"Desde Machu Picchu a Bagdad
"
Por Javier
Campos*
6 de Mayo del 2003 , El Mostrador
Vivo a
15 minutos -en el estado de Connecticut- de uno de los más
prestigiosos museos de los Estados Unidos. El Museo Peabody de
Historia Natural de la Universidad de Yale, fundado en 1802. Es famoso
por su colección de dinosaurios y otros animales del periodo
mesozoico. También por poseer una de las mayores colecciones de 11
millones de especies agrupadas en diez divisiones, por ejemplo de
anfibios y reptiles; antropología; botánica; entomología;
invertebrados; zoología; paleontología de los invertebrados; zoología
de los vertebrados; estudio científico de los instrumentos, entre
otros.
En
marzo pasado inauguró (y hasta el 3 de mayo porque luego irá a otros
museos de Estados Unidos y del mundo) la mayor exhibición sobre los
más recientes descubrimientos sobre Machu Picchu. La exhibición
muestra con pruebas casi irrefutables las últimas y más convincentes
interpretaciones de aquella ciudad de piedra de los Incas, en los
Andes peruanos.
Siempre
se aceptaron –antes de la exhibición en Yale- tres interpretaciones
para explicar aquellas ruinas. Primero, fue el lugar originario donde
nacieron los primeros Incas; segundo, fue el lugar que sirvió como
último refugio de los Incas en su lucha contra los españoles en el
siglo XVI; y, tercero, que fue un centro espiritual sagrado para
mujeres que serían sacrificadas. La ciudad era el centro de las
“vírgenes del sol” cuya ceremonia era realizada por un sacerdote que
luego ofrecía al dios Inti el corazón inmolado de las "ñustas" o
jóvenes vírgenes.
Como se
sabe, fue un profesor de estudios latinoamericanos de la propia
Universidad de Yale, Iram Bingham (1875-1956), nacido en Connecticut
quien en 1911 (más dos expediciones a Perú en 1912 y 1915) se
autodeclaró "descubridor" e "interprete" (aunque ya se conocía el
lugar por gente de los alrededores) de la ciudad de piedra que estaba
más arriba de las casi inaccesibles ruinas de Choquekirau, a una gran
altura sobre el río Apurimac. Fue el propio Bingham quien elaboró las
hipótesis mencionadas que, por décadas, se aceptaron y fueron
reproducidas en libros especializados, artículos académicos, en los
textos de estudios y en guías turísticas.
La
reciente exhibición del Museo Peabody de Historia Natural demostraba
que aquellas tres interpretaciones propuestas por Bingham, y aceptadas
desde 1915, estaban erradas. Machu Picchu fue, realmente, un lugar de
recreo de los Incas. Como decir ahora, la casa veraniega de los
presidentes o reyes de algún país. La nueva interpretación se basó en
documentos legales españoles del siglo XVI y, principalmente, en
análisis detallados de la cerámica encontrada allí, joyas de cobre y
bronce, instrumentos diversos, objetos de las residencias, y restos de
fósiles.
Lo
paradójico, es que la mayor parte de la información existente, para
llegar a esta nueva interpretación, provenía de los mismo materiales
que Bingham había traído desde Perú en 1911 y 1915 (cerámica, objetos
múltiples y algunos fósiles, etc). Incluso quedaron por décadas
empaquetados en las cajas del mismo joven profesor. Permanecieron en
el sótano del museo de la Universidad de Yale como "tesoros
olvidados". "Allí seguían esos objetos empaquetados en las cajas originales
y envueltos en papel de periódicos del ¡New York Time de los años 20!"
dijeron la arqueóloga peruana Dra. Lucy Salazar y el arqueólogo
norteamericano Dr. Richard Burger, ambos curadores de la exhibición
mencionada y ambos especialistas en la arqueología inca.
La
profesora Salazar examinó minuciosamente la cerámica que estaba en
esas cajas olvidadas en el sótano y contradijo la especulación de
Bingham de que Machu Picchu estaba asociada con los Incas originarios.
Toda la cerámica, dijo la profesora peruana, viene del siglo XV y la
ciudad se comenzó a construir entonces alrededor de 1450 durante el
reino de Pachacuti (1438-1461). Junto a otras investigaciones, la
profesora Salazar y el profesor Burger concluyen que la ciudad fue
abandonada 80 años después de su construcción. Probablemente, en los
mismos años que los españoles derrotaban a los Incas en 1532. Con esas
nuevas investigaciones se demuestra que Machu Picchu no fue un refugio
secreto de los Incas para esconderse de los conquistadores.
