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Javier Campos:
Recados infantiles escritos desde la nave espacial.

Sergio Pizarro Roberts
sergioto.pizarro@gmail.com
Cursa Magíster en Literatura Chilena e Hispanoamericana
2012-2013
Universidad Católica de Valparaíso

 

.. .. .. .. ..  

INTRODUCCION

Javier Campos es un poeta chileno nacido en 1947 (65 años), que reside en Estados Unidos desde el año 1977, y que tiene a su haber cuatro volúmenes de poesía y una novela. Su cuarto libro de poesía “El astronauta en llamas”, publicado el año 2000 por LOM ediciones está dividido en seis secciones: I. Las ciudades en llamas; II. Las cartas olvidadas del astronauta; III. Anotaciones encontradas en el Disco Duro; IV Recados infantiles escritos desde la nave espacial; V. El Carpe Diem, y VI. Fin de Milenio (Las cartas inconclusas). El crítico Grínor Rojo prologa dicho libro, señalando que “contiene una expansión cuantitativa y cualitativa” del corpus poético del autor y que los cuatro libros son “cuatro etapas de un solo proyecto” (Campos 5-6).

En términos generales podemos apreciar en este libro ciertos lineamientos que subrayan su obra: un clima de desarraigo y soledad en la voz del hablante lírico que se nos presenta en la figura de un astronauta. Todo un trasfondo de la biografía del autor como exiliado político en la década de 1970. El tema del desexilio y su regreso a este planeta-Chile; el exilio y regreso a los diversos planetas, astros y estrellas que son las mujeres y, entre otras sustancias, están “los recados infantiles escritos desde la nave espacial” (Campos 69-85).

Como veremos, no estamos ante un autor que desarrolla el tema de la infancia como eje central de su obra, pero sí alude a ella dentro del cosmos poético que inventa y con los matices que pretendo compartir, alejándonos del criterio biográfico que nos propone brevemente Grínor Rojo en sus palabras iniciales.

INFANCIA COMO EL ORIGEN DE TODO (¿ciencia-ficción o infancia-ficción?)

El capítulo IV, que el autor titula “Recados infantiles escritos desde la nave espacial”, está dividido en doce partes, que no me atrevo a llamar poemas (independientes) ya que, en sí, el capítulo es un largo y único poema antecedido por un prefacio que transcribo:

A su vez, al final del libro podemos leer una nota extra-textual que reza:

.... . .

Si recurrimos a la noción tradicional de infancia, lo haremos vinculándola necesariamente con el pasado. Es un ejercicio retroactivo que nos obliga a girar la cabeza y su mirada hacia atrás, y los más valientes, a girar el cuerpo completo para quedar de espaldas al futuro. Se trata la infancia de un lugar enquistado en algún momento indefinido del pasado al que ya no podemos acceder fácticamente pero sí poéticamente. “Mirar hacia atrás” como nos señala Gina Saraceni, en cuanto herederos de una memoria propia y familiar[1]. La infancia como un lugar perdido (un tesoro), inencontrable, salvo con las herramientas de la poesía.

Campos invierte el orden lógico de la percepción temporal (algo parecido a Saraceni pero al revés). Sitúa la infancia en el futuro y se acerca al concepto poético del “pasado que no termina de pasar” (Saraceni 20). La verdad es que nos sitúa a todos en el futuro, en el año 4997 fecha en que el autor terminará de escribir y nosotros (lectores) lo empezaremos a leer.

Cuando trastocamos los referentes del tiempo la poesía invade la ciencia-ficción. Y no sólo es el tiempo conjugado; también nos ayuda el hablante lírico cuando los recados[2] son escritos desde la nave espacial. El texto nos sitúa en una atmósfera futurista ya que aún no es de ordinaria ocurrencia que se envíen recados a alguien desde una nave espacial, o desde una plataforma espacial, o un satélite. Para que una persona envíe un simple recado infantil en las circunstancias del poema faltan aún muchos años de tecnología pendiente.

