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A propósito de la poesía de Raúl Heraud y Johnny Barbieri
POESIA DE LATITUDES
Por Alfredo Nicolás Lorenzo
Poeta y Ensayista / La Habana, noviembre 2009
Los libros tienen un espacio donde cada autor se entrega disolublemente al discurso creador, al comenzar a leer, toda obra nos resulta fantástica, desde el punto de vista del desconocimiento y el razonamiento por conocer que hay detrás de estos textos. Uno no sabe si de verdad puede adentrarse en los detalles o quedarse a medias, eso ha pasado con varios textos de diferentes autores, a mí me pasa lo mismo que los lectores; cada concentración de pensamiento me transporta a ese locuaz conocimiento interior que me da esa ventaja de andar y desandar por el lenguaje de poesía y poesía, acercándome al hecho de tener pocas contradicciones al leer un poema.
Si uno mira la poesía peruana se dará de cuenta que son disímiles el trato que se le da a cada obra, obra que se expone con un concepto visual, y que se apodera rápidamente de los gustos de los lectores, por ejemplo vamos si se puede analizar el camino que discurre y va de aquí para allá la poética fehaciente de Johnny Barbieri (Lima, 1966) y de Raúl Heraud (Lima, 1970); dos poetas que quizás por la variedad de sus textos tienen algo en común. En ellos dos hay un acercamiento cimero a los grandes clásicos de esta literatura, aunque con una mirada diferente.
Johnny Barbieri nos tiene acostumbrado a un discurso que no es breve, va más allá de su vínculo con las masas y de su movimiento social con la palabra, que de forma coyuntural nos va enviando con un ritmo musical todos esos textos cargados de magia y de cada posibilidad, de que tú quieras desmembrar cuando pasas revista por sus libros, seria poco ético por si fuera poco mencionar títulos como: Branda y la Mesón de los Pandos (1993), El libro Azul (1996), MAKA (1999), Jugando a ser Dios (2000), Carne de mi carne (2002), La Virgen Negra (2003), Libro Hindú (2005) y Yo es otro (2007).
Nótese que su capacidad creadora es más elevada a su creación de factor a factor, en el se realza todo el lirismo vanguardista de César Vallejo, José María Eguren, Carlos Oquendo de Amat, César Moro, José Maria Arguedas y otros que de forma clara y concisa ponen de manifiesto el elevado nivel de la poesía peruana.
En cada poema la necesidad de someterse a prueba y dar a maquinar cada detalle, te da las pautas de cada entrega, que el autor juega con los que se agolpan en los kioscos buscando su obra. Cabe destacar que Johnny Barbieri no se complementa así de fácil, el se apodera de eso que en el espacio de la voz llamamos vida, para comunicarnos que el esta ahí y no se va, sino que su búsqueda es continua y sabe que andar por ahí, por esta zona de luz y de palabra, lo llena de gracia para fraguar cada camino de sorpresa, que lo conlleve a seguir brindando poesía.
Ahora Raúl Heraud Alcázar, es el poeta de su tiempo, él va marcando los lazos comunicantes, con el acercamiento que se tiene de dar y dar por cada sentimiento de sabiduría que solo dios trae. Ese mismo trato visual que nos brinda en su obra es lo que lo hace trascender en el tiempo, aunque su porte temático lleno de simples variantes dan prueba de que cada uno de sus libros, dan la nota discordante en la poesía peruana actual.
Sus títulos dicen más de lo que paradójicamente el desea expresar, sino vamos a detenernos en un solo texto de él:
LA MAQUINA DEL TIEMPO
Tú creíste que el mundo era sólo vértigo anquilosado en la piel
música líquida
pabellón psiquiátrico donde todavía destruyen las
enredaderas
de tu mente
el grito desgarrado de tu carne
tu creíste remar hacia un infinito océano de esferas
y solo muerto has encontrado…
que esperabas del acto final
acaso la redención del hombre
o tal vez el clásico desenlace
de los torturados sueños infantiles
donde interpretabas humanamente
tu trágico arcano
dime quien te confino a esta parricida celda
al deletéreo amor
al precario niño que aún sueña
con las caricias de su madre
de quien al Gólgota
al cepo
a la extraña criatura de olas quebradas y no feliz
nada es real
excepto el llanto mudo
en la penúltima butaca.
Si nos fijamos después de leerlo, sentimos que es convicción de crear, y seguir siendo un creador por antonomasia, de cada texto se desprende ese intrínseco estado del hombre por pasar, por cada área de la vida, aunque usted no lo note, y se sabe que él está ahí, entre ritmo, música, poesía; dando solamente una cosa simple pero segura y es personificando cada poema. Raúl Heraud es en este deambular por la poesía una suerte de llenar espacios, su comunicación va más allá de pocas palabras, hay más, tiene ese poder que conmueve, que te detiene de manera que te expresa, lo que siente, con un sentido visual que pocos saben hacer; su poesía que a veces yo llamo un encuentro con la vida, me va trasmitiendo ese contrapunteo, ese desarraigó paisajístico que va llenando todos los limites de la geografía peruana, de música y lirismo de amor.
Estamos en presencia de dos poetas que saben que hacer, para continuar esa brecha de importantes autores de la poesía peruana, creo que no es necesario decir nombres, pero podemos hacer una excepción y mencionar que su capacidad creativa son las mismas que han dado, la posibilidad de adentrarnos en ese mundo mágico que es la poesía peruana, hay un glosario de autores marcados por el devenir del tiempo tales como: Manuel González Prada, Federico Barreto, José María Eguren, José Santos Chocano, Luís Alayza Paz Soldán, Abraham Valdelomar, Pedro S. Zulen, César A. Rodríguez, César Vallejo, Ernesto More, Alcides Spelucín, Magda Portal, Alfonso de Silva seudónimo de Alfonso Silva-Santisteban, Enrique Peña Barrenechea, Xavier Abril entre otros.
Es necesario tener vida para dar, para respetar la concepción creativa de todo lo que se puede sostener y hablar en materia de poesía peruana, si usted pasa por estas páginas, no agriete su mirada, no se indisponga para nada, concéntrese en lo que puede ser preciso para el diálogo con otras márgenes de la obra de cada autor, eso es lo que llamamos poesía de latitudes.