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La producción poética después del fin de la guerra en América Central

Por Javier Campos
(Trabajo leído en la JALLA, agosto 2008, Santiago de Chile)

A nadie desconcierta cuando se afirma que la historia de la producción artística en América Latina siempre ha estado conectada  con su propio contexto el cual es la permanente desigualdad social que viene desde siglos atrás. La que comienza con la colonización española y no se soluciona con las independencias o la creación de las nacionalidades en el siglo XIX, sino que continuará por todo el siglo XX y también en este siglo  XXI. Tampoco desconcierta afirmar que América Latina se ha movido en un proceso que va entre las utopías y las dictaduras si ponemos, por ejemplo, un límite arbitrario entre 1910 -la revolución mexicana- y llegamos hasta 1987, para el caso centroamericano, con el Tratado de Esquipulas II de Guatemala o los comienzos de los Acuerdos de Paz en ese año para resolver el conflicto armado principalmente de El Salvador, Nicaragua y Guatemala.  Desde la revolución mexicana  hasta ahora, poniendo pues estos límites arbitrarios y según el país del que se hable, nuestra producción artística, y en este caso la poesía, nunca dejó de prestar atención a lo que ocurría en sus países entre los que tenían mucho y los que vivían  en la diversidad de la miseria.  O los que según la CEPAL ganan entre uno y dos dólares al día. Situación que si miramos las estadísticas, América Latina nunca ha disminuido significativamente por décadas o siglos su pobreza. Es decir que  no la ha bajado del  40%  del total de la población. La CEPAL, sin embargo, el año pasado, indicó que el máximo porcentaje de pobreza para toda América Latina y el Caribe fue en 1990 con un 48.3%, y sólo entre 2006 y 2007  la disminuyó a un 36.5% y 35.1% respectivamente. Lo que indica que en dos décadas la pobreza SÍ ha disminuido en un 13.2% y probablemente sea la única vez en varios siglos.

En todo caso esto hace un panorama siempre diferente y curioso, además del surgimiento de teorías explicativas de esa gran brecha social-económica, cuando nos miran desde otros mundos, bastante lejos de este continente. Es esa gran diferencia social lo  que siempre ha determinado, para bien o para mal,  que el arte en América Latina haya estado siempre conectado más o menos a un “arte comprometido”

Quizás sea Octavio Paz quien más se opuso a eso del “arte comprometido” a partir desde la Guerra Civil española (especialmente en el congreso de La Alianza de Escritores Antifascista realizado en España en 1937) cuando comenzó el poeta a cuestionar aquello y siempre con la convicción de que lo peor para un artista, decía él,  era confundir la política con la poesía (o “el panfleto” con el arte). Esta convicción de Octavio Paz comenzó desde 1936 rechazando desde entonces  el realismo socialista en el arte, y luego su desengaño por la experiencia soviética, especialmente la influencia que tuvo en Paz el libro del francés Andrés Gide quien escribió su desilusión luego de conocer la Unión Soviética en su libro publicado  en 1936, Regreso de la URSS. Quiero citar a Octavio Paz en algo del cual siempre estuvo convencido y que tal cita sigue dividiendo a nuestros artistas latinoamericanos hasta ahora pero, claro, no tanto como en las décadas pasadas las de los 40 a los 80 más o menos. Decía pues Octavio Paz: “No creo que los artistas deban militar ni en iglesias ni en partidos políticos. Creo que los escritores debemos permanecer lejos de los partidos políticos, con esto no quiero decir que los escritores no tengamos ideas políticas. Creo que la militancia política no enriquece al escritor, por el contrario, lo empobrece. Cuando los escritores se han nutrido de consignas es cuando se ha perjudicado su obra.”

