No hay nada como la sombra.
Pero hay tantas sombras en nuestras vidas.
Sombras de árboles frutales, olorosos.
La sombra de mi madre bajo un árbol en verano.
Bajo esa primera sombra
me mira con ternura pensando qué será de mi vida.
¿Y ella cuánto vivirá? se pregunta
mientras me mece bajo una higuera después del almuerzo.
Pero fueron sombras siniestras
que la cubrieron en su duro trabajo de sirvienta.
Sombras que la atormentaron todos los días de su vida.
¿Si pudiera sentarse a soñar bajo la sombra de un sauce
cerca de un río a las tres de la tarde
cuando sus patrones duermen la siesta?
Y las sombras del amor
¿Qué son
esas calcinantes sombras eróticas que cubren otro
cuerpo desnudo?
Por la vida andaremos como mendigos con alguna
sombra oscura del amor,
o con el ángel negro caminando a nuestro lado
que carga la sombra luminosa del desamor.
¿Y la dolorosa ausencia del corazón amado arrebatado por
las sombras de la muerte?
¿Y la sombra de todo lo vivido
o lo que no pudimos
o no nos dejaron vivir?
¿Y la sombra del encarcelado
por soñar diferente?
¿Y las sombras de las aguas del mar que hunden a los que
no quieren vivir en una isla
para siempre?
El tiempo implacable
caerá sobre nuestro cuerpo esté donde esté,
como una estrella
extinguiendo su luz en la profundidad del océano.
Hay sombras que regresan a ese primer árbol frutal.
O esa sombra implacable que volará sonámbula
sobre el lecho de la muerte.
¡Oh todas las sombras de mi vida!
LA PIRÁMIDE DE LA LUNA
Subí las escaleras para llegar a la luna
porque allí estaba el amor.
Los poetas dijeron eso por miles y miles de años.
Pero cuando llegué a la cima, y al entrar por una puerta a la luna,
vi que allí todo era luz
y al instante quedé ciego buscando el amor.
Ciego y perdido,
caminando entre la luz y la oscuridad.
(Teotihuacán, México, 2015)
CUAUHXICALLI
Aquí estoy con mi corazón en la mano para ti. Siempre fue para ti.
Hoy no lo quieres.
¿Qué corazón prefieres?
Te ofrezco este porque es mi sangre.
Los antiguos de Mesoamérica lo ofrecían al sol.
Pero tú eres mi sol y quien me daba la luz, el agua, el maíz.
Aquí está mi corazón.
Alguien se sacrifica por ti que no soy yo.
Yo me sacrifico por ti y esta sangre derramada no te llega.
Tú que eras mi sol, y yo que era tu vida.
Guardaré este corazón en una vasija de piedra.
Algún día necesitarás mi sangre, aunque sea en sueños. Yo lo sé.
Nota. Los corazones en el sacrificio azteca al sol eran depositados en el cuauhxicalli, la jícara o vaso de águila, y a él descendía el guerrero celeste en forma de colibrí a libar la miel (la sangre) de aquella flor preciosa.
LA SAL DE LA VIDA
Aquí tienes la sal de la vida.
El agua de la juventud.
El barco de los siete mares.
La lámpara de Aladino.
Las Mil y una noche.
El jardín del Edén.
La biblioteca de Alejandría.
Las 30 monedas de Judas.
El origen del universo.
El secreto de la inmortalidad.
Aun así, nada te conmovió.
Y soy para ti nada más que un pájaro invisible
que pasa por tus ojos
una y otra vez.
LA SILLA DE RUEDAS
Abriré el cajón de los recuerdos
y me acordaré que en unas viejas hojas
de esquelas rosadas
me anunciabas que me esperarías a la salida de la ciudad.
Me puse mi traje negro.
Cubrí estas abundantes canas.
Disimulé las arrugas de mi frente.
Y con tu carta aún intacta
fui en mi silla de ruedas a tu encuentro,
sintiendo que estas mismas hojas rosadas del otoño
alguna vez cayeron a tu cuerpo como ahora en el mío.
