hábilmente, recurre al error ya nacional de no   decir "parque automotor", como correspondería: el automóvil, elemento enervante   de la vida santiaguina, causante de subidas de presión arterial (hay estudios),   es hermafrodita. Continúa con un verso autocrítico: "El habernos sumido en una   serie de hechos de sangre". Sin duda, la constelación de crímenes de la   dictadura, y también la violencia privada de estos días aplastados. "No hay   condiciones revolucionarias para mí / deambulo por departamentos de compra y   venta. / No soy nadie.": versos entresacados del "Poema 16", testigos de la   perversión inmobiliaria que destruye nuestra capital. Somos, los chilenos, "lo   que botó la ola", como dice otro verso.