Soñar con América o el Canto General... Y reunir los sueños nuestros, de los que fueron y de los que son, en un volumen para hacer conversar a aquellos grandes visionarios que en el siglo pasado indagaban en la naturaleza y en los destinos de las repúblicas nacientes, con revolucionarios que se jugaron todo en las décadas 60-70, y con pensadores y artistas que hoy continúan esa búsqueda... Tal es el propósito de la antología "Utopías y antiutopías latinoamericanas" (Ediciones de la Vía Láctea) de José Ángel Cuevas. El propio autor lo dice: "No pretendo ninguna tesis que no sea poner en el corazón las cosas nuestras".
En su libro aúna y amarra textos de Simón Bolívar, Francisco Bilbao, José Martí, Luis Emilio Recabarren, José Victorino Lastarria, José Carlos Mariátegui, Juan Rivano, José María Arguedas, César Vallejo, Jorge Luis Borges, Gabriel García Márquez, Ernesto Che Guevara, Rubén Darío, Juan José Arévalo, Ernesto Cardenal, Ariel Dorfman, Raúl Zurita, Juan Rulfo y varios más. "Por las limitaciones de este trabajo, tuve que dejar de lado a Neruda, el peronismo y muchos otros aportes y vertientes".
A José Ángel lo conocemos como poeta, a través de sus libros "Efectos personales y dominios públicos", "Introducción a Santiago" "Canciones rock para chilenos", "Adiós muchedumbres" y "30 poemas del ex poeta José Ángel Cuevas", además de antologías poéticas. Es también ex profesor de filosofía (exonerado en 1986) y uno más de los subempleados que pueblan este país. A mucha honra, se reconoce a sí mismo como un hombre de 1970, de aquellas que se quedaron en Chile.
—¿Qué le llevó a hacer este "collage" como llama a "Utopías y antiutopías..."?
—"Una cosa muy simple: la necesidad que tenemos los chilenos y todos los que conformamos las colonias fundadas hace cinco siglos de considerar, como primer elemento, que tenemos una historia más o menos común, un lenguaje y una realidad común. Me pareció absolutamente necesario hacer este trabajo para entregarlo en este momento de tanto vacío y confusión, para que los jóvenes y cualquiera persona que pretenda replantear cosas cuente con este 'téngase presente' de lo que nosotros somos. Porque este libro es eso, un téngase presente".
—¿Es una licencia de poeta mezclar las voces de Bilbao, el Che y Borges, por ejemplo, que no tienen mucho que ver en cuanto a lo ideológico, a épocas y estilos?
—"Es eso lo que convierte a este libro en un collage. Se trata de juntar cosas que aparentemente no tienen relación, hacerlas sacar chispas unas con otras y llevar la mente a saltos, de un lado a otro. Pero no en forma desordenada, porque hay una hilación. En la sociedad existe una correlación entre el espacio copado por el accionar político y económico, y estos espacios de palabra poética y literaria. Así, en este libro hay una relación entre lo político, el destino de nuestros países y la literatura y el arte".
—¿Hay en eso un afán de ampliar la visión de nuestra realidad?
—"Creo que poco a poco se está volviendo a tomar el hilo de lo que somos. Antes se simplificó mucho, sobre todo aquellos que se valían de manuales para aplicar las citas marxistas. Esta idea de la complejidad viene nuevamente a problematizar todo y a mostrarnos que la realidad no es nunca simple".
—¿Demasiada teoría?
—"No se trata de eso, sino de evitar el dogmatismo y enriquecer la cultura de Izquierda con cantidad de elementos. Hace poco leía un estudio acerca de que uno de los daños más grandes que han sufrido los trabajadores está en lo síquico. Vivir en una sociedad injusta produce una amplia gama de sicopatías en las clases oprimidas, que va desde la depresión hasta la esquizofrenia. Todos sabemos de las montañas de diazepam y de bromazepam que se consumen en Chile. La delincuencia, muchas veces, nace de una sensación de no tener nada, que es algo que crea la misma sociedad de consumo. En fin, pienso que hay que unir una infinidad de cosas. Los sicólogos y los sociólogos deberían formar parte de un gran congreso para hacer un programa de reconstrucción de la izquierda, cuyo perfil se ha desdibujado después de la derrota del socialismo mundial y de las mismas izquierdas latinoamericanas".
—¿También deberían participar los artistas?
—"¡El problema es que son tan vanidosos! Tienen un ego inmenso. Deberían participar sus obras, pero no los artistas, porque son egomaniáticos y megalómanos. Son como 'niños bonitos'".
PAÍS SURREALISTA
—¿Qué significa ser "un hombre de la generación del 70"?
—"Para mí, 1970 es una fecha crucial, en la que desemboca la suma de elementos de todo tipo -de masas, teóricos, artísticos, afectivos, populares- que abren la posibilidad de que el pueblo tome el poder. ¡Y eso es una maravilla! Me siento un hombre de esa armazón, que fue traspasado por esos procesos, y que forma parte de esa generación que creyó posible cambiarlo todo".
