"Canciones rock para chilenos" Poemas de José Angel Cuevas, Colección Barbaria. Santiago, 1987. 38 páginas. Por Alfonso Calderón
Publicado en APSI, 28 de junio-5 de julio, 1987
Veinte años atrás —y no después, como en el libro célebre—, José Angel Cuevas, de pie en un mundo abierto, dispuesto a oír todas las palabras, entonó los cantos de gloria, al igual que lo hiciera el poeta antiguo de los Epinicios, de aquel Mundial del 62 que es parte de nuestras epopeyas asordinadas. La fuerza de ese poema largo sostenía un coro que hacía de la pelota de fútbol, del gol, de la jugada "de laboratorio" un mundo mágico (y no hay que olvidar que Alberti cantó alguna vez a Platko, el gran arquero húngaro; y Vinicius de Moraes, a Garrincha, "el ángel de las piernas torcidas"). Todo era parte de un rito del país que aún no había llegado a convertirse en mazmorra ni al necesitar ser sobreseído de penas y de muertes.
Hoy, a la vuelta del camino, el escritor se apodera del rock, sin afanes lisérgicos, para proyectar un mundo que se ha ido al fondo de la miseria, sin vuelta posible en tiempo breve, porque habrá que emprender trabajos de Hércules cuando deje de ser el campamento que hoy es. Escribe:
Creíste que eran pampinos . . . . . . . . mineros . . . . . . . . portuarios que venían . . . . . . . . textiles, gente de la construcción . . . . . . . . y del salitre . . . . . . . . con su casco en la mano desde los 4 puntos
Pero no, eran sólo limosneros
cuadrillas de mendigos pordioseros en . . . . . . . . , , , /
silencio que pasaban
pidiendo algunas sobras,
monedas
algo que echarle a la olla ese día.
No hay rock que valga en la lucha que el poeta ve como un reclamo de ultratumba, en nombre de todos los que padecieron humillación, tortura y muerte; pero, en el fondo, hay el tanteo de un canto de amor que va a ir aventando las desesperanzas, poniendo los puntos en donde corresponde y aceptando que las pautas de un mundo que va a nacer permitan reencontrar otro mundo que fue anulado por la gloriosa Nada de estos trece y más años. Por eso canta con una especie de falsete rítmico, como el de ciertos temas de Violeta Parra, terrible música de la muerte que nadie mereció del "otro", presumiblemente hermano suyo, semejante, paisano, o un "yo mismo" que son la culpa, el miedo, la frecuencia del fracaso.
No se remite este "rock para chilenos" a la anécdota, sino que condesciende al aletazo de la teoría de la mala muerte, de lo que se ha visto y oído. En cada verso, la elegía asoma y se pierde en un pasado cuyo hilo es necesario escoger como norma de la sutura:
Yo me voy por el año 73, cantando
entre la multitud
Me saco el sombrero y saludo a la población . . . . . que pasa camino de la muerte.
Y, en el fondo, la música sigue sonando en el pasar y repasar en la búsqueda de algo que es más, muchísimo más que la esperanza. Es el afán de dar testimonio de que el hombre es más fuerte que todos los golpes que hay en la vida, los propios y los ajenos. La vasta multitud que hay en cada uno de los seres humanos repite aquí cómo hay que decir la lección, cómo se aprende a vivir, lo cual es saludable y legítimo, como cada uno de los temas de este rock con variaciones.
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Poemas de José Angel Cuevas, Colección Barbaria. Santiago, 1987. 38 páginas.
Por Alfonso Calderón
Publicado en APSI, 28 de junio-5 de julio, 1987