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Isabel Allende y el premio nacional

Por Javier Campos*

 

He leído algunos artículos  que se oponen con dureza a que Isabel Allende sea postulada  al Premio Nacional de Literatura 2010. Pero lo peor  es que jamás se le otorgue el premio a  ella porque su literatura es lo mismo que premiar las hamburguesas de McDonald como dijo crudamente Álvaro Matus  en un artículo en La Tercera el 4 de junio reciente. Una comparación bastante desproporcionada.

En una entrevista Marco Antonio de la Parra dijo: “no es la misión del Premio Nacional consagrar a quien ha consagrado el mercado sólo el mercado y para el mercado”. Parra piensa que la verdadera literatura es, por ejemplo,  la de Diamela Eltit: “su obra, por hermética que sea, es luz para muchos autores posteriores y es marca y sangre de tiempos duros y de una percepción espiritual y emocional distinta.” Y termina con un juicio implacable y muy discutible: “pero Dios nos pille confesados si se abre tal premiación hacia valores espurios sub o paraliterarios.”

Las razones que dan estos dos escritores, que probablemente son las mismas de muchos en Chile, es hacer creer que toda la obra de Isabel Allende es pura basura comercial. Basura para entretener alienando a los lectores.  Diversión tan mala como pueden ser los videos juegos,  las radionovelas, las telenovelas venezolanas, brasileñas o mexicanas.  Sería pues una subliteratura como se llamaba en los 70 según la crítica marxista para diferenciarla de la alta literatura (Corín Tellado versus  Julio Cortázar, para poner un ejemplo bien claro).  Vargas Llosa tiene un artículo bien conocido y  bastante negativo sobre la literatura de Manuel Puig por ejemplo. Al peruano no le gustó nunca esa literatura que usaba como temas la entretención de los medios masivos incrustada en una novela con el cine o las radionovelas.  No sé si sigue pensando él lo mismo.  Pero Puig es un referente importante en la literatura Latinoamérica.  ¿Entonces es Puig también comparable a las hamburguesas según Álvaro Matus? 

En Chile hay una narrativa como la de Fuguet que también ha usado el “consumo capitalista” en algunas de sus obras (el cine por ejemplo). Su novela “Mala Onda”  ¿por qué es mejor literatura que “La casa de los espíritus” de Isabel Allende?   Las opiniones de Marco Antonio de la Parra y Álvaro Matus no explican claramente por qué lo de Isabel Allende es  solamente un producto del consumo como quien consume hamburguesas (según Matus). Frase bien bonita eso de “escribir o producir para el mercado” cuando aparece en un artículo de periódico o en una entrevista pero si no se analiza y discute desde varios ángulos solamente queda como una frase hecha y sin sentido. No hay ningún escritor o artista en este momento en que el consumo capitalista o global no influya en su obra. Más aún cuando la literatura, de una u otra manera,  está incrustada en la comunicación digital actual.

La valoración tradicional del arte y la literatura  ha cambiado  justamente por esta revolución digital del Tercer Milenio que a su vez privilegia un nuevo tipo de consumo global del que nadie se puede escapar. Ni siquiera un escritor ni menos el imaginario del artista joven o viejo. Principalmente los más dispuestos a contaminarse voluntariamente con la nueva cultura de la imagen y los nuevos medios virtuales.  Pero, por otro lado,  aquello  dificulta  lo siguiente: determinar cuál es el valor artístico de esa masiva producción literaria que entra, por ejemplo,  cada día por miles a la red. Estamos en una frontera bastante hibrida. Nunca como antes vivimos un  inseparable encuentro en este milenio globalizado.  Es decir, entre la cultura popular consumista y el que en este momento ha dejado de escribir en una torre de marfil.  Por eso también los escritores nos hemos convertido cada vez más en productores mestizos porque la misma revolución digital entremezcla múltiples géneros. O sea,  somos lectores y productores  multi híbridos como lo es también, -¡vaya ironía!-   el mismo mercado.

Ya se sabe cómo Octavio Paz arremetía contra la nueva publicidad para vender mejor unos sostenes de mujer de alguna famosa tienda global que usaba  el busto de la Venus de Milos. Cosa que a Carlos Monsiváis por el contrario no le disgustaba pues gozaba con esa combinación. Uno piensa  cómo Cervantes hubiera  podido escribir el mismo El Quijote teniendo en sus manos estas herramientas virtuales e instalado en este siglo. Porque con esta revolución digital y consumista, y el fin de las ideologías,  los mega relatos han desaparecido para siempre.  Cervantes habría tenido sin duda  otro Alonso Quijano,  otra Dulcinea del Toboso y otro tipo de gracioso llamado Sancho Panza comunicándose vía  hiPod con Don Quijote.

Pero lo que no se dice sobre la obra de Isabel Allende, y tampoco lo mencionan para nada esos dos escritores (¿lapsus, olvido deliberado?) es la cantidad impresionante de tesis doctorales en universidades de EEUU y Europa sobre la obra de ella. Y no sólo eso, sino cientos de artículos académicos de respetados profesores de literatura y estudiantes graduados. También hay muchos académicos chilenos tanto en Chile como fuera de Chile quienes han escrito sobre Isabel Allende o presentado ponencias en congresos internacionales sobre su obra. Menciono por ejemplo al profesor chileno Marcelo Coddou quien fue el primero quien editó el primer libro de ensayos sobre la obra de Isabel Allende y allí van reconocidos académicos internacionales. También a la respetada profesa chilena Gabriela Mora, entre muchos más de distintos países del mundo.

¿Cuántas tesis doctorales sobre Isabel Allende se han hecho sólo en universidades  chilenas? No tengo estos últimos datos pero sí las hay. ¿Por qué le dieron a ella el Premio “José Donoso”en Chile? ¿Es que el jurado era inepto e incapaz de distinguir entre la literatura y las hamburguesas?  Entonces, mi pregunta también es   ¿todos esos investigadores, estudiantes graduados de distintas universidades del mundo,  realmente son unos estúpidos donde el “consumismo capitalista”  les ha lavado el cerebro y son incapaces de ver y diferenciar la verdadera literatura?   No creo que exista ninguna tesis doctoral sobre las novela de Corín Tellado por ejemplo. 

No voy a mencionar la otra cantidad de honores que Isabel Allende ha recibido de universidades extranjeras, incluida la Universidad de Chile.  ¿Esos honores son realmente otro ejemplo de esos jurados que también les han lavado el cerebro la sociedad de consumo globalizada?   Es cierto que Isabel Allende ha vendido cerca de 70 millones de libros por el mundo pero eso, es cierto, no sería tan importante para nominarla al Premio Nacional o recibirlo, sino lo que dije  anteriormente. La academia, la alta cultura si se quiere usar ese término, nunca la ignoró ni la marginó de los departamentos de literatura ya fueran de español o de estudios comparados. ¿Por qué?

Finalmente Álvaro Matus menciona otra gran deficiencia de Isabel Allende para que no le den el Premio Nacional. Son esas preguntas donde se compara con otra cosa para probar su punto pero que no funcionan por lo absurdo: “¿a qué se debe que nadie la incluya entre los candidatos al Reina Sofía, Juan Rulfo o Cervantes, por nombrar sólo tres galardones en nuestra lengua?” Pongamos pues una larga lista de buenos  narradores chilenos que tampoco han sido incluidos en esos premios.  Pero eso no prueba nada.


*Escritor chileno, Académico en EE.UU.

 

 

 

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