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La novela del golpe, de José Ángel Cuevas
Santiago de Chile: La Calabaza el Diablo, 2013
Por Jorge Etcheverry
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Esta novela es también un testimonio o crónica ficcionalizada, o incluso, ampliando quizás los márgenes del nombre, una novela histórica, pese a su carácter fragmentario y a la ausencia de esa voluntad de omnisciencia que tradicionalmente caracteriza a las novelas históricas, en que los narradores son dioses que elijen dar cuenta irrefutable y detallada de un período, sus circunstancias y personajes. La presente novela, escrita a raíz de los cuarenta años del golpe del 73, se inicia de manera casual, en una conversación en un conocido bar santiaguino y se plantea como un recuento de las circunstancias que desembocaron en el golpe “Anoche discutimos fuerte con Carlos Cabrera sobre cómo trabajar la Novela del Golpe, hasta las tres de la madrugada en el Bar Baquedano cubierto de botellas y mesas llenas de gente feliz”. Ésas son las palabras iniciales de ese narrador personaje y testigo. Cabrera es un personaje a quien este narrador de alguna manera encomienda la tarea de establecer o rescatar al Grupo América “—Tenemos que hallar los Cuadernos del Grupo América, sí o sí, cartulina amarilla con una marca de F. Santana en la portada y repartidos en la Feria de Escritores del Forestal, playas de Chile, underground del Pedagógico, a fines de los sesenta hasta el setenta y tres, poemas de Etcheverry, Nómez, Cayo Evans, Silva y Araya. Tipos llenos de imágenes, montañas de desperdicios industrial, bloques de oficinas, ríos, guitarras y bosques” (7). De entrada. Y en la página 9 se sitúa este presente contemporáneo desde el que no tan sólo se rescatará y revivirá el pasado del golpe, si no que se iniciará una investigación en busca de los documentos perdidos, vestigiales o traspapelados por décadas del Grupo “—Oye Cabrera, te digo y te repito; aquí estamos hablando de casi cuarenta años atrás. ¿Cachai?. No existía metro, ni celular y a nadie le pasaba por la mente lo que nos tocaría vivir desde 1973” (p.9). ¿Porqué la vinculación del golpe y el Grupo América?. Hay que hacer notar que en el interior, en una página en blanco se repite el título, pero con un subtítulo:. “La novela del golpe. O los muchachos del Grupo América”. En una alternancia del presente y el pasado, la narración se despliega a través de la memoria parcial y anecdótica en este contexto de las peripecias literarias, políticas y porque no decirlo bohemias de uno de los grupos que formaron parte de la rica y multifacética experiencia de la poesía chilena de los 1960 y que careciendo de la organicidad de sus otras agrupaciones poéticas, no ha sido registrado en la misma medida. Estos personajes aparecen actuando o mejor hablando junto a muchos otros actores en la anécdota del friso de los acontecimientos previos, contemporáneos y posteriores al golpe, con la frescura de la inmediatez, gracias a un estilo narrativo en que pululan el detalle, las claves y datos de elementos contemporáneos, el diálogo coloquial, los documentos, las intervenciones del personaje que narra. El Grupo América es el grupo en que, podríamos decir, militaba poética y en gran medida vivencialmente Cuevas, y que claramente proponía llevar la poesía y la cultura al pueblo desde una perspectiva revolucionaria, sin que falte como se decía ese elemento bohemio “A continuación se piden tres botellas más y es ahí que se acuerda crear el Grupo América, entonces Etcheverry se pone de pie y solemne dice: “ Armemos un grupo, sí, pero un Grupo de Acción Poética para ir a las poblaciones Nogales, 26 de Enero, la Roostvelt, Lo Valledor, Pincoya, etc. Jaime Silva tiene amigos allí” (16).
