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Yevtushenko y Nicanor Parra
Por Javier Campos*
Con el poeta ruso Yevgeny Yevtushenko fuimos por dos semanas a Chile este mes de junio a lanzar un libro de poemas en español traducido por mí, y editado por la editorial LOM. Pero a su vez a recibir él de manos de la presidenta Michelle Bachelet, y del gobierno de Chile, la Condecoración “Orden Bernardo O’Higgins” en el Grado de Comendador que se le otorga a grandes personalidades extranjeras.
En su discurso la presidenta expresó: “Nos alegra entregar la Orden al Mérito Bernardo O’Higgins a Yevtushenko. Queremos que él sepa que esta distinción simboliza nuestro compromiso con el legado de O`Higgins, en primer lugar, la voluntad de mantener encendido el sagrado fuego de la libertad. Ese fuego sagrado que impulsó a Chile hacia la Independencia hace casi ya 200 años, y que guió la construcción democrática y republicana durante el siglo XX y sostuvo nuestra lucha por recuperar la democracia en tiempos difíciles. Arde también en la poesía de Yevgueni Yevtushenko, que vivió también tiempos difíciles y debió dar testimonio de su compromiso con la libertad, con todas las libertades. Por eso hoy celebramos en este día a este amigo de tierras lejanas, que ha sostenido la bandera de la poesía, que es sin duda la bandera de la libertad. Yevtushenko guarda en su memoria viva y en cada uno de sus versos gran parte de la historia del siglo XX, y mucha de la energía libertaria y creadora que abrió los caminos del siglo XXI.”
Las palabras de la presidenta de Chile no eran ni exageradas ni tampoco adulatorias en exceso pues la vida de Yevtushenko fue aquella descrita por Michelle Bachelet. Principalmente a partir de los 28 años, en 1961, cuando escribe en la propia Unión Soviética el estremecedor y denunciatorio poema –“Baby Yar”- contra la matanza de miles de judíos por los nazis en Rusia. En 1961 ya había muerto Stalin pero continuaba vivo su fantasma (leer por ejemplo su famoso poema “Los herederos de Stalin”).
Baby Yar era un barranco y estaba a las afueras de Kiev, muy próximo a un antiguo cementerio judío. Allí fue la masacre. Fue el 29 de septiembre de 1941, el día del Kipur, día del Gran Perdón. El Einsatzkommando 4, dirigido por el coronel de las SS Paul Blobel, con ayuda de la policía ucraniana, asesinó con metralleta a los habitantes judíos de una de las ciudades más antiguas de Rusia. La matanza duró hasta el 3 de octubre. Se dice que más de 100.000 cuerpos fueron asesinados. Las victimas que todavía respiraban las remataron. La mayoría de los asesinados eran judíos. Había muchos niños. Todos los cuerpos fueron quemados por los nazis y sus auxiliares ucranianos en la víspera de la liberación de Kiev por el Ejército Rojo, en noviembre de 1943.
Desde 1961 hasta la caída de la Unión Soviética en 1991 el poeta Yevtushenko vivió y sobrevivió como poeta e intelectual dentro de un régimen bastante revuelto en cuanto a la censura y a la falta de libertad de expresión para los artistas e intelectuales en general. Sobre eso hay mucha documentación, especialmente cuando, y ordenado por Gorbachov en 1989, se abren archivos secretos que continuaron abriéndose luego de la caída de la Unión Soviética. En una de las conversaciones con estudiantes en “Balmaceda Arte Joven” alguien preguntó a Yetuvshenko qué pensaría Neruda de la caída del Muro de Berlín si él estuviera vivo. Fue una respuesta larga y bien articulada (ojalá alguien la haya grabado) pero esencialmente respondió que si bien se hablaba de crímenes de Stalin éstos jamás se supieron en ningún detalle dentro de la Unión Soviética, entre la gente común, y también entre muchos dirigentes del partido que no estaban en la cúpula del poder, y eso a su vez se proyectaba, el silencio, hacia otros partidos comunistas del mundo. Yevtushenko dio a entender que Neruda no sabía lo que había ocurrido o lo que ocurría en la Unión Soviética cuando él vivía pero dejó abierta la respuesta sobre lo que podría pensar el Nobel chileno respecto a la caída del campo socialista si hoy estuviera vivo.
Pero también Yevtushenko desde 1961 fue el centro de ataques de escritores pues lo acusaron de ser parte del régimen para a su vez, decían, protegerse él mismo y poder viajar al extranjero en momentos que no dejaban salir a otros de la Unión Soviética. Incluso le inventaron la historia de que una vez Stalin lo invitó a leer poesía (cuando Yevtushenko era adolescente). Yevtushenko contaba también aquello en “Balmaceda Arte Joven”. El poeta ruso recalcó que eso fue una historia que alguien había inventado, pero, riéndose a su vez, Yevtushenko dijo que aquel cuento, por otro lado, se transformó en un escudo de protección para él mismo pues creyendo esa historia no lo censuraban completamente pues “había sido el poeta protegido de Stalin”.
