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La desaparición del hombre vidente a través de la eterna ceguera de la ciudad postmoderna en el libro “1973” de José Ángel Cuevas
Por
Juan Pablo Cifuentes Palma
Magister en Literatura
juanpix85@gmail.com
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Resumen
Con la llegada de la democracia en nuestro país surgieron diversas voces poéticas que hablaban desde el exilio o en los rincones perdidos de Chile de un nuevo comienzo, un retorno a un concepto idealizado de convivir en sociedad. La poética de José Ángel Cuevas no se deja engañar por los cantos de sirena de esta transición y, en sus diversos libros, sus personajes deambulan por una ciudad abandonada en la postmodernidad, en donde los profetas de antaño, los poetas que fueron videntes, están en grave peligro de extinción ante la vorágine de una ciudad cosmopolita que absorbe a través de la rutina la versatilidad del poeta vidente. El poemario 1973 (2003) viene a conjugar distintas directrices que se acentúan en una misma verdad: desde la dictadura hasta la actualidad la ceguera cultural, existencial y creativa ha devastado al poeta vidente que vive en y desde la marginalidad.
1-., Introducción
El 11 de septiembre de 1973 nuestro país vive un hecho histórico cuyas huellas serán difícilmente olvidadas en las futuras generaciones, pues las cicatrices espirituales, culturales, legales y sociales aún están plenamente vigentes en la actualidad. Con la llegada de la dictadura y el posterior proceso transitivo de retorno de la democracia, nuestro país ha deambulado en las últimas cuatro décadas en las voces sin retorno de los acontecimientos ocurridos en dictadura y voces con retorno, pero muy silenciosas, del retorno a la democracia establecida hasta nuestra época. De esta manera, la poesía chilena deambulaba entre los poetas que hablaban desde el exilio y quienes desde Chile promulgaban la ascensión de un nuevo futuro de la mano con un nuevo país democrático.
José Ángel Cuevas es un caso particular en la poesía chilena. Autodenominado un ex poeta, Cuevas ha deambulado por el camino contrario a los escritores de su generación. Si bien, su escritura aparece con anterioridad al Golpe Militar, el eje de sus temáticas está centrado en revivir desde el escarnio e irónicamente cómo el vidente ha terminado ciego en esta ciudad cosmopolita homogénea.
Óscar Galindo sostiene en su artículo sobre “Autoritarismo, enajenación y locura en la Poesía chilena de fines del siglo XX” que
la poesía de José Ángel Cuevas (Santiago, 1944) conlleva un intento de acercamiento a las problemáticas derivadas del golpe de Estado del 73. Hay una predominancia de un discurso crítico, con el fin de una época y la difícil articulación de una nueva era convirtiendo a la poesía en conversacional y alejada del lenguaje embellecido (Galindo 3).
De esta forma, Cuevas aparece como un eje articulador desde la marginalidad para poner el dedo en la llaga, no para que vuelva a sangrar a través de los versos, sino que reviva el ocaso de la felicidad del poeta vidente y la aparición del citadino postmoderno.
El presente trabajo investigativo abordará cómo el poeta vidente del pregolpe fue absorbido por el citadino postmoderno a través de los crudos versos del poemario 1973 de José Ángel Cuevas que vienen a sostener la desaparición de la profecía de la felicidad y los sueños por la ceguera de la rutina postmoderna en la ciudad de Santiago de Chile. De este modo, se establece un amplio alcance a las principales urbes nacionales que siguen el modelo jerárquico de una sociedad del conocimiento y la información centrada en la mercadotecnia neoliberalista que ha enceguecido para siempre las profecías y visiones de un pueblo que ha trasladado su enfoque hacia un país desarrollado, con un fuerte y sostenido crecimiento económico y una paulatina y dramática erradicación de lo cultural.
2-. Adiós al poeta vidente
El concepto de poeta vidente radica en el hecho de ver a la poesía como una prolongación de las visiones y profecías que existían en nuestro país a mediados de la década del 60, cuando nuestro país avanzaba hacia alcanzar la sustentabilidad necesaria que le permitiera comenzar con el crecimiento económico y desarrollo nacional. Para esto, se entenderá por vidente a la idealización de las diversas voces que generaban este nuevo constructo que buscaba una adecuada acogida en el sistema político reinante a fines de la década del 60 y comienzos de la nueva era. De este modo, la reconstrucción empírica que muestran los versos del poema “Las personas malas” de José Ángel Cuevas vienen a configurar esta constante lucha entre el pasado aterrador y el futuro aún más terrorífico y la inminente aparición de la ciudad como el monstruo que absorbe la individualidad de cada persona.
