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Polémica:
¿Quién debe ser admitido en la Sociedad de Escritores de Chile?

Javier Campos



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Todo comenzó por una columna del escritor chileno Mauricio Electorat publicado el 29 de julio de 2018 en la sección Artes y Letras del periódico chileno El Mercurio. El título del artículo era “Ignominia”. El diccionario de la RAE define el término “Ignominia” en una sola frase: “Afrenta pública”. O sea, una acción deshonrosa causada por alguien. En este caso, la Sociedad de Escritores de Chile (SECH), ha causado una ofensa pública a toda la sociedad chilena, y a todos los escritores chilenos, al incorporar al escritor Ricardo Palma Salamanca como miembro de esa sociedad.

Ricardo Palma no merece ser miembro de la SECH, dice Electorat, porque este “héroe de la resistencia chilena no solo fue el asesino de Jaime Guzmán” (hasta ese entonces Guzmán era senador de Chile y fue asesinado el 1 de abril de 1991). “…sino que tiene a su haber una lista de crímenes, que incluye cuatro asesinatos y un secuestro.  Y “… está condenado por la justicia chilena, en democracia, a dos cadenas perpetuas.”   Electorat dice que no condena su obra (libros escritos por Palma aunque no menciona si los leyó o no) sino que no debió ser incorporado a la SECH porque Palma fue “un pistolero, a sueldo espiritual, y/o material de una facción política que vio el terrorismo una vía legitima para acabar con la dictadura y hacer justicia en nombre del pueblo.”  Y aquí la frase más controversial para mi pues, según Electorat, la acción tomada por la SECH es inmoral (una ignominia) porque “consiste en dotar a Palma de una pátina de intelectual”. Entiendo que para Electorat por lo que dice, Palma no posee ningún valor como intelectual ni menos como escritor de ficción y que la SECH está haciendo un favor inmoral al darle el título de escritor. O sea, Palma es un terrorista y de intelectual nada y la SECH cometió una terrible afrenta contra la sociedad chilena y contra todos los escritores al incorporarlo como socio (nótese que el discurso de Electorat está en primera persona plural: nosotros. Habla representando a toda la sociedad chilena y a todos los escritores del país).

La editorial LOM aceptó la publicación de dos obras de Palma. En 1998 (siete años después del asesinato de Jaime Guzmán) su libro El gran rescate que es un testimonio novelado que cuenta la historia de un hombre escribiendo desde su soledad, el recuerdo de la operación, organización, y ejecución del rescate por un helicóptero de un grupo de presos pertenecientes al Frente Patriótico Manuel Rodríguez. En 2001, la misma editorial LOM publicó Una larga cola de acero, otro testimonio novelado, que cuenta acciones de secuestro, así como la matanza de “la operación Albania” en Chile. Los originales que acepta LOM para publicar pasan por un riguroso comité de lectura por escritores conocidos y con vasta experiencia intelectual. Así son sus comités editoriales. Este previo paso a la publicación mostró que Palma Salamanca era (y es) un escritor digno de publicarse y que su obra tiene valor artístico (como dije sus obras son relatos novelados, quizá quepan en el género testimonio cuyo género usa también la relación ficción/realidad). Y aquí para contradecir lo que dijo Eletorat eso de que Palma no tiene ni siquiera una “pátina de intelectual”. ¿Por qué LOM por tanto no lo rechazó ni como escritor ni como intelectual ni menos por el contenido de sus dos testimonios novelados y lo incluyó en su catálogo si está acusado de graves crímenes y se le considera un terrorista según la Electorat? Extraño misterio.  Pero es la pregunta de oro que no se hizo Electorat antes de escribir su columna.

El 22 de junio de 2012 se publicó un interesante artículo, “Good Art, Bad People”, escrito por un conocido columnista norteamericano, Charles McGrath, ex editor del New York Times Book Review.   En una traducción libre del título de la columna sería: “La gente mala produce obras de arte”. O en mi libre interpretación: “¿Puede una gente que hizo terribles cosas producir una obra de arte”?  Este artículo pone un viejo tema en la discusión de la producción artística que es la relación entre artista de carne y hueso y él mismo como el productor de arte (sea literatura, música, pintura, etc.). Las tendencias son dos en esa discusión: o que no hay ninguna diferencia entre ambos, o que sí hay una clara diferencia. Respecto a lo primero, hace muy poco resurgió la polémica contra el director estadounidense Woody Allen al que se le acusó de molestar sexualmente – y poseer una mentalidad pedofilica-  a algunos de sus hijos cuando eran niños.  Pues ahora algunos/as rastrean sus filmes hurgando esa supuesta conducta pedofilica de Allen puesto que piensan que no hay diferencia entre Allen y sus creaciones artísticas. Comienzan a buscar aquello   en sus personajes creados, en los comentarios entre ellos, interpretar las relaciones de gran diferencia de edad que usualmente aparecen entre el personaje masculino (Allen actuaba también) con amantes que tienen 20 o 30 años menos que el personaje masculino (por ejemplo en la bella película Manhattan de 1979).

