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Sobre Poesía de la Comisión Liquidadora de José Ángel Cuevas
(LOM Ediciones, Santiago, 1997. 74 páginas)

Por Bernardo González Koppmann

 


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Se van a cumplir 20 años de la aparición de este singular libro, que vino a potenciar una propuesta escritural que se ha ido consolidando sólida y fehacientemente en el tiempo. Después de una lenta y acuciosa relectura, me animo a abordarlo ahora en esta breve reseña.

La poesía de JAC (Santiago, 1944) recoge en el presente trabajo no sólo la desaparición de una familia en el contexto de los años 70, con disputas culteranas al interior de una sociedad sobre ideologizada, justo en el meollo de una época donde ardía Troya a lo largo y ancho de nuestro territorio, sino que, además, da cuenta con total lucidez del brutal saqueo cultural perpetrado a la sociedad toda y del desmantelamiento paradigmático que significó - y ha significado hasta nuestros días - la secuela de la dictadura en Chile después del sádico golpe de estado. Todo lo anterior focalizado específicamente en Puente Alto, ciudad satélite del gran Santiago. “la ciudad está completamente a oscuras / acá adentro // los niños crecen / se endurecen / Todos se endurecen para resistir” p 51. De eso trata esta poética, ni más ni menos.

Cada época tiene su poeta, y Pepe Cuevas sin ninguna duda se yergue como la voz más clarividente de los veteranos del 73; voz, digo, que viene a esclarecer ética y estéticamente, tropezando con la sintaxis academicista si es necesario, y a palabrazo limpio, las sinrazones últimas de la derrota y el rotundo fracaso de las utopías del movimiento popular criollo. Así, nos da cuenta de la desarticulación y atomización, cuando no del individualismo y hedonismo que hizo mella en la moral combativa de los ex sindicalistas y obreros conscientes y organizados que construirían un nuevo país, poniendo en práctica las cuarenta medidas del programa del gobierno de la Unidad Popular. El poeta desencantado, frente a este inédito estado de cosas, escribe: “los trabajadores no se conocen a sí mismos / no hablan con nadie / están ahí, nomás / toman vino acostados en el suelo / con sus herramientas / viandas secas / frente a la pantalla” p16.

El hablante se asume marginal, y desde ahí contempla el mundo que se desmorona. “Aquí desde este lodazal les habla este tal para cual” p11. De esta manera, ante el panorama inmenso, se presenta nuestro juglar asqueado y malhumorado en medio de las ruinas. “Es un sueño negro // olor a vino seco pegado a las tablas / manchas de mugre / locura de cada día // nadie limpia nada // no sacan los papeles del baño / los habitantes están allí // ajenos al wáter tapado / duermen / sueñan / en medio del caos” p12.  Evidentemente, los que vivimos esta experiencia traumática en carne propia damos fe del desgano vital que afectó a las gentes sencillas y consecuentes de nuestro pueblo. Sin embargo, lo más valiosos de la propuesta de JAC, a mi humilde parecer, es que del caos boyante que nos desintegraba, de esa descomposición que nuestro autor llama Poesía de la Comisión Liquidadora, emerge una extraña inteligencia, lucidez y perspicacia que tanto echábamos en falta en el panorama poético chileno, un tanto alicaído después de las altas cumbres (Mistral, de Rokha, Neruda, Huidobro, Parra, Rojas, etc.) a que estábamos habituados. Zurita, Maquieira, Becerra, Riedemann y algún otro nombre que se me escapa han intentado cambiarle el pelo a esta incuestionable realidad en las últimas generaciones. La escritura de Pepe Cuevas, entonces, en nada desmerece al más pintado para instalarse con total prestancia, tanto formal como semánticamente hablando, entre los poetas más relevantes del horroroso Chile, desde el mismo instante en que bombardearon el palacio de La Moneda hasta el día hoy. En la actualidad brotan por aquí y por allá bardos y rapsodas que hacen sus apuestas escriturales con prestancia e irrefutable calidad, esperando días mejores. “ahí van por los caminos / drogados / bebidos / con su sombrero al viento / los rotitos” p 28.

En este poemario compuesto por 39 textos, ordenados en tres apartados (“Un plus materialista-histórico”, “Finiquito y rendición de cuentas” y “Letanías para entonar en las noches chilenas”) nos sitúa desprejuiciada y descaradamente frente a la nueva realidad que aún no sabemos si todavía va en franca decadencia, si tocó fondo irremediablemente o si ya empezó a plasmarse en un nuevo mundo, un nuevo país o una nueva ciudad con otros fundamentos. “estamos muy lejos de la realidad / y dirigirse allá es un vía crucis / pueden pasar años / por las malditas calles en demolición // Ese es el asunto / nuestro actual cuento de hadas” p 20.

Con un lenguaje maduro, macerado y me atrevería a decir que inconfundible - “creo que me estoy transformando en un verdadero / poeta de Chile” p23 -, podríamos vincular esta poética a los ya lejanos beats, al iconoclasta y siempre bien ponderado Parra, incluso a Lihn por su talante escéptico y desmitificador; agreguemos como influencia también al realismo sucio de Raymond Carver, que hace polvo y paja el yo romántico tan inserto en la tradición lárica y lírica del léxico poético chilensis, tanto urbano como rural; además, ¿por qué no?, incorporando como música incidental de fondo un concierto rockero en off a un volumen más o menos moderado porque ya se está haciendo tarde, muchachos. JAC con estos elementos levanta una poesía más que necesaria para reconocernos en un nuevo escenario, despojado de todo subterfugio o pactos acomodaticios, porque esta palabra y esta vida tan maltratada en tiempos de penuria nos urge crear un nuevo dialecto con los mismos signos, pero recargados a todo dar con otros significados. “las formas se han desfigurado / en el panorama post / solo los adolescentes hacen su numerito / y las mujeres que hablan como camioneras / llevan zapatones / y escupen // la depresión se lo ha devorado todo / la psiquis recibe mucho, pero / mucho latigazo / la existencia / y los modos de existencia // Estos barrios transnacionales // Un inmenso trozo de Vida / dimos por terminado // perdida la autoestima / tenemos continuos insomnios / síntomas de ansiedad / faltas de memoria / hasta ideas suicidas // pero vamos a salir adelante / Sí / Sólo falta que todo se pudra más / y más y más” p 58 y 59.

Con el trascurso de los años, insertos en esta postdictadura que ya se ha prolongado demasiado, se han venido cumpliendo impajaritablemente todas y cada una de las muertes y maravillas que profetizó el poeta Cuevas; vaticinios, insisto, a los que viene siendo expuesto nuestro territorio visible e invisible en carne y hueso, despiadadamente, y de forma tal que nos abisma la infinita paciencia, por decirlo elegantemente, de nuestro pueblo.

Nada que decir, Pepe. “Sé que estay (escribiendo) mejor que nunca / ¿Qué querís que te diga?” p 31.

Talca, 5 de agosto de 2016.



 

 

 

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