Y yo, que siempre esperé milagros de la vida,
hoy sea testigo de uno sólo
y te vea venir con aquellos 20 años.
Y yo, poeta lleno de cenizas, eche a rodar por el césped
la oxidada silla vacía.
EN MEDIO DEL VIAJE DE NUESTRA VIDA
En medio del viaje de nuestra vida,
pero más cerca de la muerte pienso lo que fui
y lo que tanto amé.
Y lo poco que vi del mundo
aunque anduve perdido en unas galaxias por varios siglos
muy cerca del sol.
Recuerdo aquellos y aquellas que me amaron
fueron los brillantes días en una playa del universo,
en unas ciudades con nombres milenarios.
Pero recuerdo más los días felices
que los días con noches amargas.
Recuerdo con amor a esos seres generosos
que me dieron un mapa para encontrar las uvas más dulces,
las casas apacibles,
las alcobas donde entré sonámbulo
y alguien que salía de mi propio sueño me recibía desnuda
en una ciudad cubierta por la nieve
o en un pueblo abrasado por el sol
y la lluvia.
Me bendijeron los frutos maduros del planeta
esos que compartí con seres
que luego nunca más vi en la vida
con un vaso de vino
cerca de mares tranquilos,
doradas sus aguas por la luna y las estrellas.
Y también la belleza de imaginar
que no cambiaría ni por un reino
¿a dónde se fue?
Estoy en medio de la vida
pero más cerca de la muerte inevitable.
Yo que alguna vez me creí inmortal
cuando nuestras cabelleras eran abundantes
y rizadas por la juventud.
Y los ojos que entonces no buscaban ninguna estrella polar
porque ya habíamos llegado a ella
con nuestras sonrisas desafiantes
y nuestra sangre ardiendo,
tendidos en los jardines humeantes del sol
mirando el infinito universo.
Dónde estarás hermosa juventud
en qué otro cuerpo te has instalado
para volver a repetir lo mismo
como un círculo de fuego que nunca muere, quemándonos amorosamente cada día
y volver hacer cada segundo de la vida
una llama calcinante
nuestro corazón.
¿SABES LO QUE ES EL AMOR?
No, yo no sé lo que es el amor.
Y tampoco sé de qué país, planeta o universo vienes.
Tú me encontraste por casualidad en este bosque.
Tú también andas desorientado buscando
el agua de la vida
la infancia perdida
y un cuento infantil.
Qué bien, me dices.
Busquemos entonces todo eso juntos.
Pero ten cuidado con los animales salvajes.
Con los ángeles negros.
Con los sueños tristes de la gente que no conoces.
¿Tú crees que algún día me amaras? Me preguntas.
No lo sé. Respondí
Pero ¿sabemos lo que es realmente el amor?
Te pregunto, por último.
Mientras el ángel negro volaba sobre nosotros.
Sí, dijiste
Yo sé lo que es el amor.
LA BIBLIOTECA DE ALEJANDRÍA
En estas bibliotecas,
tan infinitas como hace milenios lo fue la de Alejandría
¿dónde quedarán estos versos?
Es decir, en qué diminuto estante
de una más diminuta sección
de la biblioteca más extensa del universo
mi único libro de poemas que escribí para ti.
Y mi nombre quién lo recordará
cuando a la velocidad de la luz
en un archivo igualmente sólo de luces
alguien pase sin siquiera teclear nunca
el título de este poema,
quedar iluminado o indiferente
por alguna línea pasajera.
Y quién será por casualidad
—dentro de una millonésima de probabilidades—
el pasajero virtual
que hojeará al azar en una pantalla de un computador
alguna vez en el año 3492
aquel perdido libro mío
y mire (pero no lo leerá) despreocupado quizás
lo que escribí pensando en ti.
Quién recordará
que hace miles de años tú me inspiraste
y compuse estas palabras hechas de amor.
O en qué se convertirán todas estas líneas que quizás
no fueron escritas por mí
sino por el poeta Ernesto Cardenal,
cuando él no era todavía un monje
y vivía en Managua
y no yo, tu poeta joven
y amante somnoliento,
quien realmente imaginó todo este poema
pero que nadie, nunca, leerá.