Estamos ante un recado, o sea un mensaje (o respuesta), no es una carta. Es una seña que envía el hablante o la respuesta a un mensaje que le enviaron, sin más formalidad que la simple emisión. La sencillez aflora en el primer recado: “¿Qué vestirás esta mañana soleada?”. Y qué más sencillez que un recado “infantil”, familiar.

El astronauta nos comparte el universo con todo lo desconocido y peligroso que puede llegar a ser para un hablante lírico “humano”: “la radiación de las galaxias, el fuego del sol, la expansión abrasadora del universo”. También cotidianiza conceptos astronómicos que, de por sí, son excepcionales en una rutina terrícola: “la velocidad de mi propia nave espacial, las praderas de Venus, esta nave donde vivo” etc.

Y ya desde esta plataforma ubicada fuera de nuestra atmósfera, estamos ante un astronauta que envía comunicaciones muy particulares y al que le asiste una convicción muy excepcional: “el origen de todo no es el Cosmos sino nuestra propia infancia”. Aseveración mística que viene a complementar (perfeccionar) las hipótesis del niño moderno de Walter Benjamin, la del niño ensoñado de Gastón Bachelard, la del niño ortopédico de Michel Foucault, la del niño discursivo de Giorgio Agamben y qué decir de nuestro niño huacho en Gabriel Salazar y Sonia Montecinos.

Asistimos al paroxismo astronáutico de la infancia!!

La infancia ya no es sólo ensueño, “arquetipo de la felicidad simple” (Bachelard, Poética de la ensoñación, 188-189), o “más grande que la realidad” (Bachelard, Poética del espacio, 46)[3]. Para Campos, “nuestra propia infancia es el origen de todo”, en una categoría superior al Cosmos (orden). El Cosmos está subsumido por la infancia; la infancia es el Dios creador y, por lo tanto, Dios vive en la infancia. Esta visión religiosa de la infancia es aún más radical que el concepto de la Apocatástasis acuñada por Orígenes[4] (185-254 DC) y las doctrinas panteístas[5] posteriores.

La infancia ES el orden perfecto del universo (en un presente que está siendo, y no ha pasado).

Fernando Cabo se acerca a esta posición en su estudio del “Emilio” de Rousseau, al señalar:

“La infancia no se reduce a la idea de anterioridad. En cierto sentido, escapa a la línea de la vida; en especial en cuanto se vuelve una noción conjuradora de las constricciones espaciales y, sobre todo, temporales. (…) Al convertirse en una presencia interiorizada del origen, la infancia se transforma en el factor más poderoso de creación y, si se tolera el juego de palabras, de originalidad. Esto es, de una parte se deja entender como regresión o repliegue, pero, de otra, resulta un principio movilizador de primer orden.” (Infancia y modernidad literaria, 53).

INFANCIA PODER

Como consecuencia de una infancia que es el “origen de todo” se desprende el concepto de la infancia como una entidad investida de un gran poder y que es difícil de determinar con precisión. Contiene el poder de la creación, el cual excede a las posibilidades del entendimiento humano. Nosotros debemos detenernos en el límite que separa la certeza de la especulación y vislumbrar lo que podría significar una infancia de tal magnitud.

El poeta nos colabora con algunos versos para esbozar los efectos de dicho poder: “nada te contamina ni siquiera la radiación de las galaxias”, “vuelves a ser la niña de un cuento infantil”, y “ni el fuego del sol o la expansión abrazadora del Universo podría quemar estas hojas para ti ni menos derretir el cristal que las contiene”.

Con la infancia podemos acercarnos a los astros más candentes y seguir indemnes, atravesar zonas enteras del universo, manejar nociones inéditas del tiempo para recorrer distancias siderales, experimentar regresiones temporales inverosímiles, atravesar hoyos negros y todas las posibilidades que Stephen Hawking nos ha legado[6].