—¿Qué hombres vinieron después?
—"De todo. El yupi, el hombre pragmático, el oportunista, el enmascarado... Antropológicamente, hemos pasado por muchos tipos de chilenos. Ahora priman el pragmatismo y la astucia para vivir. Pero también hay quienes verdaderamente guardan en su corazón el horror de este infierno del que venimos saliendo y que no pueden olvidar. Esa mayoría silenciosa convive con otros chilenos formados al lado del televisor y con aquellos que se lavan las manos por los crímenes que cometieron, que se ríen y hacen borrón y cuenta nueva. Hay otros que antes eran de Izquierda, sumamente revolucionarios, que se fueron después del golpe y ahora, de vuelta, ocupan altos cargos, viven con espléndidos autos y rodeados de maravillas. Para mí, eso es una traición increíble; equivale a caminar encima de un muerto haciéndose el tonto. No sé si se dan cuenta de que están viviendo así, porque 'otros' entregaron sus vidas: esos jóvenes que ametrallaron en las protestas y aquellos que lucharon y que hoy están en la marginalidad más absoluta. En este momento esta es una sociedad sin ética, en la que se dan paradojas tremendas. De repente, la vida de los chilenos parece una película de Chaplin, una gran locura.
Tal como dice Mario Carreño, este es un país surrealista".
—¿Cómo le gustaría que se usara su libro?
—"Me gustaría que lo usara la gente de Izquierda. O sea, que el movimiento popular, y principalmente los jóvenes, lo sumen como un elemento más a sus estudios teóricos y a la reconstrucción que se está haciendo, con vistas a retomar la lucha de los pobres latinoamericanos, de las capas medias y de todos los que queremos una sociedad distinta".
—¿Por qué principalmente los jóvenes?
—"Porque hay una gran mayoría que está defraudada, que no está ni ahí, que 'no pesca'... A lo mejor tampoco van a pescar esto, porque quizás no tenga la seducción del pensamiento rockero, de la new wave o de la new age. Tampoco es echarse el gorro para atrás ni ponerse un aro. Pero si alguien quiere, seriamente, meterse en lo que nosotros realmente somos como pueblos, con todo lo que tenemos de mestizaje y de hibridez, creo que este libro le caerá de perillas".
—¿Se puede ser original, como país, como continente, en un mundo cada vez más homogeneizado por el libre mercado?
—"Esa es mi esperanza. Uno es, tal como lo plantea el sicoanálisis, algo que quizás está olvidado. Uno se rebusca y se reencuentra y se va retomando y reconstruyendo a sí mismo a partir de elementos olvidados, de puntos que no han sido trabajados porque están en la oscuridad. Y las oscuridades latinoamericanas son enormes; hay mucho más de oscuridad que de luz".
—¿Qué importancia le asigna a la cultura popular en el rescate de nuestra identidad?
—"Siempre creí en la cultura popular, en el sentido de considerar al pueblo como el depositario de los sueños del país, lo que a su vez se manifestaría en los cuentos, en el lenguaje, en una ética que permita vivir en la solidaridad. Pero después he visto que la gente del pueblo es la primera que se entrega al televisor, al 'copete' y a una serie de hábitos que destrozan su vida. Tal vez eso ocurra porque este es un pueblo que fue derrotado y que, en cierta medida, se lumperizó. En definitiva, creo que hay que desarrollar un trabajo muy complejo para reconstituir la cultura del pueblo".
—¿Se siente escéptico?
—"Me salva del escepticismo sentir que las magnitudes temporales de las cosas son mucho más amplias que la vida personal. Si el proceso de formación del movimiento popular chileno demoró 70 años, no espero que se vaya a reconstruir en 10 años o en el espacio de la vida mía. Estoy feliz de haber vivido todo esto, de haber sido un elemento más dentro de todo ese inmenso espacio de mundo, que sigue permaneciendo ahí, en la oscuridad, en ese "olvido" inconsciente... Este es un proceso de muy atrás y de una esperanza larga".
—¿Existen bases para desarrollar una filosofía latinoamericana?
—"Justamente en 'Utopías y antiutopías...' recogí dos fragmentos de Carlos Ossandón y de Susana Munich, que hablan de eso. Lo que plantean es que hay que comenzar a leer la realidad 'desde acá'. En relación a la cultura popular, Carlos Ossandón dice que hay que buscar una filosofía, no en los libros, no en una elite, sino que en el sindicato, en los pliegos de peticiones, en las oficinas, en la calle, en las poblaciones populares, en la proclama, en el partido, en las festividades religiosas campesinas, en las reducciones indígenas, etc."
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Téngase presente la utopía
"Utopías y antiutopías latinoamericanas" (Ediciones de la Vía Láctea, 1994) de José Ángel Cuevas.
Por Julia Barrientos
Publicado en PUNTO FINAL, N°323, agosto de 1994