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José Ángel Cuevas: "Santiago no me la ha ganado"
El poeta anuncia publicación de su próximo libro "Poesía de la banda posmo"

Por Pedro Pablo Guerrero
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio, 30 de Septiembre de 2018



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En julio de 1980 el poeta José Ángel Cuevas (Santiago, 1944) iba en una micro cuando vio que otro pasajero llevaba un ejemplar de "El Mercurio". En una de sus páginas se podía leer "Tres poetas subterráneos". Era la crítica literaria de Ignacio Valente. Cuevas pidió prestado el diario y descubrió que uno de los poetas era él. "Prácticamente me salvó la vida", dice hoy tomándose una bebida en un bar de Plaza Italia. "Valente no tiene idea, yo nunca he conversado con él, pero en ese tiempo me habían tomado preso y querían obligarme a que los conectara con unos gallos del MIR a los que yo ni conocía", recuerda. "Después que salió la crítica me dejaron tranquilo".

Efectos personales y dominios públicos (1979) se titulaba ese primer libro: una autoedición modesta, que el autor había armado en tres días para que le dieran el carnet de la SECh. El poeta recordaba en sus páginas el Mundial del 62, que había marcado a su generación, tal como lo hizo el rock and roll, que había bailado con entusiasmo en su adolescencia, llegando a ganar un torneo en la Quinta Normal.

"Aprendí a no pasarme películas"

A esa ópera prima seguirían cuatro libros, mal impresos y de escasa circulación. A fines de los 80, Cuevas se encontró con el librero César Soto, viejo amigo de los tiempos en que estudiaban Filosofía en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile. "Yo pasaba siempre por su local de la calle Merced, donde llegaban Enrique Lihn y otros escritores importantes, pero me daba vergüenza entrar porque andaba con los zapatos rotos", dice Cuevas.

Soto le dio trabajo y publicó su antología Adiós muchedumbres (1989), que de nuevo celebró Valente. Cuando, veinte años más tarde, el poeta reunió en Canciones oficiales (Ediciones UDP) los versos que había publicado desde 1992, el crítico reiteró: "Cuevas es uno de los pocos poetas chilenos que, después de Zurita, Hahn y Maquieira, pueden ser leídos con interés".

En 2009, Cuevas se postuló al Premio Nacional de Literatura. "Yo sé que, si fuéramos justos, he hecho algo que tiene un significado", reflexiona hoy. "Pero ahora no espero nada. Una de las cosas que aprendí es a no pasarme películas. El único éxito es hacerla , porque yo he visto cómo sufren otros gallos. Hasta se quieren suicidar. Yo no me hago ninguna esperanza de ganar nada". ¿Se ve postulando en dos años más? "No me preocupa. Lo que me preocupa ahora es hacer este libro", responde indicando la maqueta que tiene sobre la mesa: Poesía de la banda posmo, el próximo título que le publicará La Calabaza del Diablo.

Es un volumen de 80 páginas donde Cuevas vuelve a sus recuerdos de siempre: los vagabundeos desde la casa de la infancia en la calle Rosas hacia los cités del poniente; los bailes de rock and roll en torno a los ubicuos wurlitzers de los 60 que congregaban a hijos de obreros y oficinistas; los años de militancia en el Pedagógico y las visitas a las poblaciones con bombo, charango y guitarra; la fiesta que desató el triunfo de Allende en 1970 (explicada a un flaite) y el funeral de Pablo Neruda, tres años más tarde, al que José Ángel Cuevas decidió ir, afeitado y de terno, a pesar de los riesgos que tomaban los asistentes. "Durante ese tiempo el heroísmo y la nobleza ética eran muy importantes", recuerda.

Otras vivencias fueron menos heroicas, pero igualmente dramáticas. En el poema "Estado de Sitio" evoca una noche que durmió en la calle, por culpa de la mujer de un amigo que lo echó de la casa en pleno toque de queda. "Y yo tirado ahí, detrás de un kiosko, cubierto con unos / papeles de diario, lejos de mi casa, mis hijos, todo. / Un frío tremendo en las costillas..., / y pánico", escribe.

