Dónde estarán los amigos del pasado.
Aquel que me dijo leyera a Lenin y El Capital.
O aquellos que en las tardes insubstanciales de un pueblo del sur
me invitaban a leer poesía tomando vino dulce y fumando mariguana .
O aquella bella muchacha que a las 8 de la noche en verano
me hacía señas de su balcón
y yo en la esquina de la calle mirándola con un libro bajo el brazo
a la que nunca hablé , a la que se la tragó la vida.
Dónde estarán los otros amigos que trabajaban en una fabrica
y que allí envejecieron o desaparecieron en una isla,
en un campo de concentración.
Dónde estará aquel otro amigo que era comunista
y que luego se hizo testigo de Jehová y predica en la misma plaza del pueblo,
envejecido, leyendo la Biblia.
Dónde aquel que iba a ser un famoso director de cine
pero murió de pulmonía y así lo encontraron sentado
en una silla tres semanas después mirando el mar desde su ventana.
Dónde estarán las bellas muchachas de piernas color del durazno.
Esas que nos llamaban para que nadáramos en el mar junto a ellas.
Les tocáramos sus senos, las besáramos en sus labios color de las cerezas .
Dónde estará aquel que tenía un único abrigo para el frio
y se paseaba por la plaza del pueblo leyendo a los poetas malditos.
Dónde aquel que era tan bello que las muchachas
le enviaban papelitos escritos,
y bellas rosas del Carpe Diem,
pero él prefirió irse a vivir a otro país con un pintor.
Y aquel que tocaba la guitarra cantando canciones de protesta
dicen que está enterrado en el fondo del mar
amarrado a una piedra con cadenas.
A dónde se fue aquella edad cuando íbamos a construir
un Universo igual para todos.
Ahora somos otra vez esos muchachos y muchachas que repiten lo mismo.
A lo mejor somos de nuevo todos ellos que volverán a leer los mismos libros,
ver las misma películas, repetir las mismas canciones,
encandilarse quizás con hombres de barbas con una estrella en su boina,
que les susurrarán meterse en una selva con un fusil
y dar la muerte para cambiar la vida.
Por cierto que volverán amar a las mismas muchachas o a los mismos muchachos.
Acariciarlos en la arena caliente, tocarles sus cuerpos desnudos bajo el agua del mar.
Algunos volverán a desaparecer en la misma isla.
Meterlos en horrorosos campos de concentración.
O serán lanzados otra vez al mar con la misma piedra,
encadenados para que nunca más puedan regresar.
Nosotros los de entonces, rejuvenecidos quizás por la nostalgia,
seguiremos siendo los mismos.
(11 de septiembre de 2011)