Extraño oficio, de Javier Claure Covarrubias
PRÓLOGO
Luis Andrade S.
”La poesía es un arma cargada de futuro”
Gabriel Celaya
Extraño oficio constituye el segundo poemario de Javier Claure Covarrubias; el primero es Preámbulos y ausencias (Oruro, Bolivia, 2004) con prólogo de Alberto Guerra Gutiérrez, donde al autor marca los ejes temáticos y formales de lo que después habría de ser su poesía, signada por el amor erótico, el compromiso social, la escritura sobre la escritura, el oficio de escribir y, por supuesto, la nostalgia hondamente sentida por su tierra natal, su país y su continente, en Suecia, allá en la legendaria península escandinava, donde reside hace ya muchos años.
En este nuevo poemario que Javier Claure nos ofrece, después de seis años de silencio, se advierte una notable reafirmación, un paso cualitativo, tanto en lo formal como en lo temático, de un lenguaje predominantemente coloquial, hacia un lenguaje figurativo, cargado de nuevas significaciones, sin caer, sin embargo, en un vacuo retoricismo esteticista e insustancial. La poesía de Claure es clara, transparente, libre de retorcimientos metafísicos, pero plena de resonancias y vitalidad expresiva y, sobre todo, fundamentalmente humana y esencial.
Poesía lírica, confesional, intimista si se quiere, pero también imaginativa, ingeniosa y perspicaz, dotada de ritmo y musicalidad, que no se mueve en ambigüedades y circunloquios; Claure sabe lo que quiere decir y lo dice, sin ambages, con una sencillez que trasunta una alta sensibilidad estética y espiritual, ajena a disquisiciones sentimentaloides, sentimentalistas y facilistas, propias de seres escindidos por una dolorosa angustia existencial, por un lamento oscuro y crepuscular: Javier Claure, por el contrario, apuesta por una exaltación vital, un “Canto a la vida”.
Así como transita por los caminos de la nostalgia y la ausencia, por el amor erótico, el compromiso social o las visiones urbanas, lo hace también por lo más profundo del universo lírico, tocando a momentos incluso lo religioso y el amor maternal. De ahí que en este libro, Javier nos revela definitivamente su indeclinable, irrenunciable vocación poética, de la cual él, bien lo sabe, no podrá sustraerse más, y que en cierta manera le obliga a asumir ese “extraño oficio” que, finalmente, se convierte por obra del misterio en una razón de su ser, su vivir y su existir.
Quienes asumimos, por obra y gracia del destino, la predestinación o el llamado de la vocatio, ese noble y “extraño” oficio de escribir y, más aún poesía, sabemos con certeza lo arduo que significa la travesía de ese crucial ascenso hacia las más elevadas cumbres del espíritu, cuyos escarpados senderos sólo pueden ser remontados por quienes tienen la plena y absoluta convicción de que se trata de un acto de solidaridad humana, de un ascenso a la perfección, cuya cima se eleva muy por encima de las mezquindades y miserias humanas: desafío que Javier Claure ha decidido resueltamente asumir a partir de este segundo libro: Alea jacta est.
Santa Cruz, Bolivia, invierno de 2010