Sea lo que fuere, lo cierto es que América Central con conflictos extremadamente agudos, represión militar extrema (200 mil muertos en Guatemala, 90 mil en El Salvador, 40 mil en la Revolución sandinista desde el inicio hasta 1990), explicables todos por un contexto que no es desconocido, es donde la poesía no pudo nunca dejar de mirar hacia otro lado pues todo lo que contemplaba y vivía el poeta estaba como en llamas y en un estallido social constante. El caso de los poetas de América Central es un ejemplo donde arte,  y realidad viva,  estuvo siempre unida como en ninguna otra parte del resto de América Latina. Sin duda las excepciones existen de poetas que no entraron en una poesía política y denunciatoria.

He mencionado principalmente Los Acuerdos de Esquipulas II donde se firma -el 6 y 7 de agosto de 1987- un “Procedimiento para establecer  la paz firme y duradera en Centroamérica” , (exactamente hace 21 años en este agosto),  entre los presidentes de Guatemala [el presidente Marco Vinicio Cerezo ], Nicaragua [el presidente Daniel Ortega], El Salvador y Costa Rica [el presidente Oscar Arias]  que contribuyeron y estimularon  poner fin a una devastadora guerra civil en esos países mencionados. También hay que señalar  que en esos años  aparece en el este europeo la desilusión definitiva del proyecto socialista de economía  estatista planificada, su falta de libertades individuales y el dominio de un partido único, y donde se postulaba a ciegas que  el mercado competitivo, la propiedad privada y la libre producción de bienes no era la panacea para esas sociedades socialistas, sociedades que se desploman inmediatamente después de la caída del Muro de Berlín en 1989, derrumbándose así un proyecto utópico que no funcionó, y siguiéndole luego la desintegración final de la Unión Soviética en 1990. Tal efecto de dominó entró también en América Latina coincidiendo exactamente  con aquel derrumbe del este europeo para que por otro lado -como lo ha dicho Sergio Ramírez, ex - vicepresidente del gobierno sandinista-  se acelerara la búsqueda del término a las guerras en América Central a fines de los 80 y se buscara una solución política para deponer el conflicto armado y lograr la paz en esa región.

Luego de esta breve introducción necesaria, lo principal de este trabajo será discutir si aquella “poesía comprometida” de gran parte  de la poesía de esos países que duró décadas   termina   finalmente en los 90 - entre los poetas de la posguerra y luego en los poetas después de la posguerra como clasifica a  esta última categoría  el poeta joven de Guatemala Alan Mills-, y si ellos ahora elaboran o no otras posibles temáticas y preocupaciones en tiempos de paz.  Esto ultimo lo pongo -lo de “tiempos de paz“-  entre comillas destacadas como veremos más adelante.  Es decir, si lo que dijo Estipulas II el 6 y 7 de agosto de 1987 entre los presidentes de El Salvador, Nicaragua, Guatemala y Costa Rica sobre “el procedimiento para establecer la paz firme y duradera en Centroamérica” realmente da por finalizada una poesía políticamente comprometida en América Central o, por el contrario, da paso a otro tipo de violencia, que a su vez recoge la poesía una vez llegada esa “paz“, entre comillas, para esos países centroamericanos.

Lo cierto es con “la paz” en América Central llegaría algo inédito para esa región, digo inédito en el contexto que va desde 1990 hasta ahora. Es decir: la aceleración del mercado global; la instalación y crecimiento  de las maquiladoras; el Tratado de Libre Comercio para América Central; el flujo migratorio ascendente, como nunca antes en el pasado,  principalmente hacia  EE.UU. y con ello la dependencia de la remesas de los emigrantes; las privatizaciones que terminaron dejando en pocas familias la economías (llámese monopolios familiares) de esos países junto a las continuas corrupciones de dirigentes políticos, congresistas, presidentes; el surgimiento de pandillas urbanas -las llamadas Maras-  que aparecen desde 1990 en Guatemala y en El Salvador. Sólo lo mencionado anteriormente en esa región centroamericana no tiene comparación con otras regiones de América Latina. Para demostrar lo anterior basta no más con citar ejemplos en Guatemala, Nicaragua y El Salvador respecto a la visible y descarada corrupción que allí ocurre como los casos del ex-presidente Alemán (1997-2001) en Nicaragua, la piñata sandinista, el actual gobierno de Daniel Ortega en Nicaragua denunciado el mes de junio reciente por la ex comandante Dora María Téllez como una dictadura pactada, repartiéndose todos los poderes del estado entre el partido del expresidentes Arnoldo Alemán y el actual, Daniel Ortega. O los grupos económicos en El Salvador o Guatemala en manos de unas 20 familias, o la relación compleja del narcotráfico y congresistas en esos dos países mencionados (Guatemala y  El Salvador), la violencia criminal de la Maras, etc.