INTERMEZZO

A modo de intermedio podemos escuchar la música ambiental de nuestro astronauta en su nave espacial[7]:

There's a starman waiting in the sky
Hed like to come and meet us
But he thinks he'd blow our minds
There's a starman waiting in the sky
Hes told us not to blow it
Cause he knows it's all worthwhile
He told me:
Let the children lose it
Let the children use it
Let all the children boogie[8]

INFANCIA PELIGRO

Si continuamos sumergidos en un concepto amplísimo de la infancia “como el origen de todo”, de lo bueno y lo malo, lo blanco y lo negro y todos los matices intermedios, la vida y la muerte y todo lo de ambiguo que nos circunda, escapamos, como dijimos, a la forma tradicional de mirarla “hacia atrás”. A su vez, si escapamos a la forma tradicional de mirarla como fuente de riqueza positiva, como un tesoro, un valor, “una reserva de entusiasmo”, ampliamos su umbral a todas las gamas, y la infancia, “como el origen de todo”, puede llegar a ser el origen de lo perverso, lo siniestro y lo peor aún.

Pero no es la intención ser alarmistas, en la hipótesis anterior estamos tocando fondo en el concepto negativo de la infancia, estamos llegando al extremo y en el trayecto hay rangos intermedios.

En el caso de Javier Campos, nuestro poeta maneja cierta ambigüedad, en particular en el tono de los recados que envía el astronauta lírico a dos hermanas desde su nave espacial y que Grínor Rojo, precipitadamente, señala como sus hijas. Escueto en este punto Rojo señala en su prólogo: “Después de la conmovedora conversación que en “Recados infantiles escritos desde la nave espacial” el astronauta mantiene desde la distancia y/o fantásticamente con sus hijas…” (Campos 14). El crítico se atiene a la biografía del autor pero se aleja del texto. Primero, no hay una conversación entre el emisor del recado y sus destinatarias (no puede haberla si se trata de “recados” - mensaje que se envía por otro -); tampoco es literalmente conmovedora, y finalmente, el texto no dice en ninguna parte que las destinatarias de los recados sean sus hijas ni que el emisor sea el padre. Es más, en el duodécimo y último recado constan los últimos siguientes versos:

“en la nave espacial que por siglos ha estado cerca de ellas
un hombre dentro
. .. .. . .. . . sabía que su cartas y recados
. .. . .. . . .. . . . .. . . siempre habían llegado a la tierra.” . . . . (85)

De esta manera, y soslayando toda insinuación incestuosa que podría ser ofensiva para el autor, indago en la hipótesis de un astronauta lírico atrapado por el deseo hacia dos adolescentes terrícolas ¿Y si el astronauta es un extraterrestre, podremos comprender su impulso al no estar regido por los patrones culturales de esta parte del planeta?

La infancia como el “origen de todo”, incluso del deseo. Infancia peligrosa que desvía la mirada del “astronauta en llamas” hacia dos adolescentes, en la huella de Lewis Carroll, Vladimir Nabokov y Claudio Bertoni.

Entrando en el texto de los “Recados”, detectamos el pudor del astronauta que los envía, como el que escribe una carta sin enviarla o como quien envía un mensaje por el mar en una botella, es decir, ansiando que el destinatario no lo reciba:

“Vuelves a ser la niña de un cuento infantil
Con la que yo sueño siempre en esta nave donde
vivo
Y te escribe estos recados que lanzo al universo
en una botella al azar:”
(71)

Y en el primer recado:

“saltar de mi jardín de astros que cultivo
y robarme la carta en llamas
que aún no te envío?” (73)

Asimismo, en el discurrir del poema vemos que las dos hermanas parten siendo niñas en los primeros recados para terminar como adolescentes al final del mismo.

