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La revolución digital

Javier Campos


 



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Ya sabemos que realmente la www (World Wide Web) comienza a funcionar a nivel global a partir de 1993 (pero es en marzo de 1989 cuando nace históricamente por su descubridor Tim Berners Leer).  Ese 1993 es  importante en la historia humana. Jamás antes nos habíamos comunicado y obtenido la información global de manera instantánea. Ya no iba  a ser  necesario esperar semanas para que pudiéramos leer un artículo  literario, científico, económico desde Madrid, Londres, Nueva York, Ciudad de México. Algunos intelectuales, quienes trabajan desde hace años en analizar el impacto humano de esta globalización y su “revolución  digital”,  han comparado esta “revolución” a aquel impacto histórico que produjo el encuentro de Cristóbal Colón con un territorio desconocido hasta ese siglo XV.

Lo que me parece cierto es que va quedando en la nostalgia romántica, a partir de 1993, el viaje a una biblioteca a hojear, por ejemplo,  un suplemento literario que esperábamos hace un mes. Y eso ocurría en 1990 cuando yo viajaba en tren desde Connecticut a una de estas espectaculares bibliotecas de New York, como la de la Universidad de Columbia, o más cerca como la Universidad de Yale, a leerme las últimas revistas de literatura de América Latina que llegaban por el correo aéreo. Ahora poca gente toma un tren para viajar a leer revistas, artículos, en esas universidades. Todo se hace desde la propia casa, oficina, o en cafés con wifi gratis que  han proliferado por casi todo el planeta. El viaje a la universidad es ya para tomar cursos o hacer una investigación específica, pero la biblioteca ya no es ese espacio que era antes de la www. Por lo menos en los países del primer mundo o en los países más conectados a la web.

He escuchado a muchos editores quejándose que ya no venden muchos libros pues la gente, especialmente la gente de esta generación @ o generación digital, lee todo en sus pequeños celulares. El caso de la casi nula venta de libros de poesía es un ejemplo por toda América Latina (otra cosas son los Festivales masivos de Poesía donde la gente va “a escuchar poesía”) aun cuando, en caso de Chile (y también en varios países de nuestro continente) cada semana se lanza un libro de poesía que luego queda arrumbado en el estante de los olvidos. Pero ¿desaparecerán las bibliotecas o serán lugares vacíos con sólo algunas poquitas sillas,  ocupadas por seres que serán especies raras sentadas leyendo un libro? 

Quien haya visto la reciente película de 2013,  “Her” (“Ella”),  se quedará pensando que esa historia perfectamente podría ocurrir en un futuro cercano con el avance constante para hacernos nuestra vida cada vez más digital. Ese film ocurre en un futuro no muy lejano donde se puede comprar un programa que se instala en el computador. Este programa viene con audífono de alta tecnología que  es  minúsculo como un frijol, se inserta en el oído y sirve para comunicarse vía un sistema wifi gratis planetario con la voz de “ella” quien responderá lo que uno desee. “Ella”  leerá para uno los emails que vienen llegando, dejará oralmente nuestros mensajes en otro teléfono. “Ella” es una biblioteca  infinita tanto visual como escrita que tiene todo el conocimiento humano desde los orígenes del mundo o de antes de la formación del universo. En segundos puede dar una información de cómo vivía la gente hace milenios. Pero no sólo eso, “ella” puede tener sentimientos y establecer una relación íntima con el comprador del programa. Posee toda la información que hay en Internet, más todas las bibliotecas del planeta junto a  toda la creación audio visual existente. ¿Para qué entonces leer si alguien semi/humano/cibernético  nos sopla todo al oído?  

