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Brahms era chileno

Por Juan María Solare
Publicado en revista Lateral, N°35, noviembre de 1997



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El padre del compositor, Johann Jacob Brahms (Heide/Holstein, 1806-1872), procedente de un ambiente campesino, fue el primero de la familia que tomó resueltamente la música como profesión, a pesar de la fuerte oposición paterna y contrariando la tradición comercial familiar.

Después de 5 años de aprendizaje, y con un certificado de aptitud de su maestro (Theodor Müller) en la mano, se estableció en 1826 en Hamburgo, la gran ciudad. Muy pronto se dio cuenta el joven que no era nada fácil ganarse la vida como músico en ese emporio comercial, a pesar de que había aprendido a tocar varios instrumentos de cuerda, flauta y corno.

Al comienzo tocaba corno en locales de baile del puerto, estruendosas tabernas de mariscos y tugurios de ínfima categoría, ubicados en barrios de burdeles donde regularmente se presenciaban escenas del más bajo tipo. Estas duras experiencias lo adiestraron para aprovechar inmediatamente cualquier oportunidad favorable.

Poco después consiguió su puesto de cornista en la milicia civil de Hamburgo, concretamente en el cuerpo de cazadores, lo que ya representó un paso adelante.

Como instrumento complementario (además de violín, viola, cello, flauta y piano), empezó a estudiar contrabajo. Consciente de que esta pluralidad lo dispersaba y limitaba su aptitud profesional, decidió concretarse en el contrabajo, un instrumento indispensable en los bailes, y que en esos géneros musicales tiene particellas más simples. Mediante esforzado estudio adquirió un cierto dominio del instrumento, que le permitió gradualmente aspirar a tocar en locales más dignos y en orquestas de pequeños teatros.

Pronto (desde 1831) consiguió integrar —primero como reemplazante y luego como miembro estable— el prestigioso sexteto (dos violines, dos flautas y contrabajo) del elegante local “Alsterpavillon”, donde se reunía la alta sociedad a presenciar las “Abendunterhaltungs-Musik” (veladas de música ligera), un popurrí de oberturas, arias y números de ópera, que se ofrecía todos los días de 6 a 11 de la noche. Se pagaba a los músicos pasando la gorra en las pausas entre obras.

Entre las historias de este local se cuenta que el conde Woronzow, de San Petesburgo, que una tarde estaba presente con su hijo entre el público, quedó tan fascinado con la música y se alegró tanto de oír tocar el himno ruso en su honor con amore, que no sólo puso una moneda de oro sobre la mesa, sino que quería llevar a los 6 intérpretes a Rusia, garantizándoles su felicidad. Aunque retiró su ofrecimiento después de madurar la idea durante dos semanas.

Mucho más adelante —bastante después de casarse— el padre de Brahms conseguirá un puesto de contrabajista en la Orquesta Filarmónica Municipal de Hamburgo.

Poco antes de iniciar su actividad en la Alsterpavillon, contrajo matrimonio —el 9 de junio de 1830— con Johanna Henrika Christiane Nissen (1789-1865), un ama de casa 17 años mayor que él, de una familia de una capa social bastante más alta, aunque económicamente venida a menos: entre sus antepasados había pastores, maestros de escuela, gente de negocios y algún alcalde. Se conocieron porque él alquiló un pieza en la casa de ella y de su hermana. Una semana después de conocerla —según le confió a su futuro cuñado— ya estaba decidido a casarse con ella, mujer intrínsecamente buena y materialización de sus aspiraciones al asenso social.

El 11 de febrero de 1831 (ocho meses después de su boda), nació su primogénita, Elisabeth Wilhelmine Louise, apodada Elise.

El tercer hijo de la pareja (Fritz), nacerá el 26 de marzo de 1835. También fue músico. El carácter de Fritz era muy distinto al de Johannes: “Vivaz y siempre dispuesto a las grandes promesas, sin que existiese nada detrás”. También en lo artístico, Fritz carecía de la seriedad y precisión de objetivos de su hermano. Ergo, siempre existió entre ellos una rivalidad latente, pues al dedicarse al mismo oficio era inevitable la comparación, y Fritz se sentía postergado por la naturaleza y el destino. En los círculos musicales de Hamburgo recibió el enfermante apodo de “El falso Brahms”. No se le puede exigir a todo el mundo que sea Johannes Brahms. Johannes percibía que le hacía sombra a su hermano, lógicamente, y escondía su culpa tras cierta belicosidad contra Frizt.