De igual manera se ha comenzado a re-interpretar y rechazar la obra del pintor francés Balthus (1908-2001) por sus pinturas de niñas adolescente en posturas muy sensuales viendo también al pintor de carne y hueso como un pedófilo que lo trasmite en sus pinturas. Hubo 8 mil cartas al Museo Metropolitano de Nueva York en diciembre de 2017 para que se suspendiera una gran muestra de la pintura de Balthus por su “contenido voyerista y hacer de los niños objetos sexuales”. Exigían sacar su pintura “El sueño de Thérese¨. El director del Museo rechazó la demanda diciendo: “Esta exposición de Balthus da la oportunidad para conversar. El arte visual es uno de los más significantes medios que tenemos para reflexionar sobre el pasado y el presente, y debemos exigir la continua evolución de nuestra actual cultura a través de una discusión informada y respetando la expresión creativa”. Es claro que para El Museo Metropolitano de Nueva York (MET) no hay que confundir al artista con su producto creado. Lo que dice el MET se puede aplicar a la novela Lolita (1955) escrita en Estados Unidos por el escritor ruso  Vladimir Nabokov (1899-1977).  De dice que el autor tenía una supuesta conducta pedófila como el personaje, Humber Humber, un profesor muy mayor que enseña literatura en una universidad de Nueva York.  Nabokov fue profesor de literatura rusa y europea desde 1948 a 1958 en Cornell University, Ithaca, Nueva York.

Lo que escribió Charles McGrath en el New York Times, que sin duda opina lo mismo que señalamos más arriba, trata otro asunto, pero también conectado a lo anterior: la producción artística y el sujeto que la produce. En este caso él se hace dos preguntas, ¿puede un artista producir “buen arte” (obras maestras) aun cuando esa persona es (o ha sido) un horrendo antisemita, racista, misógino, traficante, pedófilo, ladrón, cometido crímenes sexuales u otros, adultero/as, pertenezca o haya pertenecido a grupos terroristas, etc.?  ¿Y a razón de eso eliminarlo para siempre, por sus conductas personales (morales, ideológicas o patológicas), de exposiciones o publicaciones?  ¿Censurarlos de pertenecer a sociedades artísticas, sacarlo de los catálogos de las bibliotecas o de los museos, o su música sea prohibida, sus esculturas destruidas, sus novelas quemadas? ¿Finalmente marginarlos de la historia de la literatura y del arte de su propio país?

A la primera pregunta él afirma rotundamente que sí. Y pone varios ejemplos de artistas con conductas horrendas como ser humano, pero han creado grandes obras de arte (¨Good Art”). El compositor alemán Richard Wagner tenía un profundo antisemitismo. El pintor francés Edgar Degas también era antisemita y fue un anti Dreyfus hasta su muerte. El escritor norteamericano Erza Pound fue también un antisemita y pro fascista. Picasso fue un misógino, dos de sus mujeres se mataron y otras dos quedaron dementes. El escritor norteamericano Norman Mailer trato de asesinar a su mujer. El poeta francés Arthur Rimbaud fue traficante de armas en Etiopia. El poeta inglés Lord Byron cometió incesto. El escritor francés Gustave Flaubert pagaba para tener sexo con niños. Esos son los ejemplos que pone Charles McGrath. Yo agregaría al escritor vasco, bastante reconocido y premiado en el País Vasco, Joseba Sarrionandia (1958), quien en 1985 se escapó de la cárcel de Martutene, Sur de San Sebastián, El País Vasco, donde cumplía condena de 18 años por ser miembro del grupo terrorista ETA y ahora vive en Cuba.

