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“El viejo que subió un peldaño”,
novela de Jorge Calvo , Signo Editorial, 93 páginas.
Por Antonio Rojas Gómez
Revista OCCIDENTE, Abril-2016
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La historia comienza cuando el Polaco regresa en tren desde Talca a Santiago, intentando contar los postes que el rápido avance del tren va dejando atrás. Vuelve porque ha recibido una invitación para que el grupo musical que integró en los años de la Unidad Popular y del comienzo de la dictadura, se presente en un homenaje al Canto Nuevo que organiza el Museo de la Memoria. Su misión consiste en reunir a los cinco integrantes del conjunto y convencerlos de que vuelvan a cantar.
“¿Cantar de nuevo? ¿Hablas en serio Polaco? Dime, ¿te volviste loco o quién sabe qué porquería estás fumando? Por favor. Date cuenta de que esos tiempos ya pasaron” (pág. 43) Es la respuesta de Amparo, la única mujer y voz principal del conjunto. Y no difieren la de los otros integrantes, Héctor, el del recitao, y Nacho. Pero el más difícil es el Profesor Sevilla, el director del grupo, que está confinado en una silla de ruedas, al cuidado de dos señoras añosas, gemelas y caritativas, que lo protegen como si fuera una antigua reliquia de porcelana.
En las páginas de esta novela laten el tiempo y el vacío y el sentido último de los sueños y del entusiasmo y de la vida fugaz. Porque todo lo vivido para el Polaco “resulta tan lejano, que ya me parece parte de un sueño, un sueño que jamás soñamos bien soñado.” (Pág. 45) ¿Para qué van a cantar de nuevo?, pregunta Héctor. Pero el Polaco se empecina en subir un último peldaño.
Notable es la prosa de Jorge Calvo, que conduce la historia de manera magistral, el lector no puede abandonar la lectura hasta la última página. Una de las mejores novelas del último tiempo.