Como tantos en esos años, después que cerraron el Pedagógico, Cuevas se fue al Departamento de Estudios Humanísticos de la Universidad de Chile. Guarda un agradecido recuerdo del profesor Patricio Marchant, al que dedica su poema "Vida posmo", donde afirma: "Ya no hay esperanzas / señores / sino una mini libertad, / hablar con su celu / pedir un préstamo / tomar chela / ver fútbol / saltar, gritar como animales en el Metro".

En "Valparaíso 1977" relata un viaje nocturno por el puerto que hizo para escapar del asfixiante clima que se vivía en la capital. "Compré dos botellas de vino, me las eché al bolsillo y empecé a recorrer cerro por cerro", se acuerda. Hasta hoy le gusta deambular por las ciudades de noche, sobre todo en barrios que no conoce. "Me ha hecho mucho bien el vagar solo. Claro que hace poco me pasó una talla", dice. Andaba por Cerro Navia grabando con una cámara -hace videos que luego sube a YouTube- cuando se le acercaron dos tipos. "Papito, no se altere", le dijo uno. Se escapó jabonado del cogoteo.

Durante años, Cuevas hizo clases en poblaciones como la José María Caro y La Victoria. A veces habla con amigos de volver a los liceos para dar charlas, recitales y poetizar a los alumnos. Le dicen que está loco, que le van a sacar la cresta. "Cuando yo estudiaba en el Amunátegui iban los más grandes escritores: Manuel Rojas o Nicomedes Guzmán. Nosotros quedábamos vueltos locos. Pero ahora solo interesan la televisión y los celulares. Yo estaría dispuesto a luchar por levantar el nivel", afirma.

Homenaje al pasado, pero sin idealizaciones

Hay en la escritura de Cuevas un notorio "Homenaje al pasado", como dice el subtítulo de su próximo libro, pero el autor deja claro que tampoco se puede idealizar. Recuerda lo mal que trataron los estudiantes más radicalizados a Pablo Neruda cuando se reunió con el presidente peruano Belaúnde Terry. Lo mismo sucedió con Nicanor Parra después de su té con Mrs. Nixon. "En el Pedagógico no podían ver a ninguno de los dos. En los 60 hicieron un acto en contra de Neruda dirigido por Eduardo Carrasco", señala Cuevas. Harto de ser interpelado, Parra colocó una mesa con un letrero que decía: "Doy explicaciones".

"Yo milité en la Jota", dice José Ángel Cuevas. "Pero me juntaba más que nada con los obreros, porque con los gallos de arriba del Partido no había ningún contacto; se creían la muerte", recuerda.

Los tiempos han cambiado, admite Cuevas. Como escribe en su poema "Graffitis", tras el período militar, "Llegó una época vacía un sujeto moribundo, / un proletariado deshecho y de gran indiferencia / que vende cosas en la calle". Él mismo se las tiene que arreglar con una pensión de exonerado que no le alcanza, ni siquiera, para operarse una hernia que lo hace cojear por estos días.

"La mayoría de mis amigos murieron, otros están enfermos. Yo estoy tratando de escribir por lo menos. Me veo como un sobreviviente. He logrado mantener una fuerza para captar las cosas. La ciudad no me la ha ganado. La gente no tiene idea de Santiago. Esta ciudad es mi desafío", dice José Ángel Cuevas.


Nuevos libros

Además de Poesía de la banda posmo, José Ángel Cuevas trabaja en el volumen Poemas pequeñoburgueses (La Calabaza del Diablo) y en tres libros más: un conjunto de fotos de prensa que recopiló en la Biblioteca del Congreso y que publicará con comentarios propios; diez entrevistas que realizó junto a Álvaro Monge los desconocidos militantes que asumieron la dirección interna del PC, después de la matanza que descabezó en 1976 a dos directivas, y, por último, un volumen que editará a final de año la Fundación Pablo Neruda en la colección de autores vivos Biblioteca de Poesía Chilena -a cargo de Tamym Maulén-, donde aparecerán también Elvira Hernández, Carmen Berenguer, Elicura Chihuailaf y Christián Formoso



 

 

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