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Dos poemarios de José Ángel Cuevas
Maquinaria Chile y otras escenas de poesía política. LOM Ediciones, 2012. Sujetos no-heroicos. Gráfica Marginal, 2014
Por Roberto Onell
Revista de Libros de El Mercurio, Domingo 3 de Agosto de 2014
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Desde su primer poemario, Efectos personales y dominios públicos (1979), José Ángel Cuevas (Santiago, 1944) viene haciendo a hablar a individuos hermanados por el hecho de ser simples ciudadanos. Esto quiere decir: sujetos que no detentan cargos en ninguna institución, dueños de un prestigio social escaso o nulo, a veces poetas venidos a menos. Seres cuyo mayor heroísmo consiste en bregar cotidianamente por conseguir un empleo, salvarse de la coacción militar, intentar escribir algunas palabras con sentido, intentar rezar, llegar a fin de mes. Una escritura del decir desenvuelto, hasta del coloquio, prescindente de simetrías composicionales; de la mano con un tono prosaico, desengañado, dolorido, y descendiente, en buena parte, del tronco de autores como Nicanor Parra y Carlos Pezoa Véliz.
Maquinaria Chile y otras escenas de poesía política (2012) reúne poemas "escritos entre los años 1980 y 2000", que quieren ser "un homenaje a mi generación". Como en libros anteriores, Cuevas desarrolla aquí el tema de la resistencia contra la dictadura militar chilena, esta vez desde la analogía de una máquina represiva de acciones múltiples, que muta a dictadura del mercado con la consecuente expansión de la demanda: "una pantalla una voz que nos habla/ es la Voz de los Grupos Económicos/ Oh, Patria del Consumo" ("Poema 18"). Aunque soberano en sus temas, el hablante del autor no se diferencia de otros muchos que testimonian esas duras experiencias. Porque estos asuntos, claros y distintos, quedan casi siempre a distancia de la escritura; pocas veces fundidos con ella. La apreciable opción del prosaísmo no redunda en poesía del desencanto, lo simple, oscuro o abyecto, y la versificación expandida -con algunos buenos momentos de fogonazos, ocurrencias, alaridos- parece pedir revisión y poda (aparte de evidenciar numerosas erratas de edición), así como sugiere la conveniencia de reescribir los textos como prosas testimoniales, por qué no. Estos versos tienden a apagarse una vez señalada su referencia.
Sin embargo, he aquí un poema entero: "¿Se encontrará Dios allí? ¿O en Ritoque,/ Puchuncaví, Quiriquina, Chacabuco?/ 69.574 chilenos y chilenas que pasaron/ por sus aposentos./ ¿Es el altar de la patria?// Oh, ¿qué será de ellos?// Nunca lo supimos/ Nunca lo sabremos". Página que llama la atención positivamente por concentrar una pregunta radical, un breve catálogo como letanía, un número que remite a planillas burocráticas, resonancias fraternas al menos de Floridor Pérez y Gonzalo Rojas, la ironía autocrítica de lo nacional, el tópico ubi sunt (dónde están) en clave de Derechos Humanos vulnerados, cierta sabiduría del desengaño; todo, en un precipitado poéticamente, ya no sólo políticamente, dolorido.
Sujetos no-heroicos (2014) viene en formato de libro-objeto: "texto + imagen", como dicen los editores al homenajear aquella Gráfica Marginal primera, del período 1981-1982, cuando informan que este volumen reinicia el proyecto. Los rasgos de escritura de Cuevas reaparecen aquí, con la diferencia de estamparse sobre fotografías de escenas urbanas de los años del régimen. Por un lado, la construcción episódica de los versos, el uso de mayúsculas y otras notaciones intercaladas, parecen transitar naturalmente hacia una estética del desaliño y la urgencia, semejante a los rayados de las calles. Y, por otro lado, las fotografías movidas, de coloraciones saturadas y perfiles difuminados, complementan las palabras en un resultado movedizo, de inquietud constante. La eficacia está, entonces, en la suma "texto + imagen"; no por separado.
Es imposible soslayar la épica que anima, de revés, la escritura de José Ángel Cuevas. Precisamente, la importancia dada al sujeto corriente y el énfasis en la ausencia de heroísmo son formas de acentuar el deseo o la nostalgia de una gesta hacedora de sociedad. De ahí la permanente actualidad del buen poema "Alguien que pasea por la historia", de la antología Adiós, muchedumbres de 1989. Pero tampoco soslayamos la distancia entre asuntos y modos de escritura, que nos empuja a buscar afuera lo que la página no nos dio.