Recado II:

“Las hermanas se parecen (…)

la más pequeña sabe bailar como un papel
. . . .. . . .. . . plateado
. . .. . .en la tranquilidad del Universo

la mayor en tanto se queda apoyada en una ventana
. . . mirando pasar un tren por el espacio:

las dos no se parecen en nada
. . . . . cuando se abrazan felices
. . . . . . . . . . mientras el sol va cayendo
como una moneda de oro gigante
., . . . . . . . . . . en el baúl del tesoro
. . . . . . . . . . . . . . . . de su corazón.” . . . . . . . .. . . (74)

Recado III:

“(…) ves el bello cometa que pasa por tu ventana
. . . . . . . . . . . avisándote
-tal si fuera el cartero enamorado del universo-
que su bolsa hecha de estrellas
. . . . . . . . . . . viene cargada de recados para ti.”. . . (75)

Recado IX:

“La mayor de las dos hermanas dice que ha crecido mucho
los zapatos le quedan estrechos
las camisas ya ni le llegan a la cintura
. . . . . . . . . . . .los pantalones no le entran
sus ojos son más grandes que una ventana normal
podrían caber todas las galaxias en ellos (…)” . . . .. (82)

En la primera parte del libro, titulada “Las ciudades en llamas”, nuestro ardiente astronauta nos canta:

“(…) Yo
Enamorado diabólico en este atardecer.” . . . . . . . . . (21)

“me enamoré de una mujer que conocí en un bar (…)

Me presentó a sus padres que dormían en una piscina
Me besó en medio de su cama en llamas
Me acarició como si fuera un ángel
Me desnudó mientras sus ropas estallaban en grandes hogueras (…)”
(25)

“(…) Desde la ventana de un bar una mujer contempla
(…) Yo sueño con la miel ardiente de esa muchacha” .(35)

En la segunda parte, titulada “Las cartas olvidadas del astronauta”, leemos:

“(…) Mujeres adolescentes bailando desnudas
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . en una jaula de hierro
Acariciadas por personajes oscuros y alegres
Que saltan sorpresivamente de automóviles en llamas
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .y desaparecen (…)” . ..(48)

Y en la tercera parte, “Anotaciones encontradas en el Disco Duro”:

“No me importa que tú seas hermosa y joven
(…)
Pero sé que me destrozaré
Recordando tus senos frescos
Tu cuerpo adolescente (…)” . . . . . . . . . . . .(63)

La infancia-peligro encarnada en dos adolescentes, en varias, en todas; y no es fortuito que ediciones LOM haya elegido para tapa del libro el cuadro “Katia leyendo” del pintor Balthus (1908-2001):


Balthus, pintor admirado desde Rainer María Rilke y André Gide hasta Antonin Artaud, André Breton y Albert Camus, prefería la picardía un tanto perversa de las adolescentes, que las convertía, a un mismo tiempo, en “víctimas y verdugos” en la más pura tradición de Sade y Baudelaire. Declaró: “Para mí, las adolescentes son un símbolo. Sería incapaz de pintar a una mujer. La belleza de la adolescencia es la más interesante. La adolescencia es sinónimo de futuro, la adolescente es el ser antes de transformarse en belleza perfecta” (Balthus, Taschen, 37). Entre 1961 y 1977, etapa durante la cual asumió la dirección de la Villa Médicis en Roma, se dedicó a fotografiar a dos hermanas (coincidencia?), dos “ángeles”: Katia (recuadro) y Michelina. Las jóvenes eran hijas de un empleado de dicha villa a las que, poco a poco, Balthus fue embaucando para que posaran para él.

El crítico Gilles Néret se pregunta “Qué son verdaderamente las Alicias de Balthus: larvas que dejan frío a un entomólogo u “oscuros objetos del deseo que se cuelan en los sueños de los poetas? No seamos hipócritas, -continúa- las niñas no tardan mucho tiempo en darse cuenta de lo que ocurre en torno a sus personitas y los grandes pintores son plenamente conscientes de todas las implicaciones e interpretaciones de las pinceladas con que cubren sus lienzos. Los ángeles religiosos de Balthus tienen la picardía algo perversa de la Alicia en el país de las maravillas del reverendo Dodgson, más conocido como Lewis Carroll” (Balthus, Taschen, 54-55).

