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JAQUES DE AUTOR, EN e4 BATALLAS DE UNA PASIÓN DE JORGE CALVO

Por Sergio Infante Reñasco



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e4 batallas de una pasión da título a un conjunto de diez cuentos cuyo elemento generador es el ajedrez; juego que aparece, de una forma u otra, en cada una de estas narraciones. Pero tal como Jorge Calvo, autor de este interesante libro, se encarga de advertir al lector:

Estos cuentos no se ocupan de teoría ajedrecística y tampoco indagan en asuntos relativos a la disciplina en sí misma. Por el contrario, son como esquirlas o fragmentos si se quiere, incursionan en esferas míticas y atisban episodios hipotéticos que guardan directa correspondencia con la ficción literaria” (10).

Palabras que se encuentran en el prólogo, titulado “El ajedrez como pretexto”. Y, aunque Calvo desde muy joven sea un eximio ajedrecista, nos da la impresión de que “pretexto” significa aquí no tanto un subterfugio para hablar de otras cosas, sino más bien una manera de subrayar que el ajedrez, ante todo, se mostrará como una textualidad cultural previa, compuesta por la historia real y legendaria del llamado juego de los reyes. Textualidad cultural que fragmentariamente se muestra en estas historias, en medio de pasiones humanas, individuales en ocasiones, colectivas en otras. Hechos que a veces provienen del mundo real pero, de antemano, enmarcados —ya desde la portada del libro— con la palabra “cuentos“; es decir, en la ficción. De manera que en este libro por más que se hallen importantes retazos de la historia y de la memoria del ajedrez, como también de lo legendario que lo rodea desde su origen, tal puede verse en el cuento “Una diosa otorga” (15-18), por más que se hallen aquí crónicas de triunfos y derrotas de ajedrecistas famosos, incluidas las circunstancias políticas y sociales acaecidas en el escenario en que ellos se movieron, en estos cuentos de factura impecable predomina, irrenunciablemente, lo literario.

Huelga decir que, en cuanto escritor de ficciones, Jorge Calvo se encuentra lejos de ser un novato, se mueve en este campo con singular maestría. Así puede apreciarse tanto en el conjunto de su obra como en los talleres donde forma a nuevos narradores. Calvo ha escrito novelas, como La partida, en la que también aparece el ajedrez, y su reciente Sin ti mi cama es ancha, además de libros de cuentos, tales como No queda tiempo y Fin de la inocencia, entre otros. En este sentido, cabe señalar que no todos los narradores consiguen, como sí lo hace nuestro autor, dominar ambos géneros con soltura pues las estrategias de estas dos expresiones narrativas son distintas. Las novelas suelen valerse de una mayor digresión y, por el contrario, en el cuento el argumento se desarrolla en forma más sintética y con un tono más intenso. El gran Julio Cortázar, empleando una metáfora boxeril, decía que las novelas se ganaban por puntos y los cuentos, en cambio, por nocaut. Jorge Calvo en e4 Batallas de una pasión demuestra ser un gran noqueador, pero en honor al ajedrez —supuesto de entrada en el tecnicismo e4 del título, que para la mayoría de los mortales es la partida peón 4 rey—, vamos a decir que estos cuentos nuestro autor los gana por jaque mate. Cabe advertir que jamás se trata de un mate pastor, simplemente porque Calvo quiere que su contendiente, o sea, el lector, goce del juego disfrutando hasta el final y lo consigue porque en ninguno de los diez cuentos el argumento y la forma de plantearlo va contaminada de lo obvio. Campean, además los finales sorprendentes, más de alguno que fácilmente podría figurar en una antología sobre este recurso; el que cierra “La venganza de los sardos” (61-69), por dar un ejemplo. Se produce en el lector el placer de la expectativa frustrada ante lo sorprendente, algo que siempre arrastra una riqueza significativa.

Otro aspecto digno de destacarse es que en cada uno de estos cuentos siempre se cumple cabalmente y con completa naturalidad el principio de que en un relato siempre encontramos dos historias, una que puede ser más evidente y otra más sumergida que cruzándose con la primera logra mostrarse en la superficie. Tales cruces son los que en este libro permiten que estas batallas sean mucho más que unas memorables partidas de ajedrez y terminen revelando apasionadas batallas del juego de la vida en diversas variantes.

La pasión erótica y el legendario donjuanismo del único hispanohablante coronado campeón mundial de ajedrez terminará funcionando como una trampa que marcará el declive que lo llevará a perder la corona, en “Sin cetro y con una capa blanca o, pieza tocada, pieza jugada” (49-59).