El poeta vidente que traía una mochila llena de esperanzas y sueños ha caído en desgracia debido a los hombres malos que han enceguecido la cultura dominante, llevándolos hacia la desaparición pues sus voces retumban sin poder salir a la luz ante la monstruosidad de una ciudad que enceguece la cultura. En este sentido, los primeros versos del poema Las personas malas dan cuenta de la fragilidad y marginalidad en la cual conviven los últimos sobrevivientes o ex poetas como señalaba Cuevas al afirmar que “la forma individualista de vivir es la gran derrota que significó la transición en nuestro país”. Queda de manifiesto en los primeros versos del poema: “las personas malas que no les gusta mirar el mar ni las estrellas / desfallecientes y fijas/ el viejo e infinito mar patrio / que alguna vez se llamará…” refleja la hipnosis del pasado con la poca aceptación del presente pues las personas malas son las mismas que han esparcido la ceguera en la ciudad, han colaborado con la desaparición de los poetas videntes porque se busca una nación que procure el desarrollo económico en pos de lo espiritual y cultural.
Por otra parte, Óscar Galindo (2001) en su artículo “José Ángel Cuevas: Una nueva liquidación del yo”, señala que
en opinión de Foucault uno de los espacios donde la represión del lenguaje es más poderosa, es en la política (1987: 11), el discurso del loco o del enfermo, además, carece de verdad y de importancia, de ahí que el sujeto derrotado de Cuevas da cuenta de esta situación en que el lenguaje se conecta con el poder(Galindo 12).
Mientras los poetas neovanguardistas deambulan por los recovecos de la exploración de nuevas experiencias artísticas, la escritura de Cuevas no se mueve ni un centímetro de esta poesía de denuncia, tan desmerecida a lo largo de la historia por acercarse al panfleto, pero que en Cuevas adquiere una dimensión no conocida hasta entonces, la del poeta vidente que ha sobrevivido en los versos con la única finalidad de ironizar la vaguedad del hombre gentil, común, corriente, envuelto en la monstruosidad de la modernidad, en la ortopedia de la tecnología y la globalización que envuelve con sus cantos de sirena mercantiles las aspiraciones y visiones propias de una generación quebrantada por los episodios sociales, políticos, culturales y económicos.
De esta manera, Marcela Álvarez Villarreal (2010) en su libro Reseña a Vigilar y Castigar de Michel Foucault señala que en la obra del escritor francés se menciona el concepto de castigar como un eje central de la sociedad contemporánea que deja de manifiesto Cuevas en su poemario 1973, en el cual cada uno de los poemas viene a configurarse como un testimonio del castigo de la sociedad hacia el hombre que se atrevió a ser vidente, a observar las calles, a transitar por ellas, a pararse en El Paseo Ahumada como lo hizo Lihn en el año 1983 y terminar detenido, silenciado, expuesto al poder dominante o como decenas de noveles escritores en los “desiertos” señalados por Zurita en Purgatorio, en esos espacios de sufrimiento, de tortura, se atrevían a escribir poesía, a leer poesía, a preservar por la fugacidad de unos segundos, momentos inolvidables en sus vidas y en la de aquellos partícipes de estas reuniones sometidas, ocultas, clandestinas.
En este sentido, un investigador que analiza el concepto de ciudad postmoderna es Nestor García Canclini (2010) quien en su libro Imaginarios urbanos sostiene que la expansión de la ciudad en ciudad postmoderna en Latinoamérica no ha sido tan explosiva debido a que se “vive entre la tensión existente por las tradiciones del barrio, de organizaciones y estilos de comunicación urbana frente a una modernidad que aún no se manifiesta en plenitud en Latinoamérica” (15). Dicha situación, se manifiesta en los versos de Cuevas, al vislumbrar al hombre de barrio que se siente ajeno, un extraño frente a la nueva ciudad que va surgiendo desde las mismas simientes de los barrios, desplazando la tradición con los bloques de cemento y las luces de neón.
Lihn, por su parte, tampoco queda ajeno a estas voces chilenas que manifiestan su rechazo a este abatimiento del hombre que deambula patéticamente entre el caos del ruido de lo moderno. En su libro Paseo Ahumada publicado en 1983, en el cual toma un personaje pintoresco del paseo como era El Pingüino, una especie de mendigo que tocaba unos tambores caseros con la finalidad de dar a conocer su arte frente a la rutina del hombre postmoderno, de maletín y corbata, de perfume francés, bilingüe y tecnológico que desconoce los ecos del pasado, las peñas folklóricas, el barrio, los emporios, el almacén de la esquina y que se limita al uso de anglicanismos como shopping, mall, coffee break, happy hour, weekend entre otros conceptos propios de la barbarie postmoderna.
