"Lo que doy
es lo que tengo
y he de dar mi sangre
a cambio de tomar mi propio rumbo"
Isidora Vicencio es poeta por necesidad. Huye, por eso, de lo banal, de lo inauténtico, de los caminos trillados. Su búsqueda verso a verso en el papel es también indagación vital, sed de conocimiento. Por eso su apuesta por la palabra va más allá de la palabra, es aire y es silencio:
la respiración se sincroniza
con el ritmo de las olas
el conjuro no era hecho de palabras
sino del aire
(p. 36)
***
quiero dejar que mi nombre se disuelva
solo así podré habitar la casa
que es toda silencio
(p.21)
Y en ese bosque en el que habita se traspasan los límites y se abraza el misterio de las contradicciones. Así, como lo anuncia el título y la cita inicial de Rilke, "la muerte que cada uno lleva en sí / es la fruta en torno a la cual todo gira". Si en su primer libro, Casas enterradas (LAR, 2018) proclamaba que "la belleza nos salvará de la muerte" (p. 42) aquí la muerte es corazón del verbo, puerta o ventana sin fin que ahonda y ahonda: "una ventana que mira dentro de sí misma" (p. 27).
La decisión de esta poeta que no es de ningún lado -"Hace tiempo que no soy de algún lugar / ni del norte ni del sur" (2018, p. 26)- la lleva de abismo en abismo, y su inconformismo la conmina a indagar incansablemente, a desprenderse de lo accesorio, de todo equipaje que la retenga, para volverse "animal olvidado que habito cómoda" (p.21). Es por eso también que su búsqueda es nocturna, ciega: "caminando de noche sabemos / la frecuencia en que vibra la hoja que cae" (p. 23); "hija de la noche / conocedora del estado primigenio / de las criaturas" (p. 45). La noche es, como la muerte, el corazón del misterio, y también es la puerta al ser desde su misma disolución, comunicado con el todo-nada: "El día / nace de la noche" (p.45). Esta dualidad se expresa de distintos modos: "se olvida / y se vuelve a conocer" (p. 41); "El amor hay que enterrarlo / en un cofre de madera / abandonarlo y esperar / a que le broten las raíces / se confunda con los otros / e n e l b o s q u e " (p. 39). La muerte no es, pues, fin, sino principio, es fecunda como el vientre de la sombra.
El mar es también imagen de ese inicio: "La mar que vamos siendo / una sombra cambiante / sigue ahí (...) / en ella he de hacer memoria / para volverme su nombre" (p.38).
La poética de Isidora Vicencio inquiere los oscuros límites, se entrega al oleaje del bosque de la noche para encender preguntas, avanza en la corriente y llega al otro lado, allá, a encontrarse, tras haberse perdido, como aquellos pasos en la selva de Alejo Carpentier.
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Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Los oscuros límites
Reseña de Oficio de muerte de Isidora Vicencio
Ediciones Kultrún. Valdivia, 2022, 60 páginas
Por Javier Aguirre Ortiz