O las peripecias de un afamado ajedrecista soviético y finalmente desertor del Régimen, donde se nos da a conocer las causas de esa deserción. Desde lo más hondo de aquello va surgiendo otra historia: la de su niñez, durante la guerra; nos enteramos de cómo pasaba hambre y frío, al punto de verse obligado a enterrar en la nieve los cadáveres de sus mayores y a vivir en una alcantarilla sin más compañía que la de un ratón. En la primera historia “pasión” se acerca a apetito y afición vehemente de algo: mayor fama y mayor libertad. En la segunda, “pasión” se acerca a su significado etimológico: padecer, sufrir, tolerar. Este cuento se llama “K, el hombre que saltó”(77-83).

O la historia de Paul Morphy, un niño prodigio en el campo del ajedrez que, triunfador, a los veinte años de edad va desde su país natal, los Estados Unidos, a Europa y allí, en un café de París, encuentra a un joven y talentoso poeta llamado Arthur Rimbaud, a quien, a pesar de su arrogancia, se le empiezan a notar las primeras manifestaciones de una temprana decadencia. Y como si se contagiara, Morphy no tardará en abandonar el ajedrez, en “Máscaras de locura” (19-29).

Entre los otros aciertos de este libro, resulta interesante subrayar la destreza con que Jorge Calvo refuerza el pacto narrativo en cada uno de estos cuentos. Cabe recordar que se entiende por pacto narrativo el hecho de que en la ficción damos por cierto todo lo que nos cuenta el narrador. Esto es necesario para entrar en el mundo posible de la ficción y, por lo general, no nos plantea ningún esfuerzo, ya que estamos acostumbrados, desde nuestra más tierna infancia, a esta suerte de estipulación implícita. Sin embargo, a menudo este pacto se refuerza para así garantizar la verosimilitud, empleando algún recurso, como el manuscrito encontrado, algún otro tipo de documentación, un testimonio prestigioso, etc. Este refuerzo se vuelve imprescindible en las ficciones en las que aparecen personajes y hechos históricos provenientes del mundo real. Tal es el caso de e4 Batallas de una pasión, donde lo imaginario se amalgama con ajedrecistas, campeonatos de este deporte, conflagraciones y otro tipo de acontecimientos políticos y sociales de diferentes épocas registrados por la Historia, la Crónica o la Memoria Colectiva. Jorge Calvo maneja esta técnica cercano a la manera en que la usaba el maestro Jorge Luis Borges. Así, Calvo contamina de ficción las verdades establecidas, sean provenientes de la historiografía o implantadas por la tradición, subordinándolas con gran soltura a la lógica interna de su relato, pues está consciente que la verdad simbólica de la literatura es de una índole distinta a las de los hechos fácticos e, incluso, a las de una literatura anterior, anquilosada por las convenciones. Así, en el cuento “La celada de Odiseo” (31-33) vemos a Ulises que se halla cerca de unos soldados que practican el ajedrez, juego que él desprecia. Sin embargo, al escuchar un comentario de cómo se mueven las piezas se le ocurre la estratagema del caballo, que sabemos le dará la victoria a los aqueos frente a los troyanos. El cuento deja un final abierto sin referirse a este desenlace. Las últimas palabras de esta narración son las de “un oráculo moderno” y le llegan a Ulises como una melodía. El lector interesado en poesía reconocerá en ellas un fragmento del poema Ítaca de Konstantino Kavafis. Magnífico recurso; nos lleva, además, a señalar, aunque sea de paso, que los juegos intertextuales tienen carta de naturaleza en muchos de estos relatos.

Por último, quisiera detenerme en algo que es propio de los buenos libros de cuentos, como es el caso del que hemos estado examinando. Me refiero al hecho de que al cabo de leer todos sus cuentos y obtener una visión de conjunto descubrimos que hay un poderoso eje semántico que los atraviesa del primero hasta el último. La presencia de una totalidad bien estructurada donde no falta ni sobra ninguno de estos relatos. Y, qué duda cabe, ese eje significativo sostiene distintas manifestaciones de la pasión humana, de las batallas que implican. Y desde la médula de ese eje se nos manifiesta la gran pasión por la literatura del narrador Jorge Calvo. Todo esto, y más, ocurre en un libro entretenido, ágil, variado y profundo.


Santiago, 16 de enero de 2022

 


 



 

 

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