En 1995, justo cuando comenzaba la www  (realmente la comercialización de la web comienza entre 1996 y 1998), yo publiqué un artículo (lo comencé a escribir en 1993) sobre la poesía de un poeta chileno y que titulé “La cultura de la imagen y reflexiones sobre la poesía chilena de los 80” (se publicó en Revista Chilena de Literatura y en Cuadernos Hispanoamericanos en 1995).  Creo fue  el primer trabajo en la crítica chilena sobre poesía que habló sobre lo que se nos vendría encima a los artistas –esa cultura de la imagen de impacto global- y que principalmente los poetas, nacidos después de esa fecha, irían a vivir, y por supuesto elaborar manifiestos  en contra o a favor de ese nuevo fenómeno en la historia de las comunicaciones y la información. Pero ya la narrativa comenzaba a jugar con ese mundo pre digital en sus historias como en la antología “Cuentos con waltman”, editados por Alberto Fuguet  en 1996 (aún no se conocía el DVD con música,  el iPhone era un objeto de ciencia ficción, los personaje de esos cuentos con waltman no navegaban aún por la  www).

Sintetizaré en lo que sigue de ese artículo iniciado en 1993 y publicado en 1995. Yo comenzaba aquel trabajo con un epígrafe. Eran unos versos de Ernesto Cardenal del poema “Managua. 6:30 pm” escrito por él en los años 60. Y los versos eran los siguientes que desde ahora (2014) adquieren un significado sorprende para mí. Quizás un “manifiesto” inconsciente que conllevaba una predicción del futuro. Cardenal anunciaba sin pesarlo el  futuro de nuestra ahora cultura de la imagen por lo menos en América Latina. Y he aquí los versos de Cardenal escritos a mediados de esos 60:  “En la tarde son dulces los neones/y las luces de mercurio pálidas y bellas/Y la estrella roja de una torre de radio en el cielo crepuscular de Managua es tan bonita como Venus/ y un anuncio “Esso” es como la luna…/Otro significado no lo conozco/Las crueldades de esas luces no las defiendo/ Y si he de dar un testimonio sobre mi época es éste: Fue bárbara y primitiva pero poética.”    

En ese artículo de 1995 yo escribí: “Los versos de Cardenal, citados como epígrafe a estas reflexiones y escritos en  los  60, fueron el vaticinio de la cultura nacional/transnacional (comercial e inevitablemente atractiva para bien o para mal) que nuestro continente en este fin de siglo está viendo como la ya inevitable invasión visual a escala universal, cambiando la direcci6n de nuestro arte y nuestra literatura. O la desaparición de esta última por la lectura-entrenamiento visual. Quizás algunos-as poetas que no son ya tan jóvenes les venga la idea que van (vamos) siendo cada vez más unos ex6ticos y olvidados pájaros de colores. Una especie cada vez más cercana a su extinción. O ruinas arqueológicas hundidas para siempre bajo toneladas de aparatos de televisi6n a color, carteles o maravillosos cortos de publicidad comercial, discos láser que reproducen la realidad (o la inventan) con una imagen y belleza jamás antes lograda, discos compactos (CD-roms) que contienen sin límites de almacenamiento cualquier tipo de información (desde recetas de cocina hasta toda la pintura de cualquier siglo) combinando la imagen y el sonido. Pero, por otro lado, muchos de 1os artistas que han crecido a partir de ochenta y los de fin de siglo no podrán obviar la cultura de la imagen ni menos lo que en estos momentos se está convirtiendo en 1os países del primer mundo en la nueva revolución de la información con insospechadas consecuencias en las relaciones interpersonales (y transnacionales). Es decir, lo que se llama the infomation superhighway (autopistas de la información) o 1os gigantescos grupos de información conectados a través de la comunicación electrónica a los que cualquier particular de cualquier parte del globo y con un computador tiene ya en estos momentos acceso sin límites. El panorama de fin de siglo puede ser desencantador o maravilloso, pero influirá en el arte y la literatura del siglo XXI dentro del nuevo orden Norte-Sur del planeta.”

