La célebre imagen del líder ruso Vladimir Putin con el torso desnudo cruzando un río montado en un oso pardo circuló por redes sociales de manera pródiga. Más allá del abierto montaje que devela el diseño, opera en su iconografía la idea de una humanidad sentenciosa y viril domesticando a lo omnívoro, lo boscoso, al animal feroz y combativo que en su tiempo también fue símbolo de la hoy extinta Unión Soviética.
Esa idea me hace pensar en la poesía como un ejercicio de montaje y desmontaje de significados, de capas, de eslabones, de hipótesis que nunca dejan de devolver sus preguntas al espejo. Eso pienso mientras leo el reciente libro del poeta Juan Carreño titulado Nord Stream, cien sonetos donde predomina el riesgo y la experimentación, pero también la conciencia de una tradición dinámica. ¿Cómo? ¿El poeta Juan Carreño escribiendo sonetos? se pregunta Germán Carrasco en la contratapa, en un particular atisbo, mixtura de perplejidad y pregunta retórica.
Una forma de origen italiano como el soneto, que tuvo implicancias tan definitorias en el canon británico y en el Siglo de Oro español sigue revelando una delicada intención de amalgamar y dar cuenta de una elocuencia poética que despliega su dinamismo como el golpe de una espada pero que también se nutre del silencio. Tanto el culteranismo como el conceptismo de Góngora y Quevedo traen en su ADN un pathos, un tráfico desde la penumbra de emociones y sonoridades, un carácter casi siempre categórico. En ciertas épocas y quizás de manera más acentuada en la tradición hispanoamericana es posible que el soneto haya sido abordado con tal privilegio de la forma y el preciosismo, que en cierta medida se deshistorizó.
Asocio los sonetos de Juan Carreño a jaulas donde se esconde y a la vez expone, el alma del dialecto, de una oralidad desnuda que sin embargo nunca huye de la literatura. Dicho de otro modo, un museo del argot. Una poesía profundamente política, que no le teme a la ruptura, en ocasiones apelando al sentido original de la palabra, es decir, algo bélico, un batallón que abre las filas enemigas: “es buena idea legalizar la pasta base/ hay chilenos que no conocen el mar/ y sí republicanos, margarina y tu papá/ al final del soneto es Pinochet”.
Para la voz poética de este libro, esos dos cuartetos y dos tercetos son una cabriola, la trinchera de la pobla, versos como estrías, los gases del permafrost, quiltreces entusiastas, el mar que para un colibrí es el infierno. La poética como panóptica de un sitio arrasado por la segregación clasista, la policía de la palabra (tan moralista como repetitiva) y también el lugar eriazo donde orbita la oralidad de los suburbios, el neologismo y las palabras que fueron desterradas del diccionario.
propón agruparnos en la quebrada de Macul
todo falla de san ramón, tendremos agua
y podremos camuflarnos, dispara a los jelicopters
que de la ciudad bombardean, allá abajo
emergencia nuclear efectiva, pastis de yodo
la gracia de la guerra es que a los sin nada
apuestan la vida por un espacio, una casa
y cualquier cosa se transforma en aventura
rezarás bajo los jelicopters: dios de la guerra
aquí está mi cuerpo en su plenitud, tómala
soy tu mejor arma de guerra en este concurso
y quiero llegar a la parte oscura, fría, al ángulo
del hielo eterno, donde te duele hasta pensar
entrenar bajo cascada el nuevo triunfo, perder
Con la potencia de un particular objeto artístico veo este nuevo libro de Juan Carreño, en la certeza que el lenguaje poético es en sí, no solo un arma cargada de futuro, sino también un caleidocospio donde las voces colectivas libran la épica batalla de habitar el mundo, como un jerarca implacable en la grupa de un oso ancestral atravesando el río turbio de la historia.
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dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Sonetos de Juan Carreño.
Nord Stream. 100 sonetos
Por Óscar Barrientos Bradasic