Como aquel otro poeta ciego
(y aún era joven cuando se le oscureció la realidad)
llamado Jorge Luis Borges
quien decía éramos imaginados por alguien
o tal vez se hizo pasar (en el futuro)
por el poeta nicaragüense y también por mí mismo
y también por todos los poetas antes de él
que han sido miles desde la vieja Babilonia.
Pero quién sabe si aquel joven poeta de Nicaragua,
el que escribió un epigrama para una tal Claudia,
durante la dictadura de Somoza, miles de siglos atrás,
era yo mismo y ahora, a través de nuestra realidad
cibernética,
cientos de años después, yo te lo vuelvo a re-escribir
únicamente para ti.
Tú, imagen mía de Beatrice Portinari,
quizás estos versos queden olvidados para siempre
entre millones de otros poemas, como estrellas perdidas
en los trillones de galaxias del universo,
o a penas visibles en alguna parte luminosa
del infinito laberinto
de esta Biblioteca virtual de Alejandría.
SUPERMERCADO
“La muerte está ahora entre nosotros. Con la guadaña en la mano,
circula libremente en nuestras filas,
ausente por invisible,
pero palpablemente presente en todas partes la muerte”
¿Eres la muerte?
No, bueno no sé.
Ando no más caminando
por el supermercado,
por aquí, encima de los paquetes
de pasta, por la carne,
por el papel para el baño.
Aquí estoy.
Llévate estas lindas naranjas.
Tócalas.
Aquí mejor las manzanas.
Come los frutos de Dios
en esta cornucopia
dónde nada te falta.
Es el Jardín del Edén.
O es el Infierno.
Anda, ahora tócame la cintura.
¿No ves que soy invisible?
Paga la cuenta del supermercado.
Hace fila.
¿Para qué te cubres la boca con el Manto de Turín?
Yo te espero afuera.
Apúrate.
En tu casa te besaré
Hasta que te caigas muerta ¿No te dije quién soy?
(Marzo de 2020)
EL DESTAPADOR DE BOTELLAS DE VINO EN LA HABANA
Yo también estuve en la azotea de la poeta Reina María Rodríguez
en Habana una noche semioscura, subí por unas escaleras
como si subiera por la torre de Babel,
en cada piso se abría la puerta y me saludaban
por entre la puerta semiabierta
yo iba con un libro de poemas y una botella de vino
argentino
(la otra se la regalé a Fernández Retamar
en Casa de las Américas),
yo ingenuamente le había dicho que viniera a la azotea
de Reina María
le dejé un mensaje en Casa de las Américas,
pero no me dijo nada
sino que me invitaba a Casa de las Américas mejor,
allí me esperaría
con una delegación de mineros que venían de Bolivia.
Así que yo seguía subiendo con mi botella de vino a la azotea
de Reina María.
Ni sabía que era tan famosa su azotea.
El asunto es que cuando llegué
ya había poetas jóvenes hablando de poesía o de otras cosas
o de sus amigos que se iban en una balsa,
a veces eran cuentos terribles
pero los narraban con humor y yo no sabía si reírme
también o mirar
desde la azotea de Reina María el mar Caribe allí tan
cerca de nosotros.
Reina María tenía unas galletitas para los invitados,
un poquito de café.
Era lo único que gentilmente ofrecía a las visitas
así que mi botella de vino fue bien recibida.
Yo, claro, no tomé de lo que había traído sino ron cubano
que un poeta argentino había comprado con moneda
convertible.
Y había que abrir la botella de vino y lo sorprendente
es que Reina María me trajo un destapador
que inspeccioné con ojo de anticuario.
Estaba medio oxidado, pero me dijo que era de los años 50
“como los carros que circulan en La Habana”
me dijo Reina María,
y nos reímos todos, y se tomaron la botella de vino chileno.