Este mundo visual-consumista en el que estamos en este siglo XXI es de una reversibilidad imposible (como en lo ideológico sería  poner de vuelta El muro de Berlín)  Por otro lado,  según desde el lado negativo o positivo desde que se le mire, del que se quejan no pocos artistas jóvenes y no tan jóvenes a partir de los 90  adelante,  este mundo visual activado digitalmente tiene claramente  una naturaleza comercial sin límites que para algunos tiende a banalizar lo que se consideraba “arte”. También  ha  enviado la tradicional lectura a las catacumbas.  Se han roto las fronteras entre la “altas” o “bajas culturas” más la asimilación de una compleja hibridez de género, raza y clases (basta pasar un tiempo viendo YouTube).  Y lo que nunca antes había ocurrido: se ha creado una atracción sin precedentes por lo cibernético como la panacea de todas las respuestas humanas (como se deduce de la película “Her”)

Respecto a la lectura letrada, las últimas estadísticas son bastante alarmantes para América Latina: “más de la mitad de la población de América Latina no se ha leído un sólo libro, y entre los que sí lo han hecho (incluyendo las obras relacionadas con sus estudios y profesión) no han llegado a 4 libros por persona en todo el año”. (“Encuesta latinoamericana de hábitos y prácticas culturales” publicado recientemente por la Organización de Estados Iberoamericanos para la educación, la ciencia y la cultura). Y en esto mucho tiene que ver nuestra “revolución digital”.

 

 

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JAVIER CAMPOS. Ha publicado una novela (Los saltimbanquis), y cinco libros de poesía. Obtuvo el primer premio Letras de Oro en 1990 para escritores hispanoamericanos residentes en Estados Unidos con el libro Las cartas olvidadas del astronauta. El año 1998 fue finalista en premio Casa de las Américas, Cuba, con su cuarto libro de poesía El astronauta en llamas (LOM Ediciones, Chile, en 2000). Ha sido traducido al alemán, inglés, gallego, árabe, ruso.. En diciembre de 2002 gana el premio Internacional de poesía, categoría poema largo (“Los gatos”), en el Premio Internacional “Juan Rulfo” de Radio Francia Internacional. En 2003 publica su primer libro de cuentos La mujer que se parecía a Sharon Stone, Editorial RIL, que obtiene Mención Honrosa en 2004 en el Premio Municipal de Literatura de Santiago de Chile. Ha sido invitado a casi todos los festivales de poesía de América Central (El Salvador, Costa Rica, Nicaragua, Guatemala) también al Festival Internacional de Poesía de Medellín, Colombia, al Festival de Poesía Sur, Habana, Cuba, al Festival de Poesía de Lima, Perú. Fue columnista del periódico chileno en Internet El Mostrador desde 2002 hasta 2012 donde escribió cerca de trecientas columnas sobre temas latinoamericanos. También sus columnas se han publicado en varios otros diarios de América Latina. Actualmente traductor oficial al español de la poesía del poeta ruso Yevgeny Yevtushenko en cinco ediciones publicadas en Nicaragua, Cuba-Rusia, Chile (LOM Ediciones, 2009, bajo título Caminando sobre el tejado), Ediciones del Festival de Poesía de Medellín, Colombia, y la última en la editorial VISOR, España, 2011, bajo título Manzanas robadas. Ha publicado poesía y narrativa en varios números de la revista del escritor nicaragüense Sergio Ramírez, Revista Caratula, www.caratula.net   Antologado en reciente Antología de poesía chilena (Santiago de Chile: Editorial Catalonia, 2012). Recientemente traducido al ruso y  será publicado  en revista literaria rusa en 2015 una selección de 12 poemas con introducción de Yevgeny Yevtushenko. Colabora con columnas en www.carcaj.cl  Es profesor titular, full profesor, del Departamento de Lenguas y Literatura Modernas, y del Departamento de Estudios Latinoamericano en la Universidad jesuita, Fairfield, Connecticut, Estados Unidos.



 



 

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