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CAMPOS EN 2017

Por Grinor Rojo

(Presentación de último libro de poesía de Javier Campos, El poeta en llamas,
25 de octubre de 2017, Sociedad de Escritores de Chile, Santiago, Chile )


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¿Cuántos poetas hay en el poeta Javier Campos en este 2017 o, mejor dicho, cuántos y cuáles son los poetas que uno percibe en la poesía del poeta Javier Campos en este 2017? Habiendo debutado con Las últimas fotografías, en 1981, y habiendo tenido después una carrera exitosa y a la que coronan reconociemientos significativos (Premio Letras de Oro, 1990, finalista en el Casa de las Américas, 1998, Premio de Radio Francia internacional, 2002). Campos regresa ahora hasta nosotros con una antología en la que reúne buena parte de su última producción. ¿Cuáles son sus perfiles actuales? Voy a perseguir a continuación cinco de ellos:

El primero es el poeta de la poesía. Más precisamente -porque el no querrá que yo lo confunda con Valéry o con Juan Ramón Jiménez-, el poeta de la actividad poética. Me refiero a una suerte de poeta gremial, preocupado de la vida literaria, de lo que hacen y no hacen sus pares, atento a sus declaraciones y desplazamientos, donde quiera que ellos acontezcan. ¿Quiénes son, cómo viven, y de qué manera hacen lo que hacen? Y no solo en la contemporaneidad: ¿Qué grado de consideración se les brinda en el presente y cuánta fue la que se les brindó también en el pasado? ¿Cuánto valen y valían sus palabras? No falta el apunte escéptico, por supuesto. Como cuando Campos escribe que las palabras del poeta son hoy “indescifrables jeroglíficos de una especie cada vez mas extinguida” (“El poeta joven”. 12). Sin embargo, en el fondo de sí, llevado por el más auténtico de sus instintos, el poeta Campos continúa apostando al valor de la poesía y los poetas. Todavía piensa que ellos son la sal de la tierra. Sabe que los tiempos son difíciles, pero sabe también que los poetas son bichos resistentes y que se sobreponen a cualquier cataclismo. Busca entonces su compañía, se enreda en sus refriegas, pelea contra los encasillamientos periodísticos o académicos de que se les hace objeto, diciendo que no le interesan y eso porque esos encasillamientos constituyen una prueba fehaciente de su presencia en la tribu.

Un segundo poeta que está presente en este libro es el poeta cosmopolita, el que se mueve por el mundo a impulsos de un “nomadismo” que es muy de este tiempo, muy “postmoderno”. Es lo que le queda al poeta Campos de un exilio que él inició en 1973, por las razones que todos sabemos, y que de ser político se transformó con el tiempo en metafísico. Hoy Campos no pertenece a ningún lugar, no se debe a nada ni a nadie. Es un poeta “desterritorializado”, como el gustaba decir a Deleuze. Viaja y recala en caletas diversas, que va desde la gran ciudad contemporánea a alguna canoa que surca un río ignoto en medio de las selvas del trópico. Pasan los países y pasan las ciudades: Nueva York, Habana, Managua, Medellín, Puerto Ángel, Moscú, Berlín, Samara y, por supuesto, Tomé. Ni siquiera tengo que decir que esas caletas son de preferencia reductos poéticos, aquellos en las cuales a Campos lo reciben sus pares y donde lo escuchan y aplauden, que es lo que a él más le importa en este mundo. Esto hace pendant con la figura anterior. Descubrimos que el poeta de la poesía es, además, un poeta nómade de la poesía y por eso el, o mejor dicho sus acciones de inmersión en el barullo de la vida poética, acaparan por lo menos dos tercios del poemario que ahora comento. Obsérvese que los pares de Campos no son sólo nacionales o regionales. Sus pares son planetarios, participantes todos ellos en la conspiración de la poesía.