Y yo los escuchaba mientras me comía una galletita
toda la noche
casi en cámara lenta,
y tomé unos tres vasos de ron de la botella que había
traído el poeta argentino.
Toda la noche leímos poemas y escuchamos historias
y por la azotea el constante ruido del mar Caribe
como si fuera un monstruo gigante,
como si fuera un muro negro
de fierro azotando a toda la Habana.
NOSOTROS LOS DE ENTONCES
A los que se fueron al exilio. A los que creyeron en una utopía A los que emigraron quien sabe dónde.
Dónde estarán los amigos del pasado.
Aquel que me dijo leyera a Lenin y El Capital.
O aquellos que en las tardes insubstanciales de un
pueblo del sur
me invitaban a leer poesía tomando vino dulce y
fumando mariguana.
O aquella bella muchacha que a las 8 de la noche en verano
me hacía señas de su balcón
y yo en la esquina de la calle mirándola con un libro bajo
el brazo
a la que nunca hablé, a la que se la tragó la vida.
Dónde estarán los otros amigos que trabajaban en
una fábrica
y allí envejecieron o desaparecieron en una isla,
en un campo de concentración.
Dónde estarán las bellas muchachas de piernas color del
durazno.
Esas que nos llamaban para que nadáramos en el mar junto a ellas.
Les tocáramos sus senos, las besáramos en sus labios
color de las cerezas.
Dónde estará aquel que tenía un único abrigo para el frío
y se paseaba por la plaza del pueblo leyendo a los poetas
malditos.
Y aquel que tocaba la guitarra cantando canciones
de protesta
dicen que está enterrado en el fondo del mar
amarrado a una piedra con cadenas.
A dónde se fue aquella edad cuando íbamos a construir
un Universo igual para todos.
Ahora somos otra vez esos muchachos y muchachas que
repiten lo mismo.
A lo mejor somos de nuevo todos ellos que volverán a
leer los mismos libros,
ver las mismas películas, repetir las mismas canciones,
encandilarse con hombres de barbas con una estrella en
su boina,
que les susurrarán meterse en una selva con un fusil
y dar la muerte para cambiar la vida.
Quizá no
Por cierto que volverán amar a las mismas muchachas o
a los mismos muchachos.
Acariciarse en la arena caliente, tocarse sus cuerpos
desnudos bajo el agua del mar.
Algunos volverán a desaparecer en la misma isla.
Meterlos en horrorosos campos de concentración.
O serán lanzados otra vez al mar con la misma piedra,
encadenados para que nunca más puedan regresar.
O Quizás no
Nosotros los de entonces, rejuvenecidos por la nostalgia,
seguiremos siendo los mismos.
Quizás sí
Quizás ya nunca más.
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Javier Campos. Es narrador, poeta, ensayista, profesor emérito por la Universidad jesuita de Fairfield, Connecticut. Vive en Spring Hill, Florida. Recientes libros publicados: El bailador de tango (novela, Casasola editor, Washington, 2018), El tango en el Río de La Plata (ensayo, Editorial Corregidor, Buenos Aires, 2019), La isla del fin del mundo (novela, Mago editores, Chile, 2020), Los gatos no viven en el tejado y otros poemas de amor (poesía, Mago editores, Chile, 2020). Fui dueño de tu encanto, cuentos, Editorial MAGO, Chile, junio 2022. Fue traductor de la poesía del poeta ruso Yevgeny Yevtushenko (ediciones de Nicaragua, Colombia, Chile, Perú, Cuba, Rusia, España). La revista Review Literature and Arts of the Americas, 104, julio de 2022, Manhattan, New York, dedicó una sección a la poesía de Javier Campos en traducción al inglés (Irene Hodgson, Nick Hill y Jessica Treat traductores). Reciente cuento publicado en revista Caratula de su libro Fui dueño de tu encanto, que dirige el escritor nicaragüense, Sergio Ramírez. http://www.caratula.net/ficcion-domingo-de-milonga/
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez
Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com
Muestra poética:
"Las sombras del amor", de Javier Campos
Publicado por Valparaíso ediciones, Granada, España, noviembre 2022