Por eso el descontento social allí -y eso hay que remarcarlo bien- el descontento  es mucho más profundo puesto que ha aumentado inhumanamente la inestabilidad y distancia entre pobres y ricos dentro de globalización en América Central donde la corrupción a altos niveles políticos, entre otras cosas,  tiene mucho de culpa. No todos los países de América Latina tienen unos semejantes problemas sociales, o diversidad de pobrezas y violencias cotidianas, un sistema jurídico corrupto, etc.,  puesto que distintos son los actores políticos, sociales, culturales que van desde la corrupción profunda a la corrupción menos profunda o a la corrupción cero que es la deseada.

Y ya que estamos en Chile, la siguiente comparación en términos literarios y artísticos me parece interesante y que a su vez explica una gran diferencia entre nuestro país y aquella región centroamericana. Es decir, es claro que podemos constatar que desde 1973 hasta 1990 lo dominante de la poesía chilena, a través de distintos imaginarios, fue la denuncia del régimen militar, una poesía de la resistencia masculina y femenina (testimonial y neovanguardista) y que en los 90 hasta ahora está años luz de lo que se escribió durante los 17 años bajo la dictadura de Pinochet. Lo curioso, como señala el poeta guatemalteco Alan Mills en reciente antología de 2007 sobre 10 poetas guatemaltecos después de la posguerra, es que muchos jóvenes, los nacidos en los 80 en Guatemala, y que comienzan a publicar solamente desde el 2002, tienen como fuertes referencias e influencias nada menos que a ciertos poetas chilenos de los 80 como Raúl Zurita, Diego Maqueira, Rodrigo Lira y Diamela Eltit. Esas referencias son muy atractivas para los poetas jóvenes guatemaltecos y otros de Centro América pero que para los jóvenes poetas actuales chilenos no parecen ser sus santos de devoción en estos momentos. Es interesante analizar esa conexión de por qué a algunos  poetas jovencísimos de América Central les interesa mirar la poesía chilena de los 80, o la de argentina de esa época, y en cambio a los poetas chilenos actuales no les interesa para nada. Pero creo que ya anteriormente he mencionado unas posibles respuestas y diferencias entre regiones distintas de América Latina que aunque alumbra el mismo sol neoliberal y global,  sin embargo calcina más a unos que a otros según sea el país y la región de nuestro continente. Sergio Ramírez, ex vicepresidente del gobierno sandinista entre 1984-1990, en reciente trabajo sugiere  que el modelo global  de economía neoliberal, cuyo motor es el mercado competitivo,   no es perverso en sí mismo y ni es tampoco la principal causa  de los mayores problemas de América Latina y El caribe, sino los altos niveles en algunos países de corrupción política, jurídica, acumulación de la economía en monopolios familiares creando una inhumana distribución de la riqueza, descontrol de la inversión extranjera (creando el abusivo sistema de maquila) , cero gasto publico en educación y mínimo desarrollo tecnológico igualitario, indiferencia a las emigraciones masivas hacia otros países que desangran con grandes consecuencias negativas la economía, la sociedad y la cultura del país. Casos clásicos de aquello en América Central son ahora Nicaragua, Guatemala, El Salvador. Sergio Ramírez indica también que aquella parte negativa del modelo, principalmente la gran brecha en la distribución de la riqueza,  ha cambiado SÍ el péndulo en el continente en este momento desde gobiernos de derecha a una diversidad de gobiernos de izquierda que NO son, sin embargo, uniformes ideológicamente como antes de la guerra fría. Por el contrario, dice Ramírez,  tenemos la izquierda de los socialistas pragmáticos (Brasil, Chile, Uruguay, Argentina); la de los gobiernos social-demócratas que van del centro a la izquierda (R. Dominicana, Perú, Costa Rica, Panamá, Honduras, Guatemala); la izquierda estatista leninista (Cuba); y  la izquierda populista (Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, posiblemente El Salvador si sale el candidato de FMLN.) ( Para G.Gemani , Torcuato di Tella, Octavio Ianni hay tres aspectos o características del populismo: 1. Hay un gran segmento de la sociedad, bien heterogéneo, que los dirigentes populistas llaman el pueblo y a los que se dirigen, residuos de formas tradicionales, grupos excluidos de la modernización,, burocracias agraviadas, gustos étnicos en descomposición, comerciantes ambulantes, emigrantes desocupados, marginales hiperactivos, trabajadores precarios,  intelectuales marginados que ven en la globalización por ejemplo todos sus males y los males del mundo, etc. 2. La llegada de la modernización lega de una manera rápida y agresiva en estas regiones de A.L., de manera “deslumbrante“ como dice di Tella, sin esperar que la sociedad se prepare para esos cambios rápidos. Esos cambios, ligados a la globalización, si han madurado en economías centrales y se irradian veloces hacia la periferia produciendo esos “choques“ y desencanto con la nueva modernización que si traen transnacionales en conjunto con grupos económicos del país. Y esto afecta a esa masa heterogénea del punto uno.  3. Tenemos un líder carismático casi siempre en los fenómenos populistas. Lo caracteriza un autoritarismo cuyo discurso gira en torno a la exaltación de ese ‘pueblos‘ donde se le dice que la dualidad social es nefasta. Su discurso ideológico es de fuerte carga emocional que apela esa masa heterogénea agraviada y desconforme. Cuando llega al poder crea una red de mediaciones tipo clientelar).