(Quizá sea una écfrasis[9] inconsciente de LOM ediciones, en la que el libro de Campos representa a este cuadro de Balthus) ¿Y si volvemos a nuestro poeta? Los primeros versos del prefacio en “Recados” también nos recuerdan a Lewis Carroll:

. .. . .. . Cada vez que abres la puerta de tu espejo [10]
. .. .. .. .. . .. . .. .Pasas a una casa llena de estrellas
Allí nada te contamina ni siquiera la radiación de las
. .. .. .. .. . .. .. .. .. .. . .. .. .. .. . .. . . ... .. .. .galaxias (71)

INFANCIA RESCATE (Campos y otros poetas)

Después de concebir a la infancia “como el origen de todo”, con el “poder” y el “peligro” que ello conlleva podríamos, también, pedirle a dicha infancia que nos rescate, a la manera sutil de Javier Campos. En efecto, en el tercer recado el autor nos dice:

Me gusta soñar lo que tú también sueñas:
. .. .. un volantín celeste
dando vueltas muy lejos de la ventana de tu casa

sólo con mover tu mano
. .. .. .. .. . .. el alegre pájaro de ramas y papel
cubrirá plazas, calles y jardines
(es tan rápido
. .. .. como la velocidad de mi propia nave espacial)

siempre alcanzo a sentir desde tan lejanas galaxias
el rumor de su breve libertad en el espacio (…)
. .. . .(75)

Al astronauta le gusta soñar lo que sueña la niña y logra sentir, desde lejanas galaxias, el rumor de su breve libertad en el espacio. La imposibilidad de un mayor contacto hace que se resigne a compartir su sueño (el volantín girando). No le alcanzan las fuerzas para compartir su realidad.

A su vez, la breve libertad de la infancia es añorada por el adulto desde la lejana galaxia de la adultez. La libertad de la infancia es breve y la prisión de la adultez es mucho más larga. “Es tan corta la infancia y es tan largo su olvido” nos diría Neruda. El astronauta es un adulto que se encuentra a una distancia astronómica de la infancia; ya no logra percibir con claridad y nitidez las sensaciones de la infancia, solo capta un “rumor”, por ende, lo que sobra de la palabra, lo ininteligible de ella, el saldo incomprensible de un mensaje que ya no llegará y que se perderá en el universo de su vida. La infancia, para el adulto (astronauta) conlleva un mensaje que alguna vez escuchó con claridad y que en el transcurso del tiempo empieza a perder debido a las interferencias que produce el ruido de los años cuando se amontonan uno encima del otro.

Es el “adulto-nauta” que navega el universo de su vida pidiendo una señal luminosa al planeta perdido de la infancia. Un rescate en su existencia.

Algo similar le acontece a Jorge Tellier cuando permite que la mano del forastero pase “a través del espejo de la tarde para hallar al adolescente” (Tellier, “Crónica del Forastero”, 86) y también, casi como un recado de Javier Campos, al enviar una “Carta de lluvia” en “Poemas del país de nunca jamás”:

“Si atraviesas las estaciones
conservando en tus manos
la lluvia de la infancia que debimos compartir
nos reuniremos en el lugar
donde los sueños corren jubilosos
como ovejas liberadas del corral
y en donde brillará sobre nosotros
la estrella que nos fuera prometida.” . .. .(46)

Ambos piden socorro enviando mensajes al planeta de nunca jamás.

Enrique Lihn era más escéptico al respecto y simplemente preguntó “¿Qué será de los niños que fuimos?” (La pieza oscura, 24), reconociendo, con la sola pregunta, que se perdió todo contacto radial con la infancia. No hay memoria, no hay ensueño. La nave del astronauta Lihn navega absolutamente a la deriva y lo sabe con amargura. No pide rescate a la infancia porque no cree en su propia memoria.

Armando Rubio parte su libro “Ciudadano” con una hermosa metáfora del volantín, que no es celeste como el de Campos sino gaviota. Su único libro es un descenso pavimentado desde la infancia hacia el escepticismo de Lihn, terminando como “un oscuro ciudadano extraviado por el mundo” (Ciudadano, 64) y que jamás emitió un S.O.S.

