El supermercado
Por Javier Campos
“En lo que tal vez sea la víspera de una
espantosa imposición de muerte y destrucción sobre la población de
Irak —una población, hay que añadir, de la que más del 50% es menor de
15 años—, el Senado de Estados Unidos permanece callado. El Senado de
Estados Unidos sigue trabajando como si no pasara nada. Verdaderamente
estamos caminando sonámbulos por la historia”
Russel Byrd, senador norteamericano, febrero
de 2003.
Hoy día no voy a hablar de la guerra contra
Irak sino de un supermercado
lleno
de las más diversas comidas, inimaginables, necesarias y no
necesarias, frutas de los más apartados rincones del planeta, arroces
de todos los tamaños, blancos y de colores variados, los que producían
los indígenas norteamericanos, los que producían hace milenios los
chinos en el Asia, los hindúes en sus comidas aromáticas y sensuales,
porque todo el mundo sabe que el Kama Sutra se escribió después de
comer bien
aquí
viven las manzanas olorosas de diferentes colores y sabores, ésas que
en algunas partes del mundo no se han visto como se ven en este
supermercado, las que en Cuba son objetos de oro, que jamás han
crecido allí pero sí su dulce caña de azúcar que también está aquí en
este supermercado,
y las
uvas de Chile, rosadas y negras, blancas y gigantes como las aceitunas
de Sevilla, también los quesos de Francia, de Alemania, del lluvioso
Oregon, verduras que vienen de China, Malasia, Madagascar, Vietnam,
o de
América Central el oloroso cilantro o el ají poderoso de Oaxaca, la
cerveza de Polonia, Rusia, o de Nueva York, el ron de Nicaragua o el
más delicioso “Habana Club” de Cuba, los jamones de España o el país
Vasco, las naranjas gigantes de Florida, y las de Andalucía, los
tomates de Guadalajara, las cebollas chilenas para el ceviche peruano,
el pan
hecho de cereales infinitos dejan el olor a casa calentada y fraterna,
el pan de cada día está aquí cada hora, siempre, nadie pasaría hambre
en este supermercado,
y el
vino de Chile, de Argentina, España, Australia, Alemania, Hungría y de
California, todo esta aquí en este jardín , todo para nuestras
necesidades y las necesidades que no necesitamos, pero también las
necesidades que soñamos
aquí en
los estantes al alcance de la mano, están los frutos del universo,
tranquilos y apacibles, disponibles, la gente que camina por este
supermercado cree que estos lugares maravillosos están en todas las
partes del mundo, hasta en los más apartados lugares de Irak
este
lugar es el Jardín del Edén porque el Edén estuvo históricamente en
Babilonia, muy cerca de Bagdad la que fuera una de las ciudades más
hermosas del Oriente cuyos jardines colgantes se contaban entre las
siete maravillas del mundo,
porque
Bagdad fue también la ciudad donde nada más que allí pudieron
inspirarse las historias de “Las mil y una noches” después que los
amantes comieron y bebieron llenándose el corazón de placer y amor;
pero
más al sur de Bagdad estaba la ciudad de Ur, fundada en el año 4.000
a.C. donde nació el profeta Abraham, venerado por judíos, cristianos y
mahometanos
pero
nadie piensa en este supermercado que millones de bombas caen en estos
momentos sobre esa antigua Mesopotamia, (“la cuna de las primeras
civilizaciones humanas del viejo mundo” , dice la mismísima
Enciclopedia Británica);
pero en
este supermercado nadie tampoco piensa en la guerra ni en la antigua
Mesopotamia ni en el profeta Abraham ni en los cuentos de “Las mil y
una noches” ni en las bombas nucleares ni en los millones de muertos
que van a caer allí como insectos por el aire contaminado, por el humo
con uranio de las bombas, impurificando las aguas, los jardines, los
campos, los valles, los ríos y los Golfos, y todas las semillas, para
producir estos productos bellos de este supermercado apacible,
solitario, y con música ambiental
porque
la tierra será convertida allí, por mucho tiempo, en partículas de
uranio o bañada por billones de galones de petróleo crudo
en esta
Cornucopia gigantesca –o en el cuerno de la abundancia- nadie sabe qué
significa la guerra porque esa palabra no se ha pronunciado jamás
entre estas verduras, entre estos preciosos cereales, los miles de
sacos con los miles de granos de aromáticos café, los manantiales de
leche con mucha grasa, con poca grasa o sin grasa, las variadas
carnes, los pescados sabrosos de todos los ríos y mares del planeta,
el placer de comer las uvas en cualquier tiempo del año, paladear los
vinos incontaminados y luego hacer el amor
o sea,
tener la vida casi perfecta;
yo no
quería hablar de la guerra en este momento sino de este supermercado
donde cada día paso a buscar mis alimentos necesarios alegre feliz y
sin mencionar nunca la palabra
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. GUERRA.
abril de 2003