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ACUERDO EN EL DESACUERDO

Por Jorge Carrasco




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Aquí, en Argentina, cuando se suele organizar un concurso literario para los estudiantes secundarios, me encuentro con la sorpresa de que el autor que se prefiere para llevar el nombre del certamen es Pablo Neruda. Incluso la biblioteca de uno de los colegios donde trabajo lleva el nombre del vate chileno. El argentino es un individuo contestatario, individualista y anárquico a la vez, por eso cuando se le enfrenta a ideologías contrarias, no duda en preferir la más combativa y reivindicatoria. Neruda es para los argentinos uno de sus autores preferidos, tanto por su poesía como por su posición ideológica.  Borges es resistido y, en no pocos casos, denigrado.

El argentino es así, alborotado, hazañoso, insatisfecho. Pero Argentina nunca será Cuba. El argentino es contradictorio y Borges es argentino. Borges alimentó esa paradoja esencial y la aprovechó literariamente. Neruda fue ideológicamente más serio. Demasiado, diría yo. Para él la política fue siempre  algo demasiado importante. Vivió sus errores con angustia y decepción y sus aciertos con contenida alegría. Borges despreciaba la militancia individual y alimentaba los equívocos políticos. Decía que se convirtió en conservador “por aburrimiento”.

¿Fue esa la única diferencia entre ambos genios literarios? No, por supuesto. Todo en ellos era diferente, desde su origen. Neruda era un hijo de ferroviario carcomido por la pobreza de Temuco. Borges ostentaba origen aristocrático y oligárquico y se sentía orgulloso por ello. Uno era comunista, el otro conservador.

Pero la literatura los unía. Sentían admiración por Whitman, Shakespeare, Quevedo, Poe, Chesterton, Conan Doyle. Tenían amistades en común: Oliverio Girondo,  las hermanas Bombal, el escritor Alberto Rojas Jiménez, las hermanas del Carril (Borges era más amigo de Adelina), entre otros. Y, con algunas reticencias, se admiraban mutuamente. 

Borges y Neruda se encontraron en julio de 1927, cuando Neruda iba de paso para Rangún a hacerse cargo del consulado en Birmania. Intercambiaron algunas opiniones sobre literatura y sobre la pobreza del castellano como idioma de expresión literaria. La consideraban una lengua de segunda categoría. Antes de partir Neruda le dejó su tercer libro Tentativa del hombre infinito. La dedicatoria decía: "A Jorge Luis Borges, su compañero Pablo Neruda. Buenos Aires, 1927".  Sorpresivamente, Borges guardó el ejemplar, como pudo constatar Richard Burguin cuando lo entrevistó en 1969.

Neruda aprobó con entusiasmo la aparición del libro Fervor de Buenos Aires, a cuyo autor calificó, en la revista Claridad, como “una de las voces líricas más originales de la joven poesía de nuestra América”. Borges, en el número 2 de la segunda época de la revista Proa, criticó elogiosamente el libro Veinte poemas de amor y una canción desesperada y puso a su autor, de sólo veinte años, entre los mejores poetas del Chile de entonces.

¿Cuál era la opinión que de Neruda tenía Jorge Luis Borges? Decía: “Pienso que es un buen poeta, un poeta muy bueno. No le admiro como hombre, me parece un hombre mezquino”[1]. Explicaba su sentencia en los ataques que Neruda hizo a los tiranos de Latinoamérica, pero nunca hizo una crítica similar a Perón (la unánime espina política de Borges) a pesar de conocer perfectamente la realidad argentina porque estaba casado con Delia del Carril. Y añade: “Al mismo tiempo habla contra los Estados Unidos, sabiendo que todo lo que decía era mentira, ¿no? Pero, claro, eso no tiene que ver con la calidad de su poesía. Neruda es un buen poeta, un gran poeta. Y cuando aquel hombre (Miguel Ángel Asturias) ganó el premio Nobel, yo dije que deberían haberlo dado a Neruda”[2] 

¿Y cuál es la opinión que de Borges tenía Neruda? A pesar de descalificar su posición ideológica reaccionaria, opinaba que era “un intelectual que es verdaderamente un honor para nuestro idioma”[3]. Decía que su obra tenía un valor universal y que estaba a la altura de los mejores intelectuales de Europa. Pero finalizaba diciendo: “Pelear con Borges nunca lo haré. Si él piensa como un dinosaurio eso no tiene nada que ver con mi pensamiento. No entiende qué está sucediendo en el mundo moderno y cree que yo tampoco lo entiendo. Por lo tanto estamos de acuerdo[4]”.

Borges descalificaba la poesía romántica y oscura de Neruda y valoraba la poesía posterior a la toma de su posición política. Paradójicamente, juzgaba que la ideología lo salvó de escribir poesía melosa y sentimental. Consideraba bastante “módica” la poesía sentimental de Neruda, pero reconocía su calidad en poemas como Canto de amor a Stalingrado. Según él, Neruda era un verdadero maestro del verso libre. Neruda, por el contrario, rechazaba la interpretación puramente intelectual que Borges tenía del mundo.

Se criticaban, por cierto, pero se respetaban. El antagonismo se daba en el plano de las ideas, pero en cierta manera afectaba su desenvolvimiento personal.  Jugaban a no encontrarse. Borges cuenta lo que le sucedió en una de sus idas a Chile: “Él (Neruda) se fue de vacaciones durante los tres o cuatro días en que yo estuve y así no hubo ocasión de vernos. Creo que obró de manera adecuada, ¿no? Porque sabía que la gente lo enfrentaría conmigo, ¿no? Me refiero a que yo era un poeta argentino, él un poeta chileno; él junto a los comunistas, y yo contra ellos. Así que me pareció que se comportaba sabiamente al evitar un encuentro que podía ser bastante incómodo para ambos”[5].

En 1970, de paso por Buenos Aires, Neruda le mandó un telegrama al que llamó “el más grande poeta argentino”. Borges se opuso al encuentro y manifestó: “No puedo ver al embajador de un gobierno comunista”.  Sin embargo, cuando Neruda recibió el premio Nobel, Borges le envió un cable de felicitaciones y ponderó positivamente ante la prensa la obra del poeta chileno.

No hubo otro intento de comunicación.

 

 

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Notas

[1] Richard Burguin, Conversaciones con Jorge Luis Borges.
[2] Ibídem.
[3] Margarita Aguirre, revista Crisis, 1973.
[4] Emir Rodríguez Monegal, Borges. Una biografía literaria.
[5] Richard Burguin, Conversaciones con Jorge Luis Borges.



 

 

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Borges-Neruda: Acuerdo en el desacuerdo.
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