Para Charles McGrath, el artista como sujeto social, sea malo o bueno, es aquello un asunto moral. En cambio, su producción artística (sea Wagner, Pound, Degas o Sarrionandia), sea buena o mala su obra, debemos juzgarla únicamente por su mérito o calidad estética y no por su moral. Un artista que comete crímenes, sea antisemita o misógino, su condena debe ser moral;  en cambio el arte que produce (malo o bueno) no puede ser juzgado de la misma manera. No podemos exigir que un artista sea de una moral impecable dice McGrath. Y aquí creemos que lo políticamente correcto aplicado a las obras de arte (Balthus, o caso de Lolita, etc.) entra en un juicio de valor dogmático al no aceptar esa importante frontera. Una gran poesía (Rimbaud por ejemplo), una gran novela (Flaubert por ejemplo) puede mostrarnos realidades terribles que nos ayudan a entender ciertas realidades donde esos artistas vivieron aun hayan sido escritos por artistas moralmente cuestionables.  Ya hablamos de la misoginia de Picasso, pero contémplese sus cuadros sobre rostros de mujeres, o su Guernica cuya imagen de la mujer con el niño muerto es una de las grandes imágenes en la pintura de occidente que representa la violencia de la guerra. ¿Debemos censurar muchos cuadros de Picasso con rostros de mujeres?

A la segunda pregunta se deduce que Charles McGrath no está de acuerdo en expulsar de ningún medio o sociedad a esos artistas que moralmente son rechazados y censurados por la sociedad por sus actos. La moralidad de un artista, como ya mencionamos, nada tiene que ver con el arte producido porque ambos son de distinta naturaleza. El arte se juzga por un criterio estético y no por un criterio moral. Esa es la diferencia. Por tanto, el escritor Ricardo Palma Salamanca bien merecido tiene pertenecer a la Sociedad de Escritores de Chile.

 

Foto: Arthur Rimbaud en Etiopia (1883)
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Javier Campos (Santiago de Chile). Ha publicado dos novelas, dos libros de cuentos y cuatro libros de poesía. Obtuvo en 1990 el primer premio Letras de Oro para escritores hispanoamericanos residentes en Estados Unidos con Las cartas olvidadas del astronauta. El año 1998 fue finalista en premio Casa de las Américas, Cuba, con su cuarto libro de poesía El astronauta en llamas. Ha sido traducido al inglés, alemán, gallego, árabe y ruso. En diciembre de 2002 gana el premio Internacional de poesía, categoría poema largo (“Los gatos”) en el Premio Internacional “Juan Rulfo” de Radio Francia Internacional. En 2003 publica su primer libro de cuentos La mujer que se parecía a Sharon Stone, Editorial RIL, que obtiene Mención Honrosa en 2004 en el Premio Municipal de Literatura de Santiago de Chile. Su segundo libro de cuentos Fui dueño de tu encanto (Tango en Manhattan) fue publicado en 2017 (Chile: Alaire Libro). Ha sido invitado a los festivales de poesía de América Central (Granada, Nicaragua; San José, Costa Rica; San Salvador y Quezaltepeque, El Salvador; Quetzaltenango, Guatemala). También al de Medellín, Colombia; Habana, Cuba. Al I Festival Internacional de Poesía de Lima; al Festival de Poesía de Granada, España; al Festival de Música y Poesía en Samara (Rusia); al Festival Internacional de Poesía Barcelona, España. Fue columnista del periódico chileno en Internet El Mostrador desde 2002 hasta 2012 donde escribió sobre temas latinoamericanos. Fue traductor de la poesía del poeta ruso Yevgeny Yevtushenko junto al mismo autor desde 2007 a 2017 en 7 ediciones publicadas en Nicaragua, Cuba, Chile, Colombia. En la editorial VISOR, España, 2011, bajo título Manzanas robadas. En la Editorial Valparaíso (Granada, España, 2015) bajo titulo Dora Franco. Una confesión tardía. En el II Festival Internacional de poesía de Lima, Perú (2016), Dora Franco. Una confesión tardía y otros poemas. Y en el Festival Sur de Poesía, Habana, Cuba (2017) bajo Manzanas Robadas. Ha publicado poesía y narrativa en la revista del escritor nicaragüense Sergio Ramírez, Carátula. Antologado, dentro de otras, en Antología de poesía chilena (Chile: Editorial Catalonia 2015). Es profesor titular del departamento de literatura y lenguas modernas y del programa de estudios latinoamericanos en la Universidad jesuita de Fairfield, Connecticut, Estados Unidos. Su reciente novela El bailador de tango, publicada por Casasola editores, EEUU, abril 2018 (está disponible en Amazon.com). Actualmente terminó con historiador argentino una historia sobre El tango en el Rio de la Plata.



 

 

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