Proyecto Patrimonio - 2018 | index | Marcelo Rioseco | Jessica Atal | Autores |
Rioseco tan sufrido
2323 Stratford Ave, de Marcelo Rioseco.
Uqbar Editores, Santiago de Chile, 2012, 84 páginas
Por Jessica Atal
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio, Domingo 19 de mayo de 2013
.. .. .. .. ..
"Sentado al pie de la nada", Marcelo Rioseco no está tranquilo en su cuerpo, su cabeza, su ciudad, ni en 2323 Stratford Ave., su tercer libro de poemas. Mantiene con el mundo "una relación de tregua y bombardeo", indeciso, perturbado, desesperanzado y totalmente crítico hasta con sus pensamientos. Más aún, con el acto de pensar. Para qué, si pensando no se llega a nada. Es este abismo nihilista y la ausencia de un sentido elevado de la vida lo que, paradojalmente, da vida y contiene sólidamente los más de sesenta poemas, reunidos aquí como una sola y larga queja.
Con emociones estancadas, con una feroz tendencia al caos, un Rioseco exasperantemente sufrido llega a cuestionarse incluso la utilidad de la poesía. En este punto, debo advertir, la cosa se pone seria. Porque la poesía no se escribe ni se piensa con fines prácticos. La poesía es por y para la pura poesía; en última instancia, la belleza. El fin poético es estético y emotivo. Pero a un Rioseco ya carente de pasión, la experiencia de vida le ha robado hasta eso. Este libro, más simple en cuanto a estilo y escenario que los anteriores, se mueve en el desgano, entre sueño y cansancio. Su único grito entusiasta lo escuchamos -en tono muy huidobriano, aunque desde el otro extremo de la actitud creacionista- cuando propone hacer "fracasar" al poema: "aceptemos la pérdida", proclama, acercándose a Eduardo Anguita.
Entonces, más allá de la náusea existencialista, no queda sino indiferencia, pesimismo: "¿Para qué desear ser si no se puede ser?/ ¿Para qué soñar si soñar es querer ser, pero veladamente?/ ¿Para qué imaginarse otro si no se es otro, sino uno mismo?". Por eso su ansiada muerte (gran poema es "Hoy he muerto puntualmente"), si nada tiene en este libro -ni fuera de él- cierto peso específico. Los objetos, como las ideas, flotan sin masa, sin ser más o menos importantes que otra cosa. Hasta "La vida es real e irreal al mismo tiempo".
No nos equivoquemos, eso sí, sugiriendo que la de Rioseco es poesía metafísica como la de Anguita. Este último solo escribió desde el gozo del ser, desde el éxtasis, y no desde el ego victimario e invasivo. Como general pasando revista a sus soldados antes de una batalla donde no se correrá otra suerte más que la derrota, Rioseco cuestiona hasta el cansancio su existencia, y por qué, nos antojaríamos pensar, si aún es joven este poeta "y sin embargo nada" parece ya faltarle por hacer, por escribir. Es simplemente la sensación: soledad y frío, la nieve y el silencio de la nieve. Afuera no ocurre más, porque se existe en el no espacio y la tendencia es a la no acción. La vida sigue igual en Stratford Avenue, como alguna vez pudo ser Santiago, siendo algo o casi nada, porque solo se trata de "(...) estar/ y luego, dejar de estar".
Rioseco se ha distanciado de las grandes ligas que veíamos en Espejo de enemigos (2010), de ese lenguaje grandilocuente y esos personajes tan romanos y heroicos que finalmente se resumían en máscaras y posturas y palabras difíciles, pero qué. Qué queda de eso finalmente. Rioseco ya entiende el poder de la palabra, el verbo que mata o deja vivir. Todo lo que necesita un poeta. La esencia pura sin "excesos notables", sin oro contado en secreto, sin fortunas de tantos imperios ni ciudades imperiales, sin amantes de dulces y venenosos besos. La historia ya es historia. Y la propia no es eterna.