A pesar de que para Javier Campos la infancia es el “origen de todo”, el poeta apenas logra atisbar “el rumor de su breve libertad en el espacio”. Humilde declaración que se ve sobrepasada por el potente optimismo de Efraín Barquero. Quince años mayor y quizá por ello, miembro de la generación ampulosa que ostentaba el dominio de las posibilidades, Barquero es el astronauta experimentado en “el regreso” (103) y que presentiza la infancia con la autoridad del destiempo; va y viene desde la infancia con total libertad, ya que su vaivén es de tono mayor: va y viene desde la vida a la muerte (que es otra vida), en un tránsito panteísta que no supone rescate alguno. Barquero no pide rescate, lo brinda.

Delia Domínguez comparte la humildad y temor de Campos al decir: “cuando salimos de la infancia nos marcó la edad de golpe" (26); verso definitivo que lleva un germen de irrevocabilidad y que la transforma en astronauta precavida, brindándonos un homenaje al “por si acaso”:

“En los frascos azules guardo el aire
que te daré algún día
cuando todo sea verdad.”. . .. . . .. (26)

En el extremo opuesto a Barquero (para quien la muerte es otra vida), se encuentra Alejandra Pizarnik, convencida de que la vida es otra muerte e incluso que la infancia es otra muerte:

“La infancia implora desde mis noches de cripta” (221)

Para Campos, las niñas de sus recados están vivas. Las niñas de Pizarnik, en cambio, están muertas: “La que murió de su vestido azul está cantando. Canta imbuida de muerte al sol de su ebriedad (…) Expuesta a todas las perdiciones, ella canta junto a una niña extraviada que es ella”. Astronauta “extraviada” vestida de negro (perdón, de lila). Pizarnik y sus cantos terriblemente bellos no son un llamado de auxilio porque su boca solo sirve para llamar a la muerte y quedarse en el hoyo negro cuya ruta, Javier Campos quiere evitar.

César Vallejo y Gabriela Mistral son los socorristas hispanoamericanos de la infancia adolorida. En el contexto de Javier Campos, son los astronautas-bomberos que viajan por el espacio buscándola. Ellos la quieren rescatar. Ellos no escuchan “el rumor de su breve libertad en el espacio”. Ellos escuchan el llanto plañidero de todos los niños del universo. Ellos quieren rescatar más que ser rescatados.

El hijo del espacio, Eliseo Diego, el gran codificador de mensajes. El portador de la tranquilidad de la herencia al que los astronautas piden ayuda cuando todo les sucede. Vemos a Javier Campos que pasa en su nave pensando en el momento único de la infancia y Eliseo Diego le responde:

“no pase nada, todo sea
lento y paladeable como espesa noche
si alguien pregunta díganle
aquí no pasa nada, no es más que la vida (…)” (33)


CONCLUSIÓN

El libro “Astronauta en llamas” de Javier Campos y su sección “Recados infantiles escritos desde la nave espacial” es un texto único en la poesía chilena que, en un complejo juego temporal de ciencia ficción, bautiza a la infancia como el origen de todo con las consecuencias que dicha aseveración conlleva. Es coherente el autor al desarrollar el poder y peligros que ese enunciado confiere en un cuerpo poético que también da cabida a la duda, a la ambigüedad y al rescate. Infancia como poder, como peligro y como rescate.

Rescate que nos permite conectar a Javier Campos, desde su óptica, con otros poetas-astronautas en la ruta hacia o desde la infancia.

