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Perros Literarios
Una cuestión animal

Por Jessica Atal K.
La Panera, N°61, 9 de junio de 2015


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Qué escritor no ha tenido la fantasía -salvación bendita o mágica idea- de incorporar un perro en la trama. Un animal que desate furia, violencia, salvajismo. O, por el contrario, que sostenga un amor que bordea lo humano. Llevar la figura del animal a nivel protagónico. Un animal al que se le puede hacer de todo. Tratarlo despreciablemente, maltratarlo, matarlo incluso. Lo curioso es que el animal también tiene el poder de maltratar, agredir y asesinar de vuelta. El mundo literario, al igual que el real, está lleno de perros y perras, pues el mundo de las perras, así como el de los perros, es otro universo, a nivel paralelo, de lenguaje arquetípico, de madre, amazona, raíz.

Sobre la condición animal y la condición humana se han aventurado filósofos como Jacques Derrida (1930-2004), Gilles Deleuze (1925-1995) o Giorgio Agamben (1942). En literatura, el espectro de autores es increíblemente amplio. Thomas Mann (1875-1955), Virginia Woolf (1882-1941), el Nobel sudafricano J.M. Coetzee (1940). La lista sigue con Mario Vargas Llosa (1936) -y su tremenda novela "La ciudad y los perros" (1963); "El coloquio de los perros", de Miguel de Cervantes (1547-1616); "Patas de perro", la apuesta local de Carlos Droguett (1912-1996), entre tantos otros, que han querido exhibir, explicar y entender la relación entre el perro y el hombre.

"El mundo de los perros y la literatura (condición humana y condición animal)", de Bernardo Subercaseaux -junto a Cristián Montes y Megumi Andrade-, es uno de los últimos estudios realizados sobre este tema. Hay, dando vueltas, una serie de polémicas filosóficas y morales, puntos históricos, sociales y políticos, y diversas emociones graves (entre la semejanza y la extrañeza), en lenguajes que se sobreponen y se mueven -conmueven, a fin de cuentas.

El perro es un animal desafiante. A nivel semántico, el universo que despliega la concepción antropomórfica (el perro visto desde el ser humano, pues, por lo demás, desde qué otro punto lo podríamos mirar) sobre la condición animal, es inmensa.

Un acierto indiscutido del cine, por ejemplo, fue "Reservoir Dogs" ("Perros de la calle"/"Perros de reserva", en México), de Quentin Tarantino. La película, estrenada en 1992, ganó una serie importante de premios. Con sólo 30 mil dólares de presupuesto inicial (acorde al costo de una obra independiente), el estreno de Tarantino como director terminó con más de un millón de dólares en el bolsillo luego de la intervención de Harvey Keitel como coproductor, además de actor de reparto. Keitel y otros actorazos, como Steve Buscemi (Mejor Actor Secundario), Tim Roth y Lawrence Tierney, desempeñan papeles que rayan en el genio, la violencia y la locura. La obra viene, además, enmarcada en la banda sonora que incluye la exquisita "Little Green Bag", de George Baker.

ALGO HUELE MAL

El universo canino es clave en -y para- el entorno humano. Las relaciones entre canes y humanos son estrechas. Algunos aventuran que lo son cada vez más. No sólo adoptamos dichos y formas animales, sino que los perros comparten nuestro día a día, tomando espacios importantes en la vida de sus dueños que, de otro modo, hubiesen llenado otros humanos. O ninguno. Es significativo el hecho de que este animal ha compartido al lado del hombre, como señala Subercaseaux, toda su historia.

Veamos cifras de alto impacto. La industria globalizada del "animal mascota", junto al mercado de alimentos para perros y gatos, en Estados Unidos asciende a 15 billones de dólares anuales. A esto se suman 10 billones de dólares ¡sólo en salud canina! Y la diferencia entre países desarrollados y subdesarrollados se ha llegado a medir en proporción a la cantidad de perros vagos que hay en determinado territorio.

Existe, por otro lado, la llamada "sociedad perruna", donde se dan fenómenos como inclusión/exclusión, segregación, estamentos y marginalidad, diferencias y desigualdades. Todo un universo. Pero si en las letras contemporáneas abundan historias que dan cuenta de estas relaciones, no todo lo que ocurre con los perros es bueno. En un ambiente difícil y traumático, es justamente dónde y cómo se origina el estudio de Subercaseaux.

