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"La Tierra Ósea" de Hugo Velazco

Por Johnny Barbieri

 

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La Tierra Ósea es el tercer poemario de Hugo Velazco. Poemario que en una primera lectura me ha sorprendido por ser un libro de riesgo. Los buenos poemarios tienen de entre muchos, dos méritos incuestionables – a mi juicio: la de ser un trabajo de propuesta (en esa intención de renovar el lenguaje) y la de gustar sin antes haberla comprendido plenamente como diría Hugo Friedrich.

El poemario es contundente en la medida que aborda un trabajo de innovación tanto en su función estética como en su función referencial. Un poemario que se aprecie de moderno, hoy en día, tiene que aspirar a renovar estos dos planos.

En La tierra ósea encontramos un trabajo con la estructura que nos parece realmente interesante: diez poemas y un epílogo, una distribución de los poemas enumerados cada cinco versos (la intención de la enumeración es siempre la de explicar los versos que merezcan una aclaración), el doble titulado o los titulados largos, la segunda voz (aquí señalado en cursiva), el slash para indicar algunas pausas, el paralelo de versos (utilizado una sola vez en el primer poema), el encierro entre paréntesis de algunas letras, el uso de la mayúscula en versos largos, la distribución de los versos a la manera de Un Coup de Dés de Mallarmé, etc. Nos gusta que el poemario no tenga una intención estructural como en algunos libros de poetas que blandieron la bandera del estructuralismo en nuestro país y que en su afán de renovar la poesía sólo mostraron trabajos ingenuos y vacíos en muchos casos. El poeta aquí –me parece- intenta otra cosa, se vale de una innovación estructural para reforzar todo un cuerpo estético, hacerla más contemporánea, más moderna, y sumar como unidad a su propuesta poética.

El lenguaje es limpio, está exenta de palabrería innecesaria, el verso de aliento largo es la adecuada para el intento de renovación que el poeta se ha propuesto.

Hugo Velazco no sólo procura una feliz inmersión en el plano estético, sino también lo hace en el plano referencial. Lo primero que me llama la atención es la especie de fusión de los espacios temáticos que utiliza. Por un lado encuentro una cosmología andina innata en el poeta y que se aprecia a lo largo de los poemas: “Ventea una talega exactamente como su rostro vacío / conforme”, “insoportables imágenes expandiéndose en el día / asechando los tejados rebosantes de ira / violentos como hocicos ecuestres rompiendo la noche / inexplicables como aves / inalcanzables como aquellos cerezos imposibles y altos / que quisimos comer en los rincones de la tierra.” “Y luego en casa./ Las fecundas enredaderas / las aceradas aguas de un pozo / los altos hollines abandonando la boca de los cántaros / para apretar la piedra y hacerse insecto que duerme”. Y por otro lado está el espacio marginal de la urbe, que es percibida por el poeta como un gran sistema caótico en la que vive, ama o sufre: “El día empieza con un pájaro en los basurales / y la resistencia de la niebla / en los vidrios / en los cables / en los dedos en los focos” “Cuantas veces perdido entre multitudes y avenidas / guiado porelestupordelasnochessangrientas / en la ciudad / & en los hoteles & los barrios de los gentiles / buscando vehemente / un mundo creado y leve / que fuese alas o atmósfera / boca o beso”.

Un aire suprarreal se hace sentir en aquellas voces fragmentadas que configuran todo el poemario. Aún así su poesía se muestra llena de contenidos, llena de historias sin mostrar por supuesto ningún tipo de ideologización que me parece muy acertada. Sobresalen los poemas: Primeras visiones de Odilón y Breve anécdota de Aira y el amante. En la primera la construcción de un personaje que creo es el engranaje de aquella metáfora mayor que es la tierra ósea, un submundo o un metamundo donde personajes alados, ígneos, desenterrados, ángeles caídos, etc, son los que hacen posible aquella realidad creada por el autor. Por otro lado en Breve anécdota de Aira y el amante existe una desacralización del ente mujer-virgen, y es arrastrada a los extremos más bajos del ser-mujer para hacerse una referencia más carnal.

No podemos evitar referirnos a dos voces mayores que en este libro están de alguna forma presente dejando rasgos de su influencia –al menos esa es nuestra impresión- por un lado el Rimbaud de la videncia, de las imágenes devastadoras, del desarraigo, y por otro lado el Antonin Artaud de la razón perturbada, de el lenguaje de la crueldad, del descender hasta tocar fondo.

Por último sólo queda decir que La Tierra Ósea de Hugo Velazco es un poemario muy contemporáneo en todos los sentidos, aporta en el despliegue de un lenguaje y una estructura de riesgo por la búsqueda de la innovación, que desde ya es la mayor valía de todo poeta.

Lima, Septiembre, 2011


 

 

 

 

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