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Un pueblo que no es pueblo: «Capitalismo tardío» de José Ángel Cuevas
Mago, 2013

Por Nelson Zúñiga
Publicado en http://poesiaycritica.wordpress.com/ 16 de Febrero de 2014



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Con una cubierta en la que se evoca el reconocible estilo de Alfaguara, la editorial Mago lanzó en diciembre de 2013 Capitalismo tardío, el más reciente poemario de José Ángel Cuevas. Esta lógica de vender la obra a partir de la imagen del autor es una decisión editorial que pareciera ignorar la amplia carrera de Cuevas, ya que con más de 20 títulos publicados, el autodenominado ex poeta tiene más que ganado un lugar en el campo literario chileno, por lo que abarrotar la cubierta con una fotografía suya parece no tener lugar en el proyecto escritural de José Ángel Cuevas.

Capitalismo tardío está dividido en 5 secciones más un epílogo. Cada una de estas partes posee una línea temática que, a grandes rasgos, ordena los poemas de cada sección. Como conjunto, el libro retoma el gran tópico de la producción más reciente de Cuevas, como es la devastación cultural producto del maridaje entre los 17 años de dictadura y los 23 de posdictadura. Con algunos altibajos en la calidad de los textos, el poemario se centra en exponer la banalidad promovida por el mercado y su propaganda; esta banalidad se transforma en desolación total cuando se contrapone a la clara apología que el ex poeta hace sobre la vida de los sectores populares y estudiantiles previa al golpe de Estado.

Sin embargo, estas características, que ya integran de manera indisoluble la obra de Cuevas, son solo algunos de los aspectos que llaman la atención en Capitalismo tardío. En este libro se radicaliza particularmente uno de los elementos propios del trabajo del autor, como es el dialogismo, expresado aquí como una interpelación directa al lector por parte del hablante. Esto se traduce en que el poema, en cuanto construcción verbal, abre directamente los fuegos, iniciando o finalizando con apelaciones y preguntas al lector.

Estas preguntas no parecen cumplir aquí una mera función retórica, sino propiciar o abrir un diálogo –una reflexión− en el lector, ya que muchas de ellas se dirigen a que este último realice una evaluación, emita un juicio o, al menos, suscite una valoración de lo expuesto en el poema. De alguna manera, estas preguntas y apelaciones apuntan a un afuera del poema, hacia donde pretenden dirigir la atención del lector.

Esta función dialógica se vuelve más recurrente en la Parte dos del poemario, subtitulada Aparato público. La sección se inicia con el Poema 232: “Señor lector:/ ¿le interesaría a ud. saber a dónde fueron a parar/ las hojas de vida de afiliados, usuarios, anotaciones,/ expedientes, años de servicio y cálculos previsionales/ de las cajas de empleados públicos y periodistas (…) particulares? / ¿quiere saberlo?/ OK” (p.33). La interpelación al lector es más que un artilugio convencional; se vuelve un cuestionamiento respecto de la posición de cada lector frente a la situación política actual de Chile.

El dialogismo de los poemas se complejiza cuando, además de las preguntas y respuestas, estas últimas incorporan el uso de estructuras impersonales. Cuevas ejecuta aquí una fina ironía, al involucrar la presencia de terceras personas que, de forma fantasmal, inciden en la vida de la sociedad. Esto puede verse, por ejemplo, en el Poema 4, también perteneciente a la Parte dos: “Sus hogares llenos de niños/ llenos de mundo. / Empezarán a caer. / Porque a los deudores de la Banca se les aplica/ Repactación forzosa y Máximo interés convencional (p. 37). ¿Quiénes aplican estas medidas? Queda claro que los sujetos mencionados deben dinero a ciertas instituciones, mencionadas colectivamente como “la Banca”, especie de hidra de mil cabezas, pero paradójicamente sin rostro. A los deudores, dice el autor, se les aplican ciertas medidas… esta impersonalización oculta al sujeto, lo distancia de su acción, pero al mismo tiempo lo señala pragmáticamente. Este juego de ocultar y develar enriquece la lectura de los poemas de Cuevas, siempre políticos, siempre con un ojo en la historia, y hace que el lector se involucre en el diálogo con sus propios conocimientos y experiencias cotidianas. En el fondo, lo que parece sustentar este poemario ‒ y probablemente toda la obra del autor‒ es la constante referencia a una ideología, entendida esta no como partidismo, sino como la consecuencia propia de la persona que no transa sus valores y principios. De ahí tal vez que los poemas de Cuevas se dirijan con tanta vehemencia a un pueblo que se olvidó de que era pueblo y asumió ‒ dictadura mediante ‒ los anti valores de la clase empresarial.

El poema Fotografía de época fusiona el dialogismo con otra de las obsesiones recurrentes de Cuevas: el rescate del pasado. Pero no se trata aquí de un pasado en abstracto, como ‘idea’, sino un pasado situado materialmente, reconocible en sus vestigios. La fotografía evocada en el título parece cobrar vida mientras avanzamos en la lectura: “En las inmediaciones del viejo molino/ San Cristóbal/ se hacen presente montañas/ campos floridos/ ríos que fluyen// Hay poleas que suben/ y bajan a lo largo de la calle Exposición (p. 40). Podemos ver la acción: la producción del molino, situada en un Santiago donde el trabajo y la industria representaban la posibilidad de los trabajadores de alcanzar un porvenir  más próspero. La vida colectiva y un proyecto de país se evocan aquí por medio de la imagen de la producción y el trabajo. Sin embargo, un silencio se teje sobre esta imagen, el silencio del lector, tras la pregunta que cierra el poema: “Ud. ¿sabía eso?” (p.40)

En otros casos, las preguntas funcionan resemantizando el cuerpo del poema. Es lo que sucede en Carrete, donde se nos muestra justamente la imagen del jolgorio generalizado en torno a la selección nacional de fútbol: “se ven mujeres con su bandera tricolor/ pegada al pecho y saltando/ en pubs cantinas bares de la Nación/ ¡qué inmensidad nacional, Dios mío!/ ¿no creen ustedes? (p. 56). Aquí la pregunta al lector ironiza el contenido y el desarrollo previo del poema, haciendo que todo el imaginario en torno al fanatismo futbolero se revele como una mueca, una máscara que trata inútilmente de ocultar el vacío del consumo capitalista. Esta visión contrasta fuertemente con uno de los poemas más conocidos del autor, Mundial del ’62, donde el futbol se presenta mucho más como una fiesta popular y no una excusa para la promoción de las grandes marcas. Una breve lectura comparativa de ambos textos podría darnos una idea de la dimensión de los cambios sociales que tanto obsesionan a José Ángel Cuevas.

Capitalismo tardío se presenta como la invitación a un diálogo, a una conversación donde la memoria, la política y la literatura son, entre otros, los temas propuestos. Un diálogo que resulta siempre interesante y variado. Para los asiduos a José Ángel Cuevas será un nuevo encuentro con su poesía inconformista y evocadora, para los lectores más noveles es una gran oportunidad para iniciar una conversación franca y abierta con uno de los poetas más influyentes, activos y prolíficos de la escena literaria actual.

 



 

 

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