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Después del terremoto

Por Javier Campos

 

El terremoto de Chile fue  700 veces más fuerte que el de Haití dicen los expertos. En Haití murieron cerca de 250 mil personas, 300 mil heridas y un millón  quedó prácticamente en la calle, perdiendo todo. Se transformaron en mendigos.  La población de Haití es de 10millones. La de Chile es de 17 millones.  Ya se ha escrito las diferencias entre esos dos países  que han sufrido terremotos este 2010,  en enero en Haití y en febrero en Chile. Comparar la modernidad chilena a la de Haití es inapropiado. Haití es desde hace décadas el país  más pobre del hemisferio occidental. Una pobreza en tanto en su PIB como en su pobreza humana.  Chile ha desarrollado una economía pujante y se ha convertido en un país moderno dentro del continente pero que no tiene el 80% pobreza de Haití.  El porcentaje de pobreza en Chile es el del 13,7%  (2009). Si Haití hubiera tenido la intensidad de este terremoto que tuvo Chile, con seguridad habría sido una de las mayores catástrofes humanas en nuestro continente.

Hubo en Haití  un caso en que  un policía mató a una persona por robar un saco de arroz pero fue inmediatamente definido como crimen. Eso no se puede hacer en tales situaciones de catástrofe en ninguna parte del mundo. Pero en los siguientes reportajes sobre el terremoto en Haití no  se registraron, por ejemplo, robos que cientos de gente, como turbas desesperadas hacían  a tiendas o negocios. O asaltos  a mano armada en las noches e incluidos incendios a tiendas luego de robar.  Gente, como se vio  en Concepción, lanzaban alimentos, cartones de cigarrillos, lo que fuera, desde unas ventanas destruidas hacia la calle. Otros salían con una lavadora al hombro, televisores, computadoras. Abajo cientos de personas esperaba recoger lo que iban lanzando mientras un joven gritaba:  “Aprovechemos, esto no se volverá a repetir nunca más…” (eso  está registrado en videos puesto por el diario El Sur). Había gente que llenaba una camioneta con productos robados, otros los metían en autos, o carretas con caballos.

Algo similar ocurrió en Nueva Orleans durante el paso del huracán  Katrina en agosto de 2005.  Gente se lanzó a robar en los supermercados luego del huracán.  A causa de esa situación desesperada  se impuso allí  “La ley marcial” para atajar el vandalismo. Se vio por ejemplo a “La guardia nacional”  y a la policía en New Orleans con armas apuntando a gente. A  muchachos negros que arrancaban con cajas llenas de comida, ropa, botellas de bebidas, etc. Pero a  nadie mataron por robar como ocurrió en el caso de Haití ni tampoco ocurrió en Chile. Algo parecido  ocurrió en Concepción en una fotografía donde se ve a un carabinero apuntando con una pistola en el cuello de un hombre joven.

Me parece, sin embargo,  de un sociologismo muy simple explicar que el vandalismo en tales circunstancias se debe únicamente a políticas económicas contra las clases más pobres. Y de allí se deduce  que son ciertos sectores políticos (la “derecha”, “los dueños de empresas”, “el imperialismo”, la sociedad capitalista” etc.) quienes han provocado  esas conductas donde la gente carente de ayuda social entonces busca las necesidades inmediatas en casos de catástrofes de una manera violenta. Los olvidados de la tierra aparecen en esos momentos porque es entonces como podemos darnos cuenta de que ningún gobierno se ha preocupado de ellos. Puede ser una interpretación posible pero no la única.

Estas conductas que ha visto todo el planeta después del terremoto deberían ser motivo de un largo debate cultural, político, económico, sicológico, antropológico, etc.,  en Chile mismo. No sólo en los medios masivos sino en escuelas, universidades   de por qué ocurre aquello  en un país que no es Haití u otros con pobrezas superiores a la de Chile que van desde el 40,50, al 80  por ciento. 

Las sociedades se sanan, o creemos que se sanan,  a través del diálogo permanente no sólo en un programa de una hora en la televisión o en los  discursos de los políticos sino en los centros que son los más  efectivos: sus sistemas y organismos educacionales, y los múltiples  centros culturales. Eso construirá en el país una cultura más humana y más solidaria y no  “la ley de la selva” en casos de tragedia o catástrofes.


Javier Campos
. Escritor, columnista

 

 

 

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