Al lector se le ocurre de inmediato el precedente de otra novela centrada en un movimiento poético, los infrarrealistas de Los detectives Salvajes (1998), de Roberto Bolaño, que aparecen bastante más ficcionalizados que los poetas del Grupo América en la novela de Cuevas. Algunos podrán decir que la del ex poeta no habría existido sin la de Bolaño, al menos en lo relativo a los poetas que hablan y merodean en sus páginas, deambular que se entreteje en el contexto nacional principalmente urbano y santiaguino pre y post golpe. El lector interesado no podrá sino reparar en que las dos agrupaciones mencionadas, la mexicana y la chilena, son prácticamente contemporáneas. Si bien el “Grupo América” no se planteó en sus inicios manifiestos ni opiniones estético poéticas, sí tuvo una clara posición en lo relativo a la circunstancia política del momento, de la relación entre el quehacer poético y cultural con la política, con las masas, como lo revela la Declaración de principios del Grupo América 1970, de la página 17 de esta novela. Algunos de los miembros de este grupo, bastante suelto y variable, tenían por así decir una “doble militancia” en la Escuela de Santiago, en que la relación poética con los infrarrealistas es más clara. Como apunta Gonzalo Millán: “un ejemplo sería el movimiento infrarrealista fundado en México por dos jóvenes poetas chilenos que ahora viven en España, Bruno Montané y Roberto Bolaño. Creo que su poesía tiene ciertas afinidades con el estilo de la Escuela de Santiago (entrevista a Jorge Etcheverry en Contemporary Poetry IV.4 (1982): 48-72) . La Escuela, agrupación poética controvertida de los sesenta, buscaba una poesía que representara a la urbe y se alimentaba de raíces vanguardistas. Recibió la condena casi unánime de los medios por una antología de poesía chilena publicada por la revista Orfeo en 1968, que fue bastante parcial. Pero la imbricación de la Escuela y el Grupo América fue innegable. “Encontré este manifiesto del Grupo América, que me pasó el Lucho V.”, dice Cabrera en la página 127. Pero el texto que sigue es un pedazo del manifiesto mío de la Escuela de Santiago, que apareció en los 33 nombres claves de la actual poesía chilena, antología publicada por la revista Orfeo en 1968.
Entonces, la idea de la formación de un grupo de poetas comprometidos con las luchas sociales da origen al Grupo América, y así se presenta en esta novela, de manera casual y por intervención de personajes, que como la mayoría en la novela de Cuevas, son voces que se reproducen o sujetos que se interpelan, entre una miríada de actores personajes muy rara vez descritos con mayor concreción, presencias que se nombran y que intervienen, dialogan, discuten, instaurando en la lectura la urgencia de un presente. Así, esta novela permite una ojeada a los sesenta, primeros setenta, poéticos e históricos chilenos, bastante alejada de la visión aséptica y simplificada que es la que en definitiva recogería la institución cultural, en general basada en el consenso y simplificada a lo más, por así decir, sencillo o normal.
Una cosa innovadora, o quizás simplemente curiosa, es que en esta novela, los personajes reales, los protagonistas de las anécdotas literarias, bohemias o políticas, que en general creemos que son ciertas, no aparecen enmascarados por nombres ficticios, como ocurre en las novelas en clave e históricas, aunque el nombre real de los protagonistas novelescos pueda ser corriente en la narrativa histórica y testimonial, como por ejemplo en Ampuero, pero en el caso de la ficción en general son las figuras históricas o famosas las que se novelan o las que intervienen. ¿Es quizás parodia, en este caso, lo que hace aparecer a estos poetas en general marginales y a otras figuras de la época y de esos círculos con su nombre y apellido reales? Dado el carácter un poco juguetón, podríamos decir, de esta novela, puede que Cuevas esté parodiando incluso al testimonio, pero como decimos sin acidez, sino rescatando aspectos de esa multifacética experiencia de un ambiente o grupo específico, esforzándose en mostrar la imbricación de este microcosmos en la situación de ese entonces. Se puede decir que esta novela sigue muy de cerca, o es otra versión, de la poesía de Cuevas, que trabaja sobre la cotidianidad urbana, sus actores y modos de expresión, y el ambiente discursivo, textual y documental del contexto histórico. Es así una novela en clave, que funciona en dos niveles, uno para lector común, que se entregará a la lectura de esta prosa ágil y captará la vividura (como decía Unamuno) de este estado de cosas. La otra es una lectura en clave para los muchos involucrados, para quienes el reconocerse ellos, sus coetáneos y en general los hechos en que tomaron parte agregará otra dimensión a la lectura. Aquí el texto parpadea en lugares, nombres, sucesos, muchos de ellos trágicos, otros divertidos o superficiales, que solo podrán realizarse plenamente para quienes hayan de alguna manera participado o vivido ese tiempo y ese lugar. Reconozco por lo tanto que esta lectura en mi caso no podía sino ser sobredimensionada.
Pero ese mundo sigue vigente, se resiste al cambio aparente, a la poda, a la transformación y el olvido. Los protagonistas de ambos bandos, con varias décadas de más, se pasean por las mismas calles. Los problemas que originaron el gobierno de Allende y el golpe siguen vigentes. El periplo del rescate de los textos y memorias del Grupo América, una hebra de este entramado, es una faceta más del intento del registro histórico de las circunstancias del golpe, de su plasmación de la sociedad actual chilena. La novela del golpe. El libro que no se cierra