La postmodernidad ha llegado a la ciudad, se vislumbra en las calles, la padecen los hombres, la critican y lamentan los poetas, limita y transforma lo urbano. En este sentido, Hommi Bhabha (1994) en su libro El lugar de la cultura cita el ensayo Elaboraciones secundarias de Fredric Jameson para mencionar que “el impacto demográfico y fenomenológico de minorías y migrantes dentro de Occidente puede ser crucial para concebir el carácter transnacional de la cultura contemporánea” (Bhabha 147). Por consiguiente, la ciudad está cubierta de estas pequeñas voces que se van silenciando bajo la homogeneidad del neoliberalismo y su rutina, y que en la poética de José Ángel Cuevas se manifiestan con honestidad en el poemario 1973 al recordar los hombres su ciudad, su estadía en ella y contemplar ahora como la urbe ha impuesto el ensamblaje de una nueva cultura evidenciada por el progreso, el crecimiento económico, los rascacielos, la eliminación de la minoría expuesta por Jameson y respaldada por Bhabha.
De este modo, Bhabha plantea una interrogante muy vigente al analizar la propuesta de Jameson y al tratar de abordar los poemas de Cuevas y el sentido del hombre en esta sociedad postmoderna. En este sentido, afirma que “hay una angustia por unir lo global con lo local el dilema; de proyectar un espacio internacional sobre la huella de un sujeto descentrado y fragmentado” (Bhabha 150). Dicha angustia se muestra latente en el hombre vidente de José Ángel Cuevas que transita por el ámbito local sin reconocer que ahora sumerge sus pies en un mundo global, convirtiéndose en este sujeto que ha perdido sus raíces, su centro, su origen, en definitiva, su hogar y que debe acomodarse a los ecos de esta nueva realidad, ya que “la poesía de José Ángel Cuevas gira en torno a un núcleo básico que es su real obsesión: la pérdida de la comunidad, en donde la forma individualista de vivir es la gran derrota que significó la transición desde la Dictadura”(Sepúlveda 12). La angustia del hombre vidente y su posterior ceguera no se han manifestado en su peregrinar durante la dictadura, sino que es consecuencia del retorno a la democracia, de ese eslogan de “la alegría ya viene” cuando en realidad lo único que llegó fue la revolución urbanística, el deterioro del medioambiente, la pérdida del barrio, de las tradiciones, de la ciudad de nuestros antepasados, del pregolpe por la vorágine de las autopistas, de los paseos y sus comercios establecidos, legales e ilegales, de los rascacielos, del cheque y la firma.
Una primera aproximación es señalar que la posmodernidad no es un tiempo concreto ni de la historia ni del pensamiento, sino que es una condición humana determinada, como insinúa Jean Lyotard en La condición postmoderna (1987). Y no deja de tener importancia lo que plantea Lyotard, pues su visión sobre la postmodernidad es positiva, a diferencia de lo que plantea Cuevas en sus versos, pues señala que
la posmodernidad se presenta como una reivindicación de lo individual y local frente a lo Universal y ya no es considerada un mal sino un estado positivo porque permite la liberación del individuo, quien puede vivir libremente y gozar el presente siguiendo sus inclinaciones y sus gustos (Lyotard 54).
Por lo tanto, desde los estudios culturales, la postmodernidad es vislumbrada como el aterrizaje esperado hacia el conocimiento y la realización personal más allá de las añoranzas que argumenta Cuevas en sus poemas.
De este modo, desde la visión de Jameson, se podría aseverar que en ese mundo pasivo es donde deambula el hombre vidente de la poética de José Ángel Cuevas, es un errante en la ciudad postmoderna, sin un sentido de pertenencia, bajo la automática pérdida de la identidad por el surgimiento del concepto de masa, de recepción y sometimiento a poderes fácticos superiores, a la ortopedia de una sociedad que está condicionada al formato preestablecido de un estilo de vida cosmopolita, globalizante, holístico y en donde nuestro hombre vidente ha quedado ciego al no pertenecer a ese engranaje, a ser el ruido del avance postmoderno.
3-. Voces ocultas y descifradas en 1973 de José Ángel Cuevas
En el poemario 1973 de José Ángel Cuevas se manifiestan diversas voces que hablan sobre la sobrevivencia del hombre vidente en esta ciudad postmoderna y su posterior desarraigo de las tradiciones, del barrio, del concepto de ciudad y de hombre, de los episodios ocurridos en dicha ciudad que han sido maquillados con los rascacielos, el asfalto, las luces de neón, el comercio, las promociones y las deudas. Entonces, adquiere relevancia la reseña dada al libro 1973 de José Ángel Cuevas realizada por la periodista Ximena Duarte en el año 2005 quien sostenía que
la realidad de una persona, como la de un pueblo, está conformada en lo cotidiano en la comunión del pasado, presente y futuro. Nadie puede hablar de una realidad si no la recuerda o la proyecta hacia el futuro pues la realidad es un ejercicio de la memoria sobre hechos del pasado y su reincorporación en el futuro (Duarte 1)
De este modo, en el poemario 1973 se menciona lo postmoderno a través del embrujo de una ciudad que ha evolucionado, que es distinta a la cual perteneció el ex poeta, el hombre vidente que recorre las calles y descubre que no pertenece a ese lugar, a esa realidad proyectada en el futuro que se encuentra perdida y sin recordar el pasado o reincorporarlo en el futuro.