En lo que sigue quiero muy brevemente sintetizar algunos trabajos críticos sobre la poesía centroamericana desde la posguerra, 1990, y después la posterior a la posguerra, o sea desde el 2000. Es decir los poetas que nacen primero en los 70 y luego en los 80, y de estos últimos, los que comienzan a escribir a comienzos del siglo XXI, desde el 2002 adelante. La síntesis viene de los trabajos de los críticos y poetas: Aída Toledo y Alan Mills (Guatemala), Álvaro Darío Lara y Otoniel Guevara (El Salvador) y de Pedro Xavier Solís Cuadra (Nicaragua).

Aída Toledo señala que la literatura de Guatemala desde la generación del 30 a la del 60 está marcada por su compromiso social-político que surge del contexto de dictaduras militares, opresión, abuso y pobreza. En los 60 y 70 aparece la temática guerrillera en la poesía. Se vuelve a retrabajar el tema indígena y la justicia social, los temas políticos. Es decir, la poesía en la década de los 70, la mayor parte de la poesía no puede desligarse de su contexto político social del país puesto que los 70 fue la época más violenta y sangrienta en Guatemala. La escritura toma una posición política de izquierda, marcada por un alto grado de compromiso político y de utopía posible. Pero también se incorporan algunas formas nuevas tomadas de las primeras vanguardias: el humor negro, el erotismo, la sensualidad, pero todos unidos a temas políticos y sociales (Ana María Rodas, Luís Eduardo Rivera, Ottoniel Martínez, Enrique Noriega, etc.). Son voces poéticas marginales dentro de espacios urbanos. Por tanto, las décadas del 60-70-80 la poesía de Guatemala está relacionada con el contexto violento y sangriento de su país (200 mil muertos). El poeta, en su mayoría, no tenia cómo desentenderse de lo que estaba viviendo. Ahora, desde la firma de Paz en Guatemala, 1996, los poetas que nacen en los 80, los sobrevivientes de la guerra en cierta medida, sus textos están más ligados al olvido y negación del pasado. Viven el hoy que es otra realidad cuya sociedad está muy fragmentada y con valores que NO eran los de los poetas previos a la guerra o que vivieron la guerra (los de los 50-60-70).  Ahora aparecen poetas indígenas mayas (Rosa Chávez y Maya Cu) con temáticas urbanas que desconstruyen la imagen folklórica de postal del indígena por ejemplo (para esto remito al trabajo de la profesora Alba Skar leido en el congreso de  La Jalla sobre “Poesía de mujeres en Guatemala” quien habla de estas poetas mayas). Casi todos recurren a estilos vanguardistas, y su poesía es hibrida donde se entremezclan representaciones diversas  (o en manifestaciones que llaman “La caja lúdica” en Guatemala)  para llevar arte a los sectores marginados en la