Ahora,
que Machu Picchu fue un santuario para inmolar a las jóvenes "vírgenes
del sol" porque se encontraron allí esqueletos de mujeres, no era
cierto. Un estudio de la Universidad de Tulane mostró que la
proporción de esqueletos masculinos y femeninos era semejante. Como
fue una especie de lugar de recreo de los Incas, la mayoría de la
gente que vivía en la ciudad (750 aproximadamente) eran sirvientes,
artesanos, trabajadores, que mantenían la residencia imperial. Además,
no se encontraron entierros fastuosos pertenecientes a la elite Inca,
sino todas las tumbas eran de gente común. Más aún, si un miembro de
la familia Inca hubiera muerto en Machu Picchu, habría sido trasladado
inmediatamente al Cuzco. Esto último muestra que la ciudad no era,
esencialmente, una "ciudad sagrada"
Toda
esta impresionante información miraba y leía asombrado en ese museo
este abril, a través del análisis y muestras de ese material precioso,
de cientos de años, guardado en un museo. También me impresionaba que
recientes generaciones de antropólogos, arqueólogos, paleontólogos,
médicos, etc, pudieran analizarlos directamente y permitirles
recomponer el pasado de la Humanidad para entender mejor los orígenes
y las culturas de pueblos que vivieron en otras etapas de la
civilización humana.
Mientras paseaba por ese tranquilo museo de la Universidad de
Yale, a esa misma hora, en la ciudad de Bagdad, ya ocupada por la
fuerzas de la coalición, era saqueado un museo, dicen que el más
importante del mundo. Era el Museo Arqueológico de Bagdad. Y todo a
vista y paciencia de las tropas “salvadoras de Irak” que sólo miraban,
armados hasta los dientes, cómo iba y venía gente llevándose piezas
milenarias, destruyendo otras tantas, dejando aquel museo convertido
en un lugar en ruinas. No movieron los soldados, ni el Estado Mayor de
las fuerzas invasoras, un dedo para defender ese patrimonio
universal.
Reciente información habla de las siguientes destrucciones: "Se
calcula que unos 150.000 objetos prehistóricos, con un valor de miles
de millones de dólares, fueron robados o destruidos durante el pillaje
que siguió a la entrada de las tropas estadounidenses en la ciudad de
Bagdad. Entre los objetos robados hay joyas sumerias de unos 4.000
años de antigüedad y tablas con las primeras señales de escritura, y
que datan hace unos 5.000 años… obras perdidas en el caos figuran los
primeros ejemplos de la escritura y los sistemas numéricos de la
Humanidad".
Junto
al Museo de Bagdad, otro lugar fue arrasado por las llamas y el
saqueo. Era uno de los tesoros de Irak. Fue la Biblioteca Nacional de
Bagdad. Ardían a más de 100 metros de alturas cientos de documentos
antiguos, manuscritos de literatura árabe y coranes. Un corresponsal
de un diario inglés llamó a las fuerzas norteamericanas pero nadie
hizo nada para evitar las llamas ni el saqueo. Sobre la Biblioteca
Nacional de Bagdad, el diario El País escribió: "Era una joya
arquitectónica por su belleza, amplitud y servicios, comparables con
bibliotecas nacionales occidentales como las de París o Madrid.
Ocupaba 10.240 metros y estaba construida al estilo arquitectónico
árabe, especialmente las ventanas y las celosías".
Pero lo
siguiente resulta aún peor, como informó France Press, "antes de
iniciarse la invasión, varios arqueólogos norteamericanos fueron
recibidos en el Pentágono para sensibilizar a los militares por los
pillajes en lugares históricos. Se identificaron 5.000 lugares
sensibles de ser protegidos. Estaban informados. Todo esto se podría
haber evitado".
Hace
dos días regresé otra vez al Museo Peabody de Historia Natural de la
Universidad de Yale para terminar esta columna. Miraba con más
detención y admiración todo aquel material arqueológico de Machu
Picchu, guardado, catalogado, interpretado con las más recientes
tecnologías en los más distintos campos del saber humano para que se
pudiera apreciar el pasado de la Humanidad.
Por eso
resulta incomprensible y contradictorio que Estados Unidos se precie
de dar tanto apoyo a investigaciones en su propio país para que
rescaten e interpreten la historia de hace miles de años, pero al
invadir Irak el propio gobierno norteamericano -y británico- no haya
ordenado resguardar y proteger de inmediato aquel patrimonio de la
antigua Mesopotamia. Es decir, el origen de las primeras
civilizaciones humanas.
* Javier
Campos es escritor y académico chileno en EE.UU.