En este sentido, Ximena Duarte señala que
la perspectiva de José Ángel Cuevas viene a completar esta versión de realidad que tenemos, viene a poner muchos puntos sobre las íes, a plantearnos la historia poética de los que se quedaron en Chile, los y las que no regresaron con grados académicos, ni puestos en el gobierno (Duarte 5) de tal manera que Cuevas se preocupa por los que han sido olvidados, por los que permanecen sufriendo tras el término de la dictadura, por ese hombre vidente que en lugar de recuperar sus visiones terminó ciego, en una luz incomprensible de la postmodernidad.
Por otra parte, Óscar Galindo (2001) en su artículo “José Ángel Cuevas: Una nueva liquidación del yo” señala que
en la actualidad la imagen del poeta recoge inevitablemente elementos de la antipoesía de Nicanor Parra, para establecer una construcción opuesta o para discutir sus posibilidades de desarrollo en un contexto nuevo situando a la imagen del poeta como la de un hombre común y corriente (Galindo 15) con lo cual, la figura omnipresente de Parra se deja manifestar con énfasis en el lenguaje cotidiano, coloquial y popular que han imitado las nuevas generaciones, alejándose de la tradición del canon literario, pero que termina homogeneizando a las nuevas generaciones bajo el mismo leiv motiv de la antipoesía.
Otra autora importante a la hora de referirnos a la obra del ex poeta es Soledad Bianchi (2000) quien en su artículo “Una especie de memoria: la poesía de José Ángel Cuevas” sostiene que “Cuevas recordaba y volvía una y otra vez su mirada al pasado no para quedarse inmóvil frente a él sino para añorar esos valores que parecían tan inherentes al ser humano y que han sido progresivamente olvidados” (Bianchi 21). De este modo, para lo crítico, la escritura del poeta es un llamado de alerta a la pasividad del citadino que se acostumbró a un estilo de vida competente e individualista y que se puede reflejar, por una parte, en el poema “96” en donde se afirma: “¿Qué clase de poeta/ se pretende?/ ¿Qué poeta se puede pedir hoy?/ La nada misma / un cadáver lleno de mundo” (Cuevas 54). Y esa es la gran incertidumbre: ¿Desapareció el poeta vidente en pos del citadino postmoderno?.
Por su parte, Aristóteles España (2004) sostiene en su artículo sobre la poesía de José Ángel Cuevas y su libro 1973 que
este es un libro de la derrota, de sangre por las calles como en los versos de Neruda en la guerra civil española, de alucinaciones, de alcohol, bares, bohemia. El hablante que recorre este texto es como un peatón que deambula por los rincones de una urbe llena de locura y con la angustia de que sus mejores hermanos, están muertos o se auto exiliaron en su propio país, insertos en delirantes análisis para explicar lo sucedido. A su lado hay palomas, perros vagos, gatos en tejados llenos de telarañas, prostitutas, poetas que escriben poemas de amor y muerte (España 8)
y dicho planteamiento que ha expuesto en carne propia Lihn en su performance en el Paseo Ahumada, lo deja en evidencia Cuevas a pesar de que han transcurrido treinta años desde el nombre que da título a su poemario, se vivencia en cada verso como el paso del tiempo permanece latente. Sin embargo, dicha vigencia no es nostálgica, no es un tributo a los héroes caídos, es una ensoñación hacia lo que debió ser una generación y terminó convirtiéndose en los esclavos de la modernidad como lo menciona el poeta Manuel Silva Acevedo al cuestionar al hombre moderno, la ciudad moderna como la pérdida de lo espiritual en torno de la superficialidad.
A partir de lo anterior, Naín Nómez (2010) en su artículo “Pablo de Rokha y José Ángel Cuevas: de la nostalgia del mundo rural al sujeto de la ciudad marginal” señala en relación a la poética de Cuevas que
la poesía de José Ángel Cuevas, en ese momento, se mueve entre dos imaginarios de la utopía perdida: la de la liberación a través del viaje y la de la pertenencia a una ciudad emancipada, en que el espacio público pertenece a todos y en donde el paisaje es casi un locus amoenus que sirve de telón de fondo (Nómez 5)
En este sentido, Naín Nómez sostiene que la poética de Cuevas refleja los límites existentes entre lo que ha sido y lo que es actualmente la sociedad, la ciudad, el hombre postmoderno envuelto en los desvaríos y añoranzas del vidente, del ambulante, del callejero que recorre las sendas soñando nuevas fronteras e idealizando el espacio público como un lugar de encuentro. Por lo tanto, Cuevas se desdobla en el poemario 1973 entre los hombres videntes que recorren las calles y la historia ocurrida en esas avenidas desde una mirada crítica en una sociedad desmemoriada, enceguecida, postmoderna.
