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Un primer bocado
David Preiss. Ediciones Tácitas, Santiago, 2011, 81 páginas
Por Jessica Atal
Revista de Libros de El Mercurio, Domingo 28 de julio de 2013
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Dan ganas de volver con este libro. Ganas de volver a ese estado enamorado puro, original, tan entregado. Sí, todas las cartas de amor son ridículas, sentenció Pessoa. Pero, a la vez, ¿a quién no le han tocado el alma -como si volviésemos a vivir ese primer amor ingenuo y pleno- los versos del poeta portugués? Eso también nos pasa al leer la poesía de David Preiss. De alguna manera, tocamos -o volvemos a tocar- pasiones y lugares del alma que recién despiertan, que se empiezan recién a conocer.
No acompaña a este Bocado de portada blanca y lisa ninguna reseña biográfica del autor. Sin embargo, podemos intuir y adivinar su juventud. Este tipo de poemas de amor acaso se escriben una sola vez en la vida. Porque esa pasión a la vez hastiada e ingenua difícilmente se repite. Habría que permanecer eternamente joven, tomando agua de una vertiente secreta, como Ñusta, la mítica princesa quechua. Pero en la mayoría de los casos, nuestras pasiones y emociones -así como nuestras palabras- envejecen y maduran a la par que nuestros cuerpos.
Preiss, en todo caso, está muy lejos de eso aún. Sus versos, livianos a pesar de la pesadez y negrura de la noche, se alimentan de ese fresco amor de beso/boca/labio en donde difícilmente se delinea la frontera entre lo que es palabra y lo que es boca o piel, o mujer. A través de la mujer se llega a la poesía y a través de la poesía se llega a la mujer: " No hay gestos que permitan alcanzar el otro gesto / sobre un lecho ya sitiado por el hedor del amor". Todo se contamina, se funde. " No te hablo, mujer / lanzo palabras a tu rostro./ Tiro guijarros en la arena./ Te hago el amor con las palabras".
Pero el amor nunca es del todo armónico. El amor, la mayoría de las veces, no es más que el inicio de un dolor. Salvo casos excepcionales como el idilio shakesperiano entre Jessica y Lorenzo -y es acaso debido a las célebres palabras de ella ("But love is blind and lovers cannot see the pretty follies that themselves commi t ...") que se salvan de un desenlace desastroso-, el amor en literatura tiende a un destino trágico a lo Romeo y Julieta. Y cómo no, si ese amor imposible o no correspondido es de todas maneras más inspirador que el amor equilibrado. Así, en Bocado, también hay un hablante enamorado que sufre en el silencio, la distancia, la espera. Y es a través de esa espera como se entiende el tiempo, motivo constante en todo el libro. En un tiempo cargado de nostalgia, un tiempo que separa a los amantes, habita la memoria, el frío, la herida. Siempre el extravío: "Giras y rodeas tu propio laberinto", escribe Preiss, recalcando el estado intranquilo, la ausencia de luz, la fugacidad del sentimiento, el gesto siempre mortal.
Si bien el contenido habla de una situación herida, la estructura de este libro se sostiene sólida, sin siquiera rasguños. Preiss experimenta, y versos del tipo "buscando un rastro de tu rostro en esa sombra" son recurrentes, así como son las formas verbales que aluden a la creación o, en el mismo proceso, a la destrucción: trizar, trazar, arrojar, rasguñar, lanzar, quemar, liberar. A veces encuentra. Otras se pierde y retrocede. No importa. Lo esencial es que en este hacer y deshacer se va desarrollando una trama de palabras e imágenes que saltan de un poema a otro, como sobrepuestas, como en una fuga musical, en donde los conceptos se repiten, en tonos diferentes, entretejiendo una estructura coherentemente encadenada.