Producto del azar, dice el autor, es este libro, así como la investigación que le dio origen. Siendo vicedecano de la Facultad de Filosofía, Humanidades y Educación, Subercaseaux debió hacerse cargo de la administración del campus Juan Gómez Millas, un espacio de catorce hectáreas donde llegaron a deambular -según señala- cerca de cuarenta perros vagos. Algunos mansos, pero otros bravos, además de pulguientos y enfermos. Lo más grave ocurría, sin embargo, en las noches, cuando algunos estudiantes se retiraban tarde. Al abandonar el campus se exponían a ser atacados y mordidos por estos perros. En una oportunidad, se constató el ataque de una peligrosa jauría.

A partir de este hecho -y de las causas judiciales, policiales y de salud que lo acompañaron-, Subercaseaux explora la figura canina en autores tan variados como Miguel de Cervantes, Thomas Mann, Virginia Woolf, Mijaíl Bulgákov, Carlos Droguett, Jack London, Mario Bellatin, Mario Vargas Llosa y Fernando Vallejo, este último en la historia de violencia colombiana retratada en "La virgen de los sicarios", entre otros.

Los perros pueden ser refugio y salvación, por un lado, y plaga y muerte, por otro.

"Si tan sólo... yo también tuviera una cola", llegó a escribir la británica Elizabeth von Arnim (1866-1941). Su obra "Todos los perros de mi vida" (1936), con la ironía implícita en un título así, es una autobiografía donde aparecen catorce perros a lo largo de una historia que comienza en su niñez y termina en la edad adulta. Lo publicó, de hecho, a sus 70 años. Otro acercamiento local al mundo de los perros lo da Joaquín Edwards Bello (1887-1968) a principios del siglo pasado: "¿Han notado que nuestro pueblo no ama muchas cosas, pero se haría matar por su perro?", escribió con su habitual agudeza.

VIDA PERRA

Dentro de las cuatrocientas razas que se contabilizan actualmente, hay un perro muy antiguo y especial en la literatura occidental. Originario de la mitología griega, Cancerbero figura en el canto VI del Infierno en la "Divina Comedia", de Dante Alighieri (1265-1321), y es nada menos que un monstruo de tres cabezas al cuidado de las puertas del inframundo. Otro fantástico espécimen es el dios Anubis, mitad humano mitad perro, de la mitología egipcia. Generalmente está representado por un animal negro y salvaje.

Otras muestras de perros en la literatura son los simpáticos canes Cipión y Berganza, a quienes Cervantes otorga lenguaje humano. Ellos piensan y hablan, siempre en el tono picaresco de la época, pero, de todos modos, "mueven la cola y viven como perros".

¿Cómo vive un perro? La expresión, claro está, no connota nada bueno en el paradigma humano. Pero ocurre un fenómeno diferente en la realidad y una vida de perros puede llegar a ser muchísimo mejor que la de miles y millones de personas. hay perros que viven tan bien como sus amos. Son atendidos, cuidados y están lejos de vivir una "vida de perros". Es más, no la conocen. El perro es el mejor amigo del hombre y punto. En este escenario, perros como el perdiguero alemán de Thomas Mann, se roban la película. En su novela "Herr und Hund" tuvo una vida más larga que en la realidad. Otro es Flush, el perro homónimo de la novela de Virginia Woolf, y también está, entre tantos, Tulip, la ovejera tipo alsaciana, de Joe R. Ackerley (1956).

Un autor indiscutido en este universo es el mítico californiano Jack London (1876-1916), con sus perros de trineo, los paisajes fríos y Colmillo Blanco. Otro favorito es el canadiense Ernest Thompson Seton (1860-1946), autor de más de cuarenta libros y miles de ilustraciones sobre el mundo animal.

Cuánto de humano tiene el perro. Y cuánto de animal tiene el humano. De allí al tema de los derechos animales hay sólo un paso. Esta corriente -así como la del bienestar de las mascotas- ha tomado cada vez más fuerza en la sociedad occidental. Autores como Coetzee y el colombiano-mexicano Fernando Vallejo (1942) han donado grandes sumas de dinero para resguardo de los perros. A fin de cuentas, el asunto es más que pura nariz y lo cierto es que literatura sobre perros hay para rato. Y no está mal reflexionar sobre quién es más animal, después de todo: el perro o yo. Cuando se echa a volar la imaginación entre perros literarios, también se suman los perros humanos, cómo no.



 


 

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