Es necesario preguntarse sobre el concepto de ciudad ya que ha sido la urbe la que se ha modernizado. Antonio Melo en un artículo escrito a revista Diálogos señala que existen dos grandes dimensiones a la hora de definir una ciudad. Por un lado, es una densidad de interacción y por otro, es la aceleración del intercambio de mensajes. En este sentido, la poética de Cuevas se encuentra entre estas dos dimensiones pero de manera decadente, sufriendo al sentirse enjaulada, vacía y muerta como lo señala en el poema 80 en donde el poeta describe la ciudad bajo el desamparo de la postmodernidad al decir: “Solo un Santiago vacío/ y muerte / muerte gratis”, lo que desemboca en esta marginalidad que se va acrecentando al avanzar por la ciudad.
4-. Las personas malas y Palabras del ex poeta
El poemario 1973 de José Ángel Cuevas, fue publicado en el año 2003 por LOM Ediciones y consta de cuatro partes fundamentales. La primera parte se titula “Exhumación” y está constituida por siete poemas entre los cuales se encuentra “Las personas malas” (27). En este poema, se pretende mostrar la decadencia del hombre al destruir al hombre a través del no retorno existente en los hombres condenados por estas personas malas.
En este sentido, los versos
“las personas malas se van después a sus
hogares se lavan las manos suben a sus
autos comen asados besan a sus hijos/
Hacen el amor hacen el trabajo sucio”,
nos enfrentamos ante la rutina del torturador, quien debe llevar una doble vida ante la sociedad ante la cual está sumergido como queda graficado en los versos
“Las personas malas se van después a sus
Hogares se lavan las manos suben a sus
Autos comen asados”.
Por un lado, está el hombre de familia y por otro lado, el que debe cumplir con su deber de salvar a la Patria del caos reinante. En todo el poema, se reitera tres veces el concepto de “las personas malas” con lo cual hay un énfasis en diferenciar a estas personas malas que cumplen una finalidad dentro de la sociedad postmoderna, incluso dentro del poema son relevantes porque le dan el sentido a lo que se quiere señalar, pues es a través de estas personas malas es que el poema va evolucionando.
Al analizar el poema de Cuevas siguiendo lo establecido por Francoisse Rastier en su texto Sistemática de las isotopías, se encuentra una isotopía fundamental a lo largo del poema y tiene relación con la existencia de las pausas al interior de los versos a través de los signos tal como se puede graficar en los siguientes versos:
“Las personas malas que no les gusta mirar
El mar ni las estrellas / desfallecientes
Y fijas /”
Las pausas al interior del poema nos indican que estamos ante una voz quebrada, entrecortada, casi silenciada como la voz del hombre vidente que se ha encontrado envuelto en la ciudad postmoderna que aparece en su vorágine y devora las palabras, su visión de realidad. La constante pausa, el prolongado silencio es un eco de la postmodernidad en donde las voces se van apagando hasta convertirse en un único sonido que es ejecutado por los altos poderes. Estos versos determinan la pérdida de la visión del hombre ante la ceguera abrazadora de lo postmoderno como es ir olvidando la tradición, olvidar lo importante, temer identificar por su nombre a los objetos, a la naturaleza como en los versos:
“El viejo e infinito mar patrio/ que alguna
Vez se llamará…”
No hay lugar a nombrar nuevamente aquel mar patrio que ha sido contaminado en nombre de la Patria durante la dictadura y que, posteriormente, fue olvidado con la llegada de la postmodernidad a la ciudad y a la sociedad chilena con el retorno de la democracia.
Es posible encontrar unas isotopías semiológicas horizontales en el verso “Hacen el amor hacen el trabajo sucio” en el cual “Trabajo sucio” adquiere más de una lectura que va desde los oficios domésticos inesperados que necesitan ser reparados como es una gotera, filtros en las cañerías, arreglar el sistema eléctrico, cortar el césped, sacar la basura, que pueden ser consideradas como frutos de un “trabajo sucio” pues el jefe de hogar, dominado por el poder otorgado en una sociedad patriarcal, debe realizar por compromiso más que por convicción. Sin embargo, esta isotopía nos evoca al significado connotativo que es posible encontrar en este “trabajo sucio” que involucra el seguimiento y secuestro de personas, espionaje, escuchas telefónicas, experimentos, torturas, interrogatorios, asesinatos, desapariciones y el silencio absoluto porque alguien debe cumplir con el deber cívico de proteger a la Patria, porque cumplen órdenes, por el miedo a ir contra sus superiores y otras posibles explicaciones que den sentido a la naturaleza y motivación de la realización de este “trabajo sucio”.