Un tercer poeta de Campos es el poeta cósmico. Buena parte de lo mejor de su obra ha sido escrita a base de este tipo de imaginario, el que en su producción alcanza su mayor altura en  Las Cartas olvidadas del astronauta  (1991) y  El astronauta en llamas  (2000), dos libros excepcionales, de lo mejor que ha dado la poesía chilena de la postdictadura. A propósito de este último libro, en el prólogo yo mismo escribí que contenía “la crónica de un desengaño indispensable (...) el que arraiga en la certeza que la ciudad de nuestro deseo no existe en ningún tiempo ni en ningún lugar, ni ahora ni antes, ni adentro ni afuera, que nunca estuvimos en ella y sencillamente porque nunca nos topamos con ella; que nada hay por lo tanto a lo cual regresar y que el exilio no es un estado pasajero sino la forma correcta de nuestro destino”. He ahí la causa del vagabundeo eterno, del tránsito de una poesía social a otra que habla del obligado extrañamiento de la condición humana.

Pasados casi 20 años desde que escribí esas frases, hoy me declaro en condiciones de asegurarle al lector de esta nota que el dominio actual del poeta Campos es el cosmos, que en él, navegando entre sus galaxias y constelaciones, es donde realiza su quehacer, y que por lo mismo él constituye la no morada de su morada y su marca de fábrica. El espacio y el tiempo terraqueo le resultan en la actualidad insuficientes (o insoportables), y es entonces cuando las distancias reales se metaforizan en siderales y los tiempos reales se le transforman en siglos, en “edades ciegas”, como decía Neruda, alargándosele también la longitud de los versos y, en último término, acentuándose con ello la tendencia narrativa del discurso. Con todo, el astronauta vuelve periodicamente a los orígenes, retorna a sus calles en el pequeño pueblo del sur de Chile, pero a sabiendas de que no ha de quedarse, que tarde o temprano retomará el periplo. Un poema como “La última carta del astronauta” es característico en este sentido:

Yo siempre seré tu golondrina en llamas que regresa
El que vive encerrado en esta nave del olvido
El que necesita volar en el bosque de tu casa
Y de allí emigrar desolado al jardín de la luna (68)

Un cuarto poeta de El poeta en llamas es el tecnológico, también de larga data en la producción de Campos, desde el debutante de Las últimas fotografías, (1981, cuyo texto se reproduce aquí facsímilarmente), hasta el apasionado cibernético que poco a poco se va apoderando del escenario. Es el modo que Campos tiene de entender y representar a la cultura contemporánea, en la que todos sabemos el trato directo con las cosas está siendo reemplazdo cada vez mas por el trato virtual. Por ejemplo, en “El poeta olvidado”, donde reaparece su fe en la supervivencia de la poesía aun en medio de la defenestración de la escritura poética:

porque hay que tener fe en el futuro 
y aun dentro de este paisaje virtual y cibernético
que rodea el Universo
tendrá que haber en alguna parte del planeta
una muchacha (o un muchacho)
que volverá a repetir la historia del poeta olvidado (16)

Y un quinto y último poeta es el poeta amoroso, que si vamos a ser precisos tendremos que admitir que es un poeta que le canta mucho menos al amor que a la pérdida del amor. Domina en los poemas de amor de Javier Campos el equívoco placer de la pérdida y el recuerdo, traduciéndose todo ello en una nostalgia, que a veces es furia desatada, como en “Los gatos” (“Sale como un rayo en busca del desaparecido/ recorre aullando con dolor de animal herido”, 60) y en otras mera resignación y revancha remembrante. Cito a propósito “Me quema el sol en llamas”:

Me quema el sol en llamas aun cuando estoy sumergido
en aguas cubiertas de glaciales.
Tu también estás bajo este sol y me ves indiferente nadar,
somnoliento.
Como si algo me quemara el alma o me congelara el corazón.
Pero tú solo me miras detrás de unos lentes oscuros
A tu eterna belleza nada le afecta: ni el sol ni el frío.
Menos la radiación mortal.
Yo sigo nadando bajo estas aguas.
Luego emerjo como si llegara al infierno.
Allí estás tu tan bella a las orillas del sol o del paraíso,
como una estatua de hielo y fuego
a la que no puedo dejar de mirar.
¿Es este realmente el dolor de quien ahora nos condena a sufrir
paisajes en llamas y luego el hielo que hiere como un puñal?
¿Aquellos que tanto nos amaron,
los que nos besaron desnudos con ternura
por el cielo y por el infierno
son ahora los ángeles del mal? (91)

