Parpadeos de rostros muertos
Cuentos de Jorge Calvo*
con el sabor de la poesía de posguerra
Por Anders Cullhed
Publicado en el periódico sueco Dagens
Nyheter, 12 de agosto de 1991
Traducción del sueco de Omar Pérez Santiago
Nuestra imagen de un lejano continente como América Latina es fácilmente
unidimensional. A esto han ayudado los reportajes de los noticiarios
(guerilla en la montaña... la coca en la selva... 39.000% de inflación),
la sobre actuada retórica izquierdista del lugar, y nuestra propia necesidad
de confirmar eso que ya sabemos de antemano. En ese marco cumple la
literatura, incluida la poesía, una tarea importante. Allí las voces
propias y divergentes pueden sobreponerse a los lugares comunes y allí
surge una realidad a menudo trágica en su complicación y amargura.
Así son de adecuados los cuentos de Jorge Calvo, un chileno
exiliado en Suecia, que ahora aparecen en sueco bajo en título de La
Poza de los lagartos. Son 10 pequeños historias que casi todas se
mueven alrededor de un pasado brumoso y doloroso, escritos entre la
exigencia de mostrar y la necesidad de encubrir. No queda tiempo se titula
uno de ellos. Te acordás, hermano, se llama otro.
¿Cómo debe uno comportarse para recordar cuando no queda tiempo? Hay que
saber olvidar, dice Margarita en el relato final sobre jóvenes ídolos de
fútbol. Duele recordar al bendecido centro foward Fonola, ahora atado a
un alambre de púas y degollado con un cuchillo carnicero. En Juego de
muñecas el yo habla de una Jimena que -según muestra- está
desaparecida, como era común en el Chile de Pinochet. Los cuentos de
Jorge Calvo recuerdan en ese sentido al mexicano Juan Rulfo,
se desarrollan en parte en el reino de las sombras, ecos de voces
y parpadeos de rostros muertos. O asesinados, para ser exactos.
Pero estas sombras son llamadas ahora y se activan por un narrador
muy vivaz y a menudo muy inteligente. El cruza los dolores melancólicos
con una ironia casi efervescente, construye angustiosos escenarios con
la valentía del exilio (¿desde dónde viene en realidad la amenza? ¿quién
dirige las pesadillas?).
La mejor historia se llama Los pájaros de la catedral de Uppsala,
allí la doble exposición de Camila en Santiago de Chile y Birgitta en la
ciudad universitaria de Uppsala tiene un sueve carácter de pastiche -
con el sabor de las poesías de pos-guerra de Jacques Prevert y el film
Hiroshima, mon amour.
Un par de historias de Calvo lindan de modo innecesario con la
alegoría, pero en general el narrador deja el puzzle medio terminado y
sin explicación. Aquí no se describe el golpe militar pero si sus
consecuencias en el corazón y en los hígados, la daga queda escondida
mientras el terror se hace nítido. Lo más claro son los recuerdos, el
humo de los cigarrillos en aisladas piezas arrendadas, las ventanas
que dan a un Santiago lluvioso.
Muchos escritores latinoamericanos son mejores en el género cuento
(más que en la novela total). Sus relatos se mueven a menudo, de una
u otra forma, alrededor de circunstancias decisivas de la vida, una
mancha ciega, un pozo tan oscuro y profundo como la famosa gruta de
Montesinos en Don Quijote. Justamente un tal pozo figura de modo literal
en el título del cuento La Poza de los lagartos. Allí uno se puede
sumergir un momento.
Ödlarnas mosse (La Poza de los Lagartos), cuentos de Jorge Calvo.
Traducción de Fredrik Ekelund, Editorial Symposion, 1991.
*Jorge Calvo ha ganado ahora el Premio Municipal de Literatura 2004,
con su libro de cuentos Fin de la Inocencia, publicado por
Foro Nórdico de Aura Latina
Imagen: Jimmy Scott,
en Revista de Libros de El Mercurio.