La poesía de Mario Benedetti
Por Javier Campos
No fui amigo personal del narrador, poeta, periodista uruguayo, Mario Benedetti (1920-2009) quien falleció este 17 de mayo. Pero sí compartí una vez en 1991 en la Universidad de Verano de El Escorial una lectura de poesía juntos. También estaba Gonzalo Rojas y la poeta cubana Nancy Morejón. Luego del recital allí, un junio caluroso en España, comentamos brevemente algunas cosas, saludos de rigor, y luego no tuve la oportunidad de verlo otra vez pero sí seguí leyendo su narrativa, poesía o sus artículos en el diario español “El País”. O luego cuando por casualidad en 1992 me encontré con la bella película “El lado oscuro del corazón” cuyo guión era de Mario Benedetti y Eliseo Subiela.
En esa película Benedetti hizo de un raro parroquiano leyendo poemas en alemán en un bar de Montevideo. En la película abundan también varios poemas de Benedetti, y de los argentinos Juan Gelman y Oliverio Girondo, que todos en su conjunto son el paisaje poético sobre el cual se construye esa historia. Una historia romántica, surreal, con muchos rasgos de la imagen que se tienen de los poetas malditos que recuerdan a Baudelaire, Rimbaud, el Conde de Lautrémont (1846-1870), este último había nacido en Uruguay y luego a los 13 años emigró a Paris. Quién sabe si inconscientemente en el guión de Benedetti estaba recuperando un poco la historia de aquel poeta uruguayo que nadie supo cómo murió en Paris.
De esa película este poema de Benedetti “Rostro de vos”: “Tengo una soledad/tan concurrida/tan llena de nostalgias/y de rostros de vos/de adioses hace tiempo/y besos bienvenidos/de primeras de cambio/y de último vagón./Tengo una soledad/tan concurrida/que puedo organizarla/como una procesión/por colores/tamaños/y promesas/por época/por tacto/y por sabor…/Las paredes se van/queda la noche/las nostalgias se van/no queda nada.”
El argumento de “El lado oscuro del corazón” es el siguiente: “Oliveiro es un poeta joven que tiene unas complicadas relaciones con la vida y con las mujeres. Con otros dos amigos mantiene una subsistencia bohemia donde debe vender sus ideas a una agencia de publicidad. También hace un trueque de poemas románticos (aquí poemas de Benedetti, Gelman, Girondo) por bistecs en un restaurante. O los declama por algunos pesos en las calles. Anda buscando la mujer y eso lo lleva a cruzar el Río de la Plata hacia Montevideo donde conoce a Anna quien es una prostituta de cabaret y se enamora de ella. Pero el amor con Ana lo transforma y le hace descubrir el lado oscuro del corazón.”
La poesía de Benedetti nada tiene que ver con una poesía hermética. Por el contrario, debe ser una de las poesías más claras que ha producido América Latina. Claras pero profundas, y lo profundo no es hermano de lo hermético. Y es cierto que su poesía es de un romanticismo a su estilo (como el film “El lado oscuro…”), pero romanticismo que nada tiene de cursi. Una poesía sin embargo que no es fácil de escribir porque lo transparente es más difícil de escribir que la poesía hermética e inentendible, aun cuando esa nitidez lingüística pareciera tan fácil de imitar. La poesía de Benedetti tampoco nada tuvo ni tiene que ver, especialmente entre mucha poesía joven actual, donde abunda no sólo el hermetismo sino un mensaje para cambiar el mundo como si la poesía debiera ser una pistola o una bomba para demoler la sociedad que no nos gusta.
Pero Benedetti, quien creía que la poesía no era ninguna pistola, llenaba auditóriums o teatros y muchos jóvenes o adultos memorizaban sus versos. Fue musicalizado por varios cantantes populares como Juan Manuel Serrat, Alberto Favero , Ana María García, Jairo, Adriana Varela, Daniel Viglietti, Pablo Milanés, Joaquín Sabina.
Recuerdo una vez en Habana, en la casa de la poeta Reina María Rodríguez, un poeta argentino que estaba allí de paso también como yo, y dirigía (y creo aún dirige) una importante revista de poesía en Buenos Aires, lanzó una frase que hasta ahora recuerdo: “Benedetti no es un poeta, todo lo que escribe no tiene ningún valor poético”. Creo que a ese poeta, luego entendí, lo movía una gran dosis de envidia. O quizás no. O quizás era que él creía que la poesía debía ser más misteriosa y que le producía mucha duda que un poeta fuera escuchado por miles de personas luego de que ese púbico entendiera lo que comunicaba el poeta ante miles de personas. Dudaba que el lenguaje de Benedetti fuera poético porque, decía, “era muy fácil entender su mensaje. “La poesía” -decía ese poeta aquella noche en Habana en casa de Reina María Rodríguez- “debe tener un misterio lingüístico también. Dudo mucho de esos poetas de metáforas fáciles.”
Probablemente aquel poeta argentino siga pensando lo mismo porque muchos escritores (incluidos no pocos académicos) aún creen que la poesía fue inventada en la academia o hay que escribirla según alguna teoría literaria para que alcance el status de obra de arte. O, como creen los más ingenuos, de que la poesía debe resucitar el realismo socialista en estos tiempos del neoliberalismo que vivimos.
Pero pocos recuerdan que la poesía originalmente nació de la tradición oral en los lejanos orígenes de las primeras comunidades de las civilizaciones humanas. Nació para contar alguna historia. Nació para mostrar de otra manera la cotidiana realidad. Para quizás iluminar el lado oscuro del corazón de las angustias del ser humano. Por eso Benedetti fue escuchado no tanto por los académicos, sino por la gente común. Para él, la poesía que escribió y llegó tan diáfana a miles, no cantó en vano. Ojalá los poetas leamos ahora con más atención esa poesía clara, diáfana pero de una profundidad que no todos pueden lograr.
*Javier Campos poeta, narrador, columnista.