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El poeta como celacanto:
presentación de Abisal de Javier del Cerro.
Por Cristian Geisse Navarro
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Mar de Coquimbo // Mar de los hombres //
Mar de un niño / y los guijarros // Mar adentro /
Mar afuera // Mar del cuerpo
Abisal
Canto 3
Mar afuera: la publicación de este libro viene precedida de una serie de críticas y comentarios que atraviesan la geografía chilena, latinoamericana y que incluso alcanzan el este de Europa. Los cantos de Abisal entonces ya circulaban antes de entrar en la imprenta y ser encuadernados, es un poema vivo más allá del libro, lo que me parece digno de hacer notar. Cito algunos de estos comentarios:
“Abisal, del poeta del Cerro es un proyecto de libro que no puede pasar indiferente a ningún lector avezado y a ningún crítico que constate la evolución de la poesía chilena actual…”
(Andrés Morales)
“Considero fundamental para la nueva poesia chilena un trabajo como "Abisal" donde se funde el canto de los ignorados, los desaparecidos con un epica siniestra pero bella….”
(Germán Carrasco)
“Javier del Cerro, a los cuarenta años, es responsable de un poema serio, realmente inspirado…”
(Lorenzo Peirano. Machalí).
“sus poemas giran alrededor de un eje central: en el que se unen de manera natural realidad delirio sexo utopía excesos que rebasan los cánones de la observación y complementa el sentido órganico de la construcción poética: abisal es el universo visto desde este cielo…”
(José Eugenio Sánchez. Ciudad de México)
“Poesía aventada con delicadeza, poesía de contención descriptiva, su primera persona se mueve al oído con templada firmeza.”
Alexis Figueroa, Concepción.
“Sin duda, el lenguaje descarnado y preciso de Abisal lo ponen en la línea de la mejor tradición poética latinoamericana.”
Adrián Campillay. San Juan, Argentina.
“Indudablemente brillante y elegante lenguaje de "Abisal" pertenece a las mejores joyas de la tradición poética chilena.”
Vasilenko Irina. Universidad Nacional de Kriviy Rig, Ucrania
No puede dejar de llamar mi atención el hecho de que el poema sea ya conocido en lugares tan disímiles como Machalí y Ciudad de Méjico, que circule en la Patagonia argentina y en Europa Oriental. Que lo comenten desde académicos de la Universidad de Chile, hasta poetas beatniks del ngulumapu. Eso, tomando en cuenta de que la crítica literaria dedicada a la poesía es un ejercicio escaso y difícil hoy en día. Se escribe mucha poesía, pero se lee muy poca. Pienso en la urgencia de algo así como una Mutual de Socorro Crítico, donde –ya que estamos en esa- los poetas se comprometan solidariamente a escribir –positiva o negativamente- de la poesía que ven a su alrededor. Porque tengo impresión de que muy a pesar suyo, la poesía hoy es un ejercicio discreto, quitado de bulla, que circula casi secretamente entre especialistas. Veo entonces en Javier conocimiento no solo del oficio, sino también de una estrategia de circulación en la que vale la pena indagar más adelante. El poema ya ha llegado a Neuquén, Cipolleti, Otawa, Ciudad de México, Machalí, San Juan, Santiago, Ucrania. Es extraño y es hermoso y es significativo y posiblemente no sea azar que este libro haya tenido su lanzamiento en este pueblo abandonado que es Vicuña (ojalá los vicuñenses no se ofendan, me estoy adhiriendo a las propuestas de Marcelo Mellado en su manifiesto sobre la producción literaria fuera de la metropoli). Lo de Javier es indudablemente una manera de hacer desde provincia y hay que celebrarlo.
