VER SI OLVIDAS
Ver si sonríes. Un rostro,
otro rostro. Una mano
en otra mano, desnudas.
Ver si esperas, desconfiada
del mundo. Un viento,
otro viento. Una acequia.
Ver si callas. Un perro,
su mirada, y otro perro.
¿Vienes, aún, de no oírte?
Ver si sueñas. Una vida, otra
vida. Un temblor. Ese ramo
y lo que en ti no se marchita.
Ver si dudas. Llamas,
no llamas. ¿Qué cerca, qué
lejos de lo que nunca escucha?
Ver si, a oscuras, das.
En miradas, generosa; austera,
en latidos. Cae el polvo.
Ver si recibes. En tus bordes
-viento, tibias bardas, mesetas-
gotea mi suerte. Bébela.
FOTOS
En tus fotos veo lo que te hace, sin pausa, mujer
y tu mirada de dulce heroína entre los hombres,
y los años que pasan y las hojas caídas
en el pantanal a oscuras, y cada uno toma la vida
que llama, con pudor, desde algún nombre,
inmune a la noche y a los remordimientos.
Esperas en sosiego la guerra de los días inútiles,
las voluntades que erigen tu casa y vestimenta
sin propósito cierto, sin un sentido oculto,
y la vida vendrá a ti, sin sorpresa, por las calles,
convertida en doctrina religiosa sin tabúes ni dioses,
oh devota, a decir la última letra de tu olvido
o lo que fue capaz de herir o callar tu pecado
de ser mujer entre racimos o suspiros vacíos
como barrilitos tristes en una casa de muñecas.
Fuiste tierna, fuiste grácil, fuiste entera
entre lo que de ti caía para no volver
a tu pureza, oh dulce sultana del crepúsculo.
Lo que está allí y te espera son restos
del naufragio de ser mujer entre los hombres:
una casa, un jardín, la maternidad detrás
de tus labios vueltos al silencio.
No sabrás que los límites de la noche, sin aviso,
entre naves y latidos, aún torpes, ya te decían:
poned el oído en la hojarasca de vidrio
para sentir el hambre del becerro,
la quemadura en la oreja de perpetuos leños,
la canción absorta de quien no sabe que en lo oscuro llora
porque se ha herido de algo menos que lo sucesivo.
Abrid las ventanas y mirad el horizonte.
Allí estás tú para una nueva foto, entre algodones,
con tu incesante, despreocupado oficio de ser mujer
bajo racimos o manojos de lilas,
y esta mirada que me hace, sin pausa, por ti,
en el dulce naufragio, tan oscura, lejanamente hombre.
LOS OJOS DE RINELA
Ay las dunas de un tiempo nuestro
bajo tus dos coronas de santa,
ay tu ancha boca de estuario o rosales
o destino,
ay tu bahía abierta de olores rojos
y olas salobres,
en este acantilado de siempre, oh Rinela.
Me diste un libro y un nombre y unas calles
de una casa de paredes celestiales,
y la altura me indicaste, celestial también,
de un pino centenario:
verde no tan alto como la hydrocotyle
riente en tu nostalgia de marismas, oh Rinela.
Ay tu vida ajena, ay tu tiempo
herido de manos y maternidades,
ay tu apellido tan cercano hoy como el viento
oculto entre las ramas de estos arenales:
ay su sonido o su tamaño o su consuelo, ay su rima
con la palabra espejos
y tal vez, tal vez, sin duda, ay Rinela,
con nunca, con una vez, con lejos.
HISTORIA DE AMOR
Me dijiste que observara la historia
con la lupa de la filosofía.
¿No eres, me dijiste,
sentimentalmente, como esa conjunción
de hechos fosfóricos
de Nietzsche o Foucault:
un caos de punta a punta?
¿Me quieres, pregunté,
con la metafísica de la historia
de Hegel o Marx, entonces?
Saber quiero, dijiste,
dónde terminará el cuento.
¿Algo así como ver
luz al final del túnel?, dije.
No te hagas el tonto,
mi tontito, concluiste,
aquí no hay oscuridades ni luces.
Como en la ficción, agregaste,
todo tiene un inicio,
un desarrollo y un final.
No importa si es mentira.
Ahora entiendo, dije.
Quieres incorporar a nuestros besos
un poco de razón y teleología.
Claro, sonriente respondiste.
No te hagas el bribón.
No está mal un fogonazo de teleología
con un poquito de teología, ¿entiendes?
A PESAR DE SCHOPENHAUER
a pesar de Schopenhauer,
a pesar de Séneca, de Epicteto
a pesar de Catulo, de lo válido y lo nulo
a pesar del budismo, de lo no mismo
a pesar de lo cierto, de lo incierto
a pesar de los años, de otro otoño
a pesar del remolino, de lo suelto
a pesar del oeste, de otra frontera
a pesar del alba, del pétalo sin nieve
a pesar de esa vereda, de lo que no vuela
a pesar de la inercia, de lo que se acelera
a pesar de lo que supura, de lo que no madura
a pesar de lo que nace, de lo que rueda
a pesar de lo puro, de lo sublime
a pesar de lo fijo, de tu escondrijo
a pesar de tus bordes, de mi distante centro
a pesar de tus circulaciones y mis articulaciones
a pesar de lo abierto, a pesar de tu cuento
pienso en ti
LOCUS AMOENUS
Un Fray Luis ayer, hoy,
vio conmigo esa sombra,
uvas silvestres,
de los álamos colgadas,
y yo, a espaldas del oro y el cetro,
deseé mirar el rostro de dios
en tu rostro, único hilo
a la duración,
inicio del ocaso
entre las hojas de los álamos,
de ilusiones y remordimientos libre,
viendo sin ver los frutos
entre las hojas, saltos
nerviosos del cortarramas
en los tamariscos, el oeste
al que se dirigen en tu nombre
las cotorras cuando atardece, el cauce
en la acequia bajo el sauce,
entre plácidas compuertas, sin pensar
en el nombre que nos da
el urbano ruido, lo que reclama
y nos reclama el otro,
poder, sanidad, prisa, dinero,
documentos, cuentas, actas, expedientes,
con el sol oculto, hace rato,
sobre los narcisos de Wordsworth.