Lo que Yevtushenko fue, y eso él mismo lo dice, es haber sido un rebelde en un momento cuando Kruschev denuncia los crímenes de Stalin y Yevtushenko aprovecha esa oportunidad para él mismo y denunciar o defender a otros un poco en los espacios de crítica al sistema que permitía Kruschev. No existe en ningún documento hasta la fecha dentro de esos miles de archivos desclasificados que se han hecho público desde 1989 donde aparezca alguna carta firmada por Yevtushenko mostrando que él haya denunciando a tal o cual escritor por disidente o acusando secretamente a sus propios amigos. Menos que fuera un agente secreto de KGB y que por la denuncia de Yevtushenko hayan ido a parar a los campos de concentración de trabajos forzados que en ruso llamaron Gulag y donde murieron millones, incluidos miles de artistas y escritores.
En una cena a la que fuimos invitados en Santiago este junio, contaba Yevtushenko una anécdota donde se muestra ese espíritu rebelde que las autoridades soviéticas toleraban. En ese sentido fue afortunado pero jamás fue un traidor. Contaba que en un viaje que le permitieron hacer a la antigua Alemania Oriental durante los gobiernos de Breznev (URSS) y Honecker (la RDA), dijo en alguna entrevista que él veía a futuro una unificación entre las dos Alemanias. Inmediatamente el gobierno de la Alemania oriental protestó que un “camarada ruso” se refiriera de esa manera pues le hacia el juego al capitalismo occidental. De Rusia respondieron que el “camarada Yevtushenko era sólo un poeta desinformado y que no representaba la posición del comité central del partido comunista soviético.”
En Chile Yevtushenko, dentro de mucha gente que vio y conversó --José Miguel Varas, Raúl Zurita, Jorge Edwards, Carmen Berenguer, poetas jóvenes, el ex-embajador chileno en la Unión Soviética Máximo Pacheco, entre muchos más--, quería ver a Nicanor Parra. Y gracias a la dirección de asuntos culturales del ministerio de relaciones exteriores de Chile (DIRAC) pudimos ir a Las Cruces, calle Lincold, donde nos recibió el poeta chileno un día sábado en la tarde. Era un día de un azul magnífico en Las Cruces. Desde la casa de Nicanor Parra siempre se ve y se oye el mar esté donde uno esté. La puerta de entrada estaba abierta y varios gatos entraban y salían con toda naturalidad.
Se abrazaron al verse y Yevtushenko no daba crédito lo que veían sus ojos. Una persona de 95 años cuya vitalidad era impresionante. “Tus ojos, Nicanor, tienen una vitalidad y una belleza que no he visto nunca. Espero que me la trasmitas.” Luego nos invitó a sentarnos y nos ofreció un té, luego avellanas tostadas y luego abrió una barra de chocolate. Hablaron de amigos y escritores rusos vivos o muertos u otros que se suicidaron. A la pregunta de Yevtushenko que cómo veía la poesía chilena actual, Nicanor inmediatamente dijo que la poesía era una inutilidad en estos momentos. “Ahora lo que son importantes son… los columnistas!, sí… los columnistas! Y hay muchos excelentes en Chile y yo los leo siempre!”. Nos pareció que lo decía con seriedad e ironía pero también una mezcla entre la burla y la verdad.
Y así transcurrió la conversación a varios temas pero siempre Nicanor Parra con una ironía y humor instantáneo donde no se sabe dónde comienza lo cierto y donde está la contra verdad de sus frases y párrafos. Cuando íbamos a almorzar a un restaurante que el recomendó –El Caleuche- le entregó de regalo a Yevtushenko una botella de vino Casillero del Diablo, pero antes escribió sobre la etiqueta: VINO (CASILLERO DEL DIABLO) Y SE FUE. NP. Nos reímos todos. Era un instantáneo anti poema para Yevtushenko sacado de ese humor parriano que no se encuentra por ninguna parte en la poesía del poeta ruso. Eran dos mundos, dos antípodas, dos continentes que se juntaban amablemente y sin duda ambos se querían y se apreciaban el uno al otro. Seguro que Nicanor Parra sabía toda la historia de Yevtushenko desde 1961. Sin embargo no se habló de política aunque de repente en el restaurante Nicanor Parra nos dijo: “Estoy escribiendo un poema que luego les leeré pero aún no lo he terminado”. Y era cierto porque siempre anda con un lápiz y en cualquier hoja escribe algo. Y nos dijo: “el poema se llama “Yo maté al Che Guevara en la Habana.” Y todos nos reímos.
Luego de vuelta a Santiago, conversando los dos sobre la visita a Nicanor Parra, Yevtushenko se reía mucho, especialmente cuando al despedirnos cerca de la playa en Las Cruces nos dio unos “abrazos a lo cubano” como él nos dijo. En el auto me preguntaba Yevtushenko si así abrazaban los cubanos. “No sé”, le dije. “A lo mejor es cierto pero yo no recuerdo en Cuba ese tipo de abrazos. Es otro anti-poema pero dramatizado de Nicanor Parra” Y Yevtyshenko lanzó una gran carcajada mientras volvíamos a Santiago pasando por la casa de Neruda en Isla Negra.
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*Javier Campos. Poeta, narrador, columnista. Acompañó a Yevgeny Yevtushenko a Chile este junio de 2009 y tradujo últimos poemas al castellano, Caminando sobre el tejado, editado por LOM editores.