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Comprendí que somos rarezas
Sobre «Rarezas del tiempo y de la luz» de Jaime Ceballos, Editorial Navaja, 2019.


Por David Santos Arrieta



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El poemario de Jaime Ceballos está dividido en tres partes: PO/ÉTICA, PAVESAS DE SU CUERPO y RAREZAS DEL TIEMPO Y DE LA LUZ; pero bien podrían ser un recorrido por Ellos, Ella y Él.

Ellos, objetos del asombro. Ellos el canon, que a manera de insignias, el autor muestra evidenciando un diálogo intimo con Ellos, poetas, grandes poetas todos. El autor establece una conversación con personas que probamente nunca conoció, pero que leyó con esa fascinación con que se leen los libros hallados bajo la magia de alguna feria, biblioteca o viaje. La primera parte del libro, Po/Ética, diálogo sobre la poesía y muta desde una escapatoria del estereotipo o el apadrinamiento, hasta la franqueza y la transmutación como en el caso del poema Cebajello, donde el poeta, casi indio, se empareja con el poeta peruano. Este tipo de juego o de guiños, nos pasearan por Lorca, Monterroso, Parra, entre otros. El poema Vicente Huidobro es simplemente genial, logrando una imagen muy explicativa del poeta y su obra.

Ella. La pavesa son esas partes ligeras y pequeñas de la leña que se desprenden encendidas y se elevan por el viento, llevando a veces el fuego a otros lados, pero la mayoría de las veces, terminando en cenizas en el suelo. A esa pavesa le temíamos de pequeños cuando se encendía fuego y las pisábamos cuando aterrizaban para asegurarnos que se han apagado. En la segunda parte del libro: Pavesas de su cuerpo, Jaime Ceballos le habla a Ella. Le habla y le dice cosas como:

Voy a bajar hasta tu altura
a sacarte hijos de la nada … Ábreme tu puerta dolorosa
tu casa de viento tu patio de silencios … Qué hermosa muerte me regalas
cuando besas mi dedo señorial … Hazme hablar la herida
tócame la luz en lo más oscuro.

Es decir, una constante plegaria por profundizar lo que es evidente: el deseo. Ella, objeto del deseo. Ella el canon, que a manera de brújula indica nortes, pero no rutas. Los poemas de esta segunda parte le hablan en su mayoría a Ella, pero entre estos, algunas confesiones afloran para resaltar aún más las pulsaciones aceleradas:

Entró como palabra
como imagen del deseo … Yo reconozco
que su mirada me acobarda … Siempre supe que era peligrosa
a veces cansado a veces moribundo … Ella es así
me asola, me devasta.

¿A qué juegos se resiste el poeta? ¿a qué resistencias del lector tocará este verbo, que es cómo una sed que nos ahoga?

Él. Él, el poeta, Ceballos, se devela pampa, niño, territorio, noche, estrellas, firmamento. De ahí al asombro, un paso más y poesía: todo es luz y oscuridad. Dualidad que poética y físicamente constituyen también el verbo y el tiempo, la vida y la muerte. Un conocimiento que pareciera ser antiguo, muy antiguo, quizás cuando la pampa no era tal, sino un bosque de bendiciones Aymara. En la tercera parte: Rarezas del tiempo y de la luz, Ceballos nos da un paseo por las tradiciones de la cruz de mayo y las reflexiones sobre el ciclo vital, por la noche estrellada de la pampa, por la casa de abajo, por las personas reales que le acompañan, una tal Antonieta, una Paola y al poeta Julio Miralles, amigo del autor; pues se trata aquí de experiencias con la vida real, el choque entre la ilusión poética y la realidad del trabajo cotidiano, rutinario, apoético, la muerte concreta, el otoño de la vida. Las concreciones que nos definen y nos delimitan. Lo hermoso de este poemario es quizás el perpetuo tono de asombro y acogida. El mundo le penetra a Ceballos y este nos devuelve un racimo bien podado de uva recién lavada, sonriente, diciendo:

Soy el cimarrón
que alzó su cabeza milenaria
y desesperado
huyó al fondo de la noche … Yo voy cuando las horas vuelven
y en una esquina del tiempo, percibo
el duende de mi infancia trajinándome los días.

Al terminar el libro sentí ser un niño en la noche pampina, mirando el firmamento y extasiado ante el conocimiento ahí revelado: en la bastedad del universo este ser consciente es una rareza, y de esa observación no puede nacer más que poesía:

Soy el inasible, el imperecedero
el atravesado de palabras
la rareza del tiempo y de la luz.

 

Monte Patria, noviembre de 2020.



 

 

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Comprendí que somos rarezas
Sobre «Rarezas del tiempo y de la luz» de Jaime Ceballos, Editorial Navaja, 2019.
Por David Santos Arrieta