Por otra parte, desde un análisis cultural que plantea Riffaterre, es posible mencionar que el modelo permite establecer un campo semántico que origine un concepto global que permita estructurar el poema. En este sentido, las palabras “mar, estrellas, viento, volcanes, océanos” hacen alusión a la naturaleza, de modo que estamos frente a un espacio abierto y no cerrado, en donde transcurren las acciones de los hombres malos como lo manifiestan los siguientes versos:
“Las personas malas cargan con más de tres
Mil muertes en sus almas/ fusilados
Tirados al océano volcanes / precipicios /”
Adquiere relevancia las zonas descritas como el océano, un vasto lugar en el cual los hombres malos pueden cargar con su trabajo sucio sin ser descubiertos ante la sociedad y ante ellos mismos, porque estas personas malas han perdido su rostro, su identidad, son uno más del ejército de personas malas que cargan con más de tres mil muertes. Tanto los volcanes como los precipicios vienen a contribuir con la necesidad de alejarse de la urbe, de la civilización postmoderna porque es superior y perfecta, no necesita de fusilados ni hombres videntes porque es un solo el concepto predominante y ese es el de masa.
Por otra parte, al identificar la matriz del poema se puede señalar que el poema “Las personas malas” es un poema condenatorio a los torturadores, pero no una ácida condenación que busque la verdad y la justicia, sino la exhumación de esta doble vida que muchos chilenos vivieron en carne propia y que sus familiares, amigos, vecinos, conocidos no tenían idea hasta que lentamente los hechos fueron saliendo a la luz pública. Sin embargo, es fundamental señalar que este poema refleja tanto la realidad del torturador como de quienes han sido torturados como se evidencia en los versos:
“Las personas malas se van después a sus
Hogares se lavan las manos suben a sus
Autos comen asados”
¿Por qué se deben lavar las manos?, ¿acaso la sangre acumulada y derramada no se puede borrar de la memoria de las personas malas?, o el hastío de la sangre de los fusilados obliga a lavarse las manos una y otra vez para evitar contagiarse o limpiarse de la enfermedad que padecen los condenados en los campos de concentración. Un fenómeno similar ocurre con el concepto de “hogar” que se ve reflejado en estos versos, pues ¿quién va a su hogar? Las personas malas que retoman su vida civil o los desaparecidos que van a un hogar anónimo, porque ese debe establecer si el hombre malo es el torturador o el torturado.
Por otra parte, hay un hipograma evidente en el poema con una de las tragedias fundamentales de William Shakespeare como es Macbeth, en donde el protagonista señala después de matar al rey que “Ni toda el agua del mar podría lavar mis manos”, asimismo, Cuevas muestra que así sientenlas personas malas esa imperiosa necesidad de purificarse ante sus acciones, antes de volver a su hogar, a su familia, a sus hijos, ellos padecen de lo señalado por Shakespeare, no hay agua que limpie la crueldad, ni el alma atormentada de los hombres malos que hacen su labor por la Patria y que al ver sus manos ensangrentadas no encuentran la forma de limpiar su conciencia.
Por consiguiente, el poema “Las personas malas” es fundamental para entender al hombre vidente de Cuevas que está enceguecido en esta ciudad postmoderna. En este sentido, ¿dónde está lo vidente en el poema, si solo muestra evidencias del ir y devenir de las personas malas?, ¿o es que acaso estas personas malas fueron antes videntes?. No estamos ante un oráculo, ni ante un profeta que pregone sucesos que ocurrirán, más bien es un recordatorio de episodios que han sucedido. El hombre vidente aparece en el poema en la sombra de la postmodernidad. La postmodernidad está envuelta al silenciar el poema, al quebrantarlo, a la voz entrecortada, a terminar el poema señalando:
“Besan a sus hijos/ hacen el amor hacen su
Trabajo sucio”.
Es evidente el quiebre en la acción. Con pasión besan a su hijo y hacen el amor, pero su trabajo, su trabajo sucio merece una pausa, es una carga, una tormenta en su conciencia, una nube a sus ojos. En este sentido, la utilización de vocablos como “personas malas”, “trabajos sucios” que vengan a suavizar la barbaridad y crueldad de señalar con exactitud las palabras de "torturador” o “fusilamientos” pues la ciudad postmoderna, caracterizada por perder el sentido de identidad y de memoria colectiva ha enceguecido al hombre vidente no dejándole ver la profundidad de la dimensión de los versos que va redactando.
La tercera parte del poemario se titula Una pluralidad de hablantes y está constituida solamente por dos poemas siendo “Palabras del ex poeta” uno de los poemas fundamentales para dimensionar la crítica social que se empeña por construir Cuevas en la bastedad de su obra poética que comienza en tiempos del Pregolpe y que continúa en el retorno de la democracia, con sus hombres videntes que han vivido los sinsabores del progreso y el crecimiento económico y urbanístico de la ciudad de Santiago de Chile que podemos evidenciar con la construcción del Paseo Ahumada y su consiguiente comercio legal e ilegal que ha ido marginando a los hombres, al barrio, a la tradición o las grandes avenidas que pregonaban la libertad y que actualmente encierran a millares de automóviles, al ruido de la calle, de la postmodernidad.