Bonita antología esta de Javier Campos, aunque un tanto injusta para mi gusto. Es cierto que aun nos permite seguirle los pasos desde “Las últimas fotografías”, sacadas de la cripta, como he dicho, pasando por los poemas del exilio y hasta dar con los del postexilio. Pero la cosecha pone énfasis (a lo mejor, con razón) en el postexilio y de eso (del horror de esta jalea de la que aun no salimos) yo esperaba mas, aunque debo reconocer que no faltan algunos momentos notables como este de “Supermercado”:

pero nadie piensa en este supermercado que millones de bombas
caen en estos momentos sobre la antigua Mesopotamia.
(“la cuna de las primeras civilizaciones humanas del viejo 
mundo”, dice la mismísima Enciclopedia Británica);
pero en este supermercado nadie tampoco piensa en la guerra
ni en la antigua Mesopotamia ni en el profeta Abraham
ni en los cuentos de “Las mil y una noche”
ni en las bombas nucleares
ni en los millones que van a caer allí como insectos
por el aire contaminado, por el humo con uranio de las bombas,
impurificando las aguas, los jardines, los campos, los valles.
Los ríos y los Golfos, y todas las semillas,
para producir estos productos bellos de este supermercado (53)

 

* * *

*Javier Campos. Ha publicado una novela (Los saltimbanquis), y  cinco libros de poesía. Obtuvo el primer premio Letras de Oroen 1990 para escritores hispanoamericanos residentes en Estados Unidos con el libro Las cartas olvidadas del astronauta. El año 1998 fue finalista en premio Casa de las Américas, Cuba, con su cuarto libro de poesía El astronauta en llamas (LOM, Chile, en 2000). Ha sido traducido al alemán, inglés, gallego, árabe. En diciembre de 2002 gana el premio Internacional de poesía, categoría poema largo (“Los gatos”), en el Premio Internacional “Juan Rulfo” de Radio Francia Internacional. En 2003 publica su primer libro de cuentos La mujer que se parecía a Sharon Stone, Editorial RIL, que obtiene Mención Honrosa en 2004 en el Premio Municipal de Literatura de Santiago de Chile. Ha sido invitado a casi todos los festivales de poesía de América Central (El Salvador, Costa Rica, Nicaragua, Guatemala) también al Festival Internacional de Poesía de  Medellín, Colombia, al Festival de Poesía Sur, Habana, Cuba, al Festival de Poesía de Lima, Perú; al Festival Internacional de poesía de Granada, España, recientemente en noviembre 2015 a lectura en Madrid en Aleatorio . En julio de 2015 invitado al Festival de Música y Poesía en Samara, Rusia. En abril de 2016 invitado a III Festival de Poesía de Lima, Perú.  En mayo de 2016 invitado a Festival Internacional de Poesía en Barcelona, España, Fue columnista del periódico chileno en Internet El Mostrador desde 2002 hasta 2012 donde escribió cerca de trecientas columnas sobre temas latinoamericanos. También sus columnas se han publicado en varios otros diarios de América Latina. Actualmente traductor oficial al español de la poesía del poeta ruso Yevgeny Yevtushenko en cinco ediciones publicadas en Nicaragua, Cuba-Rusia, Chile (Editorial LOM, 2009,  bajo título Caminando sobre el tejado), Ediciones del Festival de Poesía de Medellín, Colombia, y la última en la editorial VISOR, España, 2011, bajo título Manzanas robadas.  Ha publicado poesía y narrativa en varios números de la revista del escritor nicaragüense Sergio Ramírez, Revista Caratulawww.caratula.net  Antologado en  Antología de poesía chilena (Santiago de Chile: Editorial Catalonia, 2012). Último libro es su traducción de Dora Franco. Confesión tardía de Yevgeny Yevtushenko (Editorial Valparaíso, Granada, 2015).  Es profesor titular, full profesor, del Departamento de Lenguas y Literatura Modernas, y del Departamento de Estudios Latinoamericano en la Universidad jesuita, Fairfield, Connecticut, Estados Unidos


 


 

 

 

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