Destaco finalmente de la tercera sección del libro, “Anotaciones encontradas en el Disco Duro”, los siguientes versos, a modo de arte poética:

“Todo poema con el tiempo
. .. .. .. . ... . son los seres que nos dejaron
Una antigua nostalgia
Una elegía y zozobra
Alarmas y terrores de la esperanza (…)

Toda escritura sólo a veces
. .. .. .. . .. .. .. . . .. ... . es imagen poderosa
Pero siempre reescritura
. .. .. .. . .. .. .. . . .. ... .de lo que tenemos que perder
O de lo que inocentemente
. .. .. .. . .. .. .. . . .. ... .volvemos a inventar. (…) . .. .. .. . .. .(66)

De otros destinatarios serán
. .. .. .. . .. .quizás todas estas cartas con el tiempo
Escritas en casas y paisajes oníricos (…)

Creo que esos paisajes no han de perecer jamás
Porque de allí sale
. .. .. .el necesario engaño que hay en toda poesía” . .. .. ... .(67)


*****

EPILOGO

Tratándose de recados, y de aquellos que nunca llegan al destinatario, me atrevo a mandarle uno a Javier Campos desde este planeta cualquiera:

Juego de niñas

Estás en otro lugar y
ya no nos conocíamos
habíamos invertido la amistad
nuestras y nuestros amigos

No queríamos usar las mismas palabras
aplastarnos de ideas
sujetar
como si de género nos tratasen

Éramos de libro
sinceramente protagónicas
personajes, siempre personajes
simulando

Nos habían semillado
en un juego de machos y hembras
y estábamos recién empezando[11]

 

ANEXO

Marcel Proust (1917)

¡A la sombra de las muchachas en flor!

“…;la aurora de juventud con la que se encendía aún el rostro de aquellas muchachas y fuera de la cual me encontraba yo ya, a mi edad, lo iluminaba todo delante de ellas y - como la fluida pintura de ciertos primitivos - hacía destacar los detalles más insignificantes de su vida sobre un fondo de oro. La mayoría de los rostros de aquellas muchachas se confunden en aquel rubí confuso de la aurora de la que no habían brotado aún las facciones verdaderas. Sólo se veía un color encantador bajo el cual no se podía distinguir el perfil que tendrían al cabo de unos años. El de entonces nada tenía de definitivo y podía ser un simple parecido momentáneo con algún miembro difunto de la familia para el que la naturaleza hubiera tenido aquella cortesía conmemorativa. Llega tan pronto el momento en que ya nada podemos esperar, en que el cuerpo queda fijado en una inmovilidad que no promete más sorpresas, en que perdemos toda esperanza, al ver - como en los árboles en pleno verano hojas ya muertas - en torno a rostros aún jóvenes cabellos que caen o encanecen, es tan corta esta mañana radiante, que llega un punto en que sólo nos gustan las muchachas muy jóvenes, aquellas en que la carne -como una pasta preciosa- aún está en formación. Son un raudal de materia dúctil amasada en todo momento por la impresión pasajera que las domina. Parece como si cada una de ellas fuera sucesivamente una estatuilla de la alegría, de la seriedad juvenil, del mimo, del asombro, modelada por una expresión franca, completa pero fugitiva. Esa plasticidad infunde mucha variedad y encanto a las amables atenciones de que nos da muestras una muchacha. Cierto es que son indispensables también en la mujer y aquella a la que no gustamos o que no deja traslucirlo adquiere para nosotros como una uniformidad aburrida. Pero esas amabilidades mismas, a partir de cierta edad, no propician ya suaves fluctuaciones en un rostro que las luchas de la vida han endurecido, vuelto militante o extático para siempre. Uno -por la fuerza continua de la obediencia que somete a la esposa a su esposo - parece - más que de mujer - de un soldado; otro, esculpido por los sacrificios que ha hecho todos los días la madre por sus hijos, es de apóstol. Otro más es - tras años de reveses y tormentas - el de un viejo lobo de mar, en una mujer cuya ropa es lo único que revela su sexo. Y cierto es que las atenciones que tiene una mujer con nosotros pueden aún - si la amamos - sembrar de encantos nuevos las horas que pasamos junto a ella. Pero no es sucesivamente una mujer diferente para nosotros. Su alegría sigue siendo exterior a un rostro inalterable. Pero la adolescencia es anterior a la solidificación completa y a eso se debe que junto a las muchachas experimentemos ese remozamiento que brinda el espectáculo de las formas en cambio incesante desde una oposición inestable que recuerda a esa perpetua recreación de los elementos primordiales de la naturaleza contemplados delante del mar.”

