Disparen contra los críticos de poesía
Por Javier Campos.
Poeta
Leí aquí algo curioso. O quizá no tanto porque se ha dado en la historia del arte y la literatura donde el autor arremete con todo, incluso con violencia física, y por supuesto verbal, contra el crítico. El autor (o la autora) alega que el crítico no vio la belleza de su poesía, su profundidad, su originalidad. Su profundo contenido de todo tipo que podría ser, esa obra criticada por un insano y ciego mental (el crítico), una obra maestra para la reciente poesía, la del pasado y la del futuro.
Me imagino que el crítico no se quedará sentado ni de brazos cruzados para responder. O quizás, como decía Cortázar, está pensándolo. Relee de nuevo el ataque del poeta. Mira por la ventana. Se fuma un cigarro (a lo mejor no fuma). Da una vuelta por la manzana de su casa. O toma un micro a Santiago. Pero le da vueltas si contestar o no. Si vale la pena o no.
Por otro lado, el autor herido ahora se siente tranquilo porque respondió lo que debía responder. Así que el está en paz escribiendo más poemas. Quizás. O se toma una cerveza con un poeta amigo (o amiga) contándole cómo dejo en pedazos con sus contraargumentos al que le criticó su libro de poemas.
El lector de esa polémica quizás “histórica” (piensa el poeta agredido) no tiene tambor que tocar aquí. Contemplamos (o leemos) una polémica inútil que sólo sirve para el ego de poetas. Nadie se acordará de esta mini polémica. Ni menos los académicos universitarios que enseñan poesía. Ni siquiera el Bicentenario se preocupará de ello. Menos los medios de comunicación de masas.
Ojalá que el crítico no responda y se haga el sueco. Mejor es seguir leyendo poesía tranquilamente. Al fin de cuentas, la poesía es del quien la lee y no necesariamente de quien la escribe. Y a veces sí importa quien hace la critica. Esta tiene cierta función. Permite que se construyan antologías (o antojolías).