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Un astro umbrío
en el pérfido día brillante
de Juan Chapple
La Calabaza del Diablo, 2014
Por Malú Urriola
.. .. .. .. .. .
En el año 2500 y POLVO
al fondo de mi patio
en el lugar de honor de la chatarra
existe un dispositivo de imágenes
donde llora gente de mentira
donde se reúnen parientes de mentira
donde los presidentes
de mentira
prometen
educación, educación, educación
y donde los hijos de los hijos urbanos
son habitados por sueños de muerte
El presente es un gastado monitor
que emite sombras, esperanzas de infantes lisiados
imagen de algún año nuevo e infinitas muertes:
Con este poema el poeta y narrador Juan Chapple nos introduce en el futuro de un presente ya escrito. Un futuro donde la mentira y la muerte son los residuos de una convivencia fallida de la humanidad con los avances tecnológicos, científicos y la política como “transacción” tal como escribiera Nelly Richard en su libro La insubordinación de los signos.
Chapple sitúa el trazo de este poemario en el año 2500 y polvo. Polvo como partículas sólidas en suspensión, como polvo cósmico que nos recuerda el lugar al que estamos condenados como cuerpos que tienen un tiempo de duración ya escrito.
Pero más allá de ensalzar o hacer una introducción de lo necesario que me parece leer este libro de poesía como “un astro umbrío en el pérfido día brillante” quiero también recordar y recordarme que afortunadamente todavía el trabajo de la poesía se sitúa a veces en el ojo de Casandra, quien pactó con Apolo la concesión del don de la profecía. Y deja de lado la tentación del recurso del yo y la experiencia personal para trazar una poética.
Pienso en el pacto entre poesía, aquello que acontece y el ojo. Pienso en la mirada y Tiresias, pienso en el ángel de Rilke y también en el ángel de la historia Walter Benjamin…
Pienso en la ruina como el lugar del que nunca hemos salido.
En el 2500 y polvo, la muerte. En el 1500 y polvo, el año del soldado, donde es “todo el silencio ilusorio del silencio”… y la palabra memoria se sitúa en un habla balbuciente que apenas logra sobrevivir al olvido mediático, como un recuerdo molesto y resentido…
Un astro a oscuras en un pérfido día brillante. Eso es en síntesis este nuevo libro del escritor Juan Chapple. Un escritor multifacético que escribe novela y poesía fundiendo ambos géneros literarios en un tono arrobador, que guía al lector de la poesía a la oscuridad y de ésta, al placer Barthiano de la escritura en la ciudad de los muertos: La Necrópolis.
Pienso la referencia de la ciudad letrada de Ángel Rama, pienso el ciudad como el reducto del olvido y la hacinación de una mente globalizada, formateada que aún no resigna del todo al olvido.
Pero más allá de lo que un libro de poesía abre cuando se está escribiendo o cuando se transforma en objeto libro y sale
-afortunadamente- al inexistente mercado de la poesía y a la condena de no ocupar sino los oscuros rincones de las pocas librerías que los venden, la poesía, la buena poesía, aquella que plantea un discurso más allá del amor o el abandono personal del poeta en la city, es siempre más que un gesto necesario, una insistencia del pensamiento por dejarse oír en un pueblo de sordos.
Juan Chapple instala un discurso poético que se sitúa en la imposibilidad: El poema como reflejo del desastre presente, del amor a las máquinas, los monitores, la mentira, la red, en la “violenta espesura del sueño”.
Chapple renuncia al ombliguismo del yo, de la biografía errática y personal, de la queja de la urbe o del amor, para elevar una pregunta política, social y de género al presente y futuro del país, desde el invisible lugar que ocupa la poesía frente al mercado con la fatídica violencia de una bala que “frena a milésimas del ojo”.
“Igual que los amoratados corazones que avanzan, con la herida y la cifra del deber, hacia los mataderos del comercio final”.
Desde Vertederos, su primera novela, publicada en 2005, Chapple no ha hecho sino acendrar una poética de la ruina con una imperiosa y salvaje belleza, que no deja de recordarme el trabajo del fotógrafo británico Adrian Tyler porque Chapple escribe como Astro umbrío en el pérfido día brillante, la ruina humana de dos mil años, de la que todos formamos parte.