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EL SITIO DE LA SERENA Y LA REVOLUCION DE LOS LIBRES
A las glorias del pueblo de Atacama y Coquimbo de 1851.
Este libro fue publicado en La Serena, República de Chile, en 2013.
Por
José Casas Castro,
Sociólogo, poeta y académico
Universidad de San Juan, Argentina.
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Con prólogo del doctor Miguel Baraona Cockerell, de la Universidad Nacional de Costa Rica, reúne los trabajos de diez autores que analizan distintos momentos de un suceso histórico de envergadura y suma importancia acaecido en la región de La Serena y de Copiapó entre septiembre de 1851 y enero de 1852.
La historia de América tiene procesos comunes tal vez porque tiene una génesis común. Un momento de génesis fue el de liberación de nuestros pueblos, la constitución de nuestros países. Pero, la historia continuó y en las décadas de guerras civiles de Argentina se produjo el exilio de argentinos en países limítrofes. Muchos de ellos –unitarios y federales intermitentemente- encontraron refugio en Chile y participaron en su vida económica y política. Y en las décadas 1850-1870 la participación de argentinos en Chile y también de chilenos en Argentina, en particular entre la región de Coquimbo y Copiapó y del centro oeste argentino.
La revolución de 1851, que tuvo como epicentros la región de Concepción en el sur y La Serena en el norte chico, se realizó contra el gobierno centralista y autocrático de los conservadores (pelucones) que ejercían el poder desde 1831. El bando contrario era expresado por el partido Liberal.
El triunfo brumador de Manuel Montt, candidato oficialista en julio de 1851, precipitó los acontecimientos. Se produjo un levantamiento en el que participaron sectores de la oligarquía, la pequeña burguesía del interior y sectores populares. Era un movimiento de oposición heterogéneo y policlasista, al decir de uno de los autores.
El 7 de septiembre se inició la rebelión en la provincia de Coquimbo y dos días después en Concepción. La lucha en el sur fue muy dura y la revolución derrotada en diciembre de 1851.
En Coquimbo la revolución tuvo un apoyo apasionado del pueblo. La revolución se generalizó, plegándoselos soldados del cuartel de La Serena. Pedro Pablo Muñoz, Vicuña Mackenna, José Miguel Carrera fueron los líderes. Mineros, campesinos, pescadores e indígenas adhirieron a la revolución.
El valle de Elqui también se plegó a la revolución. Se formó una expedición militar (descabellada, escribe Carlos Toro, uno de los autores de este libro) hacia la capital del país, que ocupó Ovalle e Illapel pero que sufrió una derrota en Petorca. Los jefes revolucionarios regresaron como pudieron a La Serena.
Tropas leales al gobierno central desde Copiapó avanzaron hacia La Serena, ciudad que quedó sitiada. Y estos acontecimientos nos sitúan en el centro de este libro y entre las calles y manzanas de La Serena. La Serena comenzó a prepararse para su defensa. De Copiapó provenían las fuerzas que sitiaron la ciudad. Entre estas fuerzas había oficiales retirados, “bandidos, cuatreros y criminales de todo tipo”, referido a argentinos, que se incorporaron al ejército copiapino.
¿Cómo fue posible que sucediera que en poco tiempo una gran cantidad de ciudadanos argentinos exiliados, formaran una fuerza militar? pregunta uno de los autores, Toro Ponce. Los argentinos exiliados por el gobierno de Rozas se organizaban para regresar a combatirlo cuando se produjo la revolución en La Serena y decidieron –al parecer- apoyar al gobierno central de Chile para luego este los apoyara en su lucha en Argentina. Los documentos de la época se refieren a los argentinos como: “…esa sanguinaria soldadesca”. “…un centenar de bandidos argentinos cuya bandera es la matanza y el robo; he aquí las fuerzas que el vil instrumento de la tiranía, el intendente de Copiapó, ha comprado para invadir este pueblo”, decían proclamas en La Serena convocando al pueblo a resistir.
La Serena avanzaba en la preparación de su defensa. El 13 de octubre se avistaron las fuerzas del “Ejército del Norte”. El primer encuentro contra estas fuerzas fue favorable a los serenenses. Al inicio del asedio llegaron los dirigentes vencidos en la batalla de Petorca que ingresaron a la ciudad, burlando a los sitiadores. Era el 21 de octubre.
La Serena, preparada para su defensa, tenía ahora a sus jefes. Llegaron tropas del gobierno central desde el sur y se reunieron con las tropas de Copiapó. Desde el mar hostigaban barcos ingleses. El cerco estaba acerrado. Entre el 7 de noviembre y el 31 de diciembre duró El Sitio de La Serena. La ciudad sufrió bombardeos e incendios, ataques y luchas en las calles y barricadas, retrocesos y heroicidades.
Cuando llegaron informaciones de la derrota de los revolucionarios del sur, comprendieron que ya no tenía sentido seguir luchando y se dejó la plaza sin rendirse. Un grupo de mineros decidió seguir la lucha y marchar hacia Copiapó, donde se había producido una rebelión tardía. Pero el grupo fue masacrado en el camino debido al asalto de las fuerzas argentinas. Había terminado el sitio de La Serena.
La lucha siguió en Copiapó con la Revolución de los Libres, entre el 26 de diciembre de 1851 y el 9 de enero de 1852, etapa a la que se refiere Arturo Volantines, poeta, editor y librero. Él escribe: “Indudablemente ´El Sitio de La Serena´ se hizo memorable; incide en el levantamiento de Copiapó (26 de diciembre de 1851), también profundamente en el ser del Norte chileno, repercutiendo en lo inmediato y en los siglos siguientes, en el imaginario de los habitantes del Norte Chico.”
Bernandino Barahona dirigió la toma del poder en Copiapó y formó el Ejército de los Libres, con gran aporte de los mineros y del pueblo. Pero la derrota sufrida en una batalla el 8 de enero truncó a la revolución de los Libres y de la revolución atacameña.
La experiencia de la revolución había terminado. Pero, no en su espíritu, como lo demuestra este libro que rescata y revaloriza aquellas intensas jornadas que duraron cuatro meses.
Los distintos autores de este libro realizan aportes particulares e importantes para destacar diferentes momentos y aspectos de dicha revolución. Además, de Carlos Toro y Arturo Volantines, ya citados: Susana Pacheco Tirado sobre El Sitio y “las trincheras abandonadas, más nunca rendidas”. Canut de Bon sobre los mineros defensores de La Serena. Avilez Leiva sobre la armada igualitaria y el dominio del mar. Nélida Baros Fritis sobre Bernandino Barahona. Naveas Droguett sobre José Miguel Carreras, uno de los principales dirigentes revolucionarios, hijo del general de la primera independencia chilena. Peralta Butt sobre la vida de uno de los combatientes. Pablo Shaffausser acerca de los hermanos Pedro Pablo y Juan Muñoz Godoy. Y Osven Olivares Castro sobre la vida de uno de los militares. Las ciudades sitiadas merecerían un capítulo aparte en la Historia.
Sucesos trágicos y heroicos de habitantes rodeados, cercados, que resisten y en situación extraordinaria se revelan las dimensiones mas intensas de los seres humanos. Lo oculto se devela. Lo heroico aparece bajo lo cotidiano. La libertad adquiere su sentido más inmenso en jornadas vibrantes que llenan la existencia con un contenido extraordinario. Los sitiados que pueden sobrevivir a las condiciones más extremas que les son impuestas.
La libertad sigue siendo un sueño eterno. La libertad se torna entonces plena, real, inmensa en una lucha libertaria.