Y entonces Javier. Mar afuera también encontramos al autor. Javier del Cerro. Javier Araya Valencia. Que son el mismo pero quizás no. En realidad no. Los nombres y las palabras son trajes mediante los cuales los poetas –sobre todos los poetas- pueden disfrazarse de quienes son realmente. O bien de quienes creen ser realmente. Es un desdoblamiento en el que se retuercen seres hechos de cartílagos, pero también de voces. Seres que en sus poemas crean ademas otras voces y otros seres que hablan por ellos. En un ser humanos habitan legión. Yo es otro. Javier Araya, Javier del Cerro, Abisal el celacanto. No es extraño entonces que confiese a hora que no conozco bien a Javier. Es curioso, porque de alguna forma me sentía cercano a él. Quizás sea algo territorial, el amor por los pueblos abandonados, llenos de vidas secretas, de óxido y bulla sorda. Quizás sea eso. En todo caso es fundamental Julio Miralles, quien hablaba de él con entrañable cariño y quien me lo presentó hace mucho mucho tiempo. Supongo que ahí se estableció un nexo. Siento que en ese tiempo ellos formaban parte de una fraternidad de poetas duros, radicales. Y que hasta hace algún tiempo me parecían fósiles vivientes, celacantos, el tipo de poeta que se la juega toda, que asume la poesía como una forma de vida, como una condición existencial, como un prisma para ver el mundo, como una estrategia para moverse en él. Con algo de amalditamiento, con algo de mesianismo, con aspavientos y locura. Yo ya no sé si me siento parte de esa fraternidad, aunque quizás sí me sentía parte hace 20 años atrás cuando conocí a Javier. Ya me estaba pareciendo que ese tipo de poeta estaba en vías de extinción, pero no, también son legión. Una curiosa legión. Por un tiempo pensé que era ingenuidad. Ya no lo creo tanto. Entre muchas, puede ser una opción de vida. En una de esas, una de las peores opciones de vida, pero sigue siendo un ejercicio de libertad existencial. Hoy ya me es fácil confirmar en Jarvier una persistencia en el oficio, una búsqueda permanente, una apuesta fuerte que lo involucra por entero, que envuelve a los que quiere y lo rodean. Uno puede estar muy equivocado en ese tipo de apuestas, pero nunca debieran dejar de causar admiración. Quiero pensar desde mi ignorancia, pero también desde mi intuición, que Javier tiene pretenciones de ser la voz de una tribu oscura, sucia y pobre, sin la menor vergüenza de su suciedad, pobreza y violencia. Así lo quiero más. Y desde un nuevo aunque incipiente conocimiento de Javier, puedo decir que es autor de un magnífico poema, que revela un trabajo de años en el ejercicio poético, y un libro que pienso le hubiese gustado encontrar y leer si él no fuese el autor, que es una de las mejores formas de escribir un libro.
Mar afuera aún: quiero detenerme en esto, en esto que estamos haciendo hoy. Soy uno de los encargados de presentar el libro, de hablarles de él. En este caso y en la mayoría de los casos, es algo un poco ridículo y forzado. ¿Qué hay que hacer? ¿Explicar el libro? ¿Interpretarlo? Este libro en particular es bastante elocuente por sí mismo, es fácil entrar en comunión con él, es sugestivo, parece hecho para atacar el inconciente y establecer una comunicación atávica con el lector. Explicarlo es descuartizarlo. El poema no es un cadáver. Este poema claramente tiene la pretención de vivir. Quizás nada de lo que yo haya entendido de él, sea mejor de lo que ustedes pueden llegar a entender cuando lo lean. Y pienso que libros como estos no necesariamente tienen que entenderse con la razón, sino con las entrañas, con el instinto, con esas zonas inexploradas de nosotros mismos. De hecho, sabemos que las zonas abisales de los océanos son el más extenso lugar inexplorado en el planeta. Desde ahí se nos habla en estos cantos, son esos lugares los que se quiere que visitemos, quizás las únicas zonas de la tierra que no tienen cartografía. También esas zonas brígidas en todos nosotros donde habita nuestra oscuridad. Explicar este poema entonces, “iluminarlo” (verbo especialmente desafortunado en este contexto), es estropearlo.
Sin embargo hay que ir mar adentro.
Es importante notar que hay en Abisal un marco, un diseño, un plan. De hecho entiendo que Abisal es la primera parte de una trilogía que incluye además Geo y Éter. Abisal, Geo y Éter entonces. Veo aquí intención cosmogónica, y en ella, el número mágico que también rige la Divina Comedia, una trinidad en este caso más silvestre que catedralícea, más panteísta que teocéntrica. Tres son los cantos de Abisal. Es posible que tres sean los cantos de Geo y Éter. Tres veces tres. Hay en este libro delirio, hay en este delirio la intención de bucear en orígenes informes, hay mucho silencio en este delirio, hay pausas y espesuras, es delirio este deliro; pero hay también esquema. Me parece importante señalarlo.
