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DIGNA ENVIADA DEL CONCEPTO
"Pérdida" de Jessica Atal. Ril Editores 2010
Por Luis Vargas Saavedra
Revista de Libros, El Mercurio. 29 de mayo de 2011
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La persona que habla en estos poemas es una víctima estoica, sobriamente trágica: su “pérdida” es el abandono o la lejanía del ser amado “que se aleja en orillas/ dejando por fin la playa/ sin huella”.
Su estoicismo consiste en la descripción poética que no aúlla contra ni se consuela con una deidad, porque, al carecer de fe, asume una zozobra existencial a secas. Pero, voluble y cambiadiza, en “Will God let me?” le pide a God que le conceda el ser poeta.
Empeñosa. Defendida por la terapia de ir de “la hora/ de las flores tristes”, “a la hora/ de la poesía incierta” (sin triunfo asegurado) y, paradójicamente, defendiéndose por la terapia al revés, de volver “al paraíso de la hora incierta”.
Sobre todo, es racional, pues pide que “seamos/ ante todo/ dignos enviados/ del concepto”. O sea, al nivel de la inteligencia que remacha el estoicismo de su infelicidad, sublimada a “prosa de poema”.
¿Cómo entonces no va a ser “una triste”? En varios poemas lo reitera: “encuentro mi tristeza/ conozco la primera historia de mi tristeza”. En “Al Sur de Gabes”, las creaturas tunecinas (un niño y una mujer, sobreviviendo en la guerra) se sueldan con su propia tristeza y la “tristeza universal”.
Quien se expresa es madre, según el poema “Un niño”. Allí se conduele maternalmente del sino trágico de un pequeño palestino predestinado al sufrimiento, y si ensamblamos éste a otros poemas, Jessica Atal se nos define como pacifista.
También se nos define como ecologista (en “La Playa”), donde oficia de limpiadora de la basura que infama la arena y por ende limpiadora de todo el mundo inficionado por nuestras desidias y lucros.
¿Qué expresa Pérdida?
Solidaridad hacia las otras vísctimas que también padecen pérdida y pérdidas.
Confianza en el poder de la mente (“dignos enviados del concepto”) la cual, ante el expolio del terruño, se crea un país invulnerable.
Desolación al quedar abandonada por el ser amado. Y, sin embargo, certeza de que sólo el amor triunfa contra la creciente desolación. Amor… con todos sus altibajos de presencia y ausencia.
Rutina vacía en medio de una actividad global “sin estructura ni trama ni ritmo”, pues “es más fácil así”.
Agnosticismo desesperado que no halla sentido en la realidad circundante, por carencia de fe que ofrezca respuesta trascendental: “yo no creo en nada y qué”. “¿y Dios ¿dónde está Dios? / lo siento, ya no vive aquí” (“Hierba”). No obstante, sospecha de que exista un sentido oculto: “tiene que haber algo/ tengo que o no tengo nada”.
Zozobra de vivir “sin sentido”, en “El lado oscuro (silencioso de ojos)”, uno de los poemas más fieramente hermosos del conjunto, da una visión pavorosa de cuando, acabada la descomposición, todo sea “polvo sin olores”.
¿Cómo están expresados los poemas de este acre libro? Ya se habrá percibido en las citas la ausencia de una puntuación demarcadora para lograr, en cambio, contactos y traspasos de sentido. Tampoco hay métrica clásica; ergo, carencia de ritmo: no es poesía declamable; en estos poemas las palabras no se ostentan, no se paladean en su belleza de concepto y sonido.
Se trata de una premeditada y eficaz carencia, una opción conceptual que se ajusta, creo yo, a la índole misma de todo cuanto logra expresar: su tristeza de víctima despojada y sin fe, su estoica paciencia para soportar la pérdida de lo amado.
Valiente expresividad, madura capacidad para comunicarnos su sino dramático sin gimoteos ni blasfemias, ejemplar gobierno de sí misma y de sus palabras, creando su propio lenguaje, sencillo y, sin embargo, desafiante de significados. Certero.