Dónde estarán los amigos del pasado.
Aquel que me dijo leyera a Lenin y El Capital.
O aquellos que en las tardes insubstanciales de un pueblo del sur
me invitaban a leer poesía tomando vino dulce y fumando mariguana.
O aquella bella muchacha que a las 8 de la noche en verano
me hacía señas de su balcón
y yo en la esquina de la calle mirándola con un libro bajo el brazo
a la que nunca hablé, a la que se la tragó la vida.
Dónde estarán los otros amigos que trabajaban en una fabrica
y allí envejecieron o desaparecieron en una isla,
en un campo de concentración.
Dónde estarán las bellas muchachas de piernas color del durazno.
Esas que nos llamaban para que nadáramos en el mar junto a ellas.
Les tocáramos sus senos, las besáramos en sus labios color de las cerezas.
Dónde estará aquel que tenía un único abrigo para el frío
y se paseaba por la plaza del pueblo leyendo a los poetas malditos.
Y aquel que tocaba la guitarra cantando canciones de protesta
dicen que está enterrado en el fondo del mar
amarrado a una piedra con cadenas.
A dónde se fue aquella edad cuando íbamos a construir
un Universo igual para todos.
Ahora somos otra vez esos muchachos y muchachas que repiten lo mismo.
A lo mejor somos de nuevo todos ellos que volverán a leer los mismos libros,
ver las mismas películas, repetir las mismas canciones,
encandilarse con hombres de barbas con una estrella en su boina,
que les susurrarán meterse en una selva con un fusil
y dar la muerte para cambiar la vida.
Quizá no
Por cierto que volverán amar a las mismas muchachas o a los mismos muchachos.
Acariciarse en la arena caliente, tocarse sus cuerpos desnudos bajo el agua del mar.
Algunos volverán a desaparecer en la misma isla.
Meterlos en horrorosos campos de concentración.
O serán lanzados otra vez al mar con la misma piedra,
encadenados para que nunca más puedan regresar.
O Quizás no
Nosotros los de entonces, rejuvenecidos por la nostalgia,
seguiremos siendo los mismos.
Quizás si
Quizás ya nunca más