Pero el nacimiento del hijo del medio, el futuro compositor, se produjo en otras circunstancias: a fines de 1832, el citado sexteto de música del salón “Alsterpavillon”, inició una gira por Sudamérica. El padre del compositor viajó con su esposa, ya embarazada de varios meses, que comprensiblemente no se quería perder ese viaje por nada del mundo. Elise, la primogénita hija del matrimonio, quedó en custodia de la hermana menor de su madre, Frau Detmering.

La gira fue organizada por la flamante Sociedad Filarmónica de Santiago (establecida en 1827), y por iniciativa del berlinés Gullermo Frick (1813-96), un alemán que con posteridad (en 1840), se radicó en Chile conjuntamente con y por Aquinas Reid (1810-69), un nativo de Baviera que se instaló en Chile en 1844, donde compuso la primera ópera escrita en el país, “La Telésfora”.

Una noche, un grupo toca en Copiapó, una floreciente población al norte de Chile, y luego de la función, nació allí Johannes Brahams, el 6 de febrero de 1833. Mujer sumamente creyente, Christiane insistió en que se bautizara al pequeño en la iglesia (católica) del lugar, por si no sobrevivía al viaje de regreso.

Tres meses más tarde, el matrimonio volvió a Alemania y bautizaron nuevamente a la criatura, dando una fecha falsa de nacimiento. Así, Johannes Brahms nació oficialmente en Hamburgo el 7 de mayo de 1833 y fue bautizado (por segunda vez) por el pastor protestante von Ahsen el 26 de mayo, en la iglesia St Michaelis (hoy St Petri). Por vergüenza nunca reconocieron públicamente que el compositor había nacido en un “poblado indígena”.

Los pocos que lo sabían callaron con mucha más razón cuando el chico, muy pronto, comenzó a descollar. Hubiera sido un escándalo descubrir que Johannes Brahms —uno de los máximos representantes de la música alemana— hubiera nacido en otro rincón del planeta (aunque si ese rincón hubiera sido Nueva Cork, tal ves se hubiese descubierto antes).

“El chico nunca sabrá nada (…) su identidad nunca se pondrá en cuestión”, escribe desde Sudamérica Christiane (madre del compositor) a su hermana menor, que estaba en Hamburgo cuidando de su primogénita. Esta carta, fechada en Copiapó, se desvió en el viaje en carreta por la Patagonia argentina, y —tras formar parte de la colección privada de una familia de la zona— está archivada en la biblioteca municipal de Tandil.

Todo salió a la luz por esta carta perdida, descubierta por el investigador Iannis Eralos, que publicó sus estudios en el diario “La mañana” de Tandil, hace ya 5 años (edición del 13/oct/1992). Puesto que el periódico desapareció al año siguiente, y se publicaba en la periferia del mundo, el hallazgo nunca trascendió a los círculos europeos.

Puede parecer sorprendente que Brahms sea chileno, pero ¿por qué no?. También Claudio Arrau nació en Chile. Además, 3 años antes del nacimiento de Brahms, toda una compañía operística pasó por Chile: “En el año 1830 visitó Chile por primera vez una compañía de ópera; actuaron el Copiapó, la en aquel entonces importante “ciudad de la plata” del norte, donde estaba la primera casa operística del país. Estas visitas se continuaron anualmente hasta 1850. Bien temprano se hizo sentir la influencia alemana sobre la vida musical chilena”. Es más: varios solistas de reputación internacional visitaron esporádicamente Chile en el siglo XIX: Henri Herz (1850), Miska Hauser (1853) y Louis Gottschalk (1866). E incluso el hermano menor de Johannes Brahms, Fritz, tuvo serios disgustos con su familia porque estuvo varios años en Venezuela como profesor de piano.

Es vox popili, por otra parte, que Brahams incineró gran parte de sus primeras composiciones. La teoría corriente es que no las consideraba lo suficientemente dignas. A la luz de los hechos descubiertos por Eralos podemos deducir que Brahms quería liberarse de ese aire extra-alemán que nunca supo exactamente de donde le venía. Ser considerado, ya en vida, el “auténtico exponente de la música alemana” debía ser una gran carga. Y, como tal —en tanto portador de la antorcha de la identidad musical germana— Brahms no podía permitirse ningún desvío estilístico hacia lo sudamericano, hacia culturas de tradición dudosa y futuro incierto.

 

 

 



 

 

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