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Daniel Rojas Pachas y Juan Carreño
Presentación del libro "Allá afuera está ese lugar que le dio forma a mi habla"
de Daniel Rojas Pachas, Ciudad de México.
Por Juan Carreño
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El poeta Nicolás Vergara me dijo que Daniel Rojas Pachas se presentaría en la Fundación Neruda, que debía conocerlo. Esa noche nos fuimos caminando junto a la Sole Fariña hasta Plaza Italia. La Sole nos habló sobre su amistad con Enrique Lihn. Le dijo algo a Daniel sobre lo inentendible de algunos referentes de sus poemas (videojuegos, cine b, etc.,) para alguien de su generación. Daniel me regaló algunos libros de su editorial, recuerdo con mucho cariño la revista Game Over y la novela Pop de Rodrigo Ramos Bañados. Esto fue el 2011, creo. Al año siguiente me llega la invitación a participar del primer Tea Party, un encuentro en Arica, con poetas bolivianos, chilenos y peruanos. Por Santiago fuimos Pancho Ide y yo. Daniel venía llegando desde México y nos reunimos los tres en el aeropuerto de Santiago. Ese sería mi segundo vuelo en avión. Meses antes me había tocado viajar a Río de Janeiro a un festival de cine, el Visoes Perifericas. Y, también, mi segunda vez en Arica. 
Antes había estado de pasada cuando venía bajando a dedo desde Colombia. Esa ocasión acampé a los pies del morro un par de días después del terremoto del 2010. Ese Tea Party se realizó paralelo a la premiación del concurso Roberto Bolaño. Ahí fue cuando conocí a la Ileana Elordi, al Francisco Ovando, al Gaspar Peñaloza, a quien le decían el niño maravilla, por haberse ganado el Bolaño en dos categorías. El primer día del Tea Party nos llevaron a la premiación de los Bolaño y me tocó sentarme al lado del ministro Cruz Coke. Minutos antes de eso el poeta Mauro Gatica me hizo fumar marihuana y estaba re pegao al lado del ministro, ex actor y mijito rico de telenovelas. Pensé en pintarle el mono, pero no se me ocurrió nada. Maldita droga. Fuimos a Tacna, nos alojamos en el mítico Chaparro. A los chicos Bolaño los guardaban temprano, los alojaron en un hotel más pituco que los Tea Party. Al volver a Arica, Daniel nos llevó una tarde a la casa de un viejo poeta de la ciudad. No recuerdo su nombre, la cosa es que estuvimos bebiendo vodka y leyendo poemas en su casa, llena de libros y revistas por todos lados. Me recordó a la casa de Mauricio Redolés. Al salir, nos fuimos a la playa, al rompeolas. Nos estábamos instalando en las rocas cuando aparece la policía. Ni siquiera habíamos abierto la botella y los pacos nos llevan presos. Nos suben a la micro a la poeta peruana Tilsa Otta, a Milvia Alata, esposa de Daniel, al mismo Daniel, a Pancho Ide, a un dibujante de cómics de Arica y a mí. Los pacos escribieron en su libro de guardia algo así como: sorprendidos con basos con bokca. Mi cabo, vaso y vodka se escriben con v corta, les dijimos. Creo que hay una foto en la celda de esa comisaría ariqueña. Desde ese año comienza una serie de viajes propiciados por Daniel. Vinieron los encuentros en Iquique el 2013 (invitación de Juan Podestá), lecturas en la cárcel de Alto hospicio (donde mi lectura fue bastante bien recibida por los presos), en Pisagua, en un antiguo ring iquiqueño, etc. El 2014 con la Fabiola nos fuimos a dedo hasta Arica. Cruzamos a Tacna y nos alojamos en las bodegas-oficinas de Cinosargo. Allí practiqué lucha greco-romana con el poeta Juan Malebrán. Milvia y Daniel nos ayudaron a contactar poetas en el Perú para poder alojarnos en nuestro camino hacia Iquitos. En Cusco nos alojamos con el poeta Jorge Vargas, en Iquitos nos recibió la familia de Milvia, en Trujillo el poeta Oscar Ramírez. Cuando fuimos asaltados en el barco de regreso de Iquitos a Tarapoto, Daniel nos ayudó gestionando desde Tacna. Entre el 2015 y el 2016 volví varias veces a Arica. Daniel se fue con Milvia y su hija Blue a vivir a León, Guanajuato, México. Desde allá Daniel armó una expedición chilena que recorrería Tijuana, Ciudad de México y León en septiembre del 2016. Recuerdo con mucho cariño esos días en Tijuana. Daniel se metió al mar en esa ocasión. No sé si sea muy fácil tener amigos que a la vez sean escritores, poetas. No siempre impera la honestidad en este gremio. O la lealtad. Está lleno de buitres, aprovechadores o simplemente gente que no lee, que no quiere leer y que se pasea entre el gremio con el hocico lleno de veneno. Es bacán poder compartir como amigos, con la familia de los amigos, poder contarle chistes blancos a las hijas de los amigos, jugar lego, jugar a la gran capital en un plan sencillo, tranquilo, ecuánime. Es bacán cuando los amigos se cuidan, no abandonarlos en los bares, en los aeropuertos, en los terminales de buses. Daniel estuvo este fin de semana en Ciudad de México, presentando su último poemario, “Allá fuera está ese lugar que le dio forma a mi habla”, aquí mismo donde estoy viviendo. No nos veíamos desde hace casi dos años. En un momento, bebiendo tequila, luego de su lectura en la calle, bajo la lluvia, me dijo: Qué raro que nos veamos acá Carreño, no crees? No deja de ser bizarro, hemos estado en tantas ciudades juntos y vernos acá, qué chucha hacemos acá, wn!, me dijo. Y vino la noche y Daniel se quedó en mi pieza y a la mañana siguiente, tomando agua en la azotea, repasamos nuestras vidas de los últimos 7 años. Nos melancolizamos y decidimos ir por unas cervezas. No paramos de hablar. Vimos el partido de Colombia y Polonia. Cuando lo fui a dejar el metro nos abrazamos y quedamos de vernos pronto (en unas semanas nos fuimos a Oaxaca). Me volví caminando a la Roma Sur y se largó a llover. Me mojé un poco y me paré bajo un techo afuera de un hotel en Cuauhtémoc. Un papá con dos niños caminaban cagados de la risa y sin paraguas en la lluvia. Decidí hacer lo mismo. Me largué a caminar bajo esa ducha y me puse contento. Como contento me pone mirar por la ventana de un bus, sea cual sea el trayecto.
Ciudad de México, agosto 2018.