ciudad de Guatemala por ejemplo. Quizás por eso les interese reprocesar a algunos la poesía chilena de los 80 como las de Zurita, Maqueira, Lira, Eltit, pero más bien el lado neovanguardista para resistir la nueva violencia centroamericana es decir “la violencia delincuencial, domestica, familiar, laboral, cultural, sexual, de genero todas resultantes de una violencia económica, política y jurídica permitidas y alentadas por el gobierno” ( Conferencia del poeta salvadoreño, Otoniel Guevara:  El Salvador: literatura y violencia en la posguerra, marzo 2008, Fairfield University, Estados Unidos)  . En sus poemas sus hablantes líricos transitan perdidos por la ciudad. Sujetos  que se saben marginales y se desplazan por una realidad que repudian y rechazan. O hablantes líricos perdidos en la esquizofrenia.  Ahora, los poetas que nacen en los 80, los actuales en Guatemala, según el poeta Alan Mills, son los poetas  después de la posguerra como el los  llama. Tienen todos ellos/ellas un promedio de 32 años. Mills destaca dos puntos para estos poetas. Primero, Guatemala es un mundo subdesarrollado que no cambio en nada con La Paz de 1998, por el contrario, la marginalidad de la mayoría de la población es evidente. Segundo, todos estos poetas asumen esa condición marginal ante el mercado, la cultura y la critica oficial como un arma subversiva y radical de resistencia. Y lo interesante, es que recurren al Internet para difundir sus poemas y expresar aquella resistencia subversiva.

En los que respecta a El Salvador, hay coincidencia con el análisis de Aída Toledo para Guatemala para las décadas del 60, 70 y 80. Los poetas que comienzan a escribir después de la firma de Paz en 1992, sus temas no son los de la guerra ni el pasado sino el presente igualmente fragmentado, la nueva violencia en los espacios urbanos que ha surgido desde 1992, o el tema de la migración  --600 salvadoreños emigran cada día, preferentemente a EE.UU., o sea 18.000 cada mes, es decir  216.00 cada año en una población de 6 millones y medio--. El tono por tanto de su poesía de ahora es de desesperanza y no proponen ninguna utopía como era en tiempos de guerra. Ahora domina el desencanto y una nueva denuncia pero no una poesía militante con la izquierda revolucionaria ni menos buscan un mundo más justo (conectado a esa utopía mencionada). No es pues la poesía de la urgencia ideológica ni del compromisito político.  America Central  es otro contexto que ningún artista, o poeta del resto de América Latina, quizás padezca  aquella nueva violencia cotidiana  ya mencionada sumiendo a esos países en un deterioro institucional y humano profundo.
                                                            