Pero más allá del esquema, mar todavía más adentro, más al fondo, veo en Abisal la mimesis dislocada –no puede ser de otra manera- de la belleza siniestra del abismo. Del lugar donde habitan los monstruos y la luz es apenas un destello deslucido en medio de lo oscuro. Conozco un ejercicio similar en un poeta de esta zona: Juan Miguel Godoy. Pero no logra el éxito notable que logra Javier: se relata en Miguel tocando fondo, el suicidio de un ángel desde un barco ballenero. Se deja caer al mar ántartico y cae a las profundidades, también a la zona abisal. Pero Godoy no lo logra del todo. En los cantos de Abisal se observan con mayor nitidez esos ángeles deformes: el tenguzame –goblin shark, escualo duende-, el dorudón, los cetáceos extintos, el celacanto (“un celacanto / tiene violencia / en su espíritu”), los desaparecidos (“mi luz acompaña / a los desaparecidos”), los espejismos turbios, la densidad de la tiniebla, los silencios y los versos como destellos de este libro.
Mar adentro veo también en Abisal un oscuro mesianismo, la voz de las bocas y los ojos muertos. Un ceremonial sombrío, pero también resilente. Búsqueda, exploración, guía con hambre de totalidad: algo inusual en una época que rehuye de visiones totales, un gesto extraño en tiempos de fragmentos y pastiches.
De esa forma, en el poema todo es océano “el cielo es el mar”, “otro mar es el universo”. Y la definición de abisal es “Lo abisal / es el universo visto desde el cielo”.
Este hambre, esta sensación de totalidad, incluye el tiempo. Son contempóraneos en Abisal el “megalodonte / en el sagrado mar / del Plioceno”, con Semiramis, Madamme Pompadur y el hablante, quien muere “en mil ochocientos / apuñalado en el ojo / por una prostituta afircana”, y quien hace constante referencia a los desaparecidos, lo que nos trae también a esas zonas oscuras de nuestra historia reciente. Entonces en Abisal “Un espíritu de millones / de años es mi ojo”.
En este viaje ralentizado por las profundidades oceánicas, por el origen y el subconsciente, el ojo tiene una presencia omnívora, todo es ojo, todo es visión a la mitad del pasaje más oscuro del que tenga conocimiento el hombre. “El ojo / es mi cuerpo. // La síntesis de la / luz y la oscuridad. // Lo deletéreo, la esfera”. El ojo atraviesa todo el texto, la mirada a la profundidad, la clarividencia en el delirio y las tinieblas: “cierro los ojos / y está el desierto”, “con terror mi ojo descendía / llorando peces / y lágrimas”, “abro el ojo / lo cierro, para / ver en su oscuridad / el silencio”. En esta visión caleidoscópica, la totalidad se segmenta, pero parece observar desde múltiples ángulos, la imagen, la pesadilla lenta, pero también el sueño resplandeciente que incluye una búsqueda de totalidad geográfica.
Me gusta la idea de que en el prólogo de abisal se sitúe el origen del libro en la “luna roja del norte de Chile”. La territorialidad del libro, su cartografía geográfica y humana pasa por mares chilenos, cuya impronta es evidente: “Mar de Llolleo / Mar de Pichilemu / Mar de Iloca // Soy el aire de la tierra / y su memoria// Mar de Constitución / Mar de Tirúa / Mar de Lebu / Hermoso, / terrible como el canto de un anciano.” Posteriormente se extiende a.otros mares del mundo “Mar Adriático, Amarillo, / de Aral y de Azov // Pueblo de los montes, / las llanuras abisales, / biolumniscente, / anaeróbico.// Mar Báltico, / Mar Blanco / Mar Antábrico // En los arrecifes / guardo la memoria // Mar de China / de Cortés / de Frisia // soy el pez y nazco en la oscuridad // Mar Jónico // La Simiente / y el mar habitan / en mis silencios sabios” . Sin embargo este periplo concluye en el Canto 3 en Coquimbo “En el mar / mis / recuerdos. // Mar de Coquimbo. // Mar de los hombres. / Mar de un niño / y los guijarros // Mar adentro / Mar afuera // Mar del cuerpo.
Mar adentro entonces, el desfigurado hablante de Abisal, con su oscuro mesianismo, con su amalditamiento, con su hambre de totalidad y cosmogonía, es un poeta celacanto, un fósil viviente, un poeta que parecía extinto, pero que reaparece ante nosotros y nuestro asombro, construyéndose así mismo a medida que canta “No seré una mercancía. / Si nada tengo haré de mi vida un poema”, el tipo de poeta que inicia un viaje a lo desconocido y que desea volver con una verdad para todos nosotros, un tipo de hablante que es más bien un eslabón evolutivo hacia otras realidades que esperamos siga abriendose con la misma fuerza en Geo y en Eter.