 

* * *

 

NOTAS

[1] Saraceni nos sorprende con el concepto del heredero que se enfrenta a un pasado que revela una novedad siempre inconclusa, algo abierto en el tiempo, como si estuviésemos hablando del futuro y no del pasado.
[2] Recado: mensaje o respuesta que de palabra se da o se envía por otro (Diccionario de la RAE).
[3] Tampoco será “un sujeto subalterno” (Spivak), ni será vista desde un lugar marginal o periférico (Walter Mignolo), ni tampoco será un objeto cultural en el marco de la transición desde el antiguo régimen hacia la época moderna (Philippe Aries) y menos una “pesadilla” (Lloyd Demause, 15).
[4] Apocatástasis: es un concepto especialmente utilizado por Orígenes, y que según él, significa que en el fin de los tiempos, todos, pecadores y no pecadores, volverán a ser uno con Dios.
[5] El panteísmo es una creencia o concepción del mundo y una doctrina filosófica según la cual el Universo, la naturaleza y Dios son equivalentes. La ley natural, la existencia y el universo (la suma de todo lo que fue, es y será) se representa por medio del concepto teológico de "Dios". La palabra está compuesta del término griego Πάν (pan), que significa todo, y θεός (theos), que significa Dios; así se forma una palabra que afirma: todo es Dios.
[6] Stephen William Hawking (Oxford, 8 de enero de 1942) es un físico, cosmólogo y divulgador científico británico. Sus trabajos más importantes hasta la fecha han consistido en aportar, junto con Roger Penrose, teoremas respecto a las singularidades espaciotemporales en el marco de la relatividad general, y la predicción teórica de que los agujeros negros emitirían radiación, lo que se conoce hoy en día como radiación de Hawking (o a veces radiación Bekenstein-Hawking).
[7] David Bowie: Starman, 1972. https://www.youtube.com/watch?v=4gmsNq90Tdc&NR=1&feature=fvwp
[8] Hay un starman (hombre de las estrellas) esperando en el cielo
Le gustaría venir y encontrarse con nosotros
Pero cree que nos haría volar las mentes (en el sentido de destruír)
Hay un starman esperando en el cielo
Nos ha dicho que no la destruyamos
Porque sabe que todo vale la pena
Él me dijo:
Deja a los niños perderla (la mente)
Deja a los niños usarla (la mente)
Deja a los niños bailar
[9] Ecfrasis: es la representación verbal de una representación visual. Es un tipo de intermedialidad; puede ser real o ficticia y, a menudo, su descripción está insertada en una narración. La écfrasis clásica puede corresponder en el plan del estilo a la hipotiposis (descripción animada). Umberto Eco (2003:110) considera que «cuando un texto verbal describe una obra de arte visual, la tradición clásica habla de écfrasis».
[10] Original no subrayado.
[11] Poema inédito de Sergio Pizarro Roberts.

 

 

BIBLIOGRAFÍA

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___. La poética del espacio. México: FCE, 1957.
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- Bertoni, Claudio. De vez en cuando. Santiago: LOM Ediciones, 1998.
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- Lihn, Enrique. La pieza oscura. Santiago: Ediciones Universidad Diego Portales, 2010.
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- Proust, Marcel. En busca del tiempo perdido (7 tomos). Buenos Aires: Losada, 2006.
- Rubio, Armando. El ciudadano. Santiago: Tajamar editores, 2006.
- Saraceni, Gina. Escribir hacia atrás. Buenos Aires: Beatriz Viterbo editora, 2008.
- Spivak, Gayatri. ¿Puede hablar el sujeto subalterno? En Obis Tertius, Universidad Nacional de La Plata, Año 3, N°6.
- Tellier, Jorge. Los dominios perdidos (Antología). Santiago: Fondo de cultura económica, 1996.
- Vallejo, César. Obra poética completa. Venezuela: Biblioteca Ayacucho, 1985.



 

 

 

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