Conclusión

Termino con dos reflexiones, Primero, con unas citas de poetas centroamericanos que respondieron a unas preguntas mías para este trabajo: (1) “Creo que puede ser válido definir la poesía centroamericana contemporánea como un resultado directo del desencanto de las posguerras… está claro que la poesía guatemalteca más notable de los 90 y 2000 no asumió el espacio discursivo de la lucha armada, ni menos su recuerdo, como un punto de partida … las rutas de la denuncia son otras, no es panfletaria, se resiste desde otra trinchera al paso avasallador de una globalización que uniforma, enajena, aunque lo haga en nombre de la libertad (Javier Palleras,  Alan Mills, y Carolina Escobar Sarti, Guatemala). (2) “Durante el apogeo de la revolución sandinista proliferó una poesía que cayó en el panfleto y la adulación, rompiendo su compromiso con la belleza del oficio, hubo mujeres y hombres que protestaron contra la dictadura de Somoza y su entrega y admiración a la revolución pero traducida en poesía con 100% de carga artística” (Blanca Castellón, Nicaragua) (3) “En nuestra poesía de El Salvador se encuentra la guerra no como asunto externo sino intimo. Los  escritores y poetas de posguerra tienen un denominador común y es no escribir de la guerra sino de otra violencia. En Centroamérica se hizo la paz negociada, pero la paz de las calles se perturbó terriblemente. La paz de los hogares fue violentada por la dura economía y eso lo podemos leer en muchos poetas jóvenes y sobre todo en poetas viejos” (Otoniel Guevara, El Salvador).

Y finalmente, concluyo con lo que dije en páginas previas: en estos momentos en América Latina aunque nos alumbra el mismo sol neoliberal y global, sin embargo ese sol calcina más a unos que a otros según sea el país y la región de nuestro continente. Y porque eso es así, hay una diversidad poética que se relaciona con su propio contexto como el caso visto de América Central.  Lo que sí se puede concluir como algo dominante es que la memoria del pasado violento no es el principal tema de estos poetas posteriores a los 90 y menos en los poetas que nacen en los 80 y comienzan a publicar desde 2002 hasta la fecha. Sin duda habrá excepciones. O sea que al fin de cuentas cada contexto produce diferentes expresiones artísticas.

Pero, para mí,  y por otro lado, coincidiendo con Octavio Paz a quien mencioné al comienzo de este trabajo, lo difícil es resolver las siguiente preguntas y no importa de qué  país de America Latina sea el escritor: ¿por qué miles de artistas o poetas quedarán olvidados para siempre, enterrados  bajo toneladas de libros de poesía inútil o miles de blogs en Internet?  ¿Será -aparte de otras razones posibles- por no haber sobrepasado nunca el panfleto y la adulación fácil, “creer que el escritor es el misionero de una causa” (José Saramago, Juan Gelman),  y jamás haber llegado a la belleza del oficio y a una universalidad que es el meollo de todo arte?  Pero Picasso una vez le decía a un joven pintor que pensaba que era un genio (el joven pintor de 22 años): “vuelve en  30 años más  y veamos cuan cierto o no se comprueba lo que tú crees de ti.” 

 

Javier Campos. Poeta, narrador, columnista. 

*Nota: Este trabajo que fue presentado en La Jalla, en Chile mismo en agosto de 2008, no hubo casi ningún poeta de los más recientes o jóvenes (en edad y en publicaciones)  quizás porque no tenían idea del Congreso aunque era gratuito. Habría sido interesante discutir esta cuestión de la reciente poesía en America Latina que es de una gran diversidad según sean sus contextos. O sea, no existe una Poesía Joven Latinoamérica homogénea en estos momentos. Posibles acercamientos sí. Pero esos acercamientos siempre han ocurrido en America Latina en previas décadas o generaciones. Lo otro es creer que lo que hacen los jóvenes poetas en este momento, ¡y dicho por los mismos interesados!  es realmente  LA POESIA que no se había escrito antes y así desechar a artistas previos. Eso es de una candidez asombrosa y de una falacia histórica dentro de lo que hay que entender por el imaginario artístico. Es además una mala copia de lo que hicieron y decían los primeros vanguardistas que sí, ese momento, tenían razón. Pero ha corrido mucha imaginación artística desde entonces para erigirse ahora como mesiánicos.  Como decía Picasso, y arriba lo mencioné: “veamos que pasa con esos jóvenes en 30 años más.”

 

 

 

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La producción poética después del fin de la guerra en América Central.
Por Javier Campos.
(Trabajo leído en la JALLA, agosto 2008, Santiago de Chile)