En estas bibliotecas,
tan infinitas como hace milenios lo fue la de Alejandría,
adorada Alba
¿dónde quedarán estos versos?
Es decir, en qué diminuto estante
de una más diminuta sección
de la biblioteca más extensa del universo
mi único libro de poemas que escribí para ti
Y mi nombre quién lo recordará
cuando a la velocidad de la luz
en un archivo igualmente sólo de luces
alguien pase sin siquiera teclear nunca
el título de este poema
quedar iluminado o indiferente
por alguna línea pasajera.
Y quién será por casualidad
-dentro de una millonésima de probabilidades-
el pasajero virtual
que hojeará al azar en una pantalla de un computador
alguna vez en el año 3492
aquel perdido libro mío
y mire (pero no lo leerá) despreocupado quizás
lo que escribí pensando en ti.
Quién recordará
que hace miles de años tú me inspiraste
y compuse estas palabras hechas de amor,
mi dulce, adorada Alba,
subido en los muros de otra Babilonia
una tarde a fines del año 2001.
O en qué se convertirán todas estas líneas que quizás
no fueron escritas por mí
sino por el poeta Ernesto Cardenal,
cuando él no era todavía un monje
y vivía en Managua
y no yo, tu poeta joven
y amante somnoliento,
quien realmente imaginó todo este poema
pero que nadie, nunca, leerá.
Como aquel otro poeta ciego
(y aún era joven cuando se le oscureció la realidad)
llamado Jorge Luis Borges
quien decía éramos imaginados por alguien
o tal vez se hizo pasar (en el futuro)
por el poeta Nicaragüense y también por mí mismo
y también por todos los poetas antes de él
que han sido miles desde la vieja Babilonia.
Pero quién sabe si aquel joven poeta de Nicaragua,
el que escribió un epigrama para una tal Claudia,
durante la dictadura de Somoza, miles de siglos atrás,
era yo mismo y ahora, a través de nuestra realidad cibernética,
cientos de años después, yo te lo vuelvo a re-escribir
únicamente para ti.
Adoraba Alba, imagen mía de Beatrice Portinari,
quizás estos versos queden olvidados para siempre
entre millones de otros poemas, como estrellas perdidas
en los trillones de galaxias del Universo,
o a penas visibles en alguna parte luminosa
del infinito laberinto
de esta Biblioteca virtual de Alejandría.