En Palabras del ex poeta (59) aparecen los siguientes versos:
“Después del golpe / no se fue / no se
construyó otra patria
sino que se quedó parada en estos campos
magnéticos/ lagunas de sangre”
cuya claridad no da pie a una segunda interpretación que no sea la de continuar en un estado de decadencia aún con el retorno de la democracia que ha venido a incrementar la desazón del ciudadano. Nuevamente el silencio reina a través de las pausas que van apareciendo en el poema como si Cuevas intentara a través de la reiteración de slash, ir construyendo un discurso de lo que ocurrió desde la visión del torturador –torturado en el poema anterior, o la del sobreviviente a los campos de concentración como es lo que sucede en este poema.
Por otra parte, el concepto de “patria” es fundamental para entender el significado del poema. ¿qué patria se construyó? La que se forjó en dictadura, la que se esperó construir con el retorno de la democracia o la que se construyó con la democracia. En otras palabras, estamos ande una idealización del concepto o ante la evidencia de lo construido a lo largo de los treinta años que han pasado desde estos episodios hasta que fueron escritos por el ex poeta Cuevas.
Al analizar el poema en busca de las isotopías se puede establecer que dichas isotopías hacen referencia al concepto de “ex”, de lo que fue en algún tiempo pero que ahora ya no existe como lo indica el título del poema o como quedó graficado en el verso: “Anda por las calles / el pobre Mario Manríquez / ex – militante interior”. Por otra parte, adquiere una doble significación, ya que por una parte nos presenta a un hombre llamado Mario Manríquez, un teniente coronel quien era el ex jefe y responsable por entonces del Estadio Nacional de Chile en el momento de la muerte de Victor Jara y que ahora debe coexistir bajo el concepto negativo del “ex militante interior”, a lo cual es posible considerar la huída de ser miembro activo de una fuerza armada y su alejamiento de ella o, en una connotación más certera, estamos ante un chivo expiatorio para contener la sed de justicia tras la muerte de Víctor Jara e identificar en un solo hombre, en ese pobre Mario Manríquez, al único responsable de la muerte del cantautor.
Ahora bien, desde un enfoque cultural el modelo más evidente tiene relación con campos semánticos relacionados con lugares como se grafica en los versos:
“Detenido/ golpeado/interrogado
Pasó por Álamos/ Puchuncaví/ Ritoque/
Campos de Concentración Chile”
que refieren a campos de concentración en Chile, o a evidencias corporales y espirituales propias de la dictadura (detenido / golpeado / interrogado / dientes quebrados / cara rota / ex militante interior) cuya campo semántico sería, en su aspecto más general el de Consecuencias de la Dictadura. Sin embargo, no hay reconstrucción del lenguaje porque estamos ante un torturado, un exiliado, un hombre vidente que ha sido silenciado por los ecos de la postmodernidad que se manifiesta en la peregrinación del pobre Mario Manríquez, único responsable de la tortura y muerte, como señalan los versos:
“Mario recorría toda la ciudad / radio
Moscú”.
Manríquez es un errante, un observador que es testigo del progreso urbanístico de su ciudad, de la mano de los eventos socio-políticos. Pero vagabundea escuchando la radio Moscú, que era una de las radios resistentes a la Dictadura y que tenía un programa llamado Escucha Chile, quienes transmitían desde el exilio en la ex URSS los discursos e ideales de resistencia a la acción militar y sus consecuencias políticas y sociales durante la dictadura.
De este modo, la matriz del poema está enfocada en hablar de la dictadura. Al prestar atención al título del poema “Palabras del ex poeta” se está frente a una declaración de principios de abandonar lo poético para hablar deslenguadamente, sin necesidad del lirismo que nubla y enceguece cuando se quiere narrar honestamente la memoria que está siendo borrada en la ciudad postmoderna, al hombre vidente que es incapaz de profetizar lo que ocurrirá y debe vagabundear por las calles a la espera del retorno de su vida anterior.
Finalmente, hay varios hipogramas en el poema como es la radio Moscú, un bastión de la resistencia en Chile, el nombre del teniente Mario Manríquez que nos lleva a pensar en Victor Jara, el concepto de ciudad postmoderna que se está forjando en dictadura y que podemos encontrar en otros poemarios como La ciudad de Gonzalo Millán, La Tirana de Diego Maquieira, Purgatorio de Raúl Zurita, Vía Pública de Eugenia Brito, La Bandera de Chile de Elvira Hernández o El Paseo Ahumada de Enrique Lihn entre la inmensa cantidad de voces, ecos, susurros que pregonan el retorno de la memoria, verdad y justicia.
5-. Conclusiones
José Ángel Cuevas es un ex poeta cuyo nombre debe ser considerado dentro del canon literario chileno debido a la influencia de su obra que recoge con fuerza, valor y mucha honestidad, los episodios históricos con una mirada objetiva, sin caer en el sentimentalismo y la pesadumbre, rechazando la autoflagelación para producir ácidas lecturas críticas de esta sociedad postmoderna y que ella, a través del silencio que le ha otorgado a la voz en los versos y que se evidencia a través de la reiteración de slash, puntos suspensivos, pie quebrados, van ocultando al hombre vidente, a ese pobre Mario Manríquez, a las personas malas que no han sido valoradas antes de convertirse en esas personas malas, ya sea como torturador o como torturado e incluso como sobreviviente. El hombre vidente está ciego a través del silencio que oprime por medio de las palabras dichas y no dichas en el poemario de Cuevas. De esta manera, Cuevas cumple con advertir al lector de la triste realidad que envuelve a nuestra sociedad: el olvido.
Cuevas no representa un ícono de la vanguardia, ni la neovanguardia, ni es un poeta existencialista, ni un clásico que deambula entre los sonetos y romances. No le interesa imitar a Neruda ni se deja seducir por Huidobro. La fuerza de sus versos no le asemeja a Mistral pues no pide, ni ruega, ni clama a un Ser Supremo para que interceda por sus seres queridos. Su lenguaje se asemeja al de Parra pero no es antipoesía, huye de lo coloquial que tenga un sentido de ser simplemente antipoético, utiliza lo coloquial, tal como lo realizó con maestría Lihn en El Paseo Ahumada no como una finalidad estética, sino en función del poema, de lo que se quiere contar, de lo connotativo de los versos, de la necesidad de plasmar abiertamente lo que ha ocurrido en el país abandonando las añoranzas, riéndose de la decadencia, de lo patético del hombre vidente enceguecido en la urbe postmoderna.
No es gratuita entonces la finalidad de Cuevas al escribir 1973 treinta años después de haber ocurrido los acontecimientos ni tampoco sus palabras en el prólogo que vienen a reactivar la necesidad de no confundir la poesía política con el panfleto. Cuevas no busca manifiestos, ni su afán es mostrar un arte poética, aunque desea situar en el lugar que le corresponde a la poesía política dentro del canon literario nacional. Entonces, ¿por el hecho de ser versos políticos o estar en función de acciones históricas que generan impacto, debate y discusión entre los chilenos no alcanza la profundidad o importancia que la tradición lírica ha otorgado a los grandes poetas chilenos? La respuesta está bloqueada dentro del concepto de sociedad que posea cada lector que se enfrente a los poemas de Cuevas, pues el lector postmoderno, acostumbrado a no pensar, a no imaginar, a ser un “ex”, ex hombre, ex pensador, ex libre, deambula ahora bajo lo superficial que ofrece la postmodernidad desde el mundo comercial y sus promociones que invitan al endeudamiento o a los medios de comunicación que reproducen el neoliberalismo capitalista que atrae a masas y vuelve homogénea a la sociedad.
No cabe duda que los tiempos actuales son difíciles. Más allá de la comodidad tecnológica, se está frente a la crisis del conocimiento humano, al devenir de la imaginación, al arribo de lo postmoderno, siguiendo los planteamientos de Bhabha y Baudrillard quienes ven como peligrosamente esta sociedad va perdiendo el norte, convirtiéndose en una sociedad estéticamente hermosa, pero culturalmente empobrecida. Bhabha desea mostrar la postmodernidad tal como es, dejando el sentido positivo y perfecto que plantea Lyotard para desenmascararla con sus riesgos y las consecuencias que provoca en la sociedad.
La relevancia que puede adquirir el poemario 1973 tiene relación con cual sea la dimensión bajo la cual se apreciará la obra literaria. Si se mirará como un objeto de arte cuya finalidad estética es escasa dentro de lo retórico, o como una obra de arte que critica la sociedad, se burla de lo establecido y tras el recuerdo está el énfasis en desnudar a la postmodernidad, en mencionar que la democracia no ha significado el retorno sino la acentuación de la crisis del hombre.
Finalmente, en este artículo se planteó la desaparición del hombre vidente a través de la eterna ceguera de la ciudad postmoderna en el poemario 1973 de José Ángel Cuevas. Ante eso, se debe mencionar que el poemario se concentra en mostrar al hombre vidente que está enceguecido en las calles de la postmodernidad. Sin embargo, no es posible establecer si es una ceguera eterna o temporal, pues la historia de la humanidad ha demostrado que las sociedades son muy cambiantes y dinámicas y lo que ayer fue, hoy ya no lo es y mañana posiblemente no lo será. Por lo tanto, si el hombre vidente está actualmente ciego por la existencia de la postmodernidad, es posible que vuelva a ver la luz en la medida en que el hombre y la ciudad vuelvan a encontrar su identidad, a retornar al barrio, a recoger los fragmentos que han sido esparcidos a lo largo de los años y que aún no se han unido, a vivir en una sociedad homogénea pero que sean los individuos lo suficientemente capaces de pensar, imaginar